Ucrania, campo de batalla entre plataformas continentales

Este artículo fue publicado en la web personal del autor el 2 de diciembre de 2013, y posteriormente en la web de Open Society Online el 8 de diciembre del mismo año. A pesar del tiempo transcurrido, lo rescatamos por su actualidad:

http://www.armesilla.org/2013/12/ucrania-campo-de-batalla-entre.html

http://www.opensocietyonline.com/index.php/es/temas/item/263-ucrania-europa.html

Las fuertes protestas callejeras que comenzaron ayer en Kiev, capital de Ucrania (y capital del medieval Kanato de Kiev, raíz histórico-política del posterior Imperio Ruso), realizadas por europeístas radicales, opuestos al gobierno prorruso de Víctor Yanukovich, no es más que un episodio más de las tensiones que en la parte más occidental de la Plataforma o Continente Eslavo, la llamada «Europa del Este» sin Rusia, se han vivido desde prácticamente la conformación de los grandes Estados imperialistas europeos, principalmente Inglaterra y Francia y, posteriormente y con mayor virulencia, Alemania, y Rusia, una nación que, con el permiso de España, es la que más «se piensa a sí misma», esto es, la que más intenta a nivel filosófico definirse (¿Rusia es Europa? ¿Es Asia? ¿Es las dos cosas? ¿Es una «civilización» como afirma el filósofo metafísico fundador del nacionalbolchevismo Alexandr Duguin -un personaje central en el neofascismo y hoy muy influyente en el Kremlin a través de su think tank, Evrazia-?), pero también político.
El territorio que hoy ocupa el Estado ucraniano fue históricamente dominado por potencias como Polonia, Lituania (unidas ambas en la Repúblicas de las Dos Naciones) Rusia y su heredera la Unión Soviética, la cual constitucional y administrativamente delimitó las actuales fronteras ucranianas y posibilitó su secesión a pesar del referendum en toda la URSS de 1991 en el que abrumadoramente el pueblo soviético en su totalidad votó por la unidad, pues así funcionaba el «derecho de autodeterminación» a la soviética. La invasión nazi de la parte occidental de la URSS, incluida Ucrania, levantó muchas adhesiones entusiastas en esos territorios además de en el resto de «Europa del Este», donde se establecieron multitud de Estados filo-fascistas con características nacionalsocialistas que, debido a la victoria soviética, acabaron formando parte del campo imperial comunista. La hambruna ucraniana o «Holodomor» de la década de 1930, más las tensiones políticas que se vivían en el seno mismo del PCUS, acercaron a muchos comunistas soviéticos y disidentes a los poderes políticos que en la Europa occidental se estaban conformando en el periodo de entreguerras, siendo este un episodio más de las típicas tensiones dentro del Continente Eslavo que dudan entre conformar un bloque geopolítico propio o acercarse al campo europeo central y occidental. Ya en los primeros tiempos del Imperio Ruso ello se notó en el mismo himno, «Dios Salve al Zar«, cuya música era la misma que la del himno británico. Y en los tiempos de Stalin, y es algo que pocos han señalado, esta tensión «pro-occidental / anti-occidental» sería la que determinaría el final trágico de Trotsky, pues si este líder bolchevique creador del Ejército Rojo no hubiera clamado públicamente desde su exilio fuera de la URSS por la «liberación de Ucrania del yugo estalinista» ya habiendo comenzado la Segunda Guerra Mundial, probablemente Ramón Mercader nunca hubiera tenido el deber de acabar con su vida. No puede desconectarse, por tanto, el asesinato de Trotsky de este contexto histórico particular de la Segunda Guerra Mundial y de la construcción del socialismo soviético «en un solo país» (en regressus interno a nivel de dialéctica de clases para, una vez consolidado, como así ocurrió tras la victoria aliada sobre el Eje nazifascista-japonés, realizar el progressus revolucionario imperialista internacionalista que posteriormente se efectuó: telón de acero, COMECON, revolución china, revolución coreana, liberación nacional de Vietnam, Cuba y diversas naciones del Tercer Mundo, mayo de 1968, etc.), ni tampoco, a un nivel más general, de las tensiones geopolíticas propias del Continente Eslavo frente a los Estados imperialistas depredadores del centro de Europa.
Ya caído el Imperio Soviético, y en pleno siglo XXI, la mal llamada «revolución naranja» (ahora se llama revolución a la simple multitud protestando en las calles, lo que muestra el daño teórico-político de las ideas de Toni Negri y Michael Hardt a lo que se entiende como «movimientos sociales») fue una muestra más de estas tensiones, pues tras los discursos democratistas de Víctor Yushenko y Yulia Timoshenko (multimillonaria empresaria mimada por Alemania y el Continente Anglosajón, y hoy en prisión por realizar acuerdos desventajosos para Ucrania en materia gasística comprando con demasiado dinero gas a Rusia, la gran proveedora del mismo a Europa del Este y a Alemania incluso [ACTUALIZACIÓN: Timoshenko está a punto de salir en libertad]) lo que subyacía era el enésimo intento, en los tiempos presentes de manera democrática, de hegemonía continental de Alemania sobre toda Europa, desde Lisboa a Vladivostok. Los prorrusos de Yanukovich ganaron las elecciones posteriormente y, hoy día, y a pesar de las protestas de los comunistas y los patriotas proeslavos ucranianos, el mismo Yanukovich busca la integración con la UE-Alemania, aún sabiendo que esto supondría, a nivel microeconómico, la necesidad de inyectar con 160.000 millones de dólares estadounidenses a la industria ucraniana si no se quieren ver resentidas en los primeros años de esa futura integración las clases trabajadoras más débiles de Ucrania.
