Quisiera exponer unas reflexiones surgidas tras la lectura de esta interesante entrevista al gran politólogo y compañero Manolo Monereo, sobre la Unión Europea, la soberanía nacional y la geopolítica:
La propuesta geopolítica alternativa de Manuel Monereo Pérez es «Eurasia». Es cierto que una España cercana a las grandes potencias China y Rusia podría tener una base de apoyo mucho mayor que la virtual Hispanidad Revolucionaria y Socialista que otros defendemos. Y propone una «Eurasia» frente a la talasocracia (gobierno geoestratégico de los mares) anglosajona. Pero, ¿acaso las grandes potencias históricas universalistas no han sido más talasocráticas que telurocrácias (gobierno geoestratégico de tierras emergidas)? ¿No fue acaso el Imperio Español más talasocrático que telurocrático, aún habiendo una importante porción de sus dominios en tierras emergidas, sobre todo en América? ¿Y no tuvo la «talasocracia» británica un importante componente telurocrático en África, Norteamérica o Indochina? Si se ven ambos modelos, talasocracia y telurocracia, como tipos ideales de Imperios que pueden analizarse abstractamente por separado pero que, al mismo tiempo, pueden ser analizados como totalidades mixtas, yo diría que el componente de dominio de los mares, de gran presencia militar marina y comercial a través de puertos, ha sido el factor determinante de todo real dominio imperial universal, quizás solo por el mero hecho de que la mayor parte de la superficie terrestre está bañada por ríos, mares y océanos.
¿Cómo si no se explica acaso la importancia que la recuperación por parte de Rusia de Crimea y del puerto de Sebastopol, plaza esencial para el control del Mar Negro, tiene para la geoestrategia global y la recomposición de fuerzas, en una potencia tradicionalmente tomada como telúrica, Rusia (y la URSS) donde, según Haltford Mackinder se encuentra el «área pivoste» (Siberia y Asia Central), supuesta porción de tierra esencial para el dominio geopolítico de la Tierra? ¿Cómo se puede entender el dominio imperial estadounidense, cuarto Estado más extenso de la Tierra, sin su salida a dos océanos, el Pacífico y el Atlántico, con contacto directo con la Unión Europea y, en particular, con el Reino Unido? ¿Acaso no fue en una batalla talasocrática, la de Cartagena de Indias, donde se dirimió si la América española continuaba siendo española o se volvía angloparlante, siendo la Pérfida Albión derrotada humillantemente por la unión de españoles, criollos e indios comandados por el héroe nacional Blas de Lezo?
Hace unos días pude oir al Maestro Juan Bautista Fuentes Ortega en el Ateneo de Madrid hablando sobre discursos e imaginarios metapolíticos comunitarios en referencia a España. Afirmó que la comunidad metapolítica católica que Roma adquirió e impulso en Europa fue seguida por España en América. Y que con la adopción de un europeísmo de corte protestante, esa finalidad metapolítica y aureolar había sido perdida, aunque seguía apostando por la Hispanidad. Los tercerposicionistas saben muy bien que geopolítica y metapolítica son conceptos que suelen ir conjugados, aunque otras ideologías como la comunista, totalmente opuesta, también lo han asumido (la asunción de la URSS, en su día, como «patria del socialismo y del proletariado universal» era, al mismo tiempo, un discurso metapolítico y geopolítico). Si España se apoyase en los BRICS para salir de su sumisión a «Europa» (cosa harto difícil cuando la «revolución desde arriba» que en España se está cocinando nos aproxima a la organización supraestatal que sustituirá a la tocada UE, el TAFTA, tratado de libre comercio entre «Europa» y Estados Unidos, el mayor TLC de la Historia), no puede ser solo para pasar de ser un peón anglogermánico a otro euroasiático. España no debe perder jamás de vista a América Latina, pues la raíz de esa América Latina sigue siendo ibérica (portuguesa y española), y en esa América Latina saben que su unidad política, «telúrica», necesita para tener impacto universal también una fuerte presencia en los mares (de ahí el intento de resolución del problema de salida al mar de Bolivia).
La tendencia de la nación española hacia «Nuestra América» (término latinoamericanista, sin duda, pero que también podría ser asumido desde España), necesaria en un sentido también revolucionario y socialista, no está en conflicto con el internacionalismo y el universalismo que apueste por la mejora del nivel de vida del resto de personas del Planeta, que también defiende Monereo. En ese sentido, la máxima de José Martí, «Injértese en nuestras repúblicas el Mundo, pero el Tronco ha de ser el de nuestras repúblicas», ha de poder ser convertido en axioma en toda Iberoamérica, y también en Portugal y España. Pues nuestro impacto universal depende de una recuperación, teniendo en cuenta el recorrido histórico de los últimos 200 años, de esa presencia en los mares y océanos del Mundo, que no solo el comercio sostiene, sino también el tener una finalidad, un proyecto de futuro, algo por lo que luchar que sea más grande que nuestras propias vidas individuales, sin que en esos proyectos se deseche la Universalidad. Ese proyecto, todavía, solo puede ser el subirse a hombres de gigantes acontecimientos históricos, fraguados en la tierra, pero también, no se olvide, sobre las aguas.
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