De rescates y reformas

El rescate a la banca española es la puntilla a una situación económica y social cada vez más insostenible. Rajoy, mientras tanto, asegura que podría haber sido mucho peor, es decir, una intervención sin precedentes a España si no llegan a “hacer los deberes” en estos últimos cinco meses.

Nuestros gobernantes, empezando por Rajoy, se “sienten orgullosos” de la solución impuesta desde fuera. El rescate, sin duda, va a hacer aún más dependiente a España de Alemania y Francia, en consonancia con las previsibles medidas políticas (subidas de impuestos, recortes sociales, etc.) que se avecinan como consecuencia del rescate. A partir de ahora, la política de buscar el “mal menor” va a ser la tónica general del PP, no tienen más recorrido.

En este sentido, nuestra política es a partir de ahora, y de manera más explícita, una política abiertamente de protectorado. Y es que las consecuencias de pertenecer a la Unión Europea cada vez son más nefastas para España.

El PP nos hace creer ahora que las reformas han evitado la intervención de España. Pero es que las reformas (laborales, financieras, fiscales, etc.) son a la par resultados y partes constitutivas del “proceso de intervención”. Pero es que este “proceso de intervención” ya comenzó a finales de los 70 del siglo pasado y cristalizó con nuestra incorporación a la Unión Europea. El europeísmo implícito en todas las políticas adoptadas desde entonces entronca con el idealismo de la política española.

Un idealismo político consistente en pensar que perteneciendo a la Unión Europeas se acaban nuestros males económicos, políticos y sociales. Los beneficios económicos que durante este tiempo hemos obtenido de semejante sometimiento no pueden ocultar el precio que hemos tenido que pagar por ello: desindustrialización, desagrarización, fragmentación territorial con el feudalismo impuesto de las comunidades autónomas, etc.

Un idealismo político que se manifiesta en reformas, leyes, capitulaciones a Francia y Alemania y a organismos internacionales (Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional) como medidas políticas inequívocas. O, en todo caso, pensar que el albur del mercado y el voluntarismo de las “iniciativas privadas” son los revulsivos anónimos de nuestros males.

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