IH aporta en esta entrega una serie de consideraciones acerca de dos de los temas más controvertidos e importantes para la teoría y praxis política y, en concreto, para una teoría y praxis de la revolución política: el Estado y la propiedad privada. La relación entre ambos, así como su influencia en el desarrollo y duración de las sociedades políticas del presente y, en suma, en el capitalismo realmente existente (o mejor, en las múltiples variedades de capitalismos realmente existentes) merece que, desde nuestras coordenadas, se lleve a cabo un planteamiento crítico que siente las bases de un verdadero programa revolucionario.
1. Ante el Estado y la Revolución Política.
Más allá de ideas políticas peregrinas y de proyectos metafísicos con sociedades sin Estado o Estado «mínimo» -bien sean de corte anarquista, marxista tradicional o neoliberal- nuestro acercamiento a este asunto tan complejo partirá, como es habitual, de las ideas proporcionadas por el materialismo filosófico en economía y política, así como de los elementos positivos que, obviamente, se extraen de la propia historia económico-política y de los propios hechos y fenómenos del presente. Asimismo, nuestras ideas también se mantendrán alejadas de cualquier proyecto reformista socialdemócrata de corte keynesiano que contemple a un Estado «salvador del capitalismo» y que, a nuestro entender, sirve y se somete de manera inevitable a los intereses hegemónicos de ciertas oligarquías empresariales, partidos políticos y otros grupos de interés.
Por nuestra parte, tenemos que comenzar señalando la importancia del Estado reconociendo y constatando la evidencia empírica, principalmente a través de dos indicadores: número de Estados en el mundo y porcentaje de gasto público sobre el PIB. Así, el número de Estados en el mundo supera los 200, lo que representa una tasa de variación de aproximadamente el 200% en los últimos 60 años. Este hecho es relevante, no sólo por la aparición de nuevos Estados en ese periodo de tiempo, sino también por la duración de los ya existentes. Por otro lado, según los últimos datos proporcionados por la OCDE, en torno al 45% del PIB de los países desarrollados se debe al gasto público (países como Suecia, Francia y el Reino Unido superan el 50%, España se sitúa en torno al 45% y el gasto público de Estados Unidos es del 42% del PIB) y aproximadamente un 25% en el conjunto de los países iberoamericanos. Sin duda, la influencia del Estado en las economías nacionales (políticas de I+D, educación, sanidad, seguros de desempleo, subvenciones, impuestos directos e indirectos, controles, determinación de los derechos de propiedad privada, etc.) muestra claramente que la capa basal de las sociedades políticas no se sostiene en el vacío, sino que el ejercicio del poder estatal a través de las capas conjuntiva (poder ejecutivo, judicial y legislativo) y cortical (poder militar, diplomático y federativo) tienen que ir en coordinación con aquella.
En suma, existen múltiples formas de intervención o participación del Estado, por lo que la cuestión a debatir no es tanto una superficial política de «más o menos intervención», cuanto una elección de aquellas rutas que más interesan a una sociedad política, donde el Estado ha de jugar un papel esencial en el proceso revolucionario. Por esta razón, la situación económico-política actual de los diferentes Estados no es, ni prefigura, ningún «final de la Historia». Nuestra propuesta revolucionaria no asegura ningún paraíso terrenal, lo que sí propone es la posibilidad de la transformación política radical a escala estatal y transestatal (Confederación Socialista Iberoamericana). Antes y después de una revolución política existen y existirán contradicciones a resolver. Lejos de metafísicas revoluciones permanentes (trotskistas) y conservadoras (fascistas), nuestra lucha reconoce la utilidad de ciertas instituciones históricas, como por ejemplo la propiedad privada o la propia tributación estatal entre otras, como fulcros transformadores de las sociedades políticas del presente.
2. ¿Qué relaciones existen entre el Estado y la propiedad privada?
