Izquierda Hispánica ante el feminismo (Parte II)

Una vez que en el anterior artículo sobre este tema se han presentado los principales feminismos de derecha, quedan por analizar los feminismos de izquierdas. Aún siendo el feminismo un concepto nacido en el seno del liberalismo de derecha, es dentro de las izquierdas donde surgen nuevos y numerosos feminismos, enfrentados a su predecesor liberal e incluso entre sí.

Sin embargo, estos feminismos no llegarán a existir dentro de las generaciones primera y segunda de la izquierda. La izquierda jacobina no contemplaba la ciudadanía femenina dentro de la nación política nacida de la Gran Revolución. Pese a reclamar la libertad, la igualdad y la fraternidad para los hijos de la patria, relegaba a las mujeres a su condición de hembras. En la época de la convención jacobina, las mujeres tenían derecho a asociarse en clubs políticos pero carecían incluso del derecho de palabra durante las reuniones. Las mismas mujeres que habían luchado en la toma de la Bastilla y en el asalto a las Tullerías, que dieron su vida en las barricadas por la revolución junto a los hombres, no tenían voz ni voto en su propia nación. No fue más benéfico el Código civil napoleónico, el cual legislaba la eterna dependencia de la mujer a su esposo, padre y en ocasiones, hermano o tío. Por primera vez, se reconocía el matrimonio civil y el divorcio, pero siendo este último más favorable al hombre, ya que ella perdía toda propiedad adquirida durante el matrimonio y todo contacto con sus hijos al pasar obligatoriamente a la custodia del marido.

Tampoco desde la izquierda liberal se desbancaron de la postura jacobina respecto a este tema. Ni la constitución de las Cortes de Cádiz, ni ninguna de las constituciones liberales del siglo XIX se otorga a la mujer otorga mayores libertades que las que tenía en el Antiguo Régimen. Es más, la izquierda liberal en la época de la Segunda República española se opuso furibundamente a la concesión del voto femenino. Su máxima para condenar el sufragio femenino consistía en ver a las mujeres como una falange más de la iglesia y la derecha más retrógradas, siendo entonces un peligro para la república el voto femenino. Este argumento, similar al que utilizaba Kant para defender el sufragio censitario, les libraba de tener que preocuparse de extender la ciudadanía a las mujeres, condenándolas a su condición de hembras y precisamente dando vía libre a la derecha más conservadora para captar a las mujeres. De esta manera, se asegura la derecha a su vez de preservar su hegemonía ideológica, ya que las mujeres, lejos de ser únicamente “objetos ideológicos pasivos”, transmiten los valores “conservadores” dentro del espectro familiar y cotidiano, sobre todo a sus hijos y a otras mujeres. Pese a las reticencias de la primera y segunda generación de la izquierda a cambiar la situación femenina, esto no impidió que la tercera generación de la izquierda, la anarquista, creara el primer feminismo de izquierdas.

La izquierda anarquista, coincidiendo con su característico regressus en todo lo referido a las formas de opresión (es decir, al contrario que la izquierda jacobina y liberal que identifican la opresión con el Antiguo Régimen y la desigualdad jurídica, la izquierda anarquista va más allá y se enfrenta a lo que considera la explotación de la iglesia, el estado, el capital…), defiende la total libertad individual, enfrentándose tambien a la discriminación de las mujeres. Es además el feminismo anarquista un terreno fecundo para el posterior surgimiento de otras corrientes de feminismo indefinido, de los que hablaré posteriormente.

Sin embargo, otras generaciones posteriores de la izquierda definida, nacidas del marxismo, tuvieron sus propios feminismos. Pero, ¿por qué generaron otros feminismos de izquierdas? La respuesta se halla en los planteamientos de Marx y Engels respecto a este tema y, sobre todo, en su influencia más directa en este aspecto: Flora Tristán. Esta feminista, perteneciente a lo que Marx denominó socialismo utópico, por primera vez hizo un análisis de las condiciones de vida de la mujer proletaria y su emancipación tanto jurídica como económica. Mientras las feministas liberales batallaban por los derechos de la mujer burguesa y las anarquistas por la plena libertad del individuo, Flora intentó unir la lucha por la clase obrera, incluyendo también a la mujer proletaria. No sin utopismos y afirmaciones metafísicas (la preminencia del derecho natural sobre el positivo o la solución armonista a las desigualdades sociales, por ejemplo), ella fue la precursora de un feminismo unido a la dialéctica de clases. Debido al trabajo previo de Flora Tristán, sobre el paso de la hembra proletaria a la ciudadana, Marx y Engles tuvieron una base para el futuro nacimiento de los feminismos de izquierdas nacidos del marxismo. En El origen de la familia, la propiedad privada y el estado de Federico Engels, se retoman las fórmulas de Flora Tristán revisadas por el materialismo histórico. “La emancipación de la mujer y su igualdad con el hombre son y seguirán siendo imposibles mientras permanezca excluida del trabajo productivo social y confinada dentro del trabajo doméstico, que es un trabajo privado”, escribió Engels en la obra citada anteriormente. En los feminismos de origen marxista, dicha inclusión en el trabajo productivo y, por tanto, el paso de la hembra a la ciudadana se podía llevar acabo con la socialización del cuidado de los hijos, principal tarea del ámbito doméstico e imprescindible para la reproducción y la eutaxia (buen orden y permanencia) de una sociedad política.

