De «Podemos» se han dicho muchas cosas. A las izquierdas tradicionales y a algunos aprendices de filosofia iluminados por la luz de la crítica les repatea la inconsistencia ideológica. Escrutinan un tweet en el que creen vislumbrar desviaciones oportunistas pequeñoburguesas. Analizan sesudamente un párrafo de su programa en el que se demuestra que son pérfidos socialdemócratas. Atesoran comentarios de facebook que conducen al separatismo, la conjura judeomasónica o el complot reptiliano. No digo que no tenga sentido, lo que quiero indicar es que tal vez estén mirando al dedo en vez del lugar al que éste señala. Porque si algo saben hacer Pablo Iglesia Turrión, Íñigo Errejón o Juan Cárlos Monedero es diferenciar entre lo que se quiere hacer en política y lo que puede decirse.
El problema, es que lo que quieren hacer sólo ellos lo saben. Y digo lo que realmente quieren hacer, no lo que dicen que van a hacer. Por lo pronto quieren el poder. Nada que objetar pues esto es lo que todo político que se diga tal tiene que hacer. Ahora bien, en el supuesto de que lo alcancen, ¿qué van a hacer con él? ¿cómo piensan mantenerlo? Hasta ahora, el equipo forjador de Podemos ha demostrado ser unos crack en el marketing político. Le han quitado a las izquierdas ese tufillo añejo. Nada de pasarse horas muertas discutiendo sobre el modo de producción asiático; peleando sobre la razón la tenían Bakunin o Marx en los tiempos de maricastaña o sobre el tratado de Brest-Litovsk. Al desahuciado común no le interesa si su calle lleva el nombre de un facha falangista que ya nadie recuerda, lo que quiere es que el Banco no se lleve su casa. Al parado de larga duración no le interes si Kuschev fue un revisionista, estalinista o electricista, lo que le interesa es tener trabajo. A todo esto, los tuerkistas gritan un rotundo «podemos», podemos solucionar esos problemas. «Que se pueda es algo que está por ver», dirán algunos. Tal vez, pero los partidos del Régimen no parecen que hayan hecho nada para solucionarlos, por lo que el beneficio de la duda y la ilusión siguen beneficiando a Podemos.
El programa de Podemos es lo suficientemente indefinido como para permitir decantar su programa político hacia cualquier lado. ¿Apoyan a los independentistas vascos y catalanes? Ni sí ni no sino todo lo contrario. ¿Están a favor de la economia de mercado capitalista o apoyan el socialismo? No pero sí, sí pero no. Ambigüedad controlada para poder virar en el momento oportuno. Son estrategas y tácticos, y lo saben. Saben que la política es el arte de lo posible y, frase preferida en su ambiente, «cabalgar contradicciones». Nada que objetar a todo esto.
Pero entonces, ¿qué es lo que no me gusta de Podemos? Pues no me gusta su desprecio al pueblo. Es lo que tiene el populismo, que no cree en el pueblo, no lo quiere elevar, no le quiere enseñar. Lo que quiere es usarlo para sus maquiavélicos -o gramscianos- planes. La tradición comunista había conseguido algo que sólo el cristianismo había logrado: idear una «catequesis» o formación popular capaz de conducir al militante de base hacia una comprensión profunda, filosófica y científica, de su entorno. El cristiano comenzaba con un catecismo doctrinal, simple y pobre y podía, gracias a la organización eclesiástica, acabar comprendiendo o escribiendo sesudos trabajos de teología. El comunista podía comenzar con un panfleto contra los patronos en una huelga y acabar leyendo El Capital y comprendiendo la dinámica del capitalismo a un nivel que supera a cualquier economista neoclásico. Esto es lo que no veo en Podemos, el papel de los cuadros, de la formación, de la elevación de aquellas masas que atraen. ¿Van a dejar a tanto jóven que tras el 15M se acercó a la política con cuatro frases sobre la democracia tal y como están? Mucho me temo que sí, porque así es el mejor modo de que la casta dirigente de Podemos siga siendo la dirigente.
Y aquí acabo con lo que ha dado pie a mi reflexión: no basta la propaganda ni la estrategia gramsciano-maquiavélica. La propaganda siempre será formalista, algo idealista y apelará a los sentimientos o tendrá un toque popular y demagógico. Esto lo aceptamos. El arte propagandístico está en poder regresar luego, desde esa propaganda, al proyecto político. Si no, acabamos escupiendo hacia arriba y el gargajo acaba sobre nuestro rostro. Si usamos sin ton ni son la palabra casta, al final acaba confundiéndose con cualquiera que esté en un cargo dirigente. Nos volvemos anarquistas o liberales y entonces comienzan a llamarte casta. Porque igual que el político busca el poder, busca liderar y dirigir. Usando demagógicamente términos como «casta» al final le das armas al enemigo para endilgártelo a tí. Decía Engels que las revoluciones son como una bomba cuya onda expansiva podía acabar matando a aquel que la puso. ¿Podrán encauzar todo aquello que están poniendo en marcha? Está por ver, desde luego, pero la ideología indefinida y metafísica que proclaman -que no refleja la que ellos realmente tienen y los análisis que manejan- les hace fácilmente vulnerables por el enemigo. Podemos es una máquina de fabricar futuros desencantados a los que no se les ha explicado suficientemente qué es la política y lo que supone su juego. Si plantes «ilusión» posiblemente recojas «desilusión» cuando las contradicciones sobre las que cabalgas se nieguen a obedecer sus riendas estratégicas.