Desde Platón y Aristóteles, pasando por la patrística y la escolástica medieval, la cuestión de la propiedad privada ha sido objeto de amplios debates filosóficos, políticos, jurídicos y económicos. La relación de la propiedad privada con el Estado ya fue reconocida por los escolásticos españoles como Vitoria, Luis de Molina, Francisco Suárez y Domingo de Soto, entre otros. Su apelación al derecho positivo como fundamento de la propiedad privada chocaba frontalmente con posturas radicales del pensamiento filosófico anglosajón y holandés que lo hacían a través del derecho natural (Hugo Grocio, John Selden, Pufendorf, Hobbes, Locke, etc.) y cuyos efectos se dejan sentir en el capitalismo realmente existente. Quizás, lo más significativo de la escolástica española fue su perspectiva más filosófica, ya que los derroteros ideológicos de sus adversarios imperiales (holandeses e ingleses, principalmente) devinieron a la larga en una reducción economicista y jurídica acerca de la relación entre el Estado y la propiedad privada. Así, el pensamiento escolástico español aunque reconocía la propiedad privada como un derecho legítimo también ponía límites a la misma en caso de extrema necesidad («Nada es legítimamente mío mientras alguien lo necesite»), algo que podría ponerse en correspondencia con aquella frase de Marx: «Cada cual según su capacidad y a cada cual según su necesidad». Contra estas nociones de la propiedad privada lucharon las escuelas del pensamiento protestante, cuya visión de la propiedad privada más individualista, no tanto grupal como en la escolástica española, les exigía huir interesadamente de otras propuestas que pusieran en peligro sus ideologías.
En cualquier caso, las dos escuelas de pensamiento resaltaban los beneficios de defender la propiedad privada como institución, cada cual a su manera, e incluso algunos autores de ambas escuelas tenían en común que la propiedad privada debía fundamentarse en el trabajo y no en la primera ocupación del bien, cuestión que influyó en Adam Smith, Mill y Marx.
Ya en el siglo XIX, las conexiones entre propiedad privada y Estado como fuentes de desigualdad social fueron acentuadas por anarquistas y marxistas. Junto a las propuestas efectuadas contra la propiedad privada y el Estado de anarquistas como Proudhon, Bakunin, Kropotkin y otros, Marx y Engels consideraron que el Estado fue creado para preservar las propiedades privadas de las clases privilegiadas, es decir, para estos autores era la propiedad privada la que determinaba la aparición del Estado. Además, el problema es que no se distinguía entre apropiación y propiedad privada.
Por el contrario, la «vuelta del revés» de Marx y Engels, propuesta por el materialismo filosófico, nos enseña que la propiedad privada es una institución, como tantas otras, que nace a partir del Estado constituido: las propietarios y las clases surgen dentro del Estado y conjuntamente con él, y dentro de un territorio que ya ha sido apropiado previamente frente a otras sociedades, por lo que la apropiación es previa a la propiedad privada. Como dice Gustavo Bueno: «La sociedad política, en el momento de la distribución o reparto de la parte del territorio común apropiado a los que van a ser titulares de la propiedad privada, introducirá una diferenciación profunda en las escalas de la jerarquía social, desde los más ricos hasta los menos ricos y los desposeídos […] La aristocracia, y sobre todo el Rey, aun a título de primus inter pares, controlará los territorios apropiados y aún no repartidos. » (La Vuelta a la Caverna. Terrorismo, Guerra y Globalización).
De este modo, es el Estado el que determina la propiedad privada, pero también otras muchas cosas. Esta propuesta es fundamental ya que elimina los prejuicios reduccionistas de anarquistas, marxistas y neoliberales acerca de que el Estado se reduce a una mera función sostenedora de la propiedad privada de los medios de producción y de uso. Así pues, la abolición de la propiedad privada propuesta por las sociedades comunistas, como la Unión Soviética, se basaba en estas premisas erróneas: una vez eliminada la propiedad privada caerá el Estado. Realmente, existían muchas contradicciones: la apropiación de medios de producción frente a otros Estados seguía existiendo, y no sólo eso, sino que la estatalización de los medios de producción se puede ver como una forma de propiedad privada grupal de los burócratas.