Pero esa búsqueda de la integración con el IV Reich que Yanukovich afirma en sus discursos choca con la realidad de su gobierno prorruso. Putin, probablemente el político del presente con mayores dotes de gran estadista, se apoya en sus pretensiones de retorno de Rusia al escenario geopolítico como hipepotencia tanto de los comunistas como de los nacionalistas rusos radicales, así como de gente como Alexandr Duguin. Y estos grupos son los mismos que en Ucrania, y así también en Moldavia, ofrecen resistencia a las pretensiones depredadoras germanas (ya Stanley G. Payne en su obra maestra «El fascismo» afirmaba que a la larga resultaba imposible el entendimiento entre los grupos fascistas eslavos y los nacionalsocialistas alemanes, pues los primeros -y salvo grupos más germanófilos abiertamente nazis- arrastraban la tradición cultural-política eslava de rechazo y repulsa a las pretensiones de expansión imperial de Prusia y, después, del Segundo Reich). Moldavia, ex-república soviética muy cercana culturalmente a Rumanía, a pesar de haber firmado un preacuerdo de asociación con la Unión Europea, tiene una muy fuerte oposición antieuropeísta en su seno, liderada por fortuna por los comunistas. Asímismo, Putin mantiene excelentes relaciones en todos los sentidos con todas las repúblicas ex-soviéticas de Asia Central, y ha conseguido conformar un grupo prorruso geopolítico, la llamada Asociación Oriental, en la que países como Armenia, también ex-república sovietica, se han decantado por la unión aduanera con Rusia, por no hablar de las claras lineas de entendimiento entre Rusia y la Bielorrusia de Alexander Lukashenko. La Unión Euroasiática que el tandem Putin-Medvéded tratan de construir sobre el cuerpo de la Comunidad de Estados Independientes surgida tras la disolución en 1991 del Imperio Soviético, podría plantar cara de manera frontal a las pretensiones colonialistas de Alemania-UE, y en esta dialéctica de Estados Ucrania es una pieza fundamental. Si esta Unión Euroasiática consigue integrar a Ucrania en su seno (también pretende integrar, curiosa y significativamente, a Siria), Rusia podría liderar de nuevo una Plataforma Eslava heredera de la URSS que disputaría la hegemonía imperial internacional a Estados Unidos y su Plataforma Anglosajona-Germánica y a China y su Plataforma Asiático-Comunista (Vietnam, Laos, Birmania, Nepal y Corea del Norte son sus mayores bloques de contención geopolítica).
De este juego entre Continentes geopolítico-culturales se quedan fuera, en su expresión más maximalista, otras dos plataformas continentales que señalamos ya en un artículo anterior (http://labalsadepiedra.org/wp-content/uploads/armesillaconde_plataformas_lbdp1.pdf, y su apéndice, http://labalsadepiedra.org/wp-content/uploads/armesilla_apendice.pdf): el continente islámico y el continente hispánico. El primero tiene en el petróleo saudí y en la yijad islamista sus herramientas expansionistas más potentes, pero no dispone de un Estado hegemónico con la extensión, las materias primas y la población suficientes como para liderar una unificación más exitosa (las tensiones entre Arabia Saudita, protegida por los anglogermanos, e Irán, más alineada, aún con rencillas, al tercermundismo, a Rusia y a China, son ejemplo de esta imposibilidad de liderazgo), a lo cual se une la eterna e irreversible fitna (guerra civil interna en Dar al Islam, territorio fiel a la palabra de Mahoma) que impide la unión del Islam, fitna fomentada por Estados Unidos de manera bastante prudente en tanto que permite la distaxia o desorden en diversos países musulmanes poniendo a rebeldes islamistas al frente de los mismos, los cuales han demostrado siempre llevar a la ruina socioeconómica a las naciones donde han gobernado hasta el punto de transformarlas en Estados fallidos (Afganistán, Yemen, Somalia, Sudán, etc.).
El caso del continente hispánico es más complejo, pues aún contando con naciones con capacidad de unificación (Brasil, México, unos Estados Unidos hispanizados del todo, pero esto es potencia beta-operatoria más que acto alfa-operatorio), ninguna de ellas tiene esa capacidad total ni esa independencia política respecto de otras potencias (Estados Unidos anglosajón, Alemania, Rusia, China), más luego las divisiones internas son bastante pronunciadas: en primer lugar entre la parte más puramente hispánica y la más lusa liderada por Brasil, históricamente muy unida al imperialismo anglosajón; en segundo lugar las divisiones ideológicas entre grupos de Estados con acuerdos político-económicos como puedan ser el ALBA y el MERCOSUR bolivariano-populistas por un lado y la Alianza del Pacífico más liberal-conservadora, donde solo UNASUR media como institución unitaria pero únicamente a nivel suramericano, siendo la única institución supranacional de verdadera unión intercontinental la desgastada Cumbre Iberoamericana, inspirada por el ex-presidente español José María Aznar, a su vez (dicen) inspirado por su lectura particular del libro «España frente a Europa» de Gustavo Bueno. No obstante, España, núcleo de la Hispanidad, ha acentuado durante esta crisis económica y nacional que padece, también debido a las tensiones separatistas, su europeísmo y su anglofilia alejándose de Iberoamérica, acercamiento solo hoy defendido, de manera paralela al eslavismo comunista y neofascista ruso, por post-comunistas como Julio Anguita o Pablo Iglesias Turrión (este último no deja de ser europeísta, y por ello busca representación en Bruselas a través de su plataforma troskista PODEMOS) y por grupos tercerposicionistas como la clásica Falange. No obstante, tanto unos como otros en España no renunción a la unión con Europa, siendo Izquierda Hispánica el único grupo abiertamente antieuropeísta de España, pero cuya fuerza política es insignificante hoy por hoy.
Lo que está claro es que Rusia no va jamás a consentir, si no se vuelven estúpidos sus líderes y ciudadanos , que «Europa» la hostigue, la domine y la someta. Cosa que en España sí ha ocurrido, y por ello hoy España no puede liderar en absoluto una unión iberoamericana soberana que plante cara a Europa y a Estados Unidos de la misma manera en que lo hacen eslavos y asiáticos. Lo que no obsta para seguir trabajando hacia el medio-largo plazo en un mayor antieuropeísmo (que no mero euroescepticismo) en suelo español. La cuestión, sin embargo, a resolver, es: ¿qué nación hispánica puede liderar la unión iberoamericana?

