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Hablaba una vez el Conde Luchador con Patrono, su consejero, de esta manera:
-- Patrono, no entiendo nada. Resulta que siempre he tenido fe en mis ideas, en mis actos y en la gente que me rodea; pero resulta que desde hace un tiempo noto algo diferente…como si el sistema en el que me apoyo se derrumbara… ¿A qué puede deberse?
-- Mi más fiel y amigo Luchador, respondió Patrono, le contaré la historia de un país que un día decidió regirse por ideas exportadas haciéndolas propias y sucumbió al pecado clasista:
Corría el año 2008 en un país llamado España. Por aquél entonces, la gente vivía a lo grande: pisos de cincuenta millones, coches de lujo, pintxito por aquí y por allá y, porqué no, vacaciones en la República Dominicana. En ese país todo era un chollo y el que podía hacía dinero fácilmente. El obrero medio por fin pudo jugar al juego de los ricos… Pero fue también por aquél entonces cuando las cosas empezaron a torcerse, la buena vida empezó a apretar y esos maravillosos placeres materiales empezaron a agobiar a gran parte de los ciudadanos de todos los Reynos de aquél país. Así que, en vez de ir a esquiar terminaron esquilándose sus hermosas e inteligentes cabelleras. Muchas de aquellas gentes se refugiaban en lo que creían sus casas… que eran de los bancos… y claro… se puede imaginar, señor Luchador, cómo cambiaron sus sueños… sus esperanzas.
A pesar de todo, la situación aún se sostenía, y todavía podían tomarse medidas para un «aterrizaje suave»… pero como por un lado, el Presidente que tenían sólo era un supervisor de nubes y no tenía ni idea de casi nada; y por otro lado, también hubo oportunismo empresarial y los más maleantes decidieron quitar lastre, a las plantillas «acostumbradas a la buena vida» les vino el mazazo… La mala vida tiñó de negro el paisaje que antes se tornaba azul.
Aunque no lo crea Luchador, buena parte de la limpieza se hizo en silencio. Los naipes industriales caían ante los ojos de todos y la lucha se tornaba individual. Nadie se unía a nadie. Los sindicatos mayoritarios, principalmente, sólo estaban para recibir premios a la concordia, felicitaciones y comilonas. Como buitres, engullían la putrefacta carne proletaria. Nadie se solidarizaba, la lucha era un mero circo. A lo más que llegaban, era a decir: «cuando llegue la derecha, se van a enterar…». ¿Comprende, mi querido Conde Luchador…?
-- Me asombra, Patrono, me asombra… ¿Tienes alguna moraleja…?
-- Naturalmente, señor…: Reunión de pastores, ovejas muertas.