También es cierto, ¿no vivimos en un modo de producción capitalista, incluso en sus versiones más socialdemócratas, donde se niega la propiedad privada y se limita en muchos casos el acceso a la misma a buena parte de la población?, cosa que ya Marx en el Manifiesto Comunista reprochaba a sus críticos, sicofantes de la burguesía. Se nos ocurre, a bote pronto, un claro ejemplo de necesidad social no resuelta en muchos casos o resuelta de forma indigna: la vivienda.
¿Acaso en un proyecto revolucionario no hay que priorizar las necesidades sociales por encima de las solventes? Y aquí, de nuevo, nuestra crítica a las políticas socialdemócratas: incluso en las políticas fiscales con impuestos progresivos donde paga más quien más gana, ¿no se está legitimando un modo de producción previo a la imposición, en este caso capitalista?, ¿acaso la política fiscal e impositiva de cualquier gobierno socialdemócrata no presupone un tipo de propiedad privada y un modo de acceso a ella? No cabe duda de que los impuestos, tal y como están planteados, suponen un método para limitar la propiedad privada a posteriori redistribuyendo los beneficios sociales entre la población; sin embargo, ahí está la contradicción, no sólo hay que analizar cómo se obtiene la recaudación (% del trabajo y % del capital) y cómo se distribuyen estos beneficios, sino constatar que la estructura impositiva ya está reconociendo y legitimando unas diferencias de clase en renta a priori, generando ciudadanos de diferente categoría. ¿Cómo es posible que en España, por ejemplo, el 20% de la población con ingresos siga viviendo por debajo del umbral de la pobreza? Y un dato más grave, entre el 30% y el 60% de la población de la mayoría de los países iberoamericanos viven por debajo del umbral de la pobreza, que obviamente es distinto en cada unos de estos países. Ante esta situación, no podemos permanecer con los brazos cruzados.
3. La propiedad privada en las Constituciones Iberoamericanas.
Las Constituciones actualmente vigentes en los países iberoamericanos son excesivamente genéricas, en mayor o menor grado según sea el país, cuando afrontan el asunto de la propiedad privada. El grado de oscuridad y confusión es más palpable cuando no se menciona en qué se fundamenta el derecho a la propiedad privada (¿Trabajo?) y, en cambio, se utilizan términos metafísicos próximos al derecho natural: «el derecho a la propiedad privada es inviolable», «todo ciudadano tiene derecho a la propiedad privada», «se reconoce el derecho a la propiedad privada», etc. Pero, la realidad es otra, ¿en qué condiciones se tiene acceso a la propiedad privada?, ¿acaso no existe una buena parte de la población que con un trabajo asalariado tiene grandes restricciones para poder acceder tanto a los medios de producción como al consumo de bienes que deberían ser básicos y garantizados por una sociedad política, como la alimentación o la vivienda, pongamos por caso? Habría que comenzar por una revisión y transformación radical de los fundamentos de la propiedad privada vigente en las Constituciones con las consecuencias legislativas que se deriven de ello. Por ejemplo, en el artículo 33 de la Constitución española (Derecho a la propiedad) de 1978 se dice lo siguiente:
1. Se reconoce el derecho a la propiedad privada y a la herencia.
2. La función social de estos derechos delimitará su contenido, de acuerdo con las leyes.
3. Nadie podrá ser privado de sus bienes y derechos sino por causa justificada de utilidad pública o interés social, mediante la correspondiente indemnización y de conformidad con lo dispuesto por las leyes.
Y en el artículo 129 (Participación en la empresa y en los organismos públicos):
“ … Los poderes públicos promoverán eficazmente las diversas formas de participación en la empresa y fomentarán, mediante una legislación adecuada, las sociedades cooperativas. También establecerán los medios que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción”.
Por una parte, se reconoce el derecho a la propiedad privada y, por otro lado, se está asumiendo que hay problemas de acceso de determinados grupos en beneficio de «otros grupos».
