Sobre el sistema sanitario de la Comunidad Autónoma de Madrid
Para algunos, el liberalismo no es más que una ideología que jamás se lleva a la práctica. Pero, sin embargo, y sin querer negar esto, sí es cierto que hay políticos profesionales autodenominados liberales que tratan de implementar, en todo lo que pueden, medidas políticas y económicas propias de esta ideología. El sistema sanitario de la Comunidad española de Madrid es un ejemplo claro de esto. Madrid es una región de España gobernada por el Partido Popular. Su presidente es Esperanza Aguirre Gil de Biedma, una aristócrata metida a la política que lideraría en teoría el (minoritario pero activo) sector liberal de este partido político español (el resto se divide en demócrata-cristianos cercanos al Opus Dei y algunos venidos de Falange). Aguirre supone la "gran esperanza blanca" del liberalismo español más anglosajonizado, y sus medidas político-económicas son aplaudidas por estos sectores ideológicos, aparte de otros que, sin ser liberales, son anti-PSOE a rabiar. Pero estos últimos sectores deberían ser más responsables a la hora de saber separar la oposición frontal a la dominante socialdemocracia española de la crítica y oposición a medidas políticas distáxicas que ponen en riesgo el sistema sanitario español propio del Estado de bienestar en que vivimos desde hace varias décadas. Y decimos distáxicas porque, si bien la principal responsable del progresivo deterioro de la sanidad en la región de Madrid es la propia Aguirre y sus prejuicios ideológicos, no es menos cierto que ella puede aplicar las medidas que hace debido a que las competencias sanitarias están en manos de las malnacidas Comunidades Autónomas, cuando debe ser el Estado el que tenga este tipo de competencias. Algo que siempre ha defendido y defenderá Izquierda Hispánica: sanidad, educación, suelo, vivienda, obras públicas, competencias estatales. No a las Comunidades Autónomas, esa es la clave.
Pero volvamos a lo que ocurre hoy día en la sanidad madrileña. Si nos ponemos a hacer comparaciones sobre la sanidad española antes de ser transferida a las Comunidades Autónomas y el momento actual, encontramos diferencias abismales, esencialmente en el modo de administrar la atención primaria, las especialidades y las hospitalizaciones. En Madrid, con la irrupción tan polémica (recordar el "Tamayazo") de Esperanza Aguirre a la presidencia de la región, los madrileños sufren un deterioro lamentable en los servicios sanitarios públicos.
El furor privatizador de la presidenta, si no fuera por determinadas limitaciones administrativas, sería insaciable. Por ejemplo: el servicio de ambulancias, las pruebas diagnósticas en laboratorios privados, los incentivos económicos a los médicos que no den bajas por enfermedad, la administración de fármacos de efecto menor, la eliminación al máximo de pruebas ginecológicas que muchas veces hacen matronas de los ambulatorios, sobre todo a mujeres mayores de 60 años, una situación que se da igualmente a la hora de hacerse mamografías, son algunos ejemplos, entre otros. Los hospitales antiguos tienen a los enfermos pululando por los pasillos, en habitaciones incómodas y sin personal suficiente. En estos mismos hospitales, y para abaratar costes, se contratan médicos extranjeros que se encuentran un poco desplazados porque los usuarios de la Sanidad sienten una cierta desconfianza sobre la bondad de sus diagnósticos que, no obstante, no parece justificada.
Los hospitales nuevos, sin embargo, como el Infanta Leonor en Vicálvaro (barrio del sureste de Madrid), carecen de especialidades, casi vacíos de tecnología, con el personal que han trasladado de los hospitales antiguos, el cual no es suficiente. En estos hospitales se sacan a los enfermos para hacerles pruebas diagnósticas en ambulancias escasas que no llegan. Para más inri, a estos enfermos les mantienen durante horas fuera de sus habitaciones.
Y no digamos nada de los cuidados paliativos. Los doctores del hospital Severo Ochoa, debido a una denuncia anónima que archivaron los tribunales, sufrieron daños irreparables como profesionales y como personas. Algunos tuvieron que marcharse a Castilla-La Mancha a ejercer su profesión huyendo de una "caza de brujas" a la que fueron sometidos.
Y habría mucho más que añadir. Izquierda Hispánica opina que sería lamentable que Esperanza Aguirre obtuviese otra vez la mayoría absoluta, pero hoy por hoy no cabe otro resultado en las próximas elecciones de la Comunidad de Madrid. Y es que los votantes madrileños de Aguirre votan con sentido de Estado, y al votar a Aguirre votan contra Zapatero. Lo que nosotros opinemos respecto a esos comicios poco importará a los votantes de Aguirre. Pero lo que está claro es que, mientras las competencias sanitarias no estén en manos del Estado central, la aristócrata liberal seguirá haciendo todo lo posible para emular a su admirada Margarita Thatcher en lo que a descomposición de un sistema sanitario público se refiere. Por lo que, como no puede ser de otra forma, la denuncia y lucha contra las bravatas liberaloides de la Aguirre es, al tiempo, y tiene que ser al tiempo, la denuncia y la lucha contra el Estado de las Autonomías de 1978. Criticar este Estado y al PSOE sin criticar estos hechos sería como estar contra el maltrato a las mujeres y no denunciar a un maltratador conocido por nosotros.
Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo.