Estos días estamos presenciando el enésimo capítulo del proceso de degradación de la escuela pública en España. No es este el lugar apropiado para hacer la historia de la infamia a la que los sucesivos gobiernos sobre todo los del PSOE –pues la política educativa del régimen del 78 está conformada prácticamente en su totalidad por la ideología del PSOE— han conducido a la educación nacional. Pero desde IH sí queremos señalar al menos tres momentos, estrechamente relacionados entre sí, en dicho proceso de degradación:
1 Los criterios pedagógicos errados que han conducido a la devaluación de los contenidos educativos y la autoridad y reconocimiento social del profesor y la escuela, sustituidos por exigencias laxas, un indisimulado adoctrinamiento en la ideología progresista propia del gobierno socialdemócrata y un democratismo (http://revista.libertaddigital.com/el-mito-de-la-escuela-democratica-1276237034.htmlhref>) mal entendido que ha diluido la autoridad y prioridad del profesor en el proceso educativo.
2. El proceso de traspaso de competencias educativas a las comunidades autónomas que ha servido para quebrar la igualdad en la educación de los españoles al fragmentar el sistema educativo.
3. El sistema “dual” que pone en igualdad de condiciones a la educación pública y la privada o semiprivada a través de los conciertos educativos.
Degradado y envilecido el contenido,ahora con la excusa de la crisis económica le toca el turno alcontinente: el profesorado y los recursos educativos en sentido amplio. Con la excusa de la crisis económica decimos, pues nadie en su sano juicio puede negar el estado de ruina en que se encuentre la nación ynadie puede negar la necesidad de ajustes y recortes ante tal situación. Pero la cuestión esencial consiste en qué recortes o mejor contra quién se recorta. Puestos a recortar, mejor acabar con las subvenciones públicas a la enseñanza concertada, auténtico engendro educativo del PSOE, entre otros, injustificable a día de hoy, también desde políticas educativas que se dicen liberales. Si el PSOE comenzó la degradación de la educación públicanacional, la degradación de su contenido, ahora con la política del PP parece que le llega el turno a las condiciones laborales y salariales del profesor y al recorte en los recursos educativos. Grave error, pues la política educativa del PP no parece ir encaminada ni siquiera a la reversión y rectificación en sentido liberal (http://www.elimparcial.es/sociedad/carta-abierta-a-lucia-figar-90672.htmlhref>) , del liberalismo español clásico –que supone, entre otras cosas, una educación nacional pública— de las políticas del PSOE, sino a continuar el error por otros medios. Dicho de otro modo, por dejar sin medios adecuados, de calidad a la educación pública, profundizando en su descapitalización frente a la concertada y la privada. Tampoco se atisba ninguna corrección programática o pedagógica de la nefasta LOGSE/LOE.
Propuestas como el llamado Bachillerato de Excelencia son una mala broma ante las necesidades de rectificación que necesita el sistema educativo en todos sus ámbitos. Así mismo llamadas al respecto y consideración deautoridad pública hacia el profesor quedan en nada cuando se le denigra públicamente insinuando que su jornada laboral es de unas escasas 20 horas.
Y sin embargo la respuesta que ante esta situación estamos viendo estos días no puede ser más desalentadora a la hora de intentar siquiera detener esta progresión hacia la total degradación de la escuela pública: Muestras de oportunismo electoral que ve una ocasión propicia para desgastar a la “derecha” representada por Esperanza Aguirre, manifestaciones y huelgas parciales y de duración variable en según que taifa autonómica y con distinto grado de intensidad y movilización, colectivos de profesores comprometidos con una escuela pública y nacional pero impotentes para alzar su voz ante el maremágnum de intereses bastardos creados y la división y fragmentación del profesorado en comunidades autónomas. No pensamos que estas reivindicaciones, desgraciadamente, tengan mucho recorrido, pues muchos de sus promotores hace tiempo que han segado la hierba bajo sus pies conviviendo con la nefasta política educativa del PSOE, lo que ha contribuido a su descrédito. Así mismo la fragmentación del sistema educativo y por ello del cuerpo de profesores del estado hace inviable una respuesta masiva y unitaria ante problemas comunes. A eso hay que añadir la marginación progresiva de aquellas voces críticas pero comprometidas con la escuela pública que hoy se encuentran atomizadas y sin capacidad para oponer resistencia “a los hunos y los hotros” (Unamuno dixit). A cualquier observador atento no se le escapa que falta en España un debate serio y en condiciones que enfrente los graves problemas de la educación así como falta una respuesta contundente y unitaria ante estos problemas por parte de algún colectivo implicado y con capacidad para ello. La deriva de la política educativa en España es solidaria de la deriva del estado en estos últimos 30 años.
Sin embargo desde IH no podemos dejar de apoyar las distintas manifestaciones y reivindicaciones que se están produciendo en estos días y que se prolongarán en los sucesivos. La posición de IH se establece en relación a las siguientes consideraciones:
1. El proceso de recortes y ajustes en plantillas docentes así como en otros recursos educativos, junto a los sueldos y reconocimiento social del profesor no puede sino, llegado un nivel determinado, significaruna merma en la calidad de la educación pública.
2. Las reivindicaciones deberían servir para que aquellos colectivos de profesores, estudiantes y padres comprometidos con la educación pública pusieran en primer lugar de la protesta los graves problemas que tiene la educación pública española, sirviera para unirlos a lavez que se desenmascaran a aquellos oportunistas que han contribuido a la deriva del sistema y ahora no pretenden sino buscar algún rédito electoral a corto plazo. `
3. Los sindicatos de enseñanza continúan siendo los instrumentos clave en la movilización y canalización de la protesta y reivindicación de los docentes, sin perjuicio de las críticas a las actuales cúpulas de los sindicatos mayoritarios, crítica que no es posible abordar en estas líneas.
Por todo ello desde IH queremos manifestar nuestra defensa de la educación pública en España, proponiendo:
• Que el sistema educativo, desde la legislación hasta la gestión de los centros, sea competencia única e indivisible del estado.
• La eliminación del sistema de conciertos educativos asumiendo el estado la propiedad y gestión de aquellos colegios e institutos y la autorización de la educación privada bajo ciertas condiciones.
• El idioma oficial en el sistema educativo es el español sin perjuicio del estudio de otras lenguas dentro del propio sistema educativo.
• Restituir el prestigio y reconocimiento social de la escuela y profesores.
• Contrareforma educativa que corrija los errores pedagógicos de la nefasta LOGSE/LOE.
Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo.
A título informativo, habría que decir que, estrictamente, no es el «resto» del artículo. En realidad es «otro». El primero, el de más abajo, es un extracto de su famoso «Permitidme tutearos, imbéciles»; dedicado en exclusiva al problema de la enseñanza. Este último, «Sobre imbéciles y malvados», está dedicado en exclusiva al imbécil reyna, y otros zánganos, de esta colmena que nos ha tocado vivir.
Estos episodios nacionales, y otros, los publica en XL Semanal… pero en su página también tiene la misma sección «Patente de Corso»:
http://www.perezreverte.com/prensa/patentes-corso/
Como el Símbolo (antiguamente conocido como Prince), explotando la ambigüedad sobre sus tendencias sexuales, para contentar a todas las partes; el académico de la lengua sabe explotar muy bien su uso del español para explotar su ambigüedad política. Uso que le echaron en cara cuando definió el término «hombre-mierda» como aquél moratinos que llora y llora por dejar su sillón. Es decir, no podía decir aquello, ¡PORQUE SABE MUCHO ESPAÑOL…! Para mear y no echar gota.
Parece que es de izquierdas, pero sobran razones para situarlo en la derecha… eso sí: sin Trono ni Altar… algo más modernito. Lo tiene muy claro cuando algún ingenuo periodista cree que se lo va sonsacar: «no sería de buen gusto decir a qué ideología me adscribo …» Por consiguiente, decirlo, ¿vendría a ser de mal gusto…? En la academia están por encima de estas cosas; sobre todo ante el riesgo de perder royalties o lectores; caso de que tenga ambas cosas.
Gracias Peliyot por poner el resto del artículo de Reverte!