4. Consideraciones finales.
En resumen, las clases nacen dentro de cada Estado. Por tanto, desde las coordenadas del materialismo filosófico, pensamos que la dialéctica de clases está referenciada desde el primer momento a la dialéctica de Estados. Creemos que una Confederación Socialista Iberoamericana es posible, reconociendo el trasfondo histórico y cultural común que todos los países compartimos. Sin duda, para una unión política efectiva es necesario previamente comenzar con la apuesta por un Banco Central común, una moneda única común y un mercado efectivo y fluido entre los países. Pero también hay que reconocer en el proceso de transformación política las diferentes realidades específicas sociales y culturales de cada uno de los países iberoamericanos si no queremos caer en utopías.
En todo caso, universalizar el acceso a la propiedad privada de medios de producción y de uso (consumo), tanto personal como grupal, así como la demarcación de sus límites mediante transformaciones en las capas conjuntiva y basal es una tarea insoslayable. Por otro lado, retomamos la fundamentación de la propiedad privada por medio del trabajo y asumimos críticamente la importancia de la tributación fiscal como factor limitante de la propiedad privada en beneficio de las necesidades sociales.
Con ello, estamos apuntando a que la transformación de las capas conjuntiva y basal es un factor clave para que surjan nuevas relaciones entre la propiedad privada y el Estado. No obstante, volvemos a repetirlo, las contradicciones entre diferentes tipos de propiedad privada, interpersonal e intergrupal, seguirán existiendo y a esto habría que hacer frente.
Por supuesto, existen otros aspectos que merecen una crítica radical desde nuestras coordenadas y que son claves para una teoría de la Revolución Política. Simplemente, hemos querido mostrar cómo la acción transformante del Estado en un programa revolucionario es esencial. En este sentido, la «vuelta del revés» de Lenin se nos presenta como una tarea revolucionaria ineludible.
Gracias a todos por vuestras respuestas, .., cuanto voy a aprender con vosotros ¡¡
Estaba harto de los mensajes fáciles y de los típicos tópicos de la izquierda en la que me situo y de los liberales que ahora mismo en España creo que son los que están más unidos e intentando adoctrinar al resto en páginas como la de Juan Ramón Rallo por ejemplo.
A mi cuando leo algo que viene desde el sector liberal español me parece hasta infantil, son todo dogmas, apriorismos, me recuerdan a la iglesia católica, .., pero eso si, de inocentes tienen poco, .., siempre al lado del poder.
Me molesta y mucho que se apropien de conceptos tan hermosos como la libertad, y me enfada que terminen siempre los debates con sus dogmas, aparte de la incongruencia personal e intelectual que me merecen personas que se dicen liberales y después están en la órbita del Opus Dei.
Pues lo dicho, enhorabuena por vuestra página, yo estoy empezando con el materialismo filosófico, espero ir creciendo intelectualmente y os voy a seguir y a recomendar a todo mi círculo de gente de izquierdas.
Un saludo
Estimado Carlx:
Aun cuando desde un punto de vista ideológico, el liberalismo vigente en la actualidad de corte anglosajón y con sus filtraciones en el idealismo alemán (con vigencia actual por otro lado), principalmente económico, «justifica» el Estado como garante de la propiedad privada y protector de los derechos subyacentes, lo hace a una escala en la que se presupone la existencia de la propiedad privada (metafísica, iusnaturalista) .
Pero es que esto es así desde los inicios de la escuela liberal inglesa. De hecho a Marx se le enmarca en muchas ocasiones en esta línea, ya que el Estado como sinónimo de dominio de una clase o grupo social, como se sabe, no es sólo suya. Ya no es que Platón, Aristóteles y otros hablaran de estas cosas, que lo hacían por supuesto, y sólo hay que leer la República y la Política para verlo, es que el propio Adam Smith en la Riqueza de las Naciones cuando se refiere al Estado, habla de la clase de los comerciantes y los fabricantes de Inglaterra como artífices de la política estatal para asegurarse de que sus intereses estuvieran «bien atendidos» en detrimento y perjuicio del resto de clases inglesas.
