«La Nación, que hasta 1810 era el conjunto de América hispana, y en cierto sentido, también España, se disgrega en una polvareda difusa de pequeños Estados. (…) En el siglo que presencia el movimiento de las nacionalidades, la América indo-ibérica pierde su unidad nacional. (…) Un acto de reposesión de nuestro pasado histórico será el primer paso de nuestra revolución. El proletariado latinoamericano del siglo XX se ha convertido en el heredero de todas las tareas nacionales que la historia dejó sin resolver.» Jorge Abelardo Ramos. «Las masas y las lanzas» (1973).
Destacamos estos textos del gran marxista hispanoamericano Jorge Abelardo Ramos, cuyos análisis son de actualidad perenne.
«Cuando el proceso degenerativo de la Unión Soviética afectó el funcionamiento de la Internacional Comunista se manifestaron en América Latina los cambios producidos en la dirección latinoamericana del comunismo. Se inició la edad «stalinista». De las vaguedades y abstracciones de los inexpertos comunistas latinoamericanos, magnetizados por los primeros años de la Revolución rusa, se pasó a la aplicación de fórmulas resecas extraídas de Moscú y aplicadas implacablemente a la realidad de América Latina. De este modo, el stalinismo del Perú pudo proclamar en 1931 la teoría de separar a ese país en dos Repúblicas, una quechua y otra aymará. El Partido Comunista de la Argentina, al registrar la presencia de miles de chacareros italianos en Santa Fe que todavía hablaban piamontés, y de chacareros judíos en las colonias de Entre Ríos, declaraba que dichas «minorías nacionales» estaban oprimidas por la «nacionalidad argentina dominante» y afirmaban el derecho de los colonos italianos y judíos a «la autodeterminación nacional», y a la creación de Estados autónomos. En Bolivia, uno de los últimos fragmentos separados del Virreinato del Río de la Plata y que simbolizaba el fracaso del Libertador para unificar América Latina, debía aparecer todavía otra teoría de la balcanización llevada, esta vez, al delirio mismo. Un teórico del stalinismo boliviano, Jorge Obando, realizó un examen de la estructura «nacional» de Bolivia y descubrió que esta república era un «Estado multinacional». La «nacionalidad boliviana dominante» oprimiría a nacionalidades, tribus y esquirlas etnográficas «subyugados» por aquélla. Dicho autor, aquejado de grave rusificación, ha degradado el programa nacional del marxismo a la etnografía pura. Exige que las lenguas quechua y aymará (que ni en los tiempos de mayor esplendor del imperio incaico, ni mucho menos ahora, contaron con una escritura) sean elevadas a la categoría de lenguas nacionales de los bolivianos que las hablan todavía, a la par del castellano. Ahora bien, si como engels dice «la conquista española cortó en redondo la evolución» del incario, este hecho histórico, dejando a un lado los aspectos morales de la cuestión, sólo puede ser compensado por la elevación del indio campesino a la civilización moderna y a la cultura occidental por medio de la lengua española. Es indiscutible que la resistencia de los indígenas a emplear la lengua castellana no es solo psicológica (por tratarse de la lengua de los antiguos dominadores) sino que es ante todo social: la segregación del campesino indígena de la economía moderna, su reclusión en la economía natural, su secular separación de la ciudad monetaria y del mundo mercantil ha fijado en la lengua tradicional al campesino segregado. Pero ya Mariátegui había identificado indio con campesino y había situado el problema en su verdadero terreno al transferir la cuestión racial a la cuestión agraria. Después del imperialismo balcanizador correspondería al stalinismo rusificante realizar un esfuerzo regresivo de la clase a la raza, de la nación latinoamericana al Estado boliviano y del Estado boliviano al Estado multinacional (o pluritribal). Esta grotesca y a la vez trágica teoría, precisamente por su pueril exageración, permite inundar de luz el debate y apreciar sus verdaderas proporciones. (…) Ni desde