Gustavo Bueno vs Martín Heidegger

Probablemente, los dos filósofos más importantes del siglo XX sean Martín Heidegger y Gustavo Bueno. Puede que a algunos parezca fuerte esta afirmación, pero son los dos filósofos que, en el siglo XX, han desarrollado un sistema coherente y potente: Heidegger la hermenéutica existencial, Bueno el materialismo filosófico. Bueno tiene una ventaja sobre Heidegger, y es que su sistema sigue desarrollándose hoy día en el siglo XXI, porque Gustavo Bueno sigue vivo. Pero se trata de dos filósofos, y de dos sistemas filosóficos, opuestos entre sí.

Me atrevería a decir que una de las tareas perentorias de los materialistas del siglo XXI es enfrentarnos directamente con nuestro arsenal filosófico a la hermenéutica heideggeriana, sin concesiones y con vehemencia, de la misma manera que Bueno lo ha hecho con otros filósofos influyentes como Kant. Y es necesario hacerlo porque la influencia de Heidegger en el presente es enorme. E insisto, es problemático que un filósofo que militó en el NSDAP, y que fue un nazi consumado, confeso y radical, tenga tantísima influencia entre «pensadores» de «izquierdas».

Gracias a una buena estrategia de penetración y de márketin, Heidegger se coló en las «izquierdas», a través de Sartre, Derridá y su «deconstrucción» o incluso Foucault. Y hasta hoy, mucha gente que se dice de «izquierdas» sigue más a Heidegger que, por ejemplo, a Marx. O tratan de compatibilizarlos sin ninguna vergüenza, mostrando su nacionalbolchevismo abiertamente. Por ello, el materialismo filosófico debe triturar, porque puede, a la hermenéutica heideggeriana.

Es más, me atrevería a decir que, una vez derribado el Antiguo Régimen, y teniendo en cuenta que el nacionalsocialismo fue una forma de derecha política que no estaba alineada con las instituciones tradicionales del Antiguo Régimen (Trono y Altar), que todo lo que esté tocado por Heidegger y sus ideas (el Ser, el Ente, &c.), es derecha. Y todo lo que esté tocado por el materialismo filosófico de Gustavo Bueno, es izquierda. Y esto es grave, cuando muchos indigenistas, ecologistas, anarquistas, proetarras, feministas, y otros grupos, reclaman orgullosos el legado de Heidegger, llamándose de «izquierdas» para no reconocer abiertamente que son unos neonazis sui géneris, muy lejos del estereotipo del skinhead marrullero de muchas ciudades occidentales. Heidegger ha influido en estos grupos, además del fundamentalismo islámico, de cierto neo-peronismo, de diversos nacionalismos que en vez de exaltar la raza la sustituyen por la lengua (para Heidegger, «el lenguaje es el vehículo del ser»), en grupos neo-paganos, &c.

La influencia de Gustavo Bueno está en desarrollo, y es necesario aumentarla. Pues asumir el materialismo filosófico es un acicate para la construcción de proyectos políticos serios de izquierda política definida muy alejados del batiburrillo seminazi teñido de «izquierdismo» que los «heideggerianos de izquierda» propugnan. La lucha materialismo filosófico / hermenéutica existencial puede ser la gran lucha filosófica del siglo XXI. Y es necesario asumirla, pues la lucha contra todo lo que represente nacionalsocialismo, fascismo y racismo, conlleva no solo una lucha mundana (necesaria), sino también académica, teniendo siempre en cuenta la retroacción entre ambas luchas. La lucha materialista contra la herencia y el sistema de Martín Heidegger ha de ser heredera de la lucha del marxismo-leninismo contra las ideologías académicas racistas e imperialistas depredadoras, y no puede ser de otra manera, pues esas ideas heideggerianas están hoy asumidas por sujetos que no se atreven a reconocer como nazis.

Esto conlleva también la contraposición de la idea de patria del materialismo filosófico frente a la idea de «patria» de Heidegger, contraposición heredera en buena medida de la lucha decimonónica entre nacionalismo cívico-político (de origen jacobino, heredada por los liberales iberoamericanos) y nacionalismo romántico-cultural (de origen alemán). Es la contraposición de la idea de patria como territorio apropiado por el Estado en el que trabajan y crean riqueza los sujetos que en él vive (la patria, para el materialismo filosófico, seguiría esta ecuación: territorio-trabajo-vida-Estado), trabajo que, a nivel ascendente, permite al Estado, poder descendente, acumular la riqueza creada para mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos. Una idea de patria antirracista, antiheideggeriana, pues todos los sujetos tienen capacidad para conocer las verdades que en el Mundo existen, sin importar su raza, su sexo, su edad o su origen. Esta idea se contrapone a la idea de «patria» de Heidegger, la cual prescinde del Estado, trata de prescindir del progreso histórico que esa relación trabajo-territorio-riqueza-Estado supone a nivel político, científico y tecnológico. La idea de Heidegger se resume en que el Ser, esto es, el Mundo que comprehende y se comprehende a sí mismo a través del lenguaje, tiene una pureza corrompida por capas de progreso tecnológico, científico y político, ligada a la relación entre la sangre (plasmada en la cotidianeidad del Ser) y el suelo (el lugar donde esa cotidianeidad pura se desarrolla, de donde brota y donde se mantiene). Sangre y Suelo (el «Blut Und Boden» de los nazis), máxima que gusta a muchos «izquierdistas» defensores del relativismo cultural, el cual no es otra cosa que racialismo neonazi heideggeriano, que encandila tanto a los indigenistas como a la ETA o al nacionalismo étnico catalanista, además de al fundamentalismo islámico y, por supuesto, todo neofascismo contemporáneo.

