Huelga 14N en España: los sindicatos de clase y las clases de trabajadores (Parte II y final)

Izquierda Hispánica cierra, con esta segunda parte, su análisis de la pasada huelga general del 14 de noviembre pasado, definiendose, de paso, ante las instituciones sindicales y al llamado movimiento obrero.

2) El posicionamiento de Izquierda Hispánica respecto al sindicalismo y el movimiento obrero.

 

Una vez analizada la Huelga del 14N, Izquierda Hispánica se definirse una vez más respecto a las instituciones sindicales y las posibilidades del movimiento obrero en el conjunto de la sociedad política. Nuestra postura conlleva, además, un posicionamiento respecto a otras instituciones que también se posicionan frente a los sindicatos. Izquierda Hispánica no es prosindicalista de modo incondicional y acrítico ya que entendemos que los sindicatos españoles tienen mucha basura interna que barrer. También reconocemos las limitaciones del movimiento obrero tanto en la consecución de sus objetivos propios de carácter económico-laboral como respecto a la sociedad política en la que deben desempeñar su labor. Pero si no somos fundamentalistas sindicalistas tampoco fundamentalistas antisindicalistas. No defendemos que los trabajadores hispanos disuelvan instituciones potentes de solidaridad efectiva. Esto les dejaría inermes ante el bloque liquidacionista sindical que forman el individualismo liberal y el nihilismo izquierdista teñido de sindicalismo revolucionario. Puede que esta solidaridad sea deficiente, como cuando se tiende a defender al trabajador veterano frente a los precarios. IH reconoce que no se puede escapar de las grandes instituciones ya formadas a lo largo de la historia y que la pretensión de crear sindicatos minoritarios, puros y revolucionarios, es más propias de aventureros que de materialistas que piensan y actúan desde lo realmente existente les guste o no. Por ello, la mejor forma de defender a las instituciones sindicales es criticándolas desde dentro para que hagan las cosas mejor. El sindicato es un arma más en la lucha que el socialismo iberoamericano está llevando a cabo y no vamos a tirarla a la basura para que nuestros enemigos la hagan suya.

 

Por ello,

 

a) Izquierda Hispánica critica y denuncia los aspectos ideológicos nefasto presente en los sindicatos en tanto suponen servidumbres teóricas y programáticas a intereses contrarios a esa labor sindical. Nos estamos refiriendo, por ejemplo, a nebulosas como puedan ser el europeismo. Como si Europa fuera «el progreso» al que todos nos tuviéramos que sumar y no hubiera detrás intereses de naciones concretas. O el fundamentalismo democrático, para el cual la «Democracia» es el procedimiento que todo lo cura, todo lo soluciona. Como la democracia siempre está adjetivada -democracia popular, liberal, orgánica, islámica, católica, etc.- el formalismo se convierte en el modo por el cual se defiende la democracia liberal de mercado pletórico, en sus versiones demoliberal, socialdemócrata y democristiana, c como la sociedad política definitiva y auténtica, calificando al resto de alternativas políticas democráticas como bárbaras o «inhumanas»). Nos estamos refiriendo también al seguidismo político respecto a partidos políticos concretos, como PSOE en el caso de UGT y, en parte por sus cúpulas, de CC.OO. Otro tanto se diría de la vinculación y apoyo que buscan los sindicatos, o aceptan de forma acrítica, en lo que se denomina “mundo de la cultura” e “intelectuales”. No dejamos tampoco de criticar la excesiva dependencia -que se desprende de todo lo anterior- de las subvenciones públicas y de los préstamos bancarios privados que lastran la independencia sindical. No somos ingenuos y no criticamos las subvenciones o los préstamos por principio. El problema de las subvenciones y préstamos es cuando pasan a ser la médula central de la financiación sindical impidiéndoles adoptar una política más radical y potente frente a sus enemigos. Todo ello acaba haciendo de las cúpulas sindicales más sumisas al poder político español y europeo sólo por cuestiones de supervivencia financiera de la institución. El trabajo por independizar el sindicato de este ancla financiero, sin caer en extremos absurdos, es otro de los trabajos que se debe llevar a cabo en el seno de la Hispanidad.

