Con los trabajadores de SPANAIR

Tengo el honor de conocer a dos trabajadores de Spanair y no me gustaría estar en su pellejo. Tras el «cese de operaciones» declarado por la compañía se han visto en la tesitura de lidiar con las reclamaciones y ser la cara visible de los hilos invisibles que han acabado con la compañía. Algunos siguen sin entender la distinción entre empleado y dueño o gerente de la compañía y se enfrentan a los pobres currantes como si fuera decisión de estos quedarse en el paro o buscar «recolocación». La mayor parte de los clientes, según nos dicen, aceptan con estoicismo la situación, despotrica de Spanair, los políticos, Rajoy y Zapatero, y a la maldita Generalidad de Cataluña. Los austroliberales se han lanzado ya a criticar al «estatalismo». La culpa la tiene el Estado que en forma de generalitad de Cataluña mete sus manos en la compañía. No vamos a negar la nefasta gestión de la generalidad respecto a Spanir pero la culpa no es del «intervencionismo estatal» sino más bien, de la ausencia de un Estado nacional capaz de controlar los chanchullos y tejemanejes de las partitocracias autonómicas y al contubernio de estas partitocracias por el tejido empresarial. Caciquismo y grandes capitalistas -banqueros incluidos junto a esa casta de pijos a los que ahora se les llama «emprendedores»- es una combinación explosiva. Explosiva para los trabajadores españoles que como siempre sufrirán las consecuencias.

Como ha afirmado el representante de CC.OO «los trabajadores indefinidos de Spanir hemos pasado en cuatro horas de tener un trabajo estable a estar en el paro». Un paro por ahora virtual que va a hacerse efectivo en cuanto el ERE se lleve adelante. En España hemos alcanzado la cifra de 5,2 millones de parados. Se trata de una estimación, a los que hay que sumar los emigrantes -los destinos preferidos son Argentina y Alemania- y los trabajadores precarios cuyos trabajos de uno o dos días se contabilizan para ese mes como si hubieran trabajado el mes entero en términos de estadística. La cosa no parece mejorar. Todo lo contrario. Rajoy ha admitido que va a darle tal patada a los trabajadores que espera una huelga general.

Vuelvo a mis amigos de Spanair y lanzo aquí una reflexión. Gente que no se había interesado por la política y la economía, lo hace justamente el mismo momento de ver su cuello en el cadalso del paro. Me preguntan a mí y han estado preguntando a otros compañeros que saben que les interesa «eso de la política». La respuesta es sencilla: nadie va a regalar nada a los trabajadores de Spanair. Muchos lo sospechaban ya, pero se lo vuelvo a decir. Hay que luchar en organizaciones sin aventurismo, pero con fuerza y decisión. Lo ocurrido no es sólo una enseñanza para el trabajador que hasta hace dos días se sentía seguro viendo la tele y disfrutando del mercado. Lo es también para las organizaciones, pues cuando ocurre una crisis la gente mira y evalúa a aquellos que sospecha saben del asunto. A menudo es un sindicalista, un político, uno de esos «a los que les va el rollo de la política». Para cuando llegue ese momento está la institución, que como afirmaba Lenin, debe ser paciente, esperar y trabajar con un proyecto claro, fuerte y «científico». Nosotros no diremos ya que sea científico pues no existe tal ciencia. La lucha política no es ciencia, pero no por ello deja de llamarnos. Es filosófica y no por ello sobrevuela sobre las inmensidades siderales del problema que mis amigos me plantean cuando les despide. Está implantada políticamente. Y la implantación política es eso mismo: triturar la organización y la estrategia del adversario junto a las doctrinas y programas políticos que defiende. Estamos con los trabajadores de Spanair. A mis amigos simplemente les recuerdo que un currante puede pasar de la política pero que la política no pasará del currante. Más bien lo sobrepasará y lo hará como una apisonadora. Eso es precisamente lo que evita la organización -política y sindical- de los trabajadores y ciudadanos.

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2 Respuestas a “Con los trabajadores de SPANAIR”


  • Lo siento, es que me ha llegado al alma; es decir, al corazón.
    Se obviará la última frase… por las prisas.

  • Ignoro si a la casta de los pijos ahora se les llama «emprendedores». Pero me niego a aceptar que a todo tipo de «emprendedores» se les llame pijos. Hubo una época que «pijos» no eran absolutamente nada… sólo «hijos de…», (…de un padre con «posibilidades», quiero decir); seres que se metían por la nariz una parte de las «posibilidades» de sus padres y lucían flamantes «Adidas» comparadas con las alpargatas que lucíamos el resto que no teníamos ni padres ni posibilidades. Por tanto, al menos en esa época, el término «pijos» y «emprendedores» jamás podían ir en una misma frase. Ahora parece que sí… ¡Cómo cambian los significados de las cosas!

    ¿Podría aceptarse también como «emprendedor» a los millones de autónomos que dan trabajo a millones y millones de personas, a la mayoría de la población activa en España, para no irnos muy lejos… y que en la mayoría de los casos ni siquiera saben lo que significa «caciquismo» ni «grandes capitales»…?

    ¿Un humilde colocador de ventanas de aluminio en casas particulares, no grandes construcciones, es un «pijo emprendedor»…? ¿Es un «pijo emprendedor» el que se lleva a su casa 800 euros, cuando sus empleados se llevan 1000…? ¿Es un «pijo emprendedor» el que cuando no tiene trabajo le quitan su vivienda, porque ni siquiera ha tenido acceso a ningún tipo de «desempleo» ni ayuda de ningún tipo… mientras ve que sus trabajadores, a los que forzosamente ha tenido que despedir, mantienen ayudas casi «in eternum»…? Entonces, reconozco, que desciendo de una casta de pijos… probablemente de innumerables generaciones… pese a que algunos de ellos duerman en cunetas el sueño de los justos. Eso de considerarse un vulgar «pringado» debía ser puro psicologismo… propio de gente «pringada»… sin preparazidaz, lizenziaridaz o capitalizadidaz… que es como hablan los que no son pijos ni tienen ni idea de lo que es ser «emprendedor». Podrán, eso sí, saber cuánto vale una barra de pan, porque saben mucho de estadísticas… pero ¿Tienen idea de lo que cuesta una barra de pan…?

    . ¡Cómo ha cambiado el lenguaje! algunas de las «posicómo se les llama ahora

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