Desde hace un tiempo, la atención de los medios de comunicación está centrada fundamentalmente en el déficit público y el déficit exterior de nuestra economía. En definitiva, en todo aquello relacionado con aumento de impuestos, recortes en el gasto público y en cómo “satisfacer y asegurar” los pagos debidos a nuestros acreedores extranjeros.
Ésta y no otra es la única “política” existente a día de hoy: garantizar y priorizar, mediante el colaboracionismo del PP, los pagos a bancos alemanes, franceses, ingleses y estadounidenses.
Ante esta situación, ¿quién se preocupa realmente de nuestro elevado paro?, ¿Y de su recurrencia y relación con nuestra precaria estructura productiva y tejido industrial?, ¿dónde se están debatiendo las políticas a medio y largo plazo para salir de la crisis sin la dependencia casi exclusiva del eje franco-alemán?
Como es bien sabido, la tasa de paro española está en torno al 25%. En general, salvo algunos análisis técnicos realizados al efecto, este dato se difunde sin analizar sus componentes, unos más problemáticos que otros a la hora de estudiar su impacto en la economía de un país.
Antes de pasar a hablar del caso español, hagamos un breve repaso, y a grandes rasgos, de las características de los tipos de paro existentes: estructural, friccional, cíclico y estacional. Existen otras clasificaciones y definiciones específicas, pero estos son los tipos generales más utilizados.
El paro estructural es el desajuste a largo plazo entre la oferta y demanda de trabajo por problemas de estructura, es decir, por cambios tecnológicos, problemas de formación, desajustes entre la demanda y oferta de cualificación, etc. Se puede decir que es el más grave y el más difícil de paliar desde las coordenadas capitalistas.
Por otro lado, el paro friccional es el que está relacionado con la búsqueda o rotación de trabajo. Es un desempleo temporal, suele ser constante y no representa graves problemas para el funcionamiento de la economía.
Por último, el paro estacional es el generado porque la demanda de trabajo es fluctuante durante del año con un claro componente estacional (un ejemplo es la demanda de trabajadores en el sector de la agricultura: periodos de cosecha, recogida de fruta, hortalizas, etc.). Y, el paro cíclico, producto de los ciclos económicos, es decir la pérdida de puestos de trabajo en periodos de crisis económica.
Sin duda, dependiendo del ciclo económico en el que nos encontremos existen zonas más o menos borrosas donde pueden confundirse más de un tipo de paro, o dependiendo de la duración de un ciclo (una crisis económica), un tipo de paro puede transformarse en otro y viceversa. Y esto es lo que está sucediendo en España a pasos agigantados con el paro cíclico y estructural, principalmente.
En lo últimos años, incluso en periodos de bonanza económica, el paro estructural en España ha sido el 8% del total. En la situación actual donde mes a mes salen datos a la palestra sobre nuevos parados producto de una crisis que comenzó hace más de 5 años, el parado de larga duración (más de un año en paro) supone ya alrededor del 70% del paro total, proveniente principalmente de sectores de bajo valor añadido (construcción y servicios). Pero es que, además, el paro de larga duración afecta cada vez más a la población joven, a nuestros hijos, a los hijos de nuestra patria (el 52% de la población de menos de 25 años está en paro). En consecuencia, y según algunos análisis, el paro estructural podría alcanzar, cuando remita la crisis el 16%.
Y es que ante esta crisis económica, política e institucional, es necesario un Estado fuerte, y más en España, que haga políticas de medio y largo plazo, tanto para paliar los graves deterioros de nuestro tejido productivo, como para activar medidas que acaben o minimicen el paro estructural.
Con la actuación de nuestros gobernantes lo que se está consiguiendo es todo lo contrario, con sus tímidos e interesados guiños liberales, reflejados en el Plan Nacional de Reformas de 2012: más paro, más paro estructural, más juventud en paro, más precariedad laboral y cada vez un mayor desmantelamiento de nuestro tejido productivo.
¡gracias! ,amigos por el gran valor de lo que habéis escrito en lo que no puedo dejar de coincidir. salud.
Estimados Monforte y Granados,
Tal y como lo veo, los años ochenta, noventa y primera década del nuevo milenio supusieron una ruptura en el seno de las organizaciones e instituciones marxistas rompiéndose la tradición, desconectando a las nuevas generaciones de toda la experiencia acumulada. La caída de la URSS agravó el problema y cuando llega un momento donde se intensifica la crisis social, las nuevas generaciones parecen «repetir errores del pasado» o lo que es lo mismo, no tienen una tradición revolucionaria a la que referirse salvo «la transición democrática». El 15M fue el primer intento del que han salido muchos escaldados al ver el comportamiento irracional de ciertos grupos y lo perjudicial que son ciertas ideas, como el nihilismo político («los políticos y sindicatos son todos malos») o el espiritualismo.