Añadido a esto, hay que decir que la famosa «mano invisible» de Smith se utiliza mal hoy día, ya que según dicen los «economistas actuales» (¡incluso en la Universidad!)está relacionado con el «libre juego» de la competencia donde el «interés individual» en su maximización desemboca en la maximización del «interés social». Pues bien, Smith no decía nada de esto, es más, es un término que sólo sale una vez en toda su obra y sólo, ¡precisamente!, para poner límites a un liberalismo económico desenfrenado, que como sabe Smith beneficiaría a las clases dominantes. No olvidemos que Smith habla de una Inglaterra imperial donde los fabricantes y comerciantes tienen el poder y que si eran «libres» de importar, exportar e invertir en otros países, la economía inglesa sufriría los daños. Pues bien, los capitalistas ingleses, gracias a esa «mano invisible», preferían invertir en su propio país y entonces los daños no eran tan grandes. Adam Smith, pensaba en su país, Inglaterra.
¿Por qué he contado todo esto? He utilizado estos ejemplos, como podía haber utilizado otros, par denunciar que muchos de los «liberales» que salen en los medios, lo son de pacotilla, y realmente muy vulgares, porque ya no es que haya muchos tipos de liberalismo (económico, político, religioso, ético, etc.), sino es que dentro del liberalismo económico-político hay muchas escuelas y muchas de ellas contrapuestas.
Los clásicos del liberalismo anglosajón, y otros, no eran tan ingenuos, o tan superficiales, somo los pintan ahora cuando se habla de ellos, muchas veces porque ni los han leído, y utilizan mantras o frases hechas, sin tener ni idea de lo que se dice y eso es lo más peligroso.
La ideología liberal, hay que criticarla desde unos ejes de coordenadas y nosotros lo hacemos desde el materialismo y contraponiéndola a otras escuelas.
Pero la tarea de trituración, tiene que pasar primero por constatar, lo que ya se hace en el artículo (en otros escritos y en los comentarios de mis compañeros), que el Estado tiene una implicación consustancial en la economía, que la propiedad privada es un derecho positivo determinado por el Estado y posterior a él, que la economía es política y que es fundamental una teoría de Estado materialista que se oponga a las liberales y dándole la vuelta a Marx. Pero también, criticar lo que el «infantilismo liberal de hoy» dice desde sus propias coordenadas acerca de su ideología y contra otras ideologías, que suele estar alimentado por intereses ideológicos, capciosos, por pereza intelectual, ingenuidad e ignorancia.
Podríamos seguir hablando largo y tendido.
Espero que vaya quedando nuestra posición cada vez más clara en lo relativo al Estado y la propiedad privada y las contradicciones de las ideologías que las envuelven.
Salud y gracias por los comentarios
Estimado Carlxs, voy a intentar precisar algunas cosas.
En general, las ideologías iusnaturalistas -sobre todo el liberalismo- sobre la propiedad privada presentan la propiedad privada como un elemento natural del ser humano. Esto no es así. El motivo es una concepción ahistórica y contraria a la realidad institucional del hombre. Claro que en una sociedad tribal los individuos cuentan con objetos que utilizan, manipulan y que pueden ser considerados ‘suyos’. Pero este ser ‘suyos’ lo es por apropiación no por propiedad ya que la propiedad supone el Estado y una legalidad vigente que racionaliza precisamente el uso de bienes.
