El caballo estaba en pie, y los teucros, sentados a su alrededor, decían muy confusas razones y vacilaban en la elección de uno de estos tres pareceres: hender el vacío leño con el cruel bronce, subirlo a una altura y despeñarlo, o dejar el gran simulacro como ofrenda propiciatoria a los dioses; esta última resolución debía prevalecer, porque era fatal que la ciudad se arruinase cuando tuviera dentro aquel enorme caballo de madera donde estaban los más valientes argivos, que causaron a los teucros el estrago y la muerte. Homero, Odisea VIII, 490.
Cruel metáfora de los destino que nos tenía preparado el euro, aceptado como ofrenda alemana para mayor prosperidad europea en 1.999, fue asumido sin ninguna posición crítica por los países que vieron en él la solución definitiva a sus problemas económicos y políticos. Una atracción irresistible hacia una idea de Europa, culmen de la Humanidad democrática y liberal. Actos sublimes como la concesión del premio Carlomagno a la moneda única en 2002, la independencia de Kosovo en 2008 sonando la 9º sinfonía “Oda a la Libertad”, ahora cambiado por el himno titulado “Europa”, presagiaban aires de una nueva época dorada sin límites, cercana a la Paz (económica) Perpetua.
Sin embargo, las circunstancias actuales han hecho comprender a muchos que aquellos actos ingenuos (culpables) han condicionado la viabilidad de sus sociedades políticas en menos de una década. Se cedía soberanía y control sobre los recursos propios a un ritmo acelerado por la borrachera crediticia y los altos niveles de consumo y prosperidad. Aceptado el regalo franco-alemán, se creía que ya se había resuelto el “secular atraso” de las sociedades del sur y del este de Europa, y que solo era cuestión de tiempo igualarnos en riqueza y, así, al fin, poder mirarse sin sentir menosprecio. «Somos la envidia de Europa y en pocos años vamos a ser un país de primera división en el mundo” dijo Zapatero en 2005.
Lo que escondía el euro en su seno lo estamos viendo estos días en Grecia, la capacidad de unos Estados para influir sobre otros y obligarles a tomar medidas drásticas sobre su población y sobre el futuro de sus países, para, así, ser usados como colchón de protección frente a la crisis económica internacional.
¿Cómo ha sido posible llegar a esta situación?
Antes de permitir el acceso a un nuevo miembro, la eurozona impuso la desindustrialización de los países que se iban adhieriendo a cambio del fondo de cohesión. Fondo que, por un lado, garantizaba la eliminación tanto de la competencia interna, vía incentivos de reducción de la producción, como de la externa, aranceles a terceros países exportadores (Corea del Sur, Japón o China); como por otro, aseguraba su retorno, ya que con ese fondo se comprarían los bienes de consumo y equipo fabricados por los países financiadores.
Una vez introducidos en el euro se redujo el coste de los préstamos en los países periféricos como Grecia y España, lo que permitió comprar coches y submarinos alemanes, a cambio de perder la soberanía monetaria frente al BCE y endeudarse sin poder optar por mecanismos anticíclicos. Al mismo tiempo, la debilidad del euro frente al marco alemán ha hecho que las exportaciones alemanas hacia el resto del mundo, y especialmente hacia China, mucho más competitivas de lo que eran antes de 1999. En palabras del antiguo Presidente del BCE, Jean Claude Trichet, en septiembre del 2011:
Hemos proporcionado estabilidad de precios durante los trece primeros años del euro, impecablemente», «me gustaría oír las felicitaciones para una institución que ha proporcionado estabilidad de precios en Alemania durante casi trece años con una tasa de inflación del 1,5 %, que es mejor de lo que jamás se ha obtenido en este país durante los últimos cincuenta años».
Mientras la Europa licenciosa disfrutaba del euro en Alemania empezó una trasformación de sus fuerzas productivas, entre ellas, el mercado laboral. Y no de una manera suave. Si en 1995 el 15% de los empleados entraban en la categoría general de «trabajadores con sueldos bajos«, hoy son casi el 25% de los empleados alemanes: 7,3 millones de personas, según el último recuento. En total, entre el 17% y el 20% de la fuerza laboral alemana tiene un trabajo de esta naturaleza. En esta modalidad de puesto de trabajo, el empresario abona el 2% a Hacienda y el 28% a la Seguridad Social (el 15% va al seguro de pensiones y el 13% al seguro de enfermedad). La pensión resultante de 400 euros asciende a menos de tres euros al mes por año trabajado. No obstante, si voluntariamente el trabajador añade el 4,5% de sus ingresos a la cuota del 15% que paga el empresario al seguro de pensiones (para ingresos de 400 euros serían 18 euros), el derecho adicional a la pensión ascenderá a 4,28 euros. El grupo de edad donde más se hacen este tipo de empleos es el de 45 a 50 años y los sectores que más concentran estos trabajos son los del comercio minorista, el gastronómico, la hostelería, la limpieza y al mantenimiento de edificios y la sanidad.
