Mamá, quiero ser marxista

El marxismo vuelve a estar de moda. Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que Marx desapareció del horizonte vital del común de los mortales. Tan sólo un grupúsculo de incombustibles marxistas continuábamos leyéndolo, releyéndolo y, si estabas influido por los franceses, «repensándolo». La Unión Soviética ha caído, ¿no te has dado cuenta? Este era el mantra que se nos repetía. Y bien que nos dimos cuenta, porque los Estados capitalistas comenzaron a apretar las tuercas al personal trabajador. Sin el miedo al comunismo, el capital volvió a verse sin control y a hacer de las suyas, que no es otra cosa que buscar el beneficio allá dónde se encuentre destrozando lo que aparezca en su camino. Y si el beneficio estaba en productos financieros basura, el ladrillo o cualquier burbuja búrsatil, allá se iba como alma que lleva el diablo.

 Y estalla la crisis. Y la crisis, dura. Y sigue durando. Y la cosa comienza a moverse en la calle. Comienza a acercarse gente a los partidos que portaban la bandera de Marx. Comienza a escuchársenos en asambleas. Una nueva generación entra en la cancha. Una generación que perdió el contacto con la antigua generación de luchadores. Lo mejor, es que esa generación no arrastra viejos vicios de las izquierdas anteriores. Lo peor, es que tampoco arrastra sus virtudes. Utilizando la ideología democratista del régimen y abierta a los eslóganes populistas comienza a interesarse por la política. Y algunos, no muchos por ahora, comienza a desencantarse de ese populismo indeterminado e indefinido para buscar alimento de mejor calidad. Y aquí entra el marxismo. Porque el marxismo, el buen marxismo, es díficil. Es duro y requiere tiempo y esfuerzo. Pero consigue sacarte de la estupidez del izquierdismo nihilista. Ese que no te apegaba a la realidad. La diferencia entre el izquierdismo y la izquierda -aquí Lenin es imprescindible- no es más que el saber que la realidad es dura y difícil de transformar. No la cambian los eslóganes ni las asambleas interminables. La cambia la organización seria, la disciplina democrática, la teoría fuerte, la estrategia decidida y la táctica audaz.
Algo está cambiando en el ambiente gracias a la crisis y a la coyuntura política internacional. Ya podemos decir, que hay quién no se ha enterado de que «cayó» la Unión Soviética. Y remarcamos la palabra «cayó» porque ya estamos en otra fase «pos-caída de la Unión Soviética» en la que el viejo imperialismo (¿es que alguna vez murió?) multipolar resuena como en 1914, en el que Iberoamérica hierve de movimientos sociales de masas y en la que nuevas generaciones entrar en política. Y esas nuevas generaciones ya no quieren ser las nuevas generaciones de Suárez, Fraga o Felipe Gónzalez- Ahora dicen «mamá, quiero ser marxista».

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5 Respuestas a “Mamá, quiero ser marxista”


  • Jaume Farrerons

    Usted, Escalante, tiene un problema de retraso mental, deje la filosofía, dedíquese al fútbol, pedazo de merluzo.

    http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Tom%C3%A1s_Escalante

  • No conozco a ningún marxista que diga que Marx fue el inventor del socialismo. Por otra parte, el deber-ser brota del mismo ser, y esto es inherente a la propia dialéctica hegeliana heredada por Marx. Esto en parte puede ser metafísico pero confundir el deber-ser con el ser es tan malo como diferenciar el deber-ser del ser.

    No sé dónde está el delirio, que en todo caso sería pensar que alguien hace 500 años ya había llegado a las mismas conclusiones de Marx. ¿También llegó a la misma teória del bonapartismo definida a partir del gobierno de Napoleón III? Si fue así, sería un crack al definir el bonapartismo antes de la existencia de los Bonapartes. Analogías y antecedentes siempre hay en la historia, pero no se puede negar la originalidad ni «la tradicionalidad» de Marx.

    La «descripción» del capitalismo de Weber es interesante, pero en modo alguno comparable a la de Marx en tanto profundidad y matices.

    Saluz.