Salud
Pues Esquinas, si te ha parecido interesante, te dejo la despedida que le ha hecho al imbécil en cuestión:
No quiero, señor presidente, que se quite de en medio sin dedicarle un recuerdo con marca de la casa. En esta España desmemoriada e infeliz estamos acostumbrados a que la gente se vaya de rositas después del estropicio. No es su caso, pues llevan tiempo diciéndole de todo menos guapo. Hasta sus más conspicuos sicarios a sueldo o por la cara, esos golfos oportunistas -gentuza vomitada por la política que ejerce ahora de tertuliana o periodista sin haberse duchado- que babeaban haciéndole succiones entusiastas, dicen si te he visto no me acuerdo mientras acuden, como suelen, en auxilio del vencedor, sea quien sea. Esto de hoy también toca esa tecla, aunque ningún lector habitual lo tomará por lanzada a moro muerto. Si me permite cierta chulería retrospectiva, señor presidente, lo mío es de mucho antes. Ya le llamé imbécil en esta misma página el 23 de diciembre de 2007, en un artículo que terminaba: «Más miedo me da un imbécil que un malvado». Pero tampoco hacía falta ser profeta, oiga. Bastaba con observarle la sonrisa, sabiendo que, con dedicación y ejercicio, un imbécil puede convertirse en el peor de los malvados. Precisamente por imbécil.
Agradezco muchos de sus esfuerzos. Casi todas las intenciones y algunos logros me hicieron creer que algo sacaríamos en limpio. Pienso en la ampliación de los derechos sociales, el freno a la mafia conservadora y trincona en materia de educación escolar, los esfuerzos por dignificar el papel social de la mujer y su defensa frente a la violencia machista, la reivindicación de los derechos de los homosexuales o el reconocimiento de la memoria debida a las víctimas de la Guerra Civil. Incluso su campaña para acabar con el terrorismo vasco, señor presidente, merece más elogios de los que dejan oír las protestas de la derecha radical. El problema es que buena parte del trabajo a realizar, que por lo delicado habría correspondido a personas de talla intelectual y solvencia política, lo puso usted, con la ligereza formal que caracterizó sus siete años de gobierno, en manos de una pandilla de irresponsables de ambos sexos: demagogos cantamañanas y frívolas tontas del culo que, como usted mismo, no leyeron un libro jamás. Eso, cuando no en sinvergüenzas que, pese a que su competencia los hacía conscientes de lo real y lo justo, secundaron, sumisos, auténticos disparates. Y así, rodeado de esa corte de esbirros, cobardes y analfabetos, vivió usted su Disneylandia durante dos legislaturas en las que corrompió muchas causas nobles, hizo imposibles otras, y con la soberbia del rey desnudo llegó a creer que la mayor parte de los españoles -y españolas, que añadirían sus Bibianas y sus Leires- somos tan gilipollas como usted. Lo que no le recrimino del todo; pues en las últimas elecciones, con toda España sabiendo lo que ocurría y lo que iba a ocurrir, usted fue reelegido presidente. Por la mitad, supongo, de cada diez de los que hoy hacen cola en las oficinas del paro.
Pero no sólo eso, señor presidente. El paso de imbécil a malvado lo dio usted en otros aspectos que en su partido conocen de sobra, aunque hasta hace poco silbaran mirando a otro lado. Sin el menor respeto por la verdad ni la lealtad, usted mintió y traicionó a todos. Empecinado en sus errores, terco en ignorar la realidad, trituró a los críticos y a los sensatos, destrozando un partido imprescindible para España. Y ahora, cuando se va usted a hacer puñetas, deja un Estado desmantelado, indigente, y tal vez en manos de la derecha conservadora para un par de legislaturas. Con monseñor Rouco y la España negra de mantilla, peineta y agua bendita, que tanto nos había costado meter a empujones en el convento, retirando las bolitas de naftalina, radiante, mientras se frota las manos.