Estas dos ideas de patria con incompatibles, y su choque siempre será violento. Pues mientras la primera idea de patria, la del materialismo filosófico, es progresista en sentido ontológico y gnoseológico, en este mismo sentido es reaccionaria la idea de «patria» de Heidegger. Y esto tiene sus connotaciones políticas innegables. Así pues, en este siglo XXI, estar del lado del materialismo filosófico supone estar del lado del progreso real, de la revolución políticamente definida y del patriotismo universalista sano. Estar del lado de la hermenéutica existencial de Heidegger supone estar de lado del último representante de altura de la vida anterior al progreso real, supone estar de lado de la contrarrevolución, del irracionalismo, del oscurantismo y de la barbarie. Ninguno de los velos que los heideggerianos se pongan (izquierdistas y democráticos) nos han de distraer de lo que realmente son. Bueno o Heidegger. No hay hoy día otra elección. Izquierda Hispánica ya ha elegido. Invitamos a todos a seguir nuestros pasos.

Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo.

P.S. Gustavo Bueno, sobre Heidegger:

No hay una Ontología que pueda estimarse como verdadera de modo inmediato, es decir, prescindiendo de la consideración dialéctica de sus alternativas más profundas. Si la Ontología de Heidegger, sin perjuicio de su consustancialidad originaria con el nazismo, constituye una de esas alternativas, ya no será posible condenarla sin más, como se condena a los nazis. Habrá que analizarla y discutirla. Y, al analizarla, descubriremos acaso que la «alternativa heideggeriana» puede ser entendida también, cambiando, dentro de ciertos límites, sus originarias referencias nazis y que, por tanto, esa alternativa no es de todo punto insólita, pues ella se re-produce funcionalmente, con parámetros diversos a los germánicos, una y otra vez. Por ejemplo, y para atenernos, por brevedad, a la cuestión de la conexión del Pensar con el Lenguaje, diríamos que la importancia de la posición heideggeriana reside en que, bajo la forma de una afirmación dogmática muy concreta (el privilegio de la lengua alemana) aquella posición está planteando la cuestión de referencia no ya en el terreno genérico, cuasi-psicológico –«¿es posible pensar al margen del lenguaje, en general?»– sino en un terreno más positivo, histórico: «¿Son equivalentes todos los lenguajes, históricamente dados (entre ellos, pero solamente como uno de ellos, el alemán y todo lo que él implica), en relación con el pensar, o hay que reconocer diferencias significativas?» Quién discute a Heidegger sus posiciones dogmáticas (respecto del privilegio del alemán, como lenguaje filosófico por excelencia), acaso es porque presupone, con Voltaire, por ejemplo, que el alemán es un idioma bárbaro, pero no porque niega que haya algún idioma o grupos de idiomas –acaso los idiomas románicos– más aptos que otros para el pensar filosófico. Y esto equivale a cuestionar si tiene sentido hablar de un «pensar humano» universal, racional, común a todos los hombres cualquiera que sea el lenguaje en que se expresen o si, más bien, el pensamiento filosófico debe considerarse ligado a unas determinadas culturas –que habrá que precisar– y que la universalidad y racionalidad que el pensamiento pueda alcanzar no habrá de estar ligada a la universalidad y racionalidad que pueda alcanzar la cultura de referencia”.

http://www.filosofia.org/rev/bas/bas20108.htm

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12 Respuestas a “Gustavo Bueno vs Martín Heidegger”


  • Jaume Farrerons

    Usted no sabe nada de Martin Heidegger, pero tampoco de filosofía. No comprende que el ser «en» el mundo no es el naturalista de «sentido común» de una oliva en un vaso, sino que tiene un significado fenomenológico al que Heidegger dedica no pocas páginas y evidencias. No le voy a explicar la fenomenología a alguien que se expresa en semejantes términos insultantes. Usted, por decir lo que dice a su edad, no tiene arreglo y no merece la pena dedicarle un minuto. Si fuera cierto lo que «usted» dice, el título del artículo de cabecera no se entiende, carece de sentido, los propios autores de la página deben de ser idiotas, ni se entiende tampoco la influencia de Heidegger en la filosofía del siglo XX, que es apabullante y reconocida universalmente. El problema es que usted NO HA ENTENDIDO A HEIDEGGER, algo que queda patente en su ridículo «resumen caquita», que es, en el fondo, la «caquita» de su mente pedestre incapaz de comprender ningún problema de filosofía. Usted no tiene ni la más remota idea de lo que es un problema filosófico. Usted dedíquese al periodismo deportivo o a cosa semejante, señor Escante, pero no haga el ridículo citando a Santo Tomás.