La propiedad no sería, como pide el idealismo iusnaturalista, «la proyección del hombre sobre las cosas», ni la «capacidad de uso de las cosas», sino la capacidad de la que te dota el Estado para establecer un ortograma es decir, conformar una materia dada respecto a un molde -‘modelos’, ‘cánon’, etc.- previos. Pues bien, dado que la materia sobre la que se opera intercepta, en el Estado, con otros sujetos operatorios enclasados, agrupados, el Estado establece los límites y el alcance de ese ortograma. Lo que el liberalismo busca es que el Estado deje a los individuos establecer dicho programa, usar sus bienes, sin la limitación de nada ni de nadie, a lo sumo, regulada por una institución como el mercado. Esto no sólo es metafísico, porque nunca es así, sino que se opone al principio básico escolástico de que «lo que afecta a todos debe ser regido por todo». Por eso la propiedad de los medios de producción en la medida que esa producción afecta e influye a toda la sociedad de referencia, tiene que estar regulada socialmente. Porque el que produce coches para vender no produce coches individualmente para otros individuos, sino que produce socialmente coches -es decir, contrata a trabajadores- y los vende a ciudadanos con obligaciones y derechos adquiridos, por ejemplo, el derecho a un producto de calidad en el que el coche no estalle a la primera de cambio.
Salud
Trataré de contestar a Carlx:
«¿cuando hablamos de la propiedad privada lo hacemos en el sentido de propiedad privada de los medios de producción?»
No solo en ese sentido, el concepto de propiedad privada es muy amplio, pues abarca no solo los medios de producción, sino también de distribución, cambio, consumo, el mismo territorio (se podría decir que el territorio de un Estado es propiedad privada de ese Estado), pero también existe la propiedad privada «personal» (mi ropa, mi casa). Es decir, la propiedad privada es un concepto jurídico que nace con el Estado y que ha evolucionado muchísimo con el tiempo. Si Marx estaba contra la propiedad privada de los medios de producción no significa que quisiese que todos los medios de producción fuesen públicos, sino que sus beneficios no fuesen «privativos», es decir, para unos pocos. Esto queda bastante claro al final del Tomo 1 de El Capital en la parte de la acumulación originaria y en su teoría de la colonización.
«¿En las sociedades humanas primitivas los bienes y servicios no eran propiedad privada ya?»
La noción de propiedad privada, jurídica, no existía, luego no, no había propiedad privada. Pero tampoco había propiedad «comunal», término ideológico-antropológico del marxismo que está relacionado con la idea de comunismo, tanto «primitivo» como «final». Nunca hubo comunismo primitivo, pues nunca hubo idea de propiedad hasta el nacimiento del Estado como conjunto complejo de instituciones que se apropian de un determinado territorio en el que establecen unas determinadas relaciones de propiedad juridificada. Tampoco habrá nunca comunismo final.
«¿Cuando surge el concepto de propiedad privada de los medios de producción?»
Se trata de un concepto económico que surge paralelamente a la conformación de la Economía Política como disciplina.
Gracias por escribir.
Salud.
Santiago.
Gracias por la repuesta Santiago.
De todas formas a mi me siguen quedando dudas, ¿cuando hablamos de la propiedad privada lo hacemos en el sentido de propiedad privada de los medios de producción?.
¿En las sociedades humanas primitivas los bienes y servicios no eran propiedad privada ya?.
¿Cuando surge el concepto de propiedad privada de los medios de producción?
Gracias
Por cierto, otro gran efecto de nuestras grandes empresas privadas, todas del IBEX 35, es decir del régimen imperante: han emitido deuda corporativa por valor de 8.000 millones de euros aprovechando la diferencia en rentabilidad-riesgo con el bono soberano, lo que provoca un efecto expulsión en favor de las empresas privadas sin control ninguno, haciendo la competencia al gobierno. Pero en fin, todo vale y es legal
Esto es la libertad de mercado y los beneficios de la gran propiedad privada.
Saludos
Lo de privatizar para qué se ve muy bien con nuestras empresas privatizadas multinacionales. De qué sirve privatizar monopolios, para repercutir los costes al consumidor español(telecomunicaciones, energía eléctrica, etc.)para mayor gloria de sus directivos y accionistas.
