Queremos criticar por el bien del movimiento el reduccionismo psicológico de la “indignación”, a los que buscan “concienciar” a la gente “de la calle”, o sea, transmitirle y contagiarle sus buenos sentimientos. Para esto montan tragedias democráticas, donde la democracia nace y muere, se enlutan para andar hasta el ayuntamiento de la ciudad o simplemente gritan o juegan. Esta actitud débil y cursi debe combatirse desde dentro si no queremos que el pueblo español, que ha salido a luchar por sus derechos, dé un paso atrás. Indignado, ¿qué tienen que ver la naturaleza, la busca de la felicidad, el reiki, el veganismo, las lenguas vernáculas, el indigenismo… etc, con las propuestas que se lanzaron el 15M para sacar a la gente a la calle?
En tanto la dialéctica de la razón debe siempre pasar por el episodio del Ego corpóreo (como sujeto de responsabilidad), será siempre necesaria la disciplina filosófica como instrumento mismo de la moral socialista. Porque la disciplina filosófica asume ahora como tarea específica (pedagógica, terapéutica, “pastoral” -y, vista desde fuera, propagandística) la colaboración al proceso de eliminación de las representaciones inadecuadas al Ego, no ya en el sentido de su adormecimiento (por ejemplo del consumidor auto-satisfecho), sino en el sentido de la instauración del juicio personal crítico, sin el cual es absolutamente imposible una sociedad democrática» Gustavo Bueno, Ensayos materialistas.
El problema de DRY es que la energía que la mueve es disolvente de cualquier organización política eficiente. Al no querer investirse con ninguna ideología -lo que significa realmente no ser capaces de elaborar ningún ideario político- confluyen multitud de ellas que son contradictorias entre sí, minando la fuerza del movimiento. Porque es ingenuidad creer que una manifestación espontánea del pueblo está libre de toda ideología sólo porque los sujetos que se manifiestan renuncian a imponerla. Es un gran problema, lo decimos lamentándonos sinceramente, porque el conflicto ideológico sale a la luz en el momento en el que los grupos tienen que organizarse. Y, al no terminar de imponerse unos sobre otros para poder articularse, perdura la situación de heterogénea indefinición en el que cada grupo ideológico barre para su casa. Aún actuando en pos de unos objetivos determinados que pretenden dar forma propia al movimiento, al final los grupos de personas en DRY terminan negándose unos a otros perpetuamente y no hacen más que diluir dicho movimiento.
La mayor confusión es el dúo «multipartidismo-apartidismo», porque pueden significar cosas muy diferentes. Una posición apartidista, es puro subjetivismo individualista, puesto que no hay razón para pensar que DRY es más real que la democracia partitocrática. Las ideas que una masa social se forja sobre la democracia no tienen más valor que la democracia institucional realmente existente. Una posición multipartidista, aunque seguiría pecando de un duro formalismo, puede ser una postura legítima si se propone provisionalmente, por ejemplo hasta las próximas elecciones, intentando empujar a UPyD e IU al escenario político a la espera de que con la llegada de nuevas fuerzas a los aparatos del Estado se renueven los cargos y se emprendan nuevas políticas. Pero esto conllevaría colaborar con dichos partidos afín de enraizarse en la realidad y criticar a los que se benefician del actual sistema electoral y se lucran a través de él, o sea, una actitud militante, disciplinada, no la de una comuna hippie o una barbacoa de domingo.
Esa es nuestra propuesta por el momento, al menos así cabría la posibilidad de abrir un debate positivo, serio y crítico, sobre las posibilidades de regeneración democrática de la Nación española (y no de la aldea global). Y no ese individualismo vago fundamentalista del horizontalismo absoluto que sólo se preocupa de que su “libre conciencia” no sea manchada por la falsa representación; así, presos de la falsa conciencia, no hay nada que hacer. El fantasma del anarquismo son las sábanas del liberalismo.
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