Ahora, como nos hemos encontrado en asambleas de «Somos Mayoría» hay gente -y sobre todo jóvenes- que han aprendido de los errores del 15M y ya comienzan a ver claro que sin organización, disciplina y cierta jerarquización de funciones no se puede ir a ninguna parte, aunque todavía cuesta mucho que la plasmen de modo coherente.
En todo caso, no sé si estamos o no en una situación revolucionaria, lo que sí creo es que estamos en un proceso de crisis institucional, lo cual no es lo mismo. Téngase en cuenta que por ejemplo, si se proclamara una república burguesa europeísta que incluso fuera federa, ¿podría llamarse a eso Revolución? Sería, como he dicho, cambio institucional pero si los grupos de poder continúan existiendo poca revolución hay. Recordemos lo que Mr. Burns le dijo a Homer en uno de los capítulos «Lo cambiaría todo por un poco más». Los políticos burgueses y la clase capitalista españolas son muy capaces de largar al rey si tuvieran que hacerlo con tal de mantener su poder. Igual si se ven forzados a dar independencia a Cataluña o cualquier terruño. Por algo nuestros hermanos iberoamericanos los llaman «vendepatrias».
Si no hay alguien que quiera y sepa tomar el poder y mantenerlo teniendo claro qué cambio político profundo quiere realizar, las crisis institucionales sólo servirán para que nuevas generaciones entren en contacto con las tradiciones revolucionarias y se vaya formando un partido capaz de tomar el poder. Esto está por ver, a mi parecer.
Salud
En definitiva, lo que quiero decir lisa y llanamente es que este periodo no revolucionario del que hablo hay que verlo como la etapa de un proceso revolucionario. Es decir, en el periodo no revolucionario hay que hacer trabajo revolucionario.
Salud
Estimado Granados.
Antes de responder a tu crítica quería agradecerte tus comentarios e interés por el artículo. En primer lugar, creo que has apuntado cosas que son un perfecto escolio a lo dicho en el artículo y que, como sabes, en IH defendemos constantemente (reorientación económica y política a Hispanoamérica, España fuera de la UE, etc.). Como ha comentado el compañero Esquinas se plantean en el escrito acciones políticas que destacan precisamente la necesidad de una revolución, una transformación radical. Ahora bien, dada la situación actual y el orden establecido, este cambio radical es irrealizable en el corto plazo. Me explico.
Incluso si planteamos la cuestión desde coordenadas estrictamente marxistas-leninistas no se dan actualmente ni las condiciones mínimas necesarias de lo que Lenin denominó situación revolucionaria (que en lo esencial y salvo algunos matices, pueden ser aplicables a cualquier periodo histórico. Y aunque se dieran estas condiciones, ello no implicaría necesariamente una revolución). Pues bien, aun cuando se diera una situación revolucionaria, las «condiciones subjetivas», como el marxismo-leninismo las denominaba, podrían no cumplirse: organización, vanguardia política, etc.
Hoy día, como tú dices, es prácticamente imposible en España que haya una revolución a corto plazo con las acciones y medidas que apuntamos porque no estamos ni en dicha “situación revolucionaria”. Es decir, ya no es que sea más o menos cuestionable que se dé la famosa condición “los de arriba no pueden y los de abajo no quieren seguir en la misma situación”, sino que una de las condiciones de Lenin, y esto hay que recordarlo, es que la lucha de clases ha de haber alcanzado un grado de desarrollo muy avanzado, con una intensificación de las fuerzas sociales revolucionarias y además, con un grado de opresión y desigualdad socioeconómica muy elevado. Y esto, todavía, tampoco se da en nuestro caso, quizás porque hay economía sumergida que representa el 25% del PIB, por la llamada economía informal, por la existencia de instituciones sociales que actúan como baluartes de contención, etc. Esto habría que analizarlo más en profundidad.
También es cierto y siendo más rigurosos es que sólo podremos llamar a una situación revolucionaria como tal cuando ha llegado a ser una situación revolucionaria efectiva, es decir, cuando se ha producido una revolución. En caso contrario, sería una situación revolucionaria aparente.
Por otro lado, tampoco quiero decir con esto, que el marxismo-leninismo tenga la luz sobre la “verdad revolucionaria”, ni mucho menos. Pero creo que alguien que se precie de ser materialista, principalmente en política, ha de incorporar a sus explicaciones de forma crítica la enorme cantidad de análisis y argumentos que esgrimieron, Marx, Engels, Lenin, Gramsci y tantos otros sobre los procesos revolucionarios, la estrategia, la táctica, etc. Por supuesto, partiendo siempre de la realidad concreta en la que estamos inmersos con sus categorías socioeconómicas y políticas actuales.