  • Heidegger es caquita. Siempre con frases truchas que hay que interpretar. Es un vago al que hay que hacerle el trabajo para sacarle algo racional. En esto se parece también a Hegel, pero por lo menos el viejo Hegel era divertido. Tiene que escribir cien páginas para decirnos que estamos en el mundo. ¡¡Gracias, Heidegger, no me había enterado!! Lo que un tomista dice en una página, un marxista en un párrafo y Gustavo Bueno en una línea, Heidegger necesita hablar y hablar con giros y retruécanos.

  • Jaume Farrerons

    (Versión corregida). No hay ni una sola refutación en la entrada de Granados. Son meras afirmaciones. Con este tipo de “críticas” se puede refutar todo, basta decir “es falso”, “es una manipulación”. Pruébenlo. Sirve para un barrido y un fregado. Señor Armesilla: de razones ninguna, pero el ataque personal cubre la ignorancia, algo típico de España. No me extraña que hayan terminado en el descrédito. Dice “aquí no le queremos, señor Farrerons”. Observe mi tristeza por ello. ¿De dónde saca usted que yo quiero estar aquí? Sólo he venido a demostrar lo obvio, a saber, que pese a todos los méritos de Bueno, este filósofo no se puede comparar con un gigante del pensamiento como Heidegger. Si Bueno no fuera un mitómano lastrado por una egolatría bochornosa, tampoco osaría hacer ciertas comparaciones. En nuestra patria todavía no se ha aprendido a filosofar.

  • Jaume Farrerons

    No hay ni una sola refutación en la entrada de granados. Son meras afirmaciones. Con este tipo de «críticas» se puede refutar todo, basta decir «es falso», «es una manipulación». Pruébenlo. Sirve para todo. Señor Santiago Armesilla: de razones nada, pero el ataque personal ya cubre el resto. No me extraño que hayan terminado en el descrédito. Dice «aquí no le queremos, señor Farrerons». Observe mi tristeza por ello. ¿De dónde saca usted que yo quiero estar aquí? Sólo he venido a demostrar lo obvio, a saber, que pese a todos los méritos de Bueno, este filósofo no se puede comparar con un gigante del pensamiento como Heidegger. Si Bueno no fuera un mitómano lastrado por una egolatría bochornosa, no osaría hacer ciertas comparaciones. En España todavía no se ha aprendido a filosofar.

  • Granados ha respondido muy bien por mí. Aunque Farrerons no es liberal, sino un neofascista, creador de un engendro europeísta y etnoidentitario llamado «Izquierda Nacional de los Trabajadores». Aquí no le queremos, señor Farrerons.

  • Me he encontrado con esta afirmación liberaloide de Jaume Ferrerons sobre las supuestas victimas del «comunismo», encima le reprocha a Juan Carlos alvarez de «inventar» cuando el que inventa es él bien por ignorancia ó por fanatismo liberal.

    la acusación levantada por Courtois en el «libro negro del comunismo» es eso, una calummnia , un conjunto de patrañas y distorsiones sin cuento que demuestran el nivel canallesco al que ha llegado la historia «académica» antisocialista y anticomunista .

    Hay multiples refutaciones bastante demoledoras de los procedimientos estadísticos empleados por ejemplo para el caso de China; es curioso que se ignoren por ejemplo las investigaciones de Dreze y amartya sen que demostraron ya en los años 80, en un anlisis comparativo entre China e india entre 1949 y 1980 que las políticas socioeconómicas de Mao salvaron 100 millones de vidas más que las que se perdieron en la India.( vid, por ejemplo Gregor Benton;Lin Chan:»¿Was Mao really a monster?.the academic response a
    to chang and holliday(2008).

    Los capitulos dedicados por Courtois a la URSS son vergonzosos en su grado de manipulación y bastaría citar las críticas de Mark tauger, arch getty, robert Thurston ,grover furr, etc,etc … es pura basura, «rubbish» como dicen los anglos.

    También es una pena que miembros de IH,que muestran simpatías hacia el marxismo ó el marxismo- leninismo, no respondan a semejante sarta de infundios liberales(por cierto de origen nazifascista ya que fueron ellos los primeros en manejar estas cifras, la inteligencia liberal de la guerra fría no hizo más que reciclarlas como hace el LN del comunismo).

    Dificilmente se podrán hacer unos análisis filosófico-históricos correctos si se asume una supuesta «evidencia » pseudohistórica tan falseada y tan manipulada.

    salud.

