España, un cadáver longevo.

España: un cadáver longevo.

A muchos les podrá parecer novedosa la calamidad de la crisis de deuda que padece España actualmente, a merced de oscuros poderes financieros internacionales, que hay que decir, tienen nacionalidad y muy probablemente todas las fobias y prejuicios históricos contra España asociados a ellas. Y esta extrañeza la agrava la miopía histórica que padece la población en general y sus minorías intelectuales decadentes, que son incapaces de concebir la historia de España más allá de un Franquismo con tintes demoníacos para unos y redentores para otros, precedido por una guerra civil cuyos mitos y propaganda no terminan de extinguirse por más que pasan las décadas, sino todo lo contrario, y precedido todo en el origen de los tiempos por una II República concebida como una edad de oro por unos y como un período criminal por los otros. Difícilmente se puede tener ideas claras sobre nuestro presente si el relato histórico generalizado es este cuento pueril. Pero el hecho es que las crisis de deuda impagable y la sumisión a poderes financieros extranjeros es la constante del Estado en España a lo largo de todo el siglo XIX, desde la desintegración del imperio en repúblicas americanas y la reconversión precoz y dificultosa de España, precisamente por la asfixia financiera del Estado, en un Estado-nación moderno.

El agravamiento de esa crisis de deuda es uno de los factores clave que explica la inestabilidad política que condujo a la Revolución Gloriosa de 1868 y de toda la agitación e inestabilidades que se sucedieron: la monarquía fugaz de Amadeo de Saboya, la declaración de la República y el federalismo, el cantonalismo, la tercera guerra carlista y finalmente el golpe de Estado de Pavía y el pronunciamiento del general Martínez Campos que condujo al régimen de la Restauración borbónica, un régimen éste que fue duradero, de 1875 a 1923 (dictadura de Primo de Rivera), con tantos paralelismos con el actual régimen borbónico corrupto en todos los órdenes, que algunos han llamado la III Restauración (si se piensa que la primera fue la de Fernando VII). Un régimen, el de la Restauración, que sobrevivió todavía décadas pese a arrastrar crisis crónicas graves y pese a su total descrédito entre
amplias capas de la población.

Conviene tener todo esto presente en un momento en que muchos perciben claros signos de descomposición del régimen y se anuncian cambios revolucionarios, con más ilusión que realismo. Sin que sirva de consuelo a los males actuales podemos concluir que la última fortaleza de España en los dos últimos siglos ha sido la de ser un cadáver longevo.

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