http://youtu.be/tL0Q9o6x5-A
Día sí y día también el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, hace suyo el dicho “donde dije digo, digo Diego”. Recuerdo la pasada campaña electoral para las Elecciones generales. González Pons y el mismo Rajoy en su enfrentamiento dialéctico con Pérez Rubalcaba, negaban que fueran a abaratar el despido; había que facilitar la contratación y no la salida del mercado laboral. De todos es conocido lo que sucedió después. Dijeron que no subirían los impuestos y los subieron. Para dar cobertura a su decisión adujeron una desviación del déficit, que en gran parte era responsabilidad, como se comprobó después, de comunidades autónomas con gobiernos de su mismo color. Además nos hablaban de las líneas rojas que nunca cruzarían en áreas tan sensibles tales como la educación, la sanidad o la dependencia. No tardaron en aprobar un recorte adicional de 10.000 millones de euros anunciado en una breve nota de prensa, rematada con la imagen de un Rajoy huyendo despavorido del Senado. Después le tocó el turno a nuestro sistema financiero – el mejor del mundo según el ex-presidente Rodríguez Zapatero-. Ni un duro de dinero público se destinaría a la banca. Al poco Bankia fue nacionalizada. ¡No habrá rescate europeo!, se desgañitaba Rajoy. Ya tenemos nuestro rescate, aunque el Presidente se empeñe en venderlo como una línea de crédito preferente. Podemos concluir sin miedo a equivocarnos, que cuando el gobierno anuncia que no tomará una medida, eso significa que ha ya decidido implementarla.
En la última rueda de prensa antes del rescate, Rajoy daba algunos detalles- manteniéndose en su tónica, pocos la verdad- en relación a la recapitalización de Bankia. Varias frases y explicaciones del Presidente llamaron mi atención, aunque destacaría una al final de su intervención: «No pueden caer las entidades financieras porque no se puede porque si no se cae el país». Las declaraciones de Rajoy tuvieron un efecto evocador de mi época de estudiante de bachillerato. El profesor de economía insistía a toda la clase con cierto aire catequético en las ventajas del capitalismo frente a las economías de planificación central. En el capitalismo si una empresa lo hace mal, no es competitiva en el mercado, o sus directivos no toman las decisiones correctas, la compañía sea grande o pequeña se arruina y fin del problema. La sociedad no tiene porque pagar la ineficiencia, los errores de otros a través se subsidios o ayudas. La crisis financiera mundial que empezó hace cuatro años en el mismo corazón del capitalismo, ha desmentido con rotundidad este sacrosanto principio de la economía de mercado. Estados Unidos, Alemania, Holanda, Bélgica, Reino Unido y finalmente España se han visto abocados a intervenir nacionalizando bancos en grave peligro de quiebra.
Efectivamente, el sistema financiero sea de titularidad estatal (economías socialistas), privada con intervención pública en la gestión (antiguas cajas de ahorros en España) o totalmente privada (Reino Unido, Alemania, Estados Unidos etc.) no puede caer porque por su tamaño e importancia estratégica en el núcleo de la economía, arrastraría a todo el sistema económico hacia la ruina. Enfrentados a una quiebra bancaria los liberales de corazón, que no de cabeza, hacen aquello que dicen nunca debiera hacerse: salvar con dinero público empresas ineficientes que han demostrado con creces estar mal gestionadas. De ahí que desde IH, sostengamos que todas las grandes entidades financieras deberían ser nacionalizadas, tengan o no tengan problemas. Dado que se trata de un sector estratégico que no puede caer, sus directivos y accionistas están en una posición de irresponsabilidad. Si lo hacen bien, dentro de la lógica del mercado, ganan; si lo hacen mal, también, porque en última instancia el Estado ejerce de asegurador de todo el sistema financiero. Es el Estado el que garantiza los depósitos, y si la quiebra se aproxima, es el Estado el que tiene que convertirse en “emprendedor” para solucionar la papeleta. Los liberales abominan de la gestión pública de la economía, pero a la hora de la verdad sólo se fían del Estado cuando de rescates se trata. ¿Quién asume realmente el riesgo? Así cualquiera.