¿Qué entendemos por empresa española?, cuando «nuestras» multinacionales, en muchos casos privatizadas, no pagan impuestos en España por las rentas mundiales obtenidas(porque el sistema fiscal legal vigente lo permite), cuando alrededor del 60% del empleo de estas empresas no es español, cuando el accionariado de estas empresas en un alto porcentaje tampoco es español.
Necesitamos más empresas grandes y medianas, no sólo multinacionales, pero eso sí, coordinadas y de alguna forma dirigidas por el Estado dentro de un proyecto político común español. No digo que necesariamente deban ser propiedad pública 100%, en algunos casos sí y en otros no.
Salud
Efectivamente, la propiedad privada es un derecho positivo, determinado por el Estado a través de leyes, normativas, etc. El Estado, seas liberal o no, es el garante de la propiedad privada: podrá privatizar, expropiar, nacionalizar, etc. Es el que tiene capacidad política para hacer todas estas cosas.
La pregunta fundamental que un Estado, y para hablar en plata los grupos que están en el poder y dirigen la nación, debe hacerse es por qué es bueno política y económicamente que haya propiedad privada, es decir, propiedad privada para qué.
Es obvio que para responder a esta pregunta es prioritario tener una teoría de Estado. Lo peligroso es que los políticos no la tienen, y ni les interesa tenerla
Al fin y al cabo, incluso el capitalismo, entre otras muchas cosas, es una forma de socializar los medios de producción. La cuestión política esencial en materia económica y desde coordenadas socialistas específicas es como socializar los modos de producción, y no necesariamente de manera directa pasando a través del Estado.
Salud
Resulta que los liberales entienden que la propiedad privada es un derecho natural porque no contemplan en ningún caso, debido a su anarquismo, que la propiedad es un derecho positivo, pues los derechos los da, ejecuta y racionaliza el Estado. Si para ellos los derechos son anteriores al Estado, su postura, además de individualista, es metafísica, y entiende que los derechos derivan de la Naturaleza, que no sería más que una secularización de Dios.
Hola, que gran descubrimiento vuestra página.
Me parece muy interesante vuestro artículo, pero me gustaría profundizar más en el tema de la propiedad privada.
En debates con liberales me cuesta rebatirlos cuando me hablan de la propiedad privada como algo natural al ser humano.
Gracias
Efectivamente, la propiedad privada lo es en función del Estado, que es quien define lo que es propiedad privada y lo que no, así como también define lo que es susceptible de serlo y lo que no. Propiedad privada es aquello que el Estado permite que sea propiedad privada y no más, no hay ley natural ni derecho natural que lo fije, sólo el Estado y el derecho positivo. De esta manera, cada ciudadano es poseedor gracias a la “delegación” que hace el Estado sobre las cosas susceptibles de ser poseídas. De acuerdo con la ley, una persona no podría ser propiedad privada, así como tampoco lo pueden ser especies protegidas, cepas de viruela o cabezas nucleares. Salud!
Nosotros tomamos como marco para definir a la izquierda el Estado y el proyecto político o programa. En concreto, utilizamos una concepción genética de la izquierda surgida a partir de la Revolución francesa como oposición al Antiguo Régimen y de aquí se irían sucediendo.
Existen varias generaciones de izquierdas, pero también existe un vínculo entre las izquierdas y las plataformas culturales en las que se enmarcan. Dicho esto, claro que existe una izquierda francófona, eslava, árabe, igual que existe un socialismo francés, alemán, mexicano, etc. El proyecto político no puede desentenderse del marco cultural en el que surge. Lo cual no quita que dichas izquierdas tengan o no alguna pretensión universalista.
La adjetivación «Hispánica» quiere decir que nuestro proyecto político tiene como base la Hispanidad como plataforma cultural e institucional ya existente.
Salud
¿estoy leyendo un texto de la Segunda República?, ¿uno decimonónico? ¿o esto lo habéis escrito en el siglo XXI?
Me gustaría deciros que estoy de acuerdo, pero el lenguaje es tan enrevesado que soy incapaz de llegar al final del artículo.