Desde estas coordenadas, creo que estamos en un periodo no revolucionario con rasgos de situación revolucionaria aparente (resumo las etapas básicas: periodo no revolucionario, situación revolucionaria, revolución, nacimiento del nuevo sistema, desarrollo y consolidación… y posible muerte y transformación en otro sistema). Pero este periodo no hay que verlo como un hecho positivo de forma empírica, sin más, sino como una etapa que forma parte, o puede formar parte, de tendencias que habrá que ir configurando y conformando a través de la crítica ideológica, económica, social y política y, también, de la acción de grupos a través de instituciones. Por eso mismo, nuestra labor en esta etapa es fundamentalmente criticar a diversos niveles, llevar a cabo acciones de agitación y propaganda (la importancia de la necesidad de la creación de un bloque Iberoamericano a escala política que haga frente a la situación actual, crítica del europeísmo, fundamentalismo democrático, crítica a la Europa del eje franco-alemán, crítica a toda forma de opresión, etc.) e ir forjando estrategia y táctica organizativa con las alianzas oportunas, entre otras cosas.
La cuestión, eso pienso, es que no hay que tener miedo a hacer análisis que no sean meramente empíricos. Este es el problema del empirismo político, es decir, simplemente quedarnos con “esto es imposible en el corto plazo”, “es utópico”, etc. Ser materialista en política, no creo que sea simplemente constatar hechos positivos sino también, desenmascarar la realidad para buscar posibles rutas políticas, otros caminos posibles, que aunque a corto plazo no sean transitables, si que lo que puedan ser cada vez más con el paso del tiempo. El presente es infecto no es algo acabado y cerrado, y por eso mismo son posibles las revoluciones sociales y políticas.
Salud
Estimado Granados,
Comparto completamente tu comentario. Aunque si no interpreto mal al compañero Monforte, este va en la línea del clásico axioma estratégico marxista: «Proponer reformas que el capital no pueda realizar para poner en evidencia la necesidad de una Revolución». Es decir, si a menudo se proponen medidas eventuales que resultan en la práctica política irrealizable, eso sólo muestra la necesidad de una transformación radical de la situación.
El libro de Diego Guerrero es magnífico. Las izquierdas deben leer más a autores como Guerrero o Astarita. Gente como Chonsky es demasiado «fenomenológica», es decir, son buenos para los datos empíricos y para informarnos de muchas cosas pero luego no avanzan hacia la esencia del capitalismo con la profundidad que lo hace la Economía política marxista (Teoría del Valor-trabajo).
Salud
¡Perdona estimado Monforte!,pero creo que tu propuesta es irrealizable,por no decir utópica en las circunstancias actuales.
España vive desde el tardofranquismo en una economia abierta y la política industrial española no existe hace mucho tiempo.No somos más que un apéndice de la economia del eje franco-aleman(que frente a lo que piensa mucha gente fue establecido en los años 20 y luego con el hilerismo como ha demostrado Annie lacroix riz).
Los altos niveles de paro español no son más que la respuesta lógica al impacto de la competitividad en una economia abierta,y eso supone destrucción masiva de empleo a favor de las economias punteras como Alemania en un juego de suma cero.
El libro de Diego guerrero,»Competitividad.teoria y política», ariel,1995,asi como su artículo de 1996 sobre la economia andaluza,lo explican muy bien.
Poner en curso tus propuestas,significaria una auténtica revolución para los parámetros actuales ,ya que supondría.
-salida del euro y recuperación de la soberania monetaria.
-Cancelación total ó parcial de la deuda exterior.
-Reorientación económica hacia Hispanoamérica.
-Reaparición de un estado gestor protosocialista,cuya prioridad fuese la plena ó la mayor utilización de los recursos humanos disponibles.
-En relación, con este punto estas medidas no podrian acometerse sin una depuración de los aparatos del estado, especialmente en las autonomias y nacionalizando las grandes empresas.Es decir haría falta un aprendiz ó un infante de Lenin ó Stalin.
Sinceramente,dado el estado de decadencia tan enorme y el degradado material humano actualmente existente-por eso se habla tanto de la «excelencia»- y aquí hablo desde nuestros políticos burgueses que son simples triperos hasta la población en general,me parece virtualmente imposible.
España seguirá igual ó peor, en espera de una posible recuperación económica en función de los automatismos de la acumulación de capital ó un nuevo boom económico que también me parece altamente improbable por la dificultad de relanzar una nueva burbuja financiera en las economias capitalistas maduras.
salud.