  • «Es muy discutible que el número de víctimas del comunismo marxista-leninista fuera superior al del nazismo. En primer lugar, todavía no se conoce el número exacto de víctimas del estalinismo (los cálculos oscilan entre los 5 millones y los 40 millones de muertos, sin ningún acuerdo entre los historiadores). En cambio, sabemos que el nazismo es el causante directo o indirecto de unos 40 millones de muertos, y en apenas seis años. Si el nazismo hubiera pervivido, habría eliminado a un porcentaje todavía mayor del género humano.»

    Esta afirmación de Juan Carlos Álvarez es UNA PURA INVENCIÓN.

    Conocemos el número aproximado de víctimas del comunismo marxista gracias a la obra de Stéphane Courtois «El libro negro del comunismo». Y son nada menos que 100 millones. Sólo el maoísmo exterminó en China a 65 millones de personas.

    En cuanto al nazismo, su número de víctimas oficial aceptado no rebasa los 10 millones. Y si se incluyen como víctimas también a las «indirectas», el propio Stéphane Courtois eleva la cifra a 25 millones, pero entonces el comunismo podría rebasar los 150 millones. La cifra de 40 millones de víctimas del nazismo carece de fundamento.

    Así que por cada víctima del nazismo habría 4 del comunismo.

    Esta es la incómoda realidad, señores progres. Pero mientras todos los regímenes comunistas, casi sin excepción, han sido genocidas, el fascismo, por ejemplo, no lo fue. Sus 25 condenas a muerte lo colocan muy por debajo incluso de ETA,una banda marxista-leninista que también bebe del materialismo de Marx y ha asesinado a casi un millar de ciudadanos españoles acusándolos de «fascistas» (la misma acusación con la que se pretende resolver un debate filosófico).

    Así que cuidado con juzgar la filosofía de Heidegger por sus vínculos con el nazismo. Podría hacerse lo mismo con el materialismo respecto del comunismo marxista y entonces aquél quizá saldría desplumado de la pelea.

  • Mi postura en absoluto está encuadrada en el marxismo clásico. Quizás no me expresé bien, por lo que cuando pueda escribiré un segundo artículo sobre la cuestión. El artículo pretendía ser político más que filosófico, y pretendía ser entendible incluso por los no versados en materialismo filosófico. Pero debido a la controversia, escribiré otro.

    Salud.

    Santiago.

  • Jaume Farrerons escribió:

    el fascismo originario, el italiano, no era racista ni antisemita; que otros movimientos fascistas, como el falangista, tampoco lo son. Y que el fascismo procede de la izquierda. ¿Tan extraño es que la izquierda vuelva a reecontrarse con sus raíces filosóficas fascistas?

    Detecto aquí una contradicción. Es cierto que la izquierda --concretamente la izquierda socialdemócrata, pero no la izquierda jacobina, ni la liberal, ni la anarquista, ni la comunista-- estuvo en el origen del fascismo. Por tanto, algunos sectores de la izquierda socialdemócrata e indefinida actual están volviendo a posturas ultranacionalistas y xenófobas, pero no porque recuperen sus «raíces filosóficas fascistas» (pues sus raíces filosóficas originarias no eran ni podían ser fascistas, ya que el fascismo surgió más adelante como una herejía o desviación de la socialdemocracia), sino sencillamente porque han experimentado una progresiva conversión hacia las posturas de la extrema derecha, en virtud de la ecualización entre las diversas fuerzas políticas característica del mercado de consumo capitalista.

    Por tanto, creo que el enfoque del autor de la entrada está viciado desde el principio por una demagogia insufrible, que además ignora los crímenes perpetrados por el comunismo marxista, con un número de víctimas muy superior a las del nazismo

    Es muy discutible que el número de víctimas del comunismo marxista-leninista fuera superior al del nazismo. En primer lugar, todavía no se conoce el número exacto de víctimas del estalinismo (los cálculos oscilan entre los 5 millones y los 40 millones de muertos, sin ningún acuerdo entre los historiadores). En cambio, sabemos que el nazismo es el causante directo o indirecto de unos 40 millones de muertos, y en apenas seis años. Si el nazismo hubiera pervivido, habría eliminado a un porcentaje todavía mayor del género humano.

    Por otro lado, la importancia de un pensador, en el siglo XX, no se mide ya por la producción de “sistemas”. Pasar a Heidegger por ese rasero sería como juzgar a Newton desde la perspectiva de la escolástica medieval.

    No es que la importancia de un pensador se mida o no por su producción de «sistemas». La cuestión es que toda filosofía digna de tal nombre conforma necesariamente un sistema, aunque se trate de un sistema más o menos desorganizado, deslavazado o camuflado camaleónicamente bajo la forma de aforismos, artículos y ensayos cuasi literarios, poemas, artículos periodísticos, etc. En el caso de Heidegger, no deberíamos hablar de un sistema sino de tres sistemas distintos, correspondientes a las tres fases establecidas por Kettering: la etapa de la pregunta por el Sentido del Ser y del Dasein como ente que se interroga sobre este sentido (fase que va desde 1920 a 1932); la etapa de la pregunta por la Verdad del Ser en cuanto encarnado en el Estado Nazi (fase que va desde 1932 a 1946); y la etapa de la pregunta por el lugar del ser y la búsqueda de la quietud y el reposo absolutos, totalmente «alejados de la política y de la cultura». Los tres sistemas impiden hablar de una coherencia general en la obra de Heidegger (aunque la coherencia no es tampoco una virtud: Hitler fue siempre muy coherente en su odio y persecución a los judíos). Asimismo, como en Nietzsche, la potencia del pensamiento de Heidegger no reside en sus sistemas o en la generalidad de su pensamiento, sino en determinados aforismos, sentencias e ideas que deben juzgarse por sí mismas, con independencia del sistema más general.

