Matanza en el colegio de primaria: ¿Caso de homicidio anómico?

Son muchas las cuestiones que se están planteando sobre la escalada en los últimos tiempos de los magnicidos perpetrado en los EEUU. Y, en concreto, sobre el último crimen horrendo perpetrado en el estado de Conneticut, en el colegio del pueblo de Newtown. Se suelen argüir multitud de razones, la mayoría hacen hincapié en tres circunstancias.

Por un lado se analizan los componentes subjetivistas: ¿cómo un ciudadano en una sociedad libre, democrática, con derecho a voto puede cometer estos crímenes? Los psicólogos enseguida han salido a dar sus opiniones y sus posibles causas: autismo, síndrome de asperger, trastorno adaptativo, etc.

La segunda fuente de análisis vinculan la causa, siguiendo el presupuesto subjetivista, a que si un demente tiene fácil acceso a armas autómaticas y semiautomáticas los daños que puede causar son mayores. Cierto. Tampoco son implicaciones sorprendentes, y la limitación de armas automáticas o semiautomáticas o incluso de las armas de mano puede ser un paso a prevenir la magnitud de estos crímenes.

El tercer presupuesto que se contempla es el entorno familiar y grupal cercano al sujeto criminal, se investigan causas familiares o grupales (en este caso, la participación de la madre en la secta escatológica de los “preparacionistas”, posibles conflictos laborales). Lo que ya daría cuenta del siguiente paso que queremos proponer, no es la base de la sociedad el individuo “hecho a sí mismo”, sino que todo proceso de socialización incluye el moldeamiento del individuo que va adquiriendo la personalidad sobre el mayor o menor número de grupos o instituciones sociales que lo conforman (familia, escuela, grupos religiosos, políticos del entorno,…). El individuo tiene la función, como soporte o sujeto de cruce de esas líneas conformadoras, no siempre armonizables sino conflictivas, de poder vincularse a unos líneas mejor que a otras, abandonar unos grupos por otros y ahí se medirá la fortaleza de su personalidad para superar, controlar y canalizar estos conflictos sin que se destruya su individualidad, o que por contra quede a merced de un individualismo autista o de un seguidismo sectario del grupo envolvente.

Estos procesos en las sociedades altamente industrializadas, de mercado pletórico y multitud de campos sociales envolventes, hacen mucho más complejo este entrecruce de “modos de vida”, por ello, se tienden a ocultar estos procesos socializadores en el subjetivismo más primario. Aquel por el cual el sujeto entiende todos sus modos de vida, su “manera de pensar”, como surgida de su libre elección, aquel que trata de impulsar sus instintos primarios más hedonistas, sin darse cuenta de que el moldeamineto que se trata de imponer es el de la “infantilización adolescente”, y no por ningún misterioso órgano rector conspiranoico, sino para así poder perpetuar la recurrencia de los productos comerciales, cada vez mayores y más complejos, en el mercado pletórico. Así tenemos preparado un individuo que no creará problemas y que consumirá satisfecho, trabajará sin preocuparse por sus condiciones sociales, y que deseará la paz y la armonía en el mundo de los hombres de buena voluntad. Lo malo es el fin de fiesta, cuando la capacidad de consumo y de disfrute no se puede mantener por faltar trabajo y sistemas de producción nacionales en competencia con otros capitalismos, que, aunque puedan llevar la misma “dirección”, pero que muchas veces caminan en “sentido” contrario.

Después de este excurso, se preguntará el lector que tiene que ver con estas matanzas, pues como hipótesis decir que también existe la conexión de estos crímenes con la escala de valores propuestos por la sociedad democrática de los Estados Unidos, y no porque estos impelen al homicidio, ni mucho menos, sino que se dan como una consecuencia no deseada de esos valores, son crímenes que se perpetran de una manera determinada, en una sociedad que propone como estructura envolvente unas ideas fuerzas, modos de vida o weatalsahung característicos.

En caso tan horrendo como este, parece que cualquier toma de contacto sobre estos hechos implica siempre una carga emocional muy fuerte, lo normal. No se pretende diluir la responsabilidad penal del sujeto ni del entorno más cercano en las llamadas “condiciones sociales”, sino que se trata de explicar, o dar razones para entender porque unos tipos criminales en unas sociedades con unos valores van en una dirección y en otros por otra, sin diluir las responsabilidades penales de las personas. Y esto se verá muy bien si se analizan los distintos componentes, entornos y movimientos que conducen a los crímenes terroristas (políticos, religiosos), pues el grupo que fortalece, sustenta y empuja a la persona a cometer estos crímenes no deja de tener tanta culpa como aquel que los perpetra y elije enclasarse en uno de estos grupos. Pero el análisis de qué presupuestos políticos y religioso se parta y contra quien, etc, nos llevaría mucho más lejos de lo que aquí queremos tratar.