Esto normalmente se considera suficiente para clasificar los feminismos de las cuarta, quinta y sexta generación de izquierdas (socialdemócrata, comunista y asiática respectivamente) bajo una única categoría de “feminismo marxista”. Pese a esta clasificación simplista, existen diferencias irreconciliables entre los feminismos vinculados a cada generación, ya que cada uno de ellos bebe directamente de su corriente política originaria. Además, cada uno de estos feminismos, en primer lugar, se enfrenta directamente a las discriminaciones arraigadas entre la población de cada país donde se desarrollan estos feminismos y, por ello tienen planteamientos diferentes. Por ejemplo, el feminismo socialdemócrata, que llega a su máximo esplendor tras la segunda guerra mundial y tiene un mayor auge en los países escandinavos, tiene un concepto de la ciudadana como trabajadora de clase media que, liberada del trabajo doméstico con la socialización del cuidado de los hijos (mediante guarderías públicas, ayudas sociales, políticas de integración femenina en el mercado laboral y paridad, etc.), puede permitirse tener una mayor capacidad adquisitiva para consumir los bienes del mercado al igual que los ciudadanos varones también de clase media. Este feminismo sufrió un duro golpe con la caída de la URSS y la consiguiente degeneración de la socialdemocracia y se derivó en la indefinición ideológica, acabando transformado en el feminismo aliciesco debido a la fusión que hizo con el agotado feminismo liberal.

Por otra parte, uno de los factores que facilitó su degeneración fue el debilitamiento de su vínculo con el Estado, siendo cada vez más cercano a organizaciones “extraestatales”, por cierta influencia de los feminismos indefinidos nacidos en la década de los sesenta y setenta, descendientes del feminismo anarquista. Por el contrario, los feminismos comunista y asiática estaban estrechamente relacionados con sus respectivos estados. En el caso del feminismo comunista procedente de la URSS, tenía que hacer frente a las tradiciones discriminatorias propias del Antiguo Régimen ruso al mismo tiempo que a la opresión capitalista (además de la misma explotación laboral que sufrían los hombres, las trabajadoras tenían que soportar peores salarios, las dificultades para conciliar la vida familiar y laboral y, en ocasiones, los abusos sexuales por parte de los patronos). Por ello, el feminismo comunista estaba inevitablemente unido al partido y, en consecuencia, al Estado. Lejos de limitar su acción, como se suele creer desde posiciones de feminismos de izquierdas indefinidas, esto dio más éxitos a este feminismo más que a sus predecesores. La URSS fue el primer país del mundo en el que estaba garantizada la igualdad jurídica y económica entre hombres y mujeres. Por primera vez, la hembra había adquirido el rol de ciudadana sin grados intermedios. Ganaba el mismo salario por el mismo trabajo de un varón, podía divorciarse sin problemas, no precisaba del consentimiento legal de su marido, padre o hermano para poder actuar, tenía derecho a participar en la política como un ciudadano más, sus hijos eran debidamente atendidos y educados por el estado. Es decir, la nación soviética había hecho más por la emancipación de las mujeres que el conjunto de democracias homologadas del autodenominado “Occidente”. Sin embargo, pese a todo ello, todavía seguían existiendo discriminaciones y limitaciones al acceso de las mujeres a puestos con mayor importancia dentro del partido y las organizaciones estatales. Dichas discriminaciones no llegaron a eliminarse del todo a pesar de las medidas jurídicas y económicas adoptadas por el estado.

