Ideologías y capitalismo

Henry Kissinger: “El liderazgo mundial es inherente al poder y los valores de Estados Unidos”.

Bill Clinton: ”Estados Unidos es la democracia más vieja del mundo y debe continuar dirigiendo el mundo, nuestra misión no tiene fin”.

George W. Bush: “Nuestra nación ha sido elegida por Dios y delegada por la historia para ser el modelo para el mundo”.

Estados Unidos como país globalizante y propulsor de una nueva forma de vida, principalmente tras su victoria en la II Guerra Mundial, aun cuando ha universalizado y socializado ámbitos diversos (la democracia, el comercio, el mercado, el idioma, entre otros), deja entrever otros aspectos que, lejos de ser universales, son responsables de las grandes diferencias sociales y la necesaria existencia de países súbditos y vasallos.

Por otro lado, podríamos decir que la existencia de instituciones irracionales, como la Lotería o la Bolsa (y los valores económicos, políticos, morales y éticos subyacentes) y ciertas formas de “socialización de la producción”, son el caldo de cultivo de la imposibilidad del carácter universal del capitalismo realmente existente y la verdadera contradicción del sistema: segregación de unos grupos en detrimento de otros, diferenciaciones sociales aberrantes y estilos de vida particularistas.

Como nos enseña G. Bueno en Notas sobre la socialización y el socialismo: “¿En qué medida el capitalismo deja de ser universalista y, en consecuencia, pierde su condición de socialismo genérico y se convierte en una forma de-generada (si se quiere) de socialismo particularista específico, incluso en una forma peculiar de gnosticismo (la «genialidad» de los grandes empresarios)? En la medida en la cual la apropiación de los medios de producción por particulares o por sociedades anónimas conduzca a una diferenciación de clases sociales entre las cuales se produzcan determinadas elites de-generadas, satisfechas de sus propios «mensajes» y modos de vida.”

La ideología que subyace en muchos casos a estas degeneraciones consigue, en último término, narcotizar a otros grupos segregados (los perjudicados) generando la ilusión de que “algún día” alcanzarán estilos de vida “más felices”, bajo el mito de la “gran movilidad social” que el sistema democrático capitalista promete y lanza a los cuatro vientos. Donde hay un “Estado de bienestar” existe un “Estado de malestar”, relacionado con estos procesos degenerados. Lenin ya vio a comienzos del siglo XX estas contradicciones en el propio seno del proletariado (imposible como clase universal), cuando diagnosticaba el ascenso en los salarios de la aristocracia obrera inglesa (cada vez más “autosatisfecha”) en relación directa con la explotación colonial del imperio británico de las clases trabajadoras hindúes.

Otros aspectos a resaltar. Parece ser que la familia y el individuo, para algunos, son la fuente de los valores supremos, principio y fin de la actividad social y política. El peligro de estas ideologías subjetivistas y particularistas se refleja en la aparición de “familias e individuos autosatisfechos”, reclutas imprescindibles para las partitocracias y élites dominantes. La familia, por sí misma, no tiene la capacidad transformadora que pudieran tener otras instituciones sociales y políticas, máxime cuando la fragilidad de la misma ante el problema del desempleo, por ejemplo, muestra lo contradictorio del asunto.

Sin menospreciar, más bien al contrario, reconociendo la gran función social de la familia cristiana (católica), no queremos soslayar el hecho de que el Papa J. Ratzinger, como buen escolástico, en su reciente visita a España recordaba a sus feligreses acríticos que España (los pueblos de España) es una gran familia, haciendo equivalentes sin ningún tipo de problema pueblo, CCAA y familia. Pero nosotros tenemos que recordar que un conjunto de familias no es una familia, en definitiva, que una sociedad política no es una familia de familias.

Las contradicciones que nacen en el seno de una sociedad política se resuelven desde la verdadera política no con cantos dogmático-teológicos y retórica socialdemócrata. Pero claro, parece que para muchos besando la cruz, elevando la vista al Espíritu Santo y rezando a la Constitución “se puede conseguir todo.

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