En definitiva, cuidado con la propaganda que la carga el diablo, pues tiene el poder de ser perfomativa. Si alguien que va de marxista hace propaganda liberal o anarquista, puede que no sea anarquista, pero de tanto repetir su propia proganda puede acabar creyéndosela.
Es que eso no le hace ganar elecciones, Mirto. Él mismo lo dice, que quiere escapar de los eslogans de la izquierda para atraerse el voto de aquellos a los que la izquierda ya les suena a añejo. ¿Qué color usan? El morado, no el rojo. ¿Hablan de clases? No, de castas. De los de «arriba y abajo». ¿Hablan de Economía política? No, de «los mercados». ¿Hablan de España? No, de la patria común pero indefinida. ¿Hablan de vanguardia? No, del empoderamiento popular. ¿Apelan a la lucha de clases? No, a la democracia.
Y todo esto con la intención de ganar votos y conformar una mayoria que les permita gobernar. Gráficamente lo ha dicho Pablo Iglesias, «si te defines de izquierdas aquel a cuyo padre lo mataron los rojos en el 36 no te va a votar en la vida».
Conscientemente buscan «despolitizar» el lenguaje de izquierdas y «repolitizar» otros conceptos que no tengan una carga tan fuerte en la tradición política española conocida.
Nuestro artículo quería indicar que esto atonta más que enseña a la gente y el peligro de usar esa metafísica es que al final te acabe sepultando.
Por cierto, Mirto, al sujeto m33 se le han censurado insultos que te dirigía. Si los vistes publicados te pedimos disculpas por el rato que estuvieron al público. Moderamos los comentarios tan pronto como podemos.
Un cordial saludo y gracias por tu comentario.
Así es Kerl, un deja vu pero simplificado. Pura ambición pero totalmente descafeinada, la versión » sólo el sampler» de la canción de Isidoro. Si yo fuera rico y sobre todo nuevo rico ( solamente eso, como los politiquillos que sufrimos) contrataría a un Iglesias par no ver amenazada mi posición por los deseos de una gente, o de una clase, en lenguaje marxiano, que se imagina a sí misma con posibilidades de avanzar en algo, es más Pablo sería ideal para despojar a los amenazantes de cualquier medio que posean con la excusa del reparto.
Por otro lado parece que lo único que existe en la cabeza del trepilla listo este es una simplificacion de la ideología de clase, los dominantes y los dominados, naturalmente quiere estar entre los primeros. Conceptos como estado, España, historia, comunidad política históricamente conformada, economía política, datos objetivos bien contextualizados , dialéctica de estados,etc no existen en su ser, se le nota a la legua, no le dejaría ni administrar mi trastero.
El único mensaje claro de Podemos es «el sistema no funciona porque hay corruptos». Es decir, que se vayan los que están para meternos nosotros. No hay intención de salir de la UE ni de transformar nada, todo se reduce a un conflicto generacional de trepas luchando por el poder. Movilizar a la gente para afianzar la ideología sistémica es peor que no movilizarla, es contrarrevolucionario.
Ahora está de moda despachar las críticas diciendo que vienen de iluminados mientras se alinea uno con la ideología hegemónica en un conato de baño de masas imaginario.
Si lo que quieren ustedes es hacer política real afíliense a un partido con representación (por ejemplo Podemos). No obstante, tengo que felicitarles por el blog, que aunque no hace política si genera ideología dentro de sus posibilidades y eso es más que nada. No se conviertan en nada.
No sé dónde ves el optimismo, pues tanto en mis comentarios como en otros artículo se afirma que IH será una máquina de hacer futuros «desencantados» o indignados. Lo que ocurre es que es una ocasión para la acción política como no ocurría en años. Si se espera a que llegue el movimiento puro, cristalino e ideológicamente perfecto nunca se hará nada y sólo resta quedarse en casa criticándolo todo. Está muy bien engolfarse en cuanta razón se tiene y creer que el resto no está tan iluminado como uno mismo, pero esto no es hacer política ni entrar en la lucha política aunque sea modestamente en el plano ideológico.
