La campaña electoral tendrá hoy uno de sus momentos espectaculares con el debate televisado entre los dos candidatos de los partidos políticos con posibilidades reales de formar gobierno tras el 20N. Y a propósito de tal debate televisivo no podemos sino recordar algunas tesis establecidas en los libros Televisión. Apariencia y Verdad y Telebasura y Democracia del profesor Gustavo Bueno.
La televisión formal, lejos de ser una apariencia falaz o engañosa, se caracteriza por la clarividencia, esto es, por la posibilidad de ver a través de cuerpos opacos. Y lo que se ve es la realidad misma, lo que se ve por la televisión formal es literalmente lo mismo que ves directamente. Dicho de otro modo, la televisión formal nos permite ver no una reproducción, sino que nos pone en presencia de realidades que transcurre en tiempo presente.
Y lo que vamos a ver hoy es la realidad de la democracia realmente existente en España o al menos una parte significativa de la misma.
Ahora bien, lo mismo que no existe el concepto de telespectador pasivo, tampoco podemos justificar el concepto de ciudadanos pasivos ante la política, entre otras cosas porque ciudadano ya es un concepto político. Y así como cada pueblo tiene la televisión que merece y la audiencia determina en buena mediada los contenidos televisivos, así podemos decir que tenemos la democracia que merecemos.
¿Quién es el principal culpable de la degradación que se atribuye a la televisión? La respuesta de Gustavo Bueno es contundente: La audiencia que se ha hecho indiferente a la diferenciación crítica entre las verdades y las apariencias.
¿Qué podríamos decir ante la degradación más que evidente del sistema político español, ante la indigencia en que se encuentra España?
¿Qué podríamos decir de los millones de ciudadanos televidentes que asistirán, por medio de la televisión formal, al debate entre los candidatos? ¿Sabrán distinguir críticamente entre la verdad y la apariencia?
Y sin embargo una verdad permanecerá en pie tras el debate, la existencia en el tiempo de las sociedades políticas democráticas se funda en gran medida en la existencia de la televisión, y ello en virtud de la estructura misma de la sociedad democrática que tenemos que se funda en la idea de libertad de elección, definida como la posibilidad de elegir y adquirir en el mercado los bienes alternativos que en él se ofrecen y que se estructuran en diferentes especies, géneros y clases. La estructura de las sociedades democráticas, en definitiva, es la misma que la de la sociedad de mercado libre y se realimentan la una a la otra.
Muy bueno lo de la plaza fija como funcionario…
(los puntos, en este caso, son las carcajadas)
Si suponemos un sitio con el 100% de funcionarios, ¿qué resultaría…? ¿Y un sitio con el 0%…?
De acuerdo, pueden irse añadiendo cosas; no obstante, cuando se decía «otras competencias», como exclusivas del Estado, en realidad venían referidas a «todas las demás» aparte de Sanidad y Educación. Tan sólo se disimulaba.
De lo cual se desprende, como es lógico, que entonces ¿para qué Autonomías…? Como en otra parte ya se ha dicho, citando a GB, lo que habría que hacer es meter los tanques como en Chechenia… pero eso es un cascabel demasiado gordo para el gato que tenemos entre manos.
No estoy de acuerdo, sin embargo, en simplemente dejar de votar. Una abstención escandalosa, estoy casi seguro, a lo único que invitaría es a que los tanques de los demás hicieran cola en los Pirineos para entrar a saco. Y tampoco se dan unas condiciones objetivas internas para que eso suceda, haciendo caer al Régimen; habría acusaciones de «indefinición», con razón, y de lo que se trata, precisamente, es de definir lo más posible las cosas. Es una impresión, pero desde abajo, no es posible desmontar esto. Hay que hacerlo desde arriba si lo que se quiere, al menos, es no llenar las cunetas de cuerpos. Sólo hace falta encontrar gentes con un par… o tres… de buenas ideas y no sólo de buenas ideas.
De acuerdo con las propuestas de Peliyot. Aunque añadiría dos más:
-- Supresión del Senado, como cámara representante de los sectores más retardatarios del caciquismo regional.
-- Devolución total al Estado central de las competencias en materia de Educación, Sanidad y Asuntos Sociales (como mínimo, pues lo más racional sería la devolución al Estado de todas las competencias y la supresión de las Autonomías).
Respecto a las preguntas:
¿Qué votar… caso que haya que hacerlo…?
A nadie. No hay ningún partido, ni parlamentario ni extraparlamentario, que se merezca siquiera el esfuerzo de meter un sobre en una urna.
No es cuestión baladí que la abstención sea del 10% que del 70%. Una abstención superior al 40% debería bastar para desligitimar a todo un sistema, ya que la proporción de abstenciones sería superior a la del partido con mayor número de votos. Por supuesto, ya sabemos que la democracia actual funciona exactamente igual que los Congresos del PCUS en tiempos de Stalin: cuando se votaba sobre algún asunto y había, por ejemplo, un 70% de votos a favor y un 30% en contra, en las actas se registraba lo siguiente: «La totalidad del Congreso ha votado a favor». Los que gana cuentan como todo, y la minoría como nada. Democracia en estado puro.