    Dentro de ella, Bueno es sólo un caso entre muchos otros (Althusser, Lukács, etc).

    Precisamente ha citado a dos de los filósofos más importantes del siglo XX --Althusser y Lukács, cuya influencia fue también muy grande. Su actual olvido o semiolvido responde únicamente a motivos políticos e ideológicos (la caída de la Unión Soviética y sus aliados), y no a motivos propiamente filosóficos. Por otro lado, juzgar una filosofía como la de Bueno sólo por su mayor influencia en un determinado contexto histórico es un ejemplo clarísimo de falacia ad populum. Schopenhauer sólo fue reconocido al final de su vida, y Spinoza o Nietzsche sólo lo fueron después de su muerte. La influencia de Bueno está creciendo significativamente en España y en varios países hispanoamericanos. Pero su validez ha de evaluarse en base a criterios filosóficos estrictos, y no en base a estadísticas sociológicas.

    Mientras tanto es Heidegger quien influye en la izquierda. Y no debe extrañarnos que esto ocurra si lo que queda del marxismo se expresa en los términos que la entrada del presente blog ha ejemplificado de forma tan escandalosa.

    Heidegger influye hoy en una parte de la izquierda, principalmente académica e «intelectual». Pero la razón no es que existan posturas como las de Santiago Armesilla, sólidas, coherentes y claramente encuadradas dentro del marxismo clásico, sino precisamente porque la izquierda postmoderna ha renunciado al marxismo y en consecuencia se ha quedado totalmente huérfana de referentes filosóficos. Entre las minorías intelectuales uno de los referentes es Heidegger, pero entre la mayoría de los izquierdistas las referencias son las ideas de los nacionalistas étnicos, los indigenistas, los defensores de la legalización de las drogas, los cantantes de heavy metal, el feminismo radical y el ecologismo radicalizado y espiritualista/holista.

    El escrito de Armesilla no es en absoluto escandalosos ni despreciable. Está muy bien escrito y expuesto de forma brillante e inteligente, y defiende una postura que también defienden destacados especialistas como Karl Popper, Víctor Farías, Emmanuel Faye, Tod Linberg, etc., y también los partidos comunistas y los grupos trotskistas de la actualidad, así como neoliberales como Pío Moa o César Vidal. Es una postura básicamente desenfocada, pero digna de análisis y estudio.

  • Estoy trabajando en una tesis doctoral que aborda la cuestión del vínculo filosófico entre Heidegger y el nazismo, pero no veo que dicho vínculo se detecte en el nivel del racismo. En realidad, debería hablarse de vínculo con el «fascismo» entendido en sentido amplio, genérico, y aquí habría que recordar que el fascismo originario, el italiano, no era racista ni antisemita; que otros movimientos fascistas, como el falangista, tampoco lo son. Y que el fascismo procede de la izquierda. ¿Tan extraño es que la izquierda vuelva a reecontrarse con sus raíces filosóficas fascistas?

    Por tanto, creo que el enfoque del autor de la entrada está viciado desde el principio por una demagogia insufrible, que además ignora los crímenes perpetrados por el comunismo marxista, con un número de víctimas muy superior a las del nazismo. Esperaba de la Izquierda Hispánica algo más que un triste panfleto sobre la cuestión. Y en este punto -sólo en éste- estoy de acuerdo con Gustavo Bueno cuando sostiene que el debate con la presunta «filosofía fascista» de Heidegger debe desarrollarse en el plano estrictamente filosófico, sin hacer «trampas»; sin meter, por ejemplo, ya de entrada, la demagogia del comisario estalinista como postulado o punto de partida incuestionable del debate teórico. !Pero esto es sólo una muestra de debilidad filosófica! !Hay que caricaturizar políticamente al temible adversario -con todo el prejuicio ambiental a favor de uno- antes de enfrentarse a él!

    Por otro lado, la importancia de un pensador, en el siglo XX, no se mide ya por la producción de «sistemas». Pasar a Heidegger por ese rasero sería como juzgar a Newton desde la perspectiva de la escolástica medieval. Heidegger no es un fabricante de sistemas, sino un pensador que ha colocado en su sitio la noción misma de «sistema» y su pretensión totalitaria ligada a la tecnificación del mundo. El «sistema» pertenece a lo que Heidegger ha dejado atrás con su pensamiento, precisamente. !No caer en la trampa del sistema es su mérito, nunca un defecto que quepa reprochársele!