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2 Respuestas a “Ucrania, campo de batalla entre plataformas continentales”


  • Este artículo de Frederick Forsyth tiene el mérito de reconocer sin subterfugios que la política exterior no es cuestión de principios éticos sino de intereses y correlaciones de fuerzas.

    http://internacional.elpais.com/internacional/2014/03/06/actualidad/1394135494_689022.html

    Pero enseguida incurre en el prejuicio tradicional occidental contra los rusos: «Rusia nunca ha liberado un territorio», dice. Claro, evidentemente. ¿Quién lo ha hecho? ¿Desde cuándo una liberación no va seguida de la ocupación? ¿Acaso no lo hicieron los americanos sembrando Europa de bases militares tras la guerra? Como los soviéticos en Europa del Este, claro. ¿En quién está pensando Forsyth cuando habla de liberaciones? ¿En el Imperio Británico? ¿En Bush y Blair en Irak? ¿Qué entendemos entonces por liberación? Los soldados que se inmolaban en 1792 en Valmy no lo hacían en defensa de los derechos del hombre y del ciudadano proclamados por la Asamblea Francesa, sino en defensa de las fronteras amenazadas de Francia. Que esa defensa fuera una respuesta a peligros reales o tuviese mucho de paranoia es harina de otro costal, pero me inclino a pensar en lo primero. Una vez que Francia se convertía en un estado con sus fronteras protegidas o expandidas, los principios solemnemente recogidos en aquella declaración podrían ser una realidad…con la ayuda de la fuerza militar, obviamente. Hay que ser ingenuo para pensar otra cosa.
    Los búlgaros, por cierto, consideran que los rusos les liberaron de los turcos, pero que le pregunten a Forsyth.
    «Putin tiene un problema», dice. Evidentemente, un personaje que aparece fotografiado en las poses de Putin, tiene un problema…no distinto de los problemas de otros mandatarios como Sarkozy montando a caballo con gafas de sol o Berlusconi organizando orgías en su mansión de Cerdeña con la participación de respetables mandatarios occidentales. Putin es una caricatura porque hace a plena luz del día lo que otros mandatarios hacen a escondidas.

    Frente a Rusia, seguimos los occidentales imbuidos de desprecio y buena conciencia.
    Pero a pesar de todo el artículo de Forsyth es mejor que muchas estupideces escritas por ingenuos europeístas que siguen pensando en Europa como un edén de paz y libertad.

  • Brasil, sin duda.

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