¿Qué consecuencias traería no hacerlo…?
Salvo que se produzca una abstención escandalosa, no ir a votar no traerá consigo ninguna consecuencia apreciable.Los partidos apelan al miedo y al soborno al decir que si uno se abstiene beneficiará al bando (supuestamente) contrario. El PSOE dice que si uno se abstiene beneficiará a la derechona que eliminará el Estado del Bienestar, y el PP (seguro de su victoria) apenas se pronuncia sobre el tema (lo que quiere decir que un grado más o menos importante de abstención no le viene mal).
¿Qué habría que hacer para salir de la indigencia…?
Conseguir una plaza fija como funcionario autonómico o del Estado.
Bueno… como previsto, nadie está ni se le espera. Así que, al más puro estilo de Juan Palomo, intentaré cumplir con mi palabra; ese ruido ensordecedor que deja al hombre solo delante de las cosas.
A falta de un movimiento político realmente existente que recogiera lo que este país pudiera necesitar, este país en el que una ardilla podría recorrerlo saltando de tonto en tonto, lo menos malo -aunque no menos utópico-, a mi juicio, sería lo siguiente:
-- Defensa de la libertad y la igualdad de todos los españoles ante la ley.
-- Defensa de una Educación, Sanidad y otras competencias como exclusivas del Estado.
-- Resurrección de Montesquieu, despolitización de la justicia e instauración de separación de poderes.
-- Cotizaciones para el desempleo de políticos y sucedáneos; con lo que eso significa.
-- Reforma del Código Penal que impida la inclusión en las listas de imputados por delitos contra la Administración Pública.
-- Reforma laboral que establezca un único contrato fijo.
-- Racionalización del Estado que impida derroches y duplicidades administrativas, supresión de Diputaciones y fusión de Ayuntamientos.
-- Reforma de la Ley electoral.
-- Tabla rasa para todos los servidores públicos y Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, por la función que desarrollan y no por la administración a la que pertenezcan.
-- Cohesión del Estado y reinstauración de un mercado único.
-- No «más democracia», que ya con lo de arriba vendría por añadidura, sino «Más España».
Si a esto se pudieran añadir políticas orientadas a conseguir, como mínimo, un uno por ciento de lectores de libros escritos en español, sobre temática científica o filosófica, el llamado Nuevo Régimen tendría posibilidades de convertirse en uno más de los Antiguos y, como tal, susceptible de convertirse en ruinas que estarían bajo nuestros pies.
Fin del sueño. Creo haber cumplido.
¡Qué pasa!
¿Nadie se moja…?
No se están pidiendo los números de Tarjeta de Débito, números del dorso y contraseñas (ni las de Crédito, en caso de que alguien no las haya quemado todavía; como hice yo en 2006… por fortuna). Hay secretos y secretos. Unos suelen ser a voces, y unos, de hecho, son inocuos… Un voto solo, seis o diez, se pierden en el caos de la matemática que utilizan en el Instituto Estadístico. Otra cosa son seis o diez millones.
También se acepta que ningún Partido ni ningún Político se lo merezca; pero entonces se le pone más a huevo a quienes sólo están esperando a entrar para saquear.
Como posiblemente esta cuestión seguirá huérfana dentro de unos días, no tendré inconveniente en contestar.
Entre las preguntas que se dejan en el aire, me ha llamado la atención una (no voy a decir «poderosamente», muy de moda entre cierta progresía y otros con vocación). Y es esta:
«¿Qué podríamos decir ante la degradación más que evidente del sistema político español, ante la indigencia en que se encuentra España?» La contestación la deduzco de la anterior: ¿Quién es el principal culpable…? Si antes fue «la audiencia», supongo que ahora sería: «el votante»… que viene a ser casi la misma cosa. La confusión, esto es, la falta de diferenciación entre verdades y apariencia, es grande.
Si es cierto eso de que la verdad está en el resultado, pues no quedaría otra que reconocer que la verdad estaría en «Norias diversas» o «Sálvames diversos»; gracias a una «élite intelectual» sin parangón: Máximo Valverde, Paz Padilla, Matamoros varios o Kikos diversos. Sus resultados, dicen, no dejan lugar a dudas; crecen y crecen y vuelven a crecer. ¿Es ésta la verdad…?
Vayamos ahora no muy atrás: Pizarro / Solbes. ¿Qué era la apariencia; qué era la verdad…? El resultado, sorprendente, fue el que fue. ¿Fue aquello una victoria de la verdad…? ¿Tienen algo que ver aquéllos resultados con la indigencia en la que se encuentra España…? Lo peor es que, a la fuerza, aunque no se quiera, los resultados convierten en cómplices a todos los que, a la fuerza, tienen que seguir aquí. Los menos, botaron con los pies.
Yo plantearía otras preguntas mucho más importantes que ninguna de éstas. Mucho más trascendentales, mucho más incómodas también:
¿Qué votar… caso que haya que hacerlo…?
(no sirve decir partidos inexistentes)
¿Qué consecuencias traería no hacerlo…?
¿Qué habría que hacer para salir de la indigencia…?
(no vale eso de: ponerse a trabajar; eso sólo es para privilegiados).
Menudas preguntitas, ¿verdad?