 

b) Izquierda Hispánica se posiciona radicalmente contra los enemigos liquidacionistas de los sindicatos, los liberales, y de manera especial contra los más radicales (anarco-capitalistas, monetaristas, paleolibertarianos, liberales «de orden» y sujetos similares). Estas pandillas sectarias y marginales, pero amamantadas vía subvenciones por el Estado que tanto aborrecen (la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, FAES, de José María Aznar, por ejemplo), son tan rompepatrias como los neofeudalistas de CiU, ERC, ETA, BNG y otros grupos de derecha antiespañola. Economistas como Jesús Huerta de Soto están al mismo nivel político contra España como lo pueda estar Artur Mas. También nos posicionamos contra la ideología miserable de la patronal española y sus propagandistas, que defiende la negociación individual entre obrero y empresario, la bajada misérrima de los salarios y tener a su disposición, como si de un buffet se refiere, a un extenso ejército de reserva de trabajadores de baja cualificación para que les hagan acrecentar su capital. El antisindicalismo fundamentalista de corte liberal es lo más contrario a los pilares ideológicos de Izquierda Hispánica ya que va orientado a la creación de una clase particular de individuos que obtienen su beneficio sobre el conjunto del patrimonio y riqueza nacional.

 

c) En Izquierda Hispánica somos conscientes de la influencia que la trayectoria histórica europeista que España ha tenido sobre los trabajadores españoles y portugueses. Tendencia nacidas ya en las propias dictaduras ibéricas recientes y que han dejado y dejan, día a día, su poderosa huella. El deterioro del tejido productivo español fue obra de la Unión Europea, con la connivencia de gobiernos españoles, oposición, secesionistas, la patronal y cúpulas sindicales. De todo ello, las bases no actuaron como pobres agentes engañados por sus dirigentes sino que en buena medida participaron dejando de lado a otros compañeros críticos con lo que estaba ocurriendo. Tampoco los trabajadores españoles no sindicados pueden librarse de ello, en tanto han votado a partidos políticos europeistas vendepatrias y rompepatrias de la nación española. Por eso decimos que el europeísmo es, esencialmente, extraño a los sindicatos españoles. Pese a la connivencia con la desindustrialización de nuestra Patria, realmente el problema de España no son sus sindicatos en cuanto tales, los cuales -nunca se olviden- no son los que dictan las políticas económicas sino los que responden siempre ante ellas. El problema del europeísmo recorre todas las grandes instituciones españolas, desde el Ejército y su doctrina militar, la Universidad, la Iglesia Católica, las Televisiones, el Cine, y un largo etcétera. Es decir, reconocemos y criticamos la parte de culpa de las cúpulas y ciertos militantes sindicales en la expansión del europeísmo, pero se trata de una parte alicuanta (aquella que divide al todo pero en partes desiguales) frente a otras instituciones(partidos políticos con responsabilidad de gobierno por ejemplo) que sí han tenido una parte mayor de responsabilidad en comparación con los sindicatos. Si nos negáramos a trabajar en las instituciones con ideologías y programas europeistas, tendríamos que habitar el limbo de los justos y no el mundo real que nos envuelve. O tendríamos que montar sectas «puras» y filosóficamente impecables a la espera de que la gente alcance por sí misma la verdad ejercitando la crítica del presente y termine por afiliarse a dichas sectas. De este modo, en vez de realizar la crítica del presente sería el presente el que nos criticaría a nosotros al reducirnos a un grupo de iluminados que, engolfados en sus verdades, son incapaces de influir mínimamente en su entorno. No se puede hacer política sin ensuciarse las manos. Con todas sus taras y problemas, los sindicatos son instituciones que, junto a muchas otras, podrían servir de material para construir un sindicalismo hispánico.