el punto de vista del capitalismo, ni desde la perspectiva del socialismo, puede concebirse un desarrollo aislado de las fuerzas productivas en cada uno de los Estados. Uno de los fenómenos habituales del «izquierdismo cipayo» de América Latina consiste en su manifiesta perplejidad ante la unidad latinoamericana: ¿se trataría de federar a los Estados después de hacer la revolución en cada uno de ellos, o antes? ¿La lucha por la unidad de América Latina supone la postergación de la lucha por la revolución en cada uno de los Estados balcanizados? Basta plantearse estos insensatos interrogantes para comprender cómo responderlos. El triunfo revolucionario en la Isla de Cuba (¡en una isla!) implicó inmediatamente la necesidad de romper la soledad insular del pueblo cubano. Todas las esperanzas de los cubanos se depositaron en un rápido triunfo revolucionario en Venezuela. Es completamente natural que esta espontánea actitud se fundara en la evidencia: si la revolución triunfaba en Venezuela o en Centroamérica, se impondría una planificación conjunta de sus economías con la de Cuba, quizás una moneda común, una política aduanera semejante, probablemente una federación política a corto plazo. Este acercamiento no tendría un carácter supranacional, como el Mercado Común Europeo, constituído por antiguas naciones de lengua e historia diferentes, sino esencialmente nacional, integrado por partes separadas de un mismo pueblo y que solamente unidas pueden alcanzar rápidamente las diversas etapas del crecimiento económico. La lucha se entabla, como es natural, en los cauces inmediatos creados por la balcanización; pero esa lucha debe tener una meta: la unidad, federación o confederación de los pueblos de habla hispano-portuguesa. Esto no excluye el Estado de Haití, cuyo francés es menos importante que su créole, hablado por el pueblo, y que vincula a los haitianos a la patria común, para no referirnos a los derechos históricos que corresponden a Haití gracias al papel desempeñado por Alexandre Pétion en la independencia de América. De otro modo, la lucha por la creación de veinte Estados «socialistas» de América Latina supondría la inauguración de la «miseria marxista» o el establecimiento de algún «tutor» (Brasil o Argentina) rodeado de una nube de pequeños Estados enclenques. Pero esta unión no será el fruto de los razonadores estériles de la diplomacia, de los técnicos híbridos que semejan «cuchillos sin hoja», ni de las conferencias incesantes de la CEPAL, que sólo ha logrado el autodesarrollo de los bien remunerados desarrollistas, sino el resultado de la revolución triunfante. La unidad de América Latina llega demasiado tarde a la historia del mundo como para que sea el coronamiento del desenvolvimiento automático de las fuerzas productivas de su anémico capitalismo. Esa unión no adquirirá carácter económico sino después de la unidad política. Pero esa unidad política pasa por el meridiano ardiente de la revolución.» Jorge Abelardo Ramos: «El marxismo de Indias». (1973).
Aquí pongo una muestra de que verdaderamente existe la comunidad hispánica: esta página, desde Uruguay, tiene centenares de interesantes artículos que pueden ser entendidos por cualquiera que sepa español.
http://www.henciclopedia.org.uy/autores/Rehermann/ArteFraude.htm
(uno de los artículos de este mes de mayo’12)
Lo que quiero decir es que no basta tener una buena idea metafísica que unifique un proyecto político imperial o estatal. Hace falta, además, que se den las condiciones adecuadas para que ese mensaje cale. Y esas condiciones son sociológicas, económicas, políticas, antropológicas e históricas. Creo que Cosmonauta peca de idealismo en su aseveración.
Salud.
También podría valer:
«La idea de raza aria superior será todo lo fantasma que se quiera, pero gracias a ella los nacionalsocialistas conquistaron medio mundo y se enfrentaron al Imperio Soviético de igual a igual. Sin embargo, vosotros con la “crítica del presente” no conseguís salir de Asturias, La Rioja e Intereconomía.»