Veamos un contraejemplo de lo que se quiere resaltar, un caso en el que las condiciones y la escala de valores americanos se han propuesto como la guía para el éxito social, nos referimos a lo que se ha dicho tras el fallecimiento de Steve Jobs. Pues muchos analistas, sobre la vida de Jobs, se felicitaban de sus glorias como de la encarnación del “espíritu protestante”, individual, genial, reformador (“revolucionario”), “santificado por el éxito” -indicador de su salvación-, que inserto en una sociedad que permite la “libertad”, el camino del emprendedor (que ahora el PP,  con la reforma educativa del Ministro Wert quiere inculcar a nuestros jóvenes) permite que el talento oculto de sus individuos aflore. Todos ellos, criterios que obnubilaban completamente las condiciones objetivas encontradas por Jobs para su desarrollo, empezando por el sistema de 800 bases militares estadounidense, tras la II GM, que vigilan y operan para que los componentes minerales que precisan las industrias tecnológicas estén disponibles para que operen sus “genios” informáticos con ellas.

Según Max Weber el protestantismo, especialmente en su versión calvinista, inclinó a los “hombres de fe” de la época moderna (comerciantes, empresarios, &c.) a cumplir lealmente sus contratos, a trabajar “a conciencia”, ofreciendo mercancías auténticas, a reinvertir las ganancias obtenidas en el propio negocio a fin de verificar si Dios los había efectivamente “elegido” , sobre el supuesto de que el éxito en los negocios constituía la prueba (una suerte de “ordalía”) del favor divino. De este modo se habría ido conformando una característica ética protestante, cuya influencia en el desarrollo del capitalismo moderno habría sido decisiva. La ambigüedad estriba en la dificultad de deslindar si esta “ética de los negocios” hay que verla como una suerte de reconocimiento de la gracia de Dios (como una oración del triunfador que, en lugar de envanecerse con sus triunfos, o de atesorar sus ganancias, sigue reinvirtiéndolas confiando en la ayuda divina, aunque arriesgándose contiguamente) o bien si la apelación a la Gracia de Dios es sólo el revestimiento teológico de un cálculo tan certero como ramplón sobre la rentabilidad económica del comportamiento ético. -El Sentido de la Vida- Gustavo Bueno. Ed. Pentalfa. Oviedo, 1996.

Sin negar mucha de la plasticidad y dinamicidad de la sociedad americana, su capacidad para innovar, y dejar que aparezcan nuevos “jugadores” en el campo económico (aunque sea  a costa de muchas otras exclusiones, nacionales e internacionales que no tienen nada de “angélico”) también conlleva la aparición de la extravagancia, y la aparición del “camino del condenado”, del “demonio”, del autismo subjetivista, de la “pesadilla” del “sueño americano”, del individuo fracasado agónico (los “losers” de que tantas series y películas hablan) que no ve indicios de su salvación, pues el éxito lo desprecia y se revuelve contra la sociedad que lo condena y margina. Ahora bien, azuzado por una sociedad del espectáculo, del show, de la fama desvinculada de cualquier virtud (MTV- Jersey Shore, el POP decadente-).

Si contemplamos el movimiento psicoanalítico en cuanto hetería soteriológica, podemos al menos obtener un planteamiento de la cuestión prometedor como “hipótesis de trabajo”: en Estado Unidos la orientación del Estado y de la familia es comparativamente menos absorbente o intervencionista respecto de una población “desarraigada” culturalmente, procedente de una inmigración muy heterogénea, que ha contribuido a moldear el consabido individualismo competitivo del self made man, abre un amplio espacio a la masa de “individuos flotantes” que pulula por las grandes ciudades y que constituye la clientela habitual de las heterías soteriológicas. (En general, tendría algún sentido afirmar que la psicología práctica, como la Coca Cola, es un producto típicamente yankee) –Psicoanalaistas y Epicureos- Gustavo Bueno, revista El Basilisco, 1982.

Pues, ¿no son los EEU dónde concentra el mayor número de estos crímenes “civiles”, “autistas”? No contamos las guerras de religión, políticas y “tribales” que llevan aparejados otros componentes sociológicos, evidentemente- el caso de Utoya en Noruega, podría ser una mezcla de componentes políticos, no demasiado claros aún, y autistas; no así el asesinato de las enfermeras asesinadas por los talibán en Pakistán, en la campaña de erradicación de la poliomelitis- ¿No estaríamos ante la institucionalización de la salida “heroica” del fracasado americano? A lo mejor no se puede llegar a tanto, y les corresponderá a muchos analistas, si como dice Obama, quieren que sea la última vez que ocurra, profundizar en estos temas, pero difícilmente podrán obviarlos. Entre otras cosas porque son las creencias individualistas de los que quieren portar armas de fuego para defenderse, y base de muchas creencias de los WASP, las que podrían explicar sociológicamente este tipo de crímenes.

