Gibraltar ¿español?

España es hoy extremadamente débil, por ello las potencias más fuertes no dudan en asestar sus golpes, son conscientes de que mientras derriben al enemigo nadie les llevará la contraria y tendrán la razón: la historia la escriben los vencedores, los que pueden escribirla y se arman para ello.

Gran Bretaña no iba a ser menos, y no duda en expulsar de las aguas que rodean El Peñón –porque no es un peñón cualquiera, ni mucho menos- a inermes pescadores frecuentemente atormentados por el oleaje inglés. La Royal Navy gibraltareña atiza con el casco de sus naves a sus homólogas de la Benemérita. A muchos, seguramente empachados de pacifismo cosmopolita, les parece una mera anécdota, pero nada de eso, es la historia de dos naciones que no pueden dejar de encontrarse.

El conflicto comienza con la Guerra de Sucesión Española que, como todos sabemos, revolvió el mundo que entonces era en la lucha entre partidarios de la Casa de Borbón y la Casa de Austria. Inglaterra y Holanda temían volver a ser constreñidas por el sur y una alianza hispano-francesa parecía en ese momento inasumible.

Así las cosas, en 1702, el ejército anglo-holandés llega a Cádiz y desembarca en Rota y El puerto de Santa María. Este sería el camino con el que comienza esta larga historia, ya que dos años después, en julio de 1704, las tropas protestantes al mando del almirante Rooke y
del Príncipe de Hesse-Darmstadt se dirigen a Gibraltar, exigiendo la entrega incondicional de la plaza y un juramento de fidelidad al Archiduque Carlos, conscientes de que no podrían controlar el sur español sin dominarlo. El gobernador de Gibraltar rechaza el ultimátum
el 1 de agosto y tras la negativa, durante la noche del 3 al 4, una lluvia de bombas se cierne sobre la ciudad. Los defensores, al ver que el enemigo les supera ampliamente en hombres y armas, decide rendirse. La mayor parte de la población del Peñón, fiel a Felipe V, huye de la localidad y se refugia en diversos lugares. La mayoría se traslada a la ermita de San Roque, dando lugar a la creación del municipio de San Roque, el cual aún hoy tiene la denominación oficial de «Ciudad de San Roque donde reside la de Gibraltar».

Sin embargo, por aquel entonces la cobardía y el infantilismo que hoy hacen estragos en nuestros políticos no se daba (cierto es también que la Monarquía Hispánica, austracista o borbónica, seguiría siendo una potencia de primer orden, aunque ya no hegemónica, puesto que iría “cediendo” paulatinamente a Inglaterra), y en septiembre de 1704, el marqués de Villadarias dirige un golpe de mano con un grupo de 500 españoles. La idea era hacer un ataque conjunto desde la roca y por tierra. Se consiguió escalar la roca pero el ataque terrestre no pudo efectuarse por la llegada al puerto de una flota inglesa, haciendo prisioneros a la mayor parte del grupo. Y aunque en 1713 se formaliza la posesión inglesa por el Tratado de Utrecht, el ánimo de reconquista no cesa, y sucesivos intentos ocurren en 1727, y desde 1779 a 1782, durante la Guerra de Independencia de las Trece Colonias.

Finalmente, en el Tratado de Versalles, se vuelve a reconocer la posesión británica, aunque esta vez el esfuerzo no resulta inútil, pues se recuperan Menorca, Florida y Sacramento, perdidas en el Tratado de Utrecht.

Intercalamos un texto en el que descata y brilla la altura política de los ministros de la Monarquía Española de entonces, su sentido de Estado, su realismo político y su clarividencia de los asuntos de la política internacional y de las necesidades de conservar unidos todos los territorios y de salvaguardar América de las garras del depredador:

«Instrucción Reservada para Dirección de la Junta de Estado, pg. 375 edición de Andrés Muriel, 1838.

CCCXLII

Gibraltar es para los Ingleses objeto de gastos, y durante la guerra nuestras escuadras de Cádiz han de llamar al estrecho las fuerzar marítimas de Inglaterra. Por tanto no podrán acometer á nuestras posesiones de América.

Se hará ver, lo tercero, con oportunidad y sin afectación, lo mucho que nos importa que la Inglaterra tenga en Gibraltar un objeto de gastos y de distracción de sus fuerzas marítimas; pues formando nosotros el asedio ó bloqueo de la plaza en tiempo de guerra, y manteniendo para él una fuerte escuadra en Cádiz y en las entradas del estrecho, han de conservar precisamente los Ingleses en los mares de Europa numerosas armadas, y venir con ellas al socorro de la plaza, con lo que tanto menos podrán emplear en espediciones ultrmarinas contra nosotros». José Moñino, I Conde de Floridablanca.

Hoy el conflicto continúa, aunque dada la corrupción económica, política y moral que sufre España, parece que tenemos todas las de perder. Más de doscientas familias subsisten gracias a la pesca en esas aguas, pero la inutilidad de traidores como Margallo, que llama
aliado al invasor, así como de lacayos como Rajoy –que se quedaría algo traspuesto al recibir la evasiva de Cameron, digna quizá de un oficinista, pero no de un Primer Ministro: “el asunto me lo lleva el Ministro de Exteriores”- seguramente les lleve a la beneficiencia, en una situación análoga a los canarios que pescaban en Marruecos, esta vez por gracia de la “irreversible” Unión Europea.

Además, por mucho que progresen las nuevas tecnologías militares, la entrada al Mediterráneo siempre será un punto estratégico a defender. Hemos de tener muy en cuenta que constituye una puerta a África, por lo que multitud de drogas y otras mercancías ilegales pasan por allí, más siendo un paraíso fiscal (que gracioso suena lo de la «autodeterminación» sus gentes). Muchas veces hemos visto cómo la Royal Navy bloqueaba a la Guardia Civil en persecuciones de esta a narcotraficantes y demás delincuentes y criminales.

En definitiva, reclamamos la soberanía española de Gibraltar, pero lo hacemos conscientesde que no será el diálogo lo que nos lo devuelva, por mil vueltas que se le den a los tratados, el derecho a poseerlo es de quien puede conservarlo.

¡Gibraltar español!

Artículos relacionados:

0 Respuestas a “Gibraltar ¿español?”


Actualmente los comentarios están cerrados.