Puedes empezar por leer este artículo, la izquierda hispánica estaría referida frente a Europa, los EEUU, la Liga Árabe, es decri a elegir unas plataformas reales o posibles frente a otras:
En cualquier caso, parece que la izquierda en este milenio ya no tiene posibilidad de reivindicar la validez de los valores originarios (de primera generación) propios de la izquierda política primitiva, de la izquierda nacional. El incremento demográfico, el desarrollo de las nuevas tecnologías y medios de transporte, la creación de un mercado internacional y de una producción y distribución disociadas, en gran medida, de los Estados nacionales –es decir, todos los procesos que cubrimos hoy con el término «globalización»– desbordan ampliamente el marco de la Nación canónica, como plataforma de una acción política racional, tanto si es de derechas, como si es, sobre todo, de izquierdas. Mucho más quedarán desbordados los marcos de las Naciones fraccionarias reivindicadas por algunos sectores de la izquierda (bajo el ideal de la autodeterminación, vinculada a su vez a la «libertad») o de la derecha. El proceso de globalización implica, en efecto, un proceso de confederación de naciones orientado a la construcción de unidades políticas de escala continental, como puedan serlo los Estados Unidos, la Federación de Repúblicas rusas o la Unión Europea. Estas nuevas plataformas continentales de la Nación política reproducen además, como hemos dicho, la distribución política de la época del imperialismo: el Imperio inglés, el Imperio de los Zares, o el Sacro Romano Imperio. El Imperio español, por cierto, no se encuentra aquí representado. Sin duda le correspondería una confederación hispánica que tendría que confrontarse con la Unión Europea.
Las nuevas plataformas continentales no sirven para definir la izquierda o la derecha, como opciones de política positiva, porque tanto las izquierdas como las derechas han de trabajar ahora en las nuevas plataformas continentales. La cuestión de las diferencias entre una política de izquierdas y otra de derechas acaso no consiste tanto en quedar o salir fuera de esas plataformas continentales, no se trata de elegir entre plataformas continentales o plataformas nacionales, sino más bien de elegir entre diversas plataformas continentales, reales o posibles. Pongamos por caso para España: la Unión Europea o la Comunidad Hispánica.
En cualquier caso, si España puede ser vista «desde la izquierda» como una «magnitud política» de mayor relevancia que la que pueda convenir, por ejemplo, a Cerdeña, a Bretaña, a Albania o al País Vasco, lo será precisamente desde la característica de la universalidad, definida desde una plataforma política efectiva y no meramente negativa e intencional. Dicho de otro modo: España, sobre todo por su vinculación a la Comunidad Hispánica puede ofrecer, al menos en principio, una plataforma para la acción política, de un alcance incomparablemente más potente, que el que pueda ofrecer Cerdeña, Andorra, Albania o el País Vasco, cuyo alcance, en este terreno es próximo a cero. Pero nos limitaremos por nuestra parte, como conclusión de estas páginas, a formular la siguiente interrogación: ¿No es cierto que la «izquierda», si bien encuentra grandes dificultades para fijar una definición de la unidad política de España en premisas doctrinales firmes, según los valores de la función izquierda que considere, los encontrará insuperables para defender la posibilidad o la conveniencia de una «balcanización» o incluso de una federalización de España desde premisas doctrinales de izquierda más o menos firmes?
http://www.filosofia.org/rev/bas/bas22901.htm#02
No me queda del todo claro qué es lo que el articulista entiende por Izquierda Hispánica. En cualquier caso me recordó la expresión «izquierda intelectual» empleada alguna vez por Belén Gopegi, que haría suponer la existencia diferenciada de una izquierda manual… La posición ideológica es en casos como el de Gopegi, inseparable de su dislate conceptual. Respecto a la izquierda hispánica, ¿qué debe pensarse?, ¿la existencia de la izquierda eslava, de otra anglosajona, otra francófona, otra árabe? Si la cosa es así, el sustantivo izquierda tendría que ver, en el mejor de los casos, con las buenas intenciones de la Izquierda Hispánica