Y, no está de más recordar que unos de los fundadores de la sociología, Emilie Durkheim, fue uno de los primeros en establecer las conexiones objetivas, de estructura social, entre las creencias religiosas y sus instituciones en comportamientos sociales como el suicidio y el homicidio. En sociedades protestantes, donde tienen menos peso las instituciones intermedias, familiares y religiosas, como organizadoras e interventoras del desarrollo vital del individuo, se tiende más al suicidio que en las católicas, pues se valora por sí mismo al individuo por encima de sus lazos sociales. Por el contrario  las católicas tienden más al homicidio y a la corrupción de los elementos cohesionadores e interventores del desarrollo del individuo, pues se tiene menos consideración de la valía del individuo aislado. Por ejemplo, las mafias americanas, familiares, tienden a presentarse en entornos “católicos”, italoamericanos, hispanos o irlandeses -“El Padrino”, “Corleone”, “Infiltrados”-; sin embargo el asesino en serie, el psicópata individualista, el nihilista suele presentarse como anglosajón -“El joker”, “Dexter”, “Saw”-.

El problema sería establecer el paso del suicidio (normalmente egoísta) a aquel tipo de suicidio que incluya en su desencadenamiento el homicidio, este sería el tipo de suicidio analizado por Durkheim, el suicidio anómico, que es aquel el que se da en sociedades cuyas instituciones y cuyos lazos de convivencia se hallan en situación de desintegración o de anomia. En las sociedades donde los límites sociales y naturales son más flexibles, sucede este tipo de suicidios. Por ejemplo, en los países donde el matrimonio tiene un peso menor, por la existencia del divorcio, el suicidio es mayor. Es el suicidio de las sociedades en transición. Otro ejemplo es el comercio y la industria, donde el cambio (y por lo tanto, también el suicidio anómico) es crónico. Durkheim contempla el homicidio y el suicidio como surgidos de componentes psicosociales diferentes, pero en las sociedades industriales establece ciertos paralelismos entre el suicidio anómico y el impulso homicida en crímenes desesperados, pues ambos surgen de las mismas características sociales.

 

Emile Durkheim – El Suicidio- Ediciones Akal, 1998.

La única diferencia esencial que hay entre catolicismo y el protestantismo consiste en que el segundo admite el libre examen con mayor extensión que el primero. Sin duda, el catolicismo, por aquello de que es una religión idealista, concede al pensamiento y a la reflexión un mayor espacio que el politeísmo grecolatino o que el monoteísmo judío. No se contenta con maniobras maquinales, sino que aspira a reinar sobre las conciencias. A ellas se dirige y hasta cuando pide a la razón una ciega sumisión, se la pide hablándole en el lenguaje de la razón. No es menos verdad que el católico lo recibe todo hecho, sin examen, y no puede someterlo siquiera a la comprobación histórica, porque en los textos originales sobre que se apoya le están prohibidos. Todo un sistema jerárquico de autoridades se halla organizado, y con un arte maravilloso, para hacer la tradición invariable. Todo lo que constituye variación causa horror al pensamiento católico. El protestante es más el autor de su creencia. La Biblia se deja en sus manos y ninguna interpretación de ella se le impone. La estructura misma del culto reformado hace más sensible este estado de individualismo religioso. En ninguna parte, excepto en Inglaterra, está constituido en jerarquías el clero protestante: el sacerdote no depende más que de él mismo y su conciencia, como el fiel. Es un guía más instruido que la masa general de los creyentes, pero sin autoridad especial para fijar el dogma. Pero lo que atestigua mejor que esta libertad de examen, proclamada por los fundadores de la reforma, no ha permanecido en estado de afirmación platónica, es la multiplicidad creciente de sectas de todas clases, que tan enérgicamente contrastan con la unidad indivisible de la Iglesia católica.

