Hace unos 100 años, Hobson y Lenin escribieron acerca de las razones económicas y políticas por las que los imperios capitalistas de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX ejercían sus «funciones depredadoras».
Una de las razones esgrimidas consistía según Hobson, y apoyándose en políticos liberales ingleses, en evitar una guerra civil provocada por los trabajadores pertenecientes a los países imperialistas. Para ello tenían que hacerles los gobiernos partícipes de los beneficios extraídos del expolio de sus colonias.
Lenin, por su parte, iba más allá. La necesidad de impedir una revolución llevaba a los gobiernos imperialistas a crear y consolidar una aristocracia obrera en sus respectivos países.
La famosa clase media, en su diferentes formas, se erigía como el contrapeso necesario que llegó a consolidarse en buena parte de los países capitalistas después de la II Guerra Mundial. El Estado de Bienestar era la etiqueta de esta situación, que actuaba como muro de contención y freno del comunismo soviético.
Tras 20 años desde la caída de la Unión Soviética, es decir, sin miedo al contagio y al proyecto de globalización comunista, el Estado de Bienestar pierde los pilares sobre los que se sustentaba su razón de ser.
Ante esta situación, la dialéctica actual entre los capitalismos realmente existentes, y ante el climax de la crisis económica, se muestra una vez más que es necesario abrir de nuevo el debate acerca de la intensificación, ya no sólo de la dialéctica entre estados sino también entre las clases o partes que conforman los estados.
Esta edición de 2009 (Capitán Swing Libros) titulada IMPERIALISMO, donde se recogen las obras de Hobson (Imperialismo: un estudio) y Lenin (Imperialismo, fase superior del capitalismo) , y más allá de las «soluciones» aportadas por ambos autores ante el problema planteado, nos recuerdan la gran actualidad y vigencia de muchos de sus análisis y diagnósticos.
Pero esa lucha de clases que se construyen Estados no es independiente de las otras dialécticas: entre los Estados europeos, y entre las clases asalariada y empresarial españolas.
Sin el enfrentamiento mítico de izquierdas y derechas, en torno al que se polarizan muchas tensiones sociales y sin la alianza activa o pasiva de las llamadas izquierdas con los nacionalismos fraccionarios éstos perderían mucha de su fuerza. Algunos grupos políticos han propuesto una coalición nacional de los partidos del régimen con la esperanza de que eso desinfle a los nacionalistas, lo contenga y reduzca finalmente.
Y por supuesto la posición de los Estados hegemónicos de la Unión Europea será determinante en que los nacionalismos fraccionarios se atrevan a dar el paso definitivo.
Pero no creo que su estrategia sea la guerra abierta, que podría tener consecuencias inesperadas y lesivas para su causa. La estrategia aparente es debilitar tanto la unidad española, mientras a la vez se somete España a la soberanía franco-alemana, directamente o por medio de Bruselas, que al final el acto definitivo de la secesión sea superfluo por insignificante.
Así que hay que (o, se va a) intensificar la lucha de clases.
¿Qué clases?
Supongo que las que van a perder los privilegios (“Wellfare State”) que antes tenían.
Pero estas clases deben de ser muy diversas, y si todas reivindican algo a coro, será la dimisión (o los deseos de que se convoquen elecciones anticipadísimas) de la clase dominante, o de la clase dominante en cuanto a las medidas políticas y económicas (ya que, como decía GB junior, ya podían los sindicatos crear nuevas empresas, activar la economía; pero no, porque es imposible; sin perjuicio de que la entrada a la UE haya implicado que tampoco el Estado español, tal como está dispuesto actualmente, pueda establecer medidas autónomas, autocráticas efectivas [¿autopoiéticas? ¿como el barón de Münchhausen?]); medidas políticas en un estado democrático de mercado pletórico, tal como España.
El asunto es muy grave; la clave está en China, en Oriente Medio, en EEUU; también en Rusia, la India, en fin, los BRICS (van a crear un banco de desarrollo conjunto); creo que la UE regurgita sus últimos estertores: algún esputo saldrá.
En España… poco; si acaso, ser modélicos 15-emistas para que la clase universal de los subnormales nos agite las manitas, como el Papa, pero con los dedos sueltos.
Ahora bien; si España poca dialéctica de Estados está dispuesta a desencadenar, hay otro paso posible antes de intuir la delirante dialéctica de clases-trabajadoras-versus-PP.
Es la que GB rodeaba el ofrecer la idea de guerra de 4º grado, a saber, la guerra civil.
Y no me refiero directamente a una guerra civil, sino a una dialéctica entre clases subestatales, pero con fines secesionistas, con fines estatales fraccionarios.
Es una pequeña intuición; ya diréis lo que sucede por la Huelga General; muy interesante, sin duda (cuánta gente fue, qué banderas sacaron, tipografía de los eslóganes, etc.)
Yo entretanto no haré nada, absolutamente nada. Y es que simplemente espero y veo.
Mi intuición, así, sin término medio, es que la más inminente dialéctica es entre clases, sí, pero entre clases que se construyen sus Estados.
Bruno