    Con todos los respetos por Gustavo Bueno, cuya competencia docente y erudición abismal no niego, pretender colocar a Bueno y Heidegger como las cimas de la filosofía del siglo XX se justifica en el caso de Heidegger, pero en el caso de Bueno suena tan pretencioso el lance retórico que sólo añade un testimonio más al grueso expediente de la agónica crisis del marxismo. Dentro de ella, Bueno es sólo un caso entre muchos otros (Althusser, Lukács, etc).

    Mientras tanto es Heidegger quien influye en la izquierda. Y no debe extrañarnos que esto ocurra si lo que queda del marxismo se expresa en los términos que la entrada del presente blog ha ejemplificado de forma tan escandalosa.

  • A propósito, el texto de Gustavo Bueno, tan ponderado y sensato como todos los que escribe el filósofo español (pese a la fama de polemista que le han creado algunos medios) va justamente en contra de la postura del --por otro lado-- interesantísimo artículo de Santiago Armesilla. Escribe Bueno:

    Si la Ontología de Heidegger, sin perjuicio de su consustancialidad originaria con el nazismo, constituye una de esas alternativas, ya no será posible condenarla sin más, como se condena a los nazis. Habrá que analizarla y discutirla.

    Es decir, si la filosofía de Heidegger constituye una verdadera filosofía (aunque no sea una filosofía verdadera), aunque consustal e históricamente estuviera ligada al nazismo, no podríamos condenarla sin más, sino que debenos tomárnosla en serio para analizarla, estudiarla, criticarla y recuperar dialécticamente lo que fuera recuperable de tal filosofía.

    Y, al analizarla, descubriremos acaso que la «alternativa heideggeriana» puede ser entendida también, cambiando, dentro de ciertos límites, sus originarias referencias nazis y que, por tanto, esa alternativa no es de todo punto insólita, pues ella se re-produce funcionalmente, con parámetros diversos a los germánicos, una y otra vez.

    Es decir, es posible cambiar los parámetros y las referencias nazis de Heidegger, o prescindir de ellos sin más, para ver que la filosofía de Heidegger plantea una serie de cuestiones y de propuestas que se han repetido a lo largo de la historia, tanto en Alemania como fuera de la órbita germana (por ejemplo, en los países latinos y eslavos, e incluso en la filosofía islámica medieval).

    La importancia de la posición heideggeriana reside en que, bajo la forma de una afirmación dogmática muy concreta, aquella posición está planteando la cuestión de referencia no ya en el terreno genérico, cuasi-psicológico, sino en un terreno más positivo, histórico: «¿Son equivalentes todos los lenguajes, históricamente dados (entre ellos, pero solamente como uno de ellos, el alemán y todo lo que él implica), en relación con el pensar, o hay que reconocer diferencias significativas?»

    Es decir, Bueno dice que, tras la afirmación dogmática de que el lenguaje alemán es «el lenguaje superior para la reflexión filosófica», subyace una cuestión filosófica mucho más profunda, que la propia afirmación dogmática de Heidegger plantea: «¿Son todos los lenguajes equivalentes para el pensamiento filosófico, o hay diferencias significativas entre ellos a este respecto?» Así, por ejemplo, las lenguas latinas pueden ser mucho más adecuadas para la reflexión filosófica que otras lenguas alejadas de la tradición filosófica y científica de occidente.

  • Probablemente, los dos filósofos más importantes del siglo XX sean Martín Heidegger y Gustavo Bueno.

    Sin duda, son dos grandes filósofos. Pero es muy discutible que Heidegger haya creado un «sistema filosófico potente y coherente»: la coherencia brilla por su ausencia en la obra de Heidegger, llena de contradicciones y de ambigüedades. Y la «potencia», entendida sobre todo como la capacidad para triturar y disolver otros sistemas filosóficos, también es discutible: en la obra de Heidegger hay hallazgos geniales, pero también dislates. Otros filósofos tan importantes o más, que sí han desarrollado sistemas filosóficos coherentes y potentes, serían Sigmund Freud (considerando que el psicoanálisis es una filosofía y no una ciencia), Edmund Husserl, Walter Benjamin, Gyorgy Lukács, Ortega y Gasset, Theodor W. Adorno, J.P. Sartre, M. Merleau-Ponty, Louis Althusser, Jacques Lacan, Xavier Zubiri, Jürgen Habermas, Alain Badiou, Otto Neurath, W.V.O. Quine, Mario Bunge, etc.

    Me atrevería a decir que una de las tareas perentorias de los materialistas del siglo XXI es enfrentarnos directamente con nuestro arsenal filosófico a la hermenéutica heideggeriana, sin concesiones y con vehemencia, de la misma manera que Bueno lo ha hecho con otros filósofos influyentes como Kant.