Erróneamente se pensaba desde los feminismos de origen marxista que la cuestión de la ciudadanía femenina se solucionaba sin más con la eliminación de las desigualdades jurídicas y económicas. Del mismo modo que otros problemas como la delincuencia y la inseguridad ciudadana, la discriminación femenina en sectores del ámbito público es un problema de raíz estructural, no únicamente económica. Esta realidad hace remitir a muchos feminismos indefinidos a la teoría metafísica del patriarcado universal y ancestral, subrayando la existencia de un ente colectivo masculino que busca esclavizar y humillar a las mujeres de la “humanidad”. En la tercera parte explicaré detalladamente el origen estructural de las diferentes discriminaciones femeninas dentro de las sociedades políticas, hablando a su vez del concepto tan utilizado como incoherente del patriarcado universal.

Por último, de los feminismos de izquierdas definidas, hay que mencionar el feminismo maoísta perteneciente a la sexta generación de izquierdas (la izquierda asiática). Este feminismo, también unido institucionalmente a esta generación de izquierdas y al estado, tuvo que enfrentarse a las discriminaciones específicas chinas. Estas derivaban de la tradición de la China imperial y estaban fuertemente arraigadas en el mundo rural. Costumbres como el vendaje de pies a las niñas, el concubinato, la poligamia o el matrimonio concertado infantil y la tradición discriminatoria confuciana formaban parte de la sociedad china anterior a la República Popular China. Además, tenían el añadido de las discriminaciones en el seno de la industrialización tardía y el colonialismo. En la China de Mao, las empleadas del sector estatal tenían derecho al disfrute de la baja remunerada por maternidad mucho antes de que existiera en la mayoría de democracias homologadas del continente europeo. Además, en las comunas rurales se estimulaba a las mujeres a incorporarse a las brigadas colectivas de trabajo, adquiriendo ellas mismas un reconocimiento social del que carecían en épocas anteriores. Con la apertura de China al mercado y la instauración del capitalismo con características chinas (o socialismo de mercado), aparecieron en escena en bastantes sectores las discriminaciones específicas del capitalismo (sobre todo en las factorías semiesclavistas propiedad de multinacionales, por otra parte utilizadas una y otra vez de manera simplista como un ejemplo de la “tan cruel dictadura china”). Sin embargo, ello no eliminó por completo los logros anteriores del feminismo maoísta. La transformación de la hembra subordinada al emperador, al jefe del clan y al patrono colonial en la ciudadana de la República Popular China se había consumado. Por otra parte, es necesario mencionar que, lejos de las quejas de feministas indefinidas y panfilistas, la política china de control de la natalidad no es fruto de una conspiración misógina. Teniendo en cuenta que China posee un quinto de la población mundial, sería una irresponsabilidad despreocuparse por la demografía de la nación y permitir un exceso de población provocado por una alta natalidad. Para asegurar la estabilidad y la eutaxia del país, el Estado lleva a cabo políticas como la del hijo único, en la que a partir del primogénito se permite abortar (no por postulados metafísicos como “mi cuerpo es mi propiedad”, en vez de “yo soy mi cuerpo”).

Para concluir, es preciso hablar de los feminismos de izquierdas indefinidas. Entre los feminismos indefinidos, se confunden los conceptos de la hembra y la ciudadana en la categoría de mujer, como un ente genérico y abstracto. Además, su propia indefinición quedada marcada por su alejamiento del Estado como parámetro y su máxima de “lo personal es político”. Su aporte principal, causante de la confusión ideológica en este tema, es el concepto del patriarcado universal, de una conspiración ancestral y a escala planetaria por parte de los hombres para esclavizar a las mujeres. Estos feminismos provienen del feminismo anarquista, una vez que la izquierda anarquista pierde su perspectiva definida ante la frustración de no haber logrado llevar a cabo sus objetivos políticos. Además, el surgimiento del primero de estos feminismos indefinidos, el feminismo radical, se produce en la década de los sesenta en el seno de las democracias liberales de Europa, en concreto en Francia e Inglaterra, y en Estados Unidos. Coincide con la entrada en decadencia de la socialdemocracia, el sistema keynesiano y de la propia URSS, lo que facilitaría la aparición tanto del feminismo radical como de los movimientos “contracultura” y “antisistema”. El feminismo radical sigue vigente hoy en día y busca ofrecer algún tipo de “alternativa” al feminismo aliciesco, sin salir de los círculos marginales de las organizaciones “extrapolíticas” por la consideración de que “la política y las instituciones están hechas por hombres, por lo que no pueden representar a las mujeres”. Su lucha contra el supuesto patriarcado universal centra todo su discurso, relacionando de manera psicologista el concepto de lo masculino con la autoridad o lo estatal. Mezclando la parte más utópica del anarquismo con el feminismo socialdemócrata degenerado, el feminismo radical emprende una cruzada en el que tanto el Estado, como el capital y las religiones son piezas de ese patriarcado universal que somete a la mujer desde el comienzo de los tiempos. Aún así, el feminismo radical todavía conserva algo de lucidez frente a otros feminismos indefinidos clasificados como pseudopolíticos.