Por cierto, que el Estado controle las entidades financieras estratégicas no es una solución mágica. En IH nos destacamos por no defender ni la mística del mercado, ni la mística de la planificación. Se pueden tomar malas decisiones, como la experiencia soviética nos demuestra, en la esfera de la gestión económica. Ahora bien, la titularidad pública garantiza que los ciudadanos no sólo pagarán cuando las cosas vayan mal- como sucede ahora- sino que también recibirán los frutos de aquellas decisiones acertadas que los gestores tomen. Se trata de evitar lo peor del liberalismo realmente existente que socializa las pérdidas y privatiza los beneficios.
¡ Cómo casi siempre coincido con el excelente comentario- apostilla de Esquinas!, naturalmente que esa planificación a pie de calle es perfectamente compatible con la planificación central; ahora bien la agencia de Planificación debe tener conocimiento de esas actividades a efectos macroeconómicos , incluso simplemente mediante el control automatizado.
Ciertamente, dada la inexistencia de la cibernética, en la época de stalin, las purgas eran el medio idóneo de control de la eficacia;Uno de los meritos de stalin y su grupo, fue el de saber controlar a los directivos de las empresas, cosa que sus sucesores no supieron hacer en absoluto, y cuando se intentó timidamente- con éxito en los ferrocarriles- entre 1982-1985, es curioso que se recurriese expresamente a los «metodos estalinianos» y ya seria cuestión de debate académico si el «coste humano» era alto ó bajo, máxime si lo comparamos con las «formas esclavistas» del capital en las maquiladoras, plantaciones, etc, etc.
El llamado método de management estaliniano podría formularse, «primero se controla a los directores y directivos y después a los trabajadores «que no cumplen» con el bien común», justo lo inverso que en el capitalismo»primero se controla a los trabajadores, pues para eso están los directivos».
salud.
Como conozco los trabajos del compañero Valderovich sobre el asunto, aclararé su última afirmación. Se refiere al tránsito entre la investigación académica y científica al ámbito de la producción real. En número de patentes, invenciones e «innovación» científica, la URSS fue equiparable al occidente capitalista. Pero en la capacidad para trasladar esos avances al plano productivo real fue deficiente.
Esquinas no podía haberlo explicado mejor. Otro problema de mala planificación fue la incapacidad para trasladar la innovación tecnológica(informática, electrónica, robótica) que se estaba produciendo en el campo militar y aeroespacial a la industria civil.
Interpreto que el compañero se refiere, cuando habla de la mística de la planificación, no a lo que se ha referido la interesante y atinada intervención de Granados sino a otra cosa en la que casi nunca las izquierdas hacen referencia y es a que la planificación, por si sola, no es en sí misma garantía de mayor eficacia porque, como constató Antonio Labriola, se puede planificar mal. Es decir, que aunque tengamos los medios tecnológicos, las decisiones económico-políticas pueden ser arbitrarias o nefastas.
¿Por qué es esto importante? Pues porque entonces no basta con proponer una economía planificada sino también un modelo político capaz de optimizar y modificar las decisiones incorrectas, además de que hace falta un programa ideológico racional y no delirante. Dicho de otro modo, los planificadores pueden no asumir un avance tecnológico o científico por la creencia que es «burgués» -pongo un ejemplo- y esto es cuestión ideológica de no tener claro la diferencia entre la eficacia técnica de algo y el contexto social en el que nace. Por ello la lucha por el socialismo es también una lucha «por la racionalidad», es decir, por intentar conformar ideologías que limiten los delirios, las supersticiones, oscurantismos, etc., que también están presentes entre las izquierdas.
Otro asunto, es el del modelo de planificación. La crítica que los austriacos le hacen a la posibilidad de socialismo no tiene en cuenta que también en el socialismo hubo y hay empresa. Esto quiere decir, que no hace falta un centro planificador que lo planifique absolutamente todo sino para usar una fórmula escolástica «totius, sed non totaliter», es decir «todo, pero no totalmente». Es decir, el plan puede ser genérico pero dejando autonomía a las empresas socialistas para que a su vez ellas planifiquen a su escala y, dada su cercanía «a la calle», recojan información que a su vez puede ser utilizada por el centro planificador. Esto lo digo porque los problemas soviéticos en la planificación más graves, a mi parecer, estuvieron en la descoordinación de las empresas socialistas. El caso típico era de la fábrica a la que le sobraba papel y a la de tres calles más allá le faltaba pero si no había una orden del centro planificador no podía realizarse el intercambio. Esto se intentó solucionar pero no se consiguió. Otro asunto, y también al hilo de lo anterior, es que no hubo agencias socialistas de calidad -encargadas de inspección de calidad- hasta los años ochenta. En la época de Stalin esto no había problema porque en la fábrica que producía algo de mala calidad sus cuadros eran purgados -no necesariamente fusilados, sino defenestrados de alguna forma, removidos, mandados a un campo de trabajo para que aprendieran, etc.- y por ello la época de Stalin fue más dinámica aunque supuso un coste social porque la dialéctica de la purga funciona sólo hasta ciertos límites. Por eso tras Stalin nos encontramos con unos burócratas-directores de empresas que no temen ser removidos pero ninguna agencia que controle la calidad de lo que se produce.