    De acuerdo, pero el enfrentamiento no es una simple lucha para aniquilar al adversario sino, antes bien,un enfrentamiento dialéctico para re-interpretarlo vigorosamente y para superarlo asumiéndolo dentro de nuestras propias coordenadas, que es lo que Bueno ha hecho con Kant sin por ello dejar de ser (críticamente) kantiano. En el caso de Heidegger, el materialista filosófico Marino Pérez Álvarez (autor del reciente El Mito del Cerebro Creador) ha llevado a cabo una reinterpretación de Heidegger dentro del marco del materialismo filosófico, considerando que las ideas heideggerianas de ser-en-el-mundo, de los objetos como estar-a-la-mano, o de la vida como apertura continua de horizontes, son ideas plenamente asimilables dentro del sistema filosófico de Bueno.

    El resto del artículo no deja de ser un ataque ad hominem contra Heidegger, basándose en lo que ya todos sabemos: que el filósofo alemán dio su apoyo al nazismo en los años 30 y 40, y que más adelante mantuvo siempre una postura ambigua. Por supuesto, tales acciones de Heidegger son totalmente reprobables y perversas. Pero el problema básico, que ha provocado y sigue provocando una enorme polémica, es si la postura nazi de Heidegger se derivaba de su filosofía o no. La cuestión es compleja, pero ahora la mayoría de intérpretes se inclina por pensar que la opción política de Heidegger pudo derivarse de algunas (pero no todas, ni mucho menos) de las ideas ya expuestas en Ser y Tiempo, sobre todo de la forma en que fueron reinterpretadas por el propio Heidegger más adelante. Por ejemplo, la identificación del Ser con el Estado nazi no era algo que ni siquiera se insinuara en Ser y Tiempo: fue una reelaboración posterior de Heidelberg que coincidió con su cátedra de Heidelberg en 1933. Por otro lado, Heidegger nunca apeló a concepciones racistas o biologicistas en su obra, siendo ésta su principal discrepancia con el nazismo (y una discrepancia nada superficial).

    Ésta era también la misma postura que mantenía Vidal Peña, ex-catedrático de la Universidad de Oviedo y destacado representante de la escuela filosófica de Bueno. Para Vidal Peña, la afiliación nazi de Heidegger no echaba por tierra las reflexiones de Heidegger sobre la muerte, la diferencia entre la ontología y lo óntico, la soledad, el sentido de la vida, o el papel de la tecnología moderna. Para Vidal Peña, el rechazo absoluto de Heidegger por haber simpatizado con el nazismo no era sino el rechazo a seguir las vías de reflexión abiertas por Heidegger en estos ámbitos.

    Y esto es grave, cuando muchos indigenistas, ecologistas, anarquistas, proetarras, feministas, y otros grupos, reclaman orgullosos el legado de Heidegger, llamándose de “izquierdas” para no reconocer abiertamente que son unos neonazis sui géneris

    ¿Son «neonazis sui generis» los catedráticos Marino Pérez Álvarez y Vidal Peña? ¿Es un «neonazi» Alain Badiou, filósofo francés que combina a Marx y Heidegger, y que sigue denominándose comunista y maoísta, que ha escrito artículos y libros defendiendo a Robespierre y a la Revolución Cultural de Mao, que ha atacado por pseudocientífico el pseudoconcepto de «raza», que ha criticado a Sarkozy por la expulsión de gitanos rumanos de Francia y que ha participado en manifestaciones públicas contra dicha ignominiosa expulsión? ¿Es un «neonazi» Gianni Vattimo, quien también es seguidor de Heidegger pero se declara comunista, rechaza también el concepto de «raza», y es partidario de la apertura de fronteras a la inmigración? ¿Eran «neonazis encubiertos» Hanna Arendt, Herbert Marcuse, Maurice Merleau-Ponty, Jean Paul Sartre, Karl Rahner, Xavier Zubiri, Jacques Lacan, Gilles Deleuze, Hans-Georg Gadamer, Emmanuel Levinas, Jacques Derrida, etc?

    Por otra parte, es posible que algunos grupos o grupúsculos de la izquierda postmoderna puedan sentirse «orgullosos» de reivindicar a Heidegger. Pero entre muchos filósofos, teólogos y científicos sociales no es ésta la norma: su asimilación de Heidegger no es apologética, sino, antes bien, sumamente crítica. Tal fue el caso de Herbert Marcuse, quien, aun admirando la filosofía de Heidegger, le pidió explicaciones a éste por su colaboración con el régimen nazi, y le acusó de haber sido partícipe activo de la barbarie, rompiendo toda relación personal con él (pese a lo cual no dejó de seguir utilizando diversos conceptos heideggerianos). Incluso Theodor W. Adorno, gran crítico de la obra de Heidegger, reconoció en 1941 que «la filosofía de Heidegger, de hecho, no es muy distinta de lo que nosotros hacemos [en la escuela de Frankfurt]». No olvidemos que Gustavo Bueno, en La fe del ateo, reivindica a Adorno y Horkheimer y, sobre todo, su Dialéctica de la Ilustración.