 

d) Los sindicatos ejercen, a su determinada escala, la hegemonía sobre los distintos tipos de trabajadores españoles. En las elecciones sindicales son votados mayoritariamente y consiguen desbordar el ámbito de su representación específica (los trabajadores españoles sindicados) mediante convenios colectivos que influyen también sobre los no sindicados, siempre de acuerdo con la Ley aplicada por el poder del Estado. Esto se ve, además, de manera muy clara en las manifestaciones que por la tarde del día de la huelga hubo en varias ciudades españolas, donde había más clases que las propiamente productoras o asalariadas. También se han manifestado profesionales concretos como funcionarios o policías, cuerpos profesionales que tienen sus propios sindicatos (como la Central Sindical Independiente y de Funcionarios, CSIF, y el Sindicato Unificado de Policía, SUP, respectívamente).

 

e) Izquierda Hispánica, además, no cree en el sindicalismo revolucionario, de corte anarco-sindicalista o soreliano-fascista (nacional-sindicalista). Los sindicatos son instituciones conservadoras en cierto sentido, pues su esencia no es otra que la lucha por las mejoras salariales o de situación laboral concreta de los trabajadores, por mucho los Estatutos de algunos sindicatos lancen las campanas al vuelo. La naturaleza institucional de los sindicatos impide que sobre ellos se monten movimientos revolucionarios viables. Los sindicatos solos jamás podrán sustentar un movimiento revolucionario.

 

Conclusión: Trabajar por la construcción de un Partido.

 

Esta labor es tarea del Partido político, en su sentido más genérico como aquella parte o agrupación de ciudadanos del Estado con planes y programas definidos frente a otras partes, no pudiéndose exigirle al sindicato que asuma funciones que no le son propias. Un Partido que sea capaz de orientar la lucha política en todas las instituciones en que se encuentre (sindicatos, universidades, policía, Ejército, etc.) hacia una unidad socialista iberoamericana. Ese Partido no puede nacer por ensalmo y por ello, la labor de la Asociación Cultural Izquierda Hispánica es ser el germen que, sobre los pilares de la Hispanidad, el Socialismo y el Materialismo filosófico, inocule la enfermedad que acabe con la hegemonía franco-alemana en Europa y con la hegemonía anglo-americana en el globo. No para imponer una hegemonía china, rusa o islámica, sino para que la Unidad Iberoamericana pueda, pese a su localización particular, ser universal y generadora en sus efectos.

 

Los trabajadores españoles, sindicados o no, han de orientar su lucha política no mediante huelgas de un solo día, al menos no solo. Han de orientar la lucha política en todas las instituciones en que se encuentren (sindicatos, universidades, policía, Ejército, administración pública, sector servicios, industria, sector de la educación primaria y secundaria, fundaciones privadas, ciudad y campo), hacia la crítica radical -a la raíz- a las instituciones culpables del sometimiento de España y Portugal, en particular la Unión Europea. Quizás, en un plazo más corto, para desde dentro de la misma utilizar los resortes imprescindibles para no dejarse avasallar por la prepotencia germánica, tolerada por los Estados Unidos de Norteamérica. Y en plazo futuro mayor, para reencontrarse con el resto de trabajadores hispanos, la «clase de clases» de trabajadores que en la Plataforma Hispánica son los sujetos atómicos formales de la Revolución que, desde las coordenadas ideológicas que conforman Izquierda Hispánica (Hispanidad, Socialismo y Materialismo Filosófico), han de protagonizar una revolución política que, aún local en su localización (Iberoamérica), sea universal en sus efectos históricos. O luchamos por la Alianza Socialista Iberoamericana, o nos obligarán a luchar por ideas que nos son extrañas, ajenas y perjudiciales.

 

Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo 

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