Para terminar, el problema clásico de la respuesta ante la demanda en el socialismo hoy tiene más fácil solución que hace años y es gracias a instituciones como los supermercados. Saramago los odiaba, pero sin razón, a mi modo de ver. Hoy un Carrefour, por ejemplo, sabe a la semana -y casi al día- la cantidad de cerveza o cualquier producto que se está vendiendo. Un Estado socialista podría tener grandes centros de distribución de mercancias, «supermercados» socialistas, donde se transmitieran los datos al centro planificador y saber así en cada momento el auge de la demanda. Si se ve que de un producto no se vende nada y otro es muy demandado, debe haber la posibilidad de, o bien hacer el cambio productivo o bien, si es por interés del Estado y la sociedad, crear campañas de publicidad en la que modificar la demanda de la gente.
Salud y gracias por particiar.
Valderovich afirma:»En IH nos destacamos por no defender ni la mistica del mercado ni lamistica de la planificación.Se pueden tomar malas decisiones, como la experiencia sovietica nos demuestra en la esfera de la gestión económica».
Hay que puntualizar lo siguiente,
1º.los partidarios de la planificación socialista nunca han defendido la»mistica»de la planificación, excepto aquellos «emboscados»(circulos bujarinistas, kruschevistas ó gorbachianos en la ex-Urss) apologetas oportunistas de la planificación, que de facto, trabajaban para el hundimiento del sistema sovietico mediante el sabotaje deliberado.La evidencia histórica para el periodo de stalin y el postestalianiano es abrumadora y sólo un ciego no desearía verla.
2º La experiencia demuestra los desastres macroeconómicos a los que lleva la «economía de mercado» pero respecto a la planificación (y hablo en términos macroeconómicos) esta en puridad nunca ha existido, lo que existió como sistema sovietico era más bien un «sistema económico administrado» ó»economia de comando».Los bordigistas y anarquistas exaltados lo llamarían «capitalismo de estado».
El problema de la URSS no era microeconómico donde contaban con la formidable aportación de Kantorovich sino macro ya que era técnicamente y por tanto humanamente imposible hasta la decada de los 80, hacer planificación macroeconómica en terminos desagregados.Esto es lo que explica, parte de los errores de los gestores soviéticos.Me parece que esto que digo ha quedado contundemtemente demostrado por Paul cokshott -Alin Cottrell:»Socialist planing after soviet union colapse»( Revue etudes europeenes,1993).
Sólo un funcionario soviético del Gosplan muy zopenco podía hablar en 1984, de la «mistica de la planificación», cuando en esa fecha sólo eran capaces de «planificar» 100.000 productos de un total de 7.000.000 de items que fabricaba el sector público soviético.
Por supuesto, también se podría hablar en términos puramente abstractos, del enorme desnivel de recursos humanos- incluido el drenaje hitleriano- capitalista de 27 millones de personas sobre el «manpower» soviético- y técnicos que existía entre el campo capitalista y el «socialismo real».
Salud,Granados.adrid.
Totalmente de acuerdo con el comentario de Manuel
Llamar «Rescate» a lo que son prestamos es un equívoco. Además, en condiciones bastante gravosas, sobre todo por las imposición de reformas y ajustes que nos hundirán aún más en la ruina. En el fondo, lo que los españoles estamos cambiando es deuda privada por deuda pública, que constituye una operación muy lucrativa para los acreedores -principalmente alemanes- de las entidades financieras con problemas que logran garantizar sus créditos y limpiar, por tanto, sus también malas inversiones. Así, Bankia por ejemplo, los activos tóxicos que pueda tener convierte a su vez en tóxicos los créditos que las entidades extranjeras tienen frente a ella. Son estas entidades europeas (algunas americanas) las verdaderamente rescatadas. También en el caso de Grecia, Irlanda y Portugal.
SALUD. MANUEL.