    Afirmar que, en realidad, si uno está influido más o menos por Heidegger y al mismo tiempo se declara comunista, marxista, anti-racista, anti-identitario, anti-etnicista, universalista, racionalista, materialista, etc., en realidad es un «neonazi encubierto» o camuflado de izquierdista, no tiene ningún sentido. Es como decir que Lenin, ya que en un momento de su vida apoyó el nacionalismo identitario (aunque sólo fuera de los pueblos incluidos en el Imperio Ruso), en realidad era un «nazi encubierto». Esto recuerda a la famosa interpretación de psicoanálisis barato de alguien que nos dice: «Tus problemas se deben a que estás enamorado de tu madre». Si le contestamos «¡Pero no estoy enamorado de mi madre!», el pseudo-psicoanalista silvestre responderá: «¡Sí lo estás, pero eres inconsciente de ello!». Podemos sustituir perfectamente «inconsciente por encubierto».

    Más erróneo aún es calificar de «nacionalbolchevique» a todo aquél que siga a Heidegger. En primer lugar, el concepto de «seguir» no está bien definido: desde luego, no parece apropiado para quien simplemente se sirve de algunos conceptos o ideas de Heidegger y asume críticamente una parte de su filosofía. En segundo lugar, el nacionalbolchevismo tiene muy poco que ver con Heidegger: el NB es un delirante movimiento político muy minoritario, caracterizado por combinar ideas del nazismo y del marxismo-leninismo en una forma peculiar, defendiendo el ultranacionalismo panruso y paneuropeísta (creación de un Imperio Eurosoviético que domine el mundo), el antisemitismo, el racismo (superioridad racial de los europeos)y la homofobia, y que utiliza símbolos nazis y comunistas por igual. Pero su filosofía es sumamente burda (como no podía ser menos), y no hay que rastrearla en Heidegger (demasiado sofisticado para la simpleza nacional-bolchevique), sino en Jean Thiriart, un tipo cuyas únicas lecturas «filosóficas» fueron Konstantin Leontiev, Vladimir Soloviov, Vilfredo Pareto, Louis Auguste Blanqui, Benito Mussolini, Joseph Goebbels, Adolf Hitler, Joseph Stalin y poco más. Los actuales partidos de extrema derecha (como los que han llegado al Parlamento en Austria, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia) tampoco se basan en Heidegger sino, antes bien, en Friedrich Hayek (como guía económica) y en libros de autores geneticistas como James Watson y supremacistas como Edgar Steele, David Irving y el socialdemócrata alemán Thilo Sarrazin (como guía para sus políticas sociales).

    Asimismo, es detectable en el texto de Santiago Armesilla una falacia característica del marxismo-leninismo: la de pensar que toda actividad o producto científico, filosófico o artístico está necesariamente implicado en el gran y metafísico enfrentamiento global entre la Burguesía y el Proletariado, el Capitalismo y el Comunismo, o entre las Fuerzas de la Reacción y las Fuerzas del Progreso o, en nuestros días, entre la Derecha y la Izquierda. Lo mismo defendían muchos intelectuales leninistas al hablar de «ciencia proletaria» versus «ciencia burguesa», considerando que no podía haber ciencia ni conocimiento alguno al margen de la lucha de clases. Así, por ejemplo, la epigenética era progresista y la genética reaccionaria, la lógica dialéctica era progresista y la lógica clásica reaccionaria, la teoría de la relatividad era progresista y la física cuántica reaccionaria, la psicología pavloviana era progresista y el conductismo americano reaccionario, etc., etc. El propio Stalin rectificó esta postura relativista en los años 40, afirmando que el conocimiento científico estaba por encima de la lucha de clases.

    Y algo parecido es lo que describe Santiago Armesilla, cunado señala que «todo lo que esté tocado por Bueno» es izquierda, y «todo lo que esté tocado por Heidegger es derecha». Esta afirmación no se sostiene, en primer lugar porque es un contrafáctico, y en segundo lugar porque se apoya en una presuposición falsa. Por otro lado, ignora la dialéctica, pues la tarea de una filosofía crítica, como la de Bueno, no es sólo triturar y aniquilar por completo a otras filosofías académicas, sino también integrarlas en la medida de lo posible, reinterpretarlas y reconstruirlas dentro de sus coordenadas y en sus propios términos. La potencia de la filosofía de Bueno no nace sólo de su capacidad para destruir otras filosofías, sino también para reasumirlas y reintegrarlas dialécticamente dentro de sí.

    Respecto al concepto de «patria» en Heidegger y en Bueno, Armesilla se muestra acertado. Pero la idea de la «patria» sólo conforma una mínima parte de la obra filosófica de Heidegger, y coincide precisamente con sus años de apoyo explícito al nazismo. Más adelante, tras el «giro lingüístico», Heidegger se refiere a la «patria» simplemente en el sentido nostálgico y poético de Hölderlin, como el terruño de la infancia (Savater también ha escrito que «la verdadera patria es la infancia»), pero sin pretender fundamentar ningún proyecto político a partir de dicho concepto --que podrá ser rechazable, pero que en ningún caso es intrínsecamente «nazi» o «derechista».

    Gracias por tan interesante artículo. Un saludo.

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