O:
«La idea de destino manifiesto será todo lo fantasma que se quiera, pero gracias a ella los norteamericanos conquistaron medio mundo y se enfrentaron al Imperio Soviético de igual a igual. Sin embargo, vosotros con la “crítica del presente” no conseguís salir de Asturias, La Rioja e Intereconomía».
O:
«La idea de monarquía católica universal será todo lo fantasma que se quiera, pero gracias a ella los españoles conquistaron medio mundo y se enfrentaron al Imperio Británico de igual a igual. Sin embargo, vosotros con la “crítica del presente” no conseguís salir de Asturias, La Rioja e Intereconomía».
O:
«La idea de Umma universal será todo lo fantasma que se quiera, pero gracias a ella los musulmanes conquistaron medio mundo y se enfrentaron al Imperio Bizantino de igual a igual. Sin embargo, vosotros con la “crítica del presente” no conseguís salir de Asturias, La Rioja e Intereconomía».
Es decir, la metafísica de un ortograma no niega la potencia del mismo unida a un desarrollo técnico y económico sustancioso que permita además que ese ortograma se vuelva más universal aún (hay otros ortogramas que se pretenden universalistas, como el de la Francia ilustrada, cuya gloria fue bastante efímera y acabó trasquilada). Pero previamente a la conformación del Imperio Soviético era necesaria la «crítica del presente» del propio Marx al sistema capitalista de su época. Primero hay que tener un buen mapa que permita llevar un barco a un puerto óptimo escogiendo la ruta adecuada. Y ahora, hoy día, el marxismo vulgar no vale.
En cuanto a lo de Intereconomía y tal, decir que Izquierda Hispánica no sale en esos medios. Pero como diría Maripili Hernández, ministra de la Juventud de la República Bolivariana de Venezuela, hay que salir en todos los medios en que te inviten, da igual el cariz ideológico que tengan, el caso es que te escuchen y poco a poco tu mensaje vaya calando. Otra cosa es la(s) forma(s) en que seas capaz de expresar tu mensaje, pues para hacerlo bien no vale cualquiera. Pero eso es otro cantar.
Salud y gracias por escribir.
La idea de proletariado mundial será todo lo fantasma que se quiera, pero gracias a ella los comunistas conquistaron medio mundo y se enfrentaron al Imperio norteamericano de igual a igual. Sin embargo, vosotros con la «crítica del presente» no conseguís salir de Asturias, La Rioja e Intereconomía.
La polémica entre Bueno y JBFO está finiquitada. Las posiciones del profesor Fuentes han cambiado notablemente desde entonces, entre otras cosas, a consecuencia de la misma. Dejo unos enlaces sobre el asunto: http://www.nodulo.org/ec/2005/n039p23.htm
http://cibernous.com/perifericos/entrevistas/juanbautistafuentes.htm
«Y prácticamente (en lo que se refieren a planes y proyectos políticos) ¿qué se desprende del alegato de J.B.F.O.? (se refiere a la crítica de un autor marxista a la obra de G. Bueno «España frente a Europa») La desolación más absoluta. ¿Qué programas políticos pueden fundarse al margen de toda plataforma política concreta (ya sea la de un imperio realmente existente, hoy desaparecido, como lo fue, a mediados del siglo XX, la Unión Soviética, ya sean los témpanos flotantes y activos de un imperio desaparecido, como lo fue el imperio español)? El sugerir la elección de una plataforma inter-nacional (no nacional ni nacionalista), como pueda serlo la Comunidad hispánica, para apoyar en ella planes y programas políticos, no significa voluntad alguna de restablecer un imperio fenecido. Por de pronto significa sólo voluntad de resistirse a ser engullido por otros Imperios que actualmente sí que están actuando como tales imperios. Para resistir a estos imperios, J.B.F.O. nos propone una plataforma fantasma, a saber, la idea de un proletariado mundial, como contrafigura actual del capitalismo universal; una plataforma que no existe en ninguna parte, y que sólo sirve para llenar la boca de algunos revolucionarios utópicos». G. Bueno