Conclusión:
Ahora vemos que el plan trazado por el eje capitalista alemán incluye; el superar las flaquezas del mercado interno volcándose en las relaciones comerciales externas hacia los EEUU, China e Iberoamérica para mantener sus exportaciones; la devaluación de los costes laborales y; el exprimir a sus deudores internos.
Especialmente la colaboración de los EEUU con Alemania han convertido la crisis financiera americana en una crisis financiera europea (y no solo del euro, pues países fuera del euro en la UE dependían y dependen del crecimiento de las economías del euro y están arruinados como Hungría). El encarecimiento exagerado de la financiación para países como Italia, Grecia, España, Francia o Bélgica es también, y en sintonía con el «plan alemán», el resultado de la huida abrupta de los fondos de inversión americanos y británicos de Europa hacia sus propios países y Japón.
Como vemos Alemania ha hecho una apuesta clara por mantener y aumentar la brecha entre su economía y la del resto de países europeos del euro. Algunos advierten que estamos ante un caso de “narcisismo económico”, pues las condiciones impuestas no podrán evitar que les afecte la depauperación impuesta a los países limítrofes. Pero el sector financiero alemán no saldrá de su “narcisismo” mientras se le combata con el “panfilismo político” de quienes proponen como soluciones “más Europa”, “más democracia” u “otro mundo es posible”. Las soluciones siguen siendo las de Homero, o nos lo quedamos, o lo combatimos con el cruel bronce de nuestras antigüas monedas o lo despeñamos por el acantilado para que arrastre a nuestros acreedores.
Ahora que somos periferia ante Alemania parece que nada se ha hecho por corregirlo, y que la asunción del euro ni se discuta, ni siquiera la familia política más importante de Grecia ha sabido escapar a la seducción europea, ni han hehco caso de sus porpias advertencias, así lo decía Andreas G. Papandreu, en “El Capitalismo Paternalista”, escribe:
El establishment de la metrópoli puede apoyarse en los llamados organismos internacionales de crédito para imponer límites claros y tajantes a las prerrogativas de los gobiernos de los países satélites en materia de orientación de su política, a cambio de proporcionarles el capital necesario para el desarrollo…La simbiosis que se produce en la metrópoli entre la élite capitalista directiva, los responsables de la seguridad nacional y los jefes de la casta militar tiene su fiel imagen en los países periféricos…el meollo de la cuestión radica en el hecho de que el modelo de crecimiento, la estructura de crecimiento de la periferia, ha sido canalizado por caminos que reflejan las necesidades de la metrópoli en vez de las suyas propias. Por otra parte, se trata de un proceso acumulativo. Una vez se ha dejado pasar la opción de una utilización específica de recursos en un momento dado, puede no volverse a presentar nunca. La historia de los países periféricos es la historia de una acumulación de opciones desaprovechadas.
La insurrección y la revolución son las consecuencias naturales de este estado de cosas. El gradualismo no se plantea la esencia de la evolución del país periférico a lo largo del tiempo, sino que se pliega ante la necesidad histórica, aceptando la pérdida de las opciones como un dato de la situación. En cambio, la insurrección, es decir, la vía revolucionaria del tercer mundo, refleja la decisión de labrar para la periferia una serie de oportunidades totalmente distintas de las que serían posibles por otras vías, de extender y ampliar el horizonte temporal de la economía y la sociedad en cuestión. Por consiguiente, la revolución exige un enfrentamiento con el establishment dominado por la metrópoli. La revolución se identifica con la liberación nacional. La revolución antepone el acto político al económico.
Pgs. 159-61, Alianza Editorial, 1973.
Aquiles es muy rubito…¿no será pariente de Thor?.
Gracias, Peliyot, sigo tus comentarios siempre con interés.
«Cuando la soberanía de tu vecino veas cortar y recortar, pon la tuya a mojar y remojar» (anónimo).
Ten cuidado Héctor… Aquiles es muy fuerte.
¡Excelente!