  • No entiendo el delirio por Marx. Tal vez se deba a que, un numero cada vez mayor de personas, se està dando cuenta que el capitalismo financiero que tomò el poder es un cancer tan abyecto, que acabarà con todos, incluyendo los propios banqueros. Tratando de imaginar una salida a la barbarie,la gente està viendo con ojos de esperanza al regimen opuesto al capitalismo financiero: el socialismo y, de ahì a asociarlo unìvocamente con Marx, hay un solo paso. A establecer esa confusion han contribuido sustancialmente los sacerdotes marxistas, que lo presentan como el «inventor» del socialismo y nada es mas falso. Las ideas centrales del socialismo existian siglos antes de que naciera Marx. De hecho, historiadores alemanes han encontrado que un pensador àrabe, 500 años antes de Marx, ya habìa llegado a las mismas conclusiones que èste acerca del capitalismo y su evolucion. Estos hallazgos no disminuyen el aporte de Marx al entendimiento del sistema capitalista, pero, colocan su figura en un sitio mucho mas modesto. Por otra parte, y eso es lo extraño (¿lo es en realidad?, aun los marxistas mas convencidos «parecen» ignorar que, en realidad, el marxismo no es una teorìa del socialismo, sino del capitalismo. Es una buena teoria del capitalismo, es cierto. Sin embargo, frente a la descripciòn del capitalismo que hace Weber, es discutible si la teorìa de Marx es la mejor.

    En cuanto al socialismo, Marx no estableciò ninguna teorìa del sistema socialista, ninguna teorìa cientìfica por lo menos, sino que se limitò a opinar que «deberìa» ser mejor que el capitalismo. La confusiòn categorial marxiana entre «ser» y «deber ser», multiplicada miles de veces por la imbecilidad de las burocracias -- las «nomenklaturas»- de los partidos comunistas en el poder, ha sido la fuente de los innumerables errores administrativo- ideològicos què, finalmente, liquidaròn uno de los grandes sueños de la Humanidad: el sistema socialista cientìfico.

  • Pablo Iglesias conoce muy bien a sus clásicos, Lenin y Antonio Gramsci. Para dar el pelotazo electoral en las europeas (campo de maniobras de lo que está por venir) se encontró hecha la hegemonia cultural que debe preceder o todo éxito político, y que hasta la derechita acomplejada había asumido con la misma falta de crítica con la que uno observa la Ley de la Gravedad. Por ahí, Gramsci no le hizo sudar mucho la camiseta a Pablo Iglesias, que tampoco necesitó un esfuerzo hercúleo para aplicar, desde los medios de comunicación que se enamoraron de él, las máximas leninistas sobre «la exacerbación de las contradicciones del Sistema» y «cuanto peor mejor». Sobre un escenario de paro y pobreza, con millones de españoles huérfanos de pan y de justicia, Pablo Iglesias ha gritado ¡ tierra a la vista !. O sea, «los bancos a los que habéis salvado con vuestro dinero os echan de vuestras casas porque no les podéis pagar las hipotecas». Tan sencillo como eficaz.

  • Supongo que debido (y previendo) a ese resurgimiento de la resistencia contra el Capital, éste, en su interminable metamorfosis, ha creado una nueva forma de disidencia controlada a través de Pablito, personaje mediático aupado a la escena pública por capitalistas como Roures o Lara Bosch. De tal manera que muchos que potencialmente habrían acabado diciendo «Mamá, quiera ser marxista´´ han sido reconducidos al redil de la posmodernidad flácida con el «Mamá, voy a votar a Podemos y Pablito nos va a sacar de las garras de la pérfida casta´´
    Y la dialéctica funciona bastante bien; en muchos foros de internet, votantes de Podemos, tras haber sido confrontados con las pruebas de que Pablito ha recibido la ayuda del capitalismo mediático nacional e internacional (antes los burros volarán que el Capital dé puntada sin hilo) y que su programa en realidad no es más que ninismo político vendehumo, acaban interpelando que «antes que gobierne el PPSOE, que gobierne Podemos´´ La TV crea y destruye los ídolos, y sus fieles se postran ante tal espectáculo de teogonía catódica.

    Con respecto a Marx, como con casi todo lo demás, se lo ha licuado en el flujo indefinido de la fraseología, aún así, si su terminología se vuelve a poner de moda sin sonar «carca´´ se podría aprovechar para (re)crear un discurso de crítica al Capital (que por su misma naturaleza es internacional, ahora financiero-global) y defensa de la patria como único elemento definido capaz de hacerle frente.

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