Llegamos a un primer resultado: que la inclinación del protestantismo por el suicidio debe estar en relación con el espíritu de libre examen, que anima esta religión. Tratemos de comprender bien esta conexión. El libre examen no es en sí más que el efecto de otra causa. Cuando hace su aparición, cuando los hombres, después de haber recibido su fe de la tradición durante largo tiempo, reclaman el derecho de formársela ellos mismos, no es como consecuencia de los atractivos intrínsecos del libre examen, es porque lleva consigo tantos dolores como alegrías.  Pero es que si tienen necesidad no es más que por una causa: la decadencia de las creencias tradicionales. Si se impusieran siempre con igual energía no se pensaría nunca en someterlas a la crítica. Si tuviesen siempre la misma autoridad, no se trataría de comprobar el origen de esa autoridad. La reflexión no se desenvuelve más que cuando le es necesario desenvolverse, es decir, cuando un cierto número de ideas y de sentimientos irreflexivos, que hasta entonces bastaban para dirigir la conducta, que han perdido su eficacia. Entonces interviene para colmar el vacío que se ha verificado, y no por obra suya. Por la misma razón que se agota a medida que el pensamiento y la acción se aceptan en forma de hábitos automáticos, no se despierta, sino a medida que los hábitos ya formados se desorganizan. No reivindica sus derechos contra la opinión común, sino cuando no tiene la misma fuerza que aquella, es decir, cuando no está en el mismo grado de extensión. Y si estas reivindicaciones no se producen solamente durante un intervalo de tiempo y bajo formas de crisis pasajeras, sino que llegan a ser crónicas, si las conciencias individuales afirman de una manera constante su autonomía, es porque continúan dispersándose en sentidos divergentes, es porque una nueva opinión se ha producido para reemplazar lo que no existe. Si se hubiese reconstruido un nuevo sistema de creencia que pareciese a todo el mundo tan indiscutible como el antiguo, no se pensaría en debatirlo más, no sería permitido ponerlo en discusión, pues las ideas que comparte toda una sociedad obtienen de ese asentimiento una autoridad que las hace sacrosantas y que las coloca por encima de toda comprobación. Para que sean más tolerantes es preciso que obtengan una adhesión menos general y menos completa, que las controversias previas las hayan debilitado.

Si se dice una verdad al afirmar que el libre examen, una vez proclamado, multiplica los cismas, es preciso añadir que supone la existencia de aquellos y de ellos deriva, ya que no ha sido restituido y reclamado como un principio, más que para permitir a los cismas, latentes o existentes a medias, desenvolverse con más libertad. En consecuencia, si el protestantismo da una mayor eficacia al pensamiento individual que el catolicismo, es porque cuenta con menos creencias y prácticas comunes. Una sociedad religiosa no existe sin un credo colectivo y es tanto más única y tanto más fuerte cuanto más extendido está este credo. No une a los hombres por el cambio y reciprocidad de los servicios, vínculo temporal que supone y lleva consigo diferencias, y que es impotente para anular. No los socializa más que adhiriéndoles a todos un mismo cuerpo de doctrinas, y los socializa mejor cuanto más vasto y más sólidamente constituido está ese cuerpo de doctrina. Cuanto más maneras hay de obrar y de pensar marcadas de un carácter religioso y sustraídas, en consecuencia, al libre examen, más presente está la idea de Dios en todos los estados de la existencia y más hace converger hacia un solo e igual fin a las voluntades individuales. En sentido inverso, cuanto más se abandona un grupo confesional al juicio del público, más ausente está de la vida de aquel y menos cohesión y consistencia tiene. Concluimos, por lo tanto, que la superioridad  del protestantismo, desde el punto de vista del suicidio, proviene de que se trata de una iglesia integrada con menor fuerza que la iglesia católica. Pg. 148-51

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3 Respuestas a “Matanza en el colegio de primaria: ¿Caso de homicidio anómico?”


  • ala venga capitalismo,egoismo ,frivolidades y gustavo bueno tambien,o sea buscamos la seguridad el saber y claro si un persona no tiene seguridad familiar y profesional pues ala se vuelve «neurotico»o sea tenemos un potencial insospechado.recomiendo para el estudio de la ebriedad a alexander shulguin

  • Gracias por el comentario, Zatestu, la palabra es «Weltanschauung» no sé si me la corrigió el «word» o la copié mal, pero es la que buscaba, decir «cosmovisión» no se ajusta tanto. La he solido ver traducida por «filosofía de vida».

    Un saludo.

  • El modelo de sociedad capitalista estadounidense crea monstruos y resentidos sociales, a lo que si le unimos el fácil acceso a armas y que el chaval criminal no estaba sabiendo asimilar el divorcio de los padres, pues era lógico que explotara por algún sitio…creo que los factores expuestos explican muy bien las circunstancias de por qué se ha producido esta tragedia, y se producirán otras en el futuro. El nihilismo consumista está deshumanizando la Humanidad, el PP está allanando el camino hacia una sociedad neoliberal enferma de competitividad individual y de supervivencia del mejor adaptado.

    *En el 6º párrafo creo que la palabra que buscabas, Héctor, es Weltanschauung, cosmovisión traducido al español catetil

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