Por otra parte, como decía Lenin, la historia conoce todo tipo de transformaciones. También Fidel Castro decía «We’re not communist» en su primer viaje a EE.UU y luego las circunstancias le hicieron cambiar. Aunque ese sea el más que probable camino de Podemos el futuro permanece abierto y nadie puede predecirlo como si tuviera una Bola de Cristal. Cabe indicar perspectivas, posibilidades y actuar en consecuencia.
Por cierto, en IH la mayor parte de sus miembros -como puede verse por los artículos que publicamos- estamos lejos de participar en Podemos o tener ilusiones sobre ellos.
Me parece demasiado optimista querer ver una oportunidad política en un movimiento de canalización del descontento orquestado desde los medios de masas, que viene a meterse a codazos entre los partidos socialdemócratas, dividiendo su electorado y movilizando por reacción el voto unitario de la derecha. Podemos tiene el éxito asegurado chupando del bote como partido de oposición, pero si por casualidad llegase al poder le pasaría lo que al PSOE: derechización e incumplimiento del programa para adaptarse a las normas del imperio europeo. Lo de cambiarlo desde dentro no se lo creen ni ellos. http://www.telecinco.es/elprogramadeanarosa/entrevistas/inigo-errejon-somos-profundamente-europeistas_2_1802880028.html
Es posible que sea así, Kerl. Pero en el proceso mucha gente se habrá politizado. Hay toda una generación que comienza a entrar en política, primero gracias al 15M, DrY, el Frente Cívico o Podemos. ¿Qué no dan para mucho? Desde luego, pero los procesos no se dan nunca prístinos y claro. La clave está en si es posible incorporar a toda esa gente politizada y futuros desencantados a una organización política seria.
Creo que no hay que buscarles tres pies al gato. Pablito & Cia simplemente venden un producto político, y como todo producto mercantil, está destinado a obtener un beneficio monetario a través del mercado, siguiendo una estructura posmoderna tal que así: D(crowfunding et alii)-M(marca política prêt-à-porter)- D'(salarios por asientos parlamentario y demás subvenciones públicas) Fácil.
Ellos han vendido un producto político que ha sido comprado por un electorado que tenía una demanda potencial que ha sido explotada por Pablito, maximizando el valor marginal de su coleta y su aspecto de yuppie de Lavapiés.
Ideología dura, explicaciones sistémicas, organización de cuadros y militancia seria, cosas como esas son claramente «fachas´´ (aunque fuesen inventadas y puestas en práctica por primera vez por los comunistas) y por lo tanto poco despachables en el mercado político posmoderno. ¿Qué Pablito no vende más que estética y hologramas? Ese es el mercado del futuro, aunque Isidore lo explotase hace tres décadas (desde las camisas de pana y el OTAN de entrada no, a los yates de lujo y OTAN de salida tampoco).
Pablito es inteligente y tiene un ego patológico, por lo que no es difícil dilucidar que hará la misma jugada que Isidoro cuando llegue al poder. Como dijo el comandante Paredes del SECED:«Felipe González, el sevillano, parece apasionado pero es frío. Hay en él algo falso, engañador. No me ha parecido un hombre de ideales, sino de ambiciones´´
Como se escribió en el 18 de Brumario: «Hegel bemerkt irgendwo, daß alle großen weltgeschichtlichen Thatsachen und Personen sich so zu sagen zweimal ereignen. Er hat vergessen hinzuzufügen: das eine Mal als große Tragödie, das andre Mal als lumpige Farce´´ El problema es que en España las miserables farsas llevan ya interpretándose más de dos siglos.
Pues sí, Mirto, es así. Pero yo creo que la corrupción no está tanto en el uso de un lenguaje popular o darle a las masas un subproducto político. Seamos realistas y reconozcamos que el nivel ideológico y político de la gente en general es muy bajo. En esto Pablo Iglesía & Co., tienen razón. El problema es que no veo en ellos voluntad de cambiar eso sino de utilizarlo a su favor. «Ahora es tiempo de propaganda, cuando tengamos el poder nos dedicaremos a educar». Esto queda muy bonito y realista pero cuando se tenga el poder y los ayuntamientos, diputaciones, comunidades y ministerios estén llenos de gente a la que se le ha dado una papilla ideológica posmoderna ya me dirás cómo van a conseguir esa educación. El resultado será, como indicas, una mala copia incoherente.
Gracias por tu comentario!
Te doy toda la razón en el desprecio al pueblo que se desprende del discurso populachero y fácil on de Iglesias y compañía, son la culminación perfecta de la corrupción del sistema de partidos, su expresión máxima, su síntesis. Por otro lado ocurre como con la música en la actualidad , a masas de jóvenes les puedes vender como algo nuevisimo una mala imitación de una canción de los 80,60 o 40′ no hace falta inventar nada, después todo esto convive de manera atomizada en una lista de reproducción de IPod como retales unidos sin dimensión, en el mismo saco, incoherentes y ocasionales, fragmentos que suenan componiendo una nada.