En respuesta a la crítica que se hace a las dos partes del artículo sobre feminismos, por parte de Bruno Cicero en el blog El pulidor de cristales (enlace aquí) ), he de exponer una defensa del artículo frente a las críticas que se le hacen.
En primer lugar, el lector que esperaba encontrarse primeramente una postura determinada ante el feminismo, como se encuentra en otros artículos sobre indigenismo, ecologismo o imperialismo, ha de tener en cuenta que en el caso de los feminismos es imprudente elaborar una perspectiva determinada de buenas a primeras. Frente, por ejemplo, al indigenismo, la teorización sobre el concepto de feminismo, sus diferentes corrientes y los mitos que se le atribuyen necesitan un análisis más extenso de lo habitual. La confusión reinante en materia teórica sobre los feminismos es semejante a la desorientación que suele aparecer a la hora de hablar sobre las izquierdas y la derecha. Incluso esa confusión puede ser aún mayor, sobre todo teniendo en cuenta los planteamientos más extravagantes que surgen en el seno de los feminismos indefinidos de izquierdas, como el radical y toda la serie de delirios procedentes de los feminismos pseudopolíticos. Es preciso ahondar en una descripción analítica del feminismo y los feminismos antes de poder ofrecer una postura argumentada y definida. Con ello se evita caer en los tan abundantes y tentadores mitos ofrecidos desde los feminismos actualmente existentes y hegemónicos: El feminismo aliciesco y el radical. Para la desgracia del lector tendente a la generalización y a la lectura rápida, va a tener que detenerse a leer cada una de las partes del artículo, si es que le interesa adoptar a partir de ahí una postura sólida o criticar punto por punto lo expuesto sin caer en divagaciones fuera de contexto. Tampoco deberían hacerse predicciones y juicios de antemano sin haberse publicado siquiera la tercera parte. Las visiones futuristas carecen de toda base lógica.
Por otra parte, respecto a la doxografía que se atribuye a la clasificación de los distintos feminismos, en la propia exposición y categorización de los feminismos hay una posición clara al encuadrarlos en primer lugar dentro de la derecha o de las izquierdas. Posteriormente, se clasifican como definidos o indefinidos no únicamente según su adscripción a una corriente política determinada, sino también viendo los feminismos indefinidos como degeneraciones de anteriores feminismos definidos. Por ejemplo, el feminismo aliciesco como degeneración e híbrido entre el feminismo liberal extinguido y el socialdemócrata decadente.
Contrariamente al artículo de Bruno Cicero ( http://www.nodulo.org/ec/2003/n017p13.htm ), que considera únicamente los feminismos según su carácter definido o indefinido, no se ve el feminismo como concepto inherente a las izquierdas y opuesto a la derecha. El primer feminismo, el liberal, se presupone en el artículo mencionado como el único definido, que se sobreentiende dentro de los parámetros de las izquierdas, dado que Gustavo Bueno emplea los términos definido e indefinido para las izquierdas y alienado o no alienado para la derecha (aunque en El Mito de la Derecha dice: “se sobreentiende: alineadas en el proceso de transformación del Antiguo Régimen, proceso desencadenado por los ataques de las izquierdas que, en la medida en que se consideren como movimientos que ejercieron su actividad en ese proceso, pudieran también ser denominadas izquierdas alineadas.”) . Sin embargo, el feminismo liberal no se puede enmarcar dentro de las izquierdas debido a sus características particularistas y contrarias a la holización propuesta por las izquierdas jacobina y liberal. El feminismo liberal restringía la ciudadanía y los derechos políticos a las mujeres proletarias, ya que defiendía la igualdad jurídica y de derechos dentro de la burguesía, independientemente del sexo. La condición para ser ciudadana en una nación política consistía en tener capacidad adquisitiva para costearse la participación en el ámbito público. Eso le presupone de la derecha alineada (segunda modulación, derecha liberal) en cuanto que intenta conservar estructuras del Antiguo Régimen como los privilegios a determinados grupos sobre otros, rompiendo la igualdad de la ciudadanía (las mujeres burguesas pueden votar y ser votadas, mientras que las proletarias no).
Los feminismos de derecha (por un lado, alineados como el feminismo liberal y el religioso -que pudiera ser de derecha socialista-, y por otro lado no alineados como el aliciesco o el nacionalsocialista) se oponen a los feminismos de izquierdas o bien por su particularismo, o bien por su irracionalismo, cuando ambos factores no están combinados en una corriente. Mientras tantos, los feminismos de izquierdas vinculados a las distintas generaciones de izquierdas (a excepción de las dos primeras, que como explico en la segunda parte de mi artículo, carecían de feminismos debido a que no consideraban a las mujeres dentro de sus planes de holización ni les otorgaban la ciudadanía) buscaban la igualdad jurídica, política y económica entre todos los ciudadanos de la nación, no únicamente a los hombres. Estos feminismos se definen tanto por la igualdad a nivel político como en las condiciones basales (salarios, condiciones laborales, servicios públicos destinados a socializar el cuidado de los hijos y etc) dentro de un programa político. Paralelamente, los feminismos de izquierdas indefinidos, además de moverse dentro de planteamientos ideológicos confusos y degenerados de corrientes definidas, se caracterizan por el rechazo a toda participación institucional.
Teniendo en cuenta lo anteriormente mencionado, es posible que el lector respire aliviado al saber que no tendrá la visión de una metafísica futura cuarta parte sobre el feminismo de los yanomami. O encuentre la suficiente paciencia de esperar a una tercera parte sin hacerse de antemano una idea errónea.
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