Ojalá la peña se lo recuerde durante el resto de su vida, si tiene los santos huevos de entrar en un bar a tomar ese café que, estoy seguro, sigue sin tener ni puta idea de lo que vale. Usted, señor presidente, ha convertido la mentira en deber patriótico, comprado a los sindicatos, sobornado con claudicaciones infames al nacionalismo más desvergonzado, envilecido la Justicia, penalizado como delito el uso correcto de la lengua española, envenenado la convivencia al utilizar, a falta de ideología propia, viejos rencores históricos como factor de coherencia interna y propaganda pública. Ha sido un gobernante patético, de asombrosa indigencia cultural, incompetente, traidor y embustero hasta el último minuto; pues hasta en lo de irse o no irse mintió también, como en todo. Ha sido el payaso de Europa y la vergüenza del telediario, haciéndonos sonrojar cada vez que aparecía junto a Sarkozy, Merkel y hasta Berlusconi, que ya es el colmo. Con intérprete de por medio, naturalmente. Ni inglés ha sido capaz de aprender, maldita sea su estampa, en estos siete años.
[Cf: Arturo Pérez-Reverte, «Sobre imbéciles y malvados», XLSemanal, 22-08-2011.]
Intereante cita de Pérez Reverte.
Lo que a cualquiera le hace hervir la sangre es la arrogante impunidad, ausencia de autocrítica y cateta contumacia. Aquí, como de costumbre, nadie asume la culpa de nada. Cuando se publicaron los desoladores datos del informe Pisa 2006, a los meapilas del Pepé les faltó tiempo para echar la culpa de todo a la Logse de Maravall y Solana -que, es cierto, deberían ser ahorcados tras un juicio de Nuremberg cultural-, pasando por alto que durante dos legislaturas, o sea, ocho años de posterior gobierno, el amigo «Ansar» y sus secuaces se estuvieron tocando literalmente la flor en materia de Educación, destrozando la enseñanza pública en beneficio de la privada y permitiendo, a cambio de pasteleo electoral, que cada cacique de pueblo hiciera su negocio en diecisiete sistemas educativos distintos, ajenos unos a otros, con efectos devastadores en el Vascongadas y Cataluña. Y en cuanto al Pesoe que cree que ha conducido al país a la Arcadia feliz, ya se vieron las reacciones oficiales, con una consejera de Educación de la Junta de Andalucía, por ejemplo, que tras veinte años de gobierno ininterrumpido en su feudo, donde la cultura roza el subdesarrollo, tiene la desfachatez de cargarle el muerto al «retraso histórico». O una señora Cabrera, que en su momento fue capaz de afirmar impávida que los datos estaban fuera de contexto, que los alumnos españoles funcionan de maravilla, que «el sistema educativo español no sólo lo hace bien, sino que lo hace muy bien» y que éste no ha fracasado porque «es capaz de responder a los retos que tiene la sociedad», entre ellos el de que «los jóvenes tienen su propio lenguaje: el chat y el sms». Con dos cojones.
Pero lo mejor fue lo del Presidente. Deslumbrante… eso de que «lo que más determina la educación de cada generación es la educación de sus padres», aunque tampoco estuvo mal lo de «hemos tenido muchas generaciones en España con un bajo rendimiento educativo, fruto del país que tenemos».
Dicho de otro modo: que después de dos mil años de Hispania grecorromana, de Quintiliano a Miguel Delibes pasando por Cervantes, Quevedo, Galdós, Clarín o Machado, la gente buena, la culta, la preparada, la que por fin va a sacar a España del hoyo, vendrá en los próximos años, al fin, gracias a futuros padres felizmente formados por tus ministros y ministras, tus Leyes, tus educaciones para la ciudadanía, tu género y génera, tus pedagogos cantamañanas, tu falta de autoridad en las aulas, tu igualitarismo escolar en la mediocridad y falta de incentivo al esfuerzo, tus universitarios apáticos y tus alumnos de cuatro suspensos y tira p’alante. Pues la culpa de que la cosa esté muy mal, la causa de tanto disparate, descoordinación, confusión y agrafía, no la tienen los políticos culturalmente planos. La tiene el bajo rendimiento educativo de Ortega y Gasset, Unamuno, Cajal, Menéndez Pidal y otros; o el de la gente que estudió bajo el franquismo, analfabetos en suma.
Qué miedo me dan algunos, rediós. Cuánto más peligro tiene un imbécil, que un malvado.
(Pérez-Reverte dixit)