A raíz de una de nuestras últimas publicaciones en la Web, Alberto Garzón da un palo a los liberales, se generó una interesante discusión en la sección de comentarios. Entre las polémicas que se ventilaban, el papel del Estado en la economía, la eficiencia de lo público en la producción centralizada de bienes y servicios frente a un mercado de libre concurrencia empresarial, el acceso diferenciado al mercado pletórico de consumo desde la óptica de la demanda solvente etc. En una de sus intervenciones Santiago Armesilla respondía a Antonio, otro comentarista:
Toda economía está centralizada, toda economía está dirigida. Desde una dirección de mediana y pequeña empresa, a la dirección de la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, por no hablar de la dialéctica entre dirigismo económico y político, militar, religioso, académico, que se da por la dialéctica de Estados a nivel internacional.
La existencia de distintos grados de dirigismo en las capas de la sociedad política, con un mayor o menor peso del Estado y del mercado, así como la dialéctica internacional, marcarán la existencia de formas específicas de capitalismo y socialismo. El socialismo soviético con su sistema de planificación central, se opondría al modelo de capitalismo anglosajón o escandinavo, pero también resultaría contrapuesto al socialismo autogestionario yugoslavo o al modelo chino. Precisamente aquí queríamos llegar. Es norma entre la prensa occidental denominar a la realidad china con la etiqueta de capitalismo rojo. Se pretende subrayar que la mejora económica del país obedece al abandono de los mecanismos más rígidos de planificación económica y a la transformación paulatina en economía de mercado. En 2011 aparecía la versión española del libro de Peter Franssen, ¿Hacia dónde va China?. En este estudio, el autor belga profundiza en el significado de las reformas económicas. Resulta muy sugerente el capítulo que trata el peso del sector público. La tesis es clara: el aumento del número de empresas privadas en China no hay ido en detrimento del sector público, que por su posicionamiento ejerce la dirección efectiva de la política económica de la República Popular. Desde IH hemos insistido en múltiples ocasiones en este extremo: no hay que planificarlo todo para planificar la economía; si se ejerce un control estratégico de sus palancas motoras a través de empresas públicas bien posicionadas, el efecto final es de facto un mayor control. Reproducimos una parte del texto porque no tiene desperdicio:
Según la estructura de propiedad, la industria China se puede subdividir en un sector bajo propiedad colectiva, en un sector privado y en un sector mixto. El sector de propiedad colectiva acapara un 38% de la producción, la parte privada un 30% y la parte mixta un 32%. Estas proporciones apenas han cambiado desde finales de los años 1990. En el sector mixto, existen empresas donde la comunidad tiene un rol dominante y otras donde es el sector privado es el mayoritario. No se conocen las proporciones exactas en este parte de la industria. A finales de 2006, el número de empresas bajo control del Estado y de sus órganos subalternos se eleva a 122.000, es decir un 11% del total de las empresas industriales. Las empresas del Estado se caracterizan por su producción en masa, su importante capital fijo y un volumen de mano de obra considerable.
Incluso aunque sólo representan un 11% del número total de las empresas, las empresas del Estado obtienen la mitad del beneficio total prácticamente. En la primavera del 2005, la Federación nacional de las empresas chinas publica un Top-500 de las mayores empresas. El número 1 de esta lista es Sinopec, la primera compañía petrolera. Tan sólo un 15% de las empresas de este Top-500 son privadas, el resto son empresas del Estado. Las diez primeras son incluso gigantescas empresas del Estado como State Grid, CNPC y China Mobile, cuyos beneficios se elevan a un 47% del total del Top-500….
En 1998, tres empresas chinas figuraban en el Fortune 500 de la revista Forbes, la lista de las 500 mayores empresas del mundo. En 2005, ya son 15. Todas son empresas del Estado. Incluso siendo poco numerosas, las empresas del Estado son, en cualquier caso, las que dirigen la economía. La economía privada está imbricada en una parte de la economía controlada por las autoridades. El Estado posee todos los puestos de mando económico. El Estado posee el monopolio o, como mínimo, la mayoría, en los sectores económicos que constituyen la espina dorsal de toda economía y que representan la punta de lanza: el sector financiero, energético, las acerías, la petroquímica, las telecomunicaciones, la construcción naval, la construcción aeronáutica, los metales ferrosos y no ferrosos, las minas, el transporte, el sector del automóvil y el de la construcción. Incluso en los sectores menos accesibles como la industria del tabaco, el comercio al por mayor, la industria de la cerveza y los textiles, son las autoridades quienes garantizan el control.
El periódico bursátil británico Financial Times constata:
La gente del exterior cree que el sector capitalista en China puede seguir su camino con el apoyo y la ayuda del gobierno comunista. En realidad, las empresas privadas deben trabajar en el ámbito que le imponen las empresas del Estado y las autoridades políticas. Todos los sectores clave están dominados por las empresas del Estado».
Y más adelante:
El principio rector de Beijing es el de no renunciar a los puestos de mando leninistas en la economía y en la política, sino, al contrario, reforzarlos. El sector privado está encorsetado por las limitaciones y las discriminaciones impuestas por las autoridades».
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