Los feminismos pseudopolíticos nacen como movimientos disidentes y sectarios dentro del propio feminismo radical, que tampoco “llega a la raíz de la verdadera opresión y el patriarcado universal”. Dentro de estas corrientes pseudopolíticas aparecen las teorías más extravagantes y cercanas a la psicosis. Ejemplos de esto son el feminismo queer o lésbico (que afirma que toda sociedad política está articulada para imponer la heterosexualidad y esta es un símbolo de esclavitud), el ecofeminismo (una curiosa mezcolanza de feminismo radical con neopaganismo y aires del socialismo utópico de Fourier), las corrientes prosex (favorables a la prostitución y la pornografía como formas de “empoderamiento femenino” al comerciar libremente con sus cuerpos, propiedades naturales primigenias con las que se liberarán de la explotación del mercado laboral para pasar al esclavismo de mercado) y el feminismo separatista (teoría esperpéntica cuyo ideal de justicia es acabar con el patriarcado universal imponiendo un matriarcado universal en el que ambos sexos desarrollarían vidas independientes para unirse únicamente cuando llegue la época del apareamiento. Una elucubración digna de la ciencia ficción más surrealista y neurótica).

Aún siendo los feminismos pseudopolíticos corrientes predestinadas al fracaso, cada vez se abren más paso entre los ambientes “antisistema”, haciéndose oir con consignas típicas e irracionales como “Para ser feminista hay que ser lesbiana” o “La mujer nunca será libre hasta que forme sus propias instituciones lejos de los hombres”. Prácticamente, junto al feminismo aliciesco, los feminismos indefinidos son los únicos feminismos que quedan tras la extinción del feminismo liberal y anarquista, la degeneración de la socialdemocracia y la caída del feminismo comunista junto a la URSS (a excepción de su homólogo cubano, un caso aparte). El feminismo maoísta no tiene perspectivas de expansión fuera de las fronteras asiáticas, al igual que su corriente política originaria. Al igual que en otros terrenos políticos e ideológicos, el feminismo y sus distintos tipos supervivientes actualmente se reducen al debate de temas éticos, la confusión entre lo personal y lo político y cruzadas de lo más variopintas y quijotescas. Un mare magnum de sin sentidos como consecuencia de la pérdida de perspectiva.

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6 Respuestas a “Izquierda Hispánica ante el feminismo (Parte II)”


  • Interesante punto de vista científico desde la psiquiatría que ha dado Marina, lo considero un
    aporte al artículo.

    Atte

  • Marina Luxemburgo

    Las alucinaciones psicóticas y desvaríos varios de feminismos indefinidos como el radical y los pseudopolíticos se pueden apreciar en eslóganes vulgares y vanamente ocurrentes como «El Papa no nos deja comernos las almejas», cayendo en un anticlericalismo barato, lo cual no les quita de defender que las mahometanas se cubran con velos y burkas, supuestamente desde la libertad de conciencia de mujeres a las que se les convence desde la infancia de que si enseñan sus rostros o sus cabellos corren el riesgo de ser violadas. Cuantas contradicciones dentro de dichas mentes debidamente trastornadas.

  • Magnífico texto, profundo y lleno de ideas y conceptos sumamente fructíferos.

    Gracias por darnos una pequeña «esperanza» en la posibilidad de una izquierda completamente nueva y renovada, distinta de todas las izquierdas fracasadas del pasado.

    Cordiales saludos.

  • Buen artículo, sin embargo, la página requiere un link que de información bibliográfica por cada tema que se escribe.
    de lo anterior indico que hay recurrencia en citar a autores sin dar nota a pie de página del libro, editorial, etc. Asunto de gran ayuda para quien se quiere informar, sobre todo de este tema en particular.

    Atte

  • Despues de estos dos artículos,cuando alguien te diga que es feminista,solo te quedara una alternativa, preguntarle: «¿pero cual?».

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