Elecciones en la partitocracia

El pasado 25 de marzo se han celebrado elecciones autonómicas en las Comunidades de Asturias y Andalucía. La interpretación más inmediata que se impone del resultado electoral en ambas comunidades es que el jaque mate que el PP y sus terminales pretendían sobre el PSOE y de paso sobre los sindicatos y toda la izquierda tiene que ser pospuesto o aplazado para mejor ocasión, si es que el PP vuelve a disponer de ocasión tan favorable. Efectivamente así ha sido interpretado por el Secretario General del PSOE que ya ha hablando de un nuevo ciclo político y por buena parte de la prensa que valora que la marea azul del PP se ha detenido tanto en Despeñaperros como en los Picos de Europa. Después de los nefastos siete años del progresismo postmoderno de Zapatero, el cuerpo electoral otorgó una amplia mayoría al PP para reconducir la grave situación de la economía y en general de país. Pero pasados los tres primeros meses de gestión popular parece que el amplio respaldo obtenido comienza a mermar. Ha empeorado sus resultados en estas dos comunidades respecto al obtenido en las elecciones generales del pasado 20N. Las interpretaciones se suceden y giran en torno al desgaste provocado por las primeras mediadas adoptadas por el gobierno del PP, entre otras, la subida de impuestos, que llevarían a la desafección de parte de su electorado liberal tradicional así como los recortes sociales y la reforma laboral que habrían movilizado el voto de izquierdas.

En este breve escrito queremos tan sólo señalar algunas consecuencias que se pueden extraer de estas recientes elecciones. Por una parte y como señalábamos, el jaque mate del Partido Popular sobre el PSOE se pospone sin que pueda decirse por el momento si se producirá en posteriores consultas electorales o efectivamente el PSOE comenzará a recuperar terreno electoral. El PSOE, partido centenario, no hay que olvidarlo, se muestra, para desgracia de la nación, reacio a su marginación o irrelevancia electoral. Por otra parte se constanta la consolidación al alza de los otros dos partidos con implantación nacional. Nos referimos al crecimiento de IU, sobre todo en Andalucía y en menor medida en Asturias y al crecimiento de UPyD que le ha permitido entrar en el parlamento asturiano. Es decir, estos dos partidos, que en buena medida se alimentan de desafectos del PSOE (también del PP pero en menor medida), crecen y se consolidan pero sin que por ahora se pueda decir claramente que estén llamados a relevar al PSOE como referente de la  izquierda. Otro dato a tener en cuenta ha sido el elevado número de absencionistas.

Desde Izquierda Hispánica no podemos sino celebrar que el cuerpo electoral castigue y muestre su desafección hacia opciones políticas que como el PSOE el 20N y ahora el PP inciden e insisten en medidas económicas y políticas que, tras esfuerzos y privaciones para la mayoría de la población, no están al servicio de la nación y de su fortaleza sino al servicio de terceras potencias o al dictado de un bloque político como lo es la UE del que España junto a Portugal y los países del sur forma parte como mera comparsa. Es decir, en la división internacional del trabajo y economía política que opera en el seno del UE España ocupa un lugar secundario, destinado a ser un lugar de tránsito de capitales y servicios sin capacidad industrial o empresiarial para producir valor competitivo que mejore su posición geoestratégica y política. Pero sin embargo y en relación con esto, se aprecia que la mayoría observa esta situación bien con resignación bien mostrando un malestar genérico o indignación (como está de moda decir) subjetiva sin perjuicio de ser compartida por muchos. De otro modo, se echa en falta no sólo una teoría política adecuada que actúe como verdadera  interpretación de la actual situación político-económica, española y europea, sino un bloque hegemónico capaz de aglutinar y dar fomar política a este malestar social percibido y creciente. Los resultados electorales, la reciente huelga general y las masivas manifestaciones que la acompañaron no se ven articuladas en un plan de acción coherente que tome como parámetro a la nación, rectificando el rumbo tomado en relación a la UE y la configuración territorial del Estado y buscando nuevas alizanzas estratégicas y geopolíticas. Y en este debe hay que apuntar a la propia debilidad ideológica, intelectual y programática de esos grupos que sin perjuicio de coincidir en el malestar social no acuerdan sobre las alternativas a adoptar y sin la posibilidad, por el momento, de que un grupo se haga hegemónico para llevar adelante su alternativa.

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