Este artículo quiere dejar claro un asunto, al tiempo que realiza una advertencia: primero, esclarecer que lo que sucede con Julián Assange en la embajada de Ecuador en Londres es un episodio más de la dialéctica de plataformas continentales, de la plataforma iberoamericana frente a la anglosajona-europea. La advertencia consiste en no ver esta cuestión clara debido a otros asuntos que oscurecen lo principal, como veremos a continuación. Y es que la plataforma iberoamericana está en conflicto explícito, todavía no bélico, frente a la plataforma anglosajona-europea. Nuestro análisis toma a Ecuador y su presidente, Rafaél Correa, como punta de lanza de esa dialéctica entre plataformas continentales que, a su vez, utiliza al australiano Julián Assange como excusa para desarrollar ese conflicto. Este artículo no es una defensa de Assange, sino de la Plataforma Hispánica.
Lo que está sucediendo con Julián Assange en Londrés, como cualquier evento político, tiene diversas lecturas. Assange se encuentra recluido -o protegido- en la embajada de Ecuador en la capital británica, eludiendo tanto a la justicia del país anglosajón como la de Suecia, pues Assange está acusado de, supuestamente, violar a dos mujeres con las que mantuvo relaciones sexuales consentidas en la nación escandinava. La acusación afirma que Assange, al rehusar ponerse un preservativo, y continuar con el acto sexual hasta la eyaculación sin protección, habría cometido este delito según la justicia sueca. Nada tenemos que decir al respecto, pues tanto Suecia, como el Reino Unido en su nombre, tienen total legitimidad -en el sentido de ley- para buscar y capturar a Assange. No se trata de enjuiciarle por cuestiones de alcoba, sino que es una vía más por la que se plasma la dialéctica de Estados, en este caso Suecia y el Reino Unido frente a Ecuador.
Tampoco diremos mucho del hecho de que Assange, además de «forzar» a las mujeres a consumar actos sexuales (con consumar nos referimos a la finalización con eyaculación como dijimos en el párrafo anterior, no al coito en sí), es el fundador de Wikileaks, la web internacional que, supuestamente, desvelaba secretos diplomáticos «de Estado» al mundo, en nombre de un fundamentalismo democrático que atentaría contra los arcana imperii de cualquier Estado contemporáneo. Lo cierto es que los «secretos» desvelados por Wikileaks no han sido para tanto, la mayoría de los casos -salvo temas relacionados con la segunda guerra de Irak- eran puros cotilleos de mayordomos de residencias de embajadores. Pero si en buena medida el australiano Assange pone nerviosos a diversos poderosos Estados del Mundo no es, quizás, por lo que ha «revelado», sino por lo que podría revelar. Puede que Assange sepa más cosas de las que aparenta, pues apariencia y verdad, aún relacionadas, difieren.
Tampoco diremos mucho de la patética defensa que de él está haciendo el ex-juez español Baltasar Garzón. Sabemos que Garzón es un héroe para muchos iberoamericanos, por su lucha por tratar de enjuiciar a cargos -vivos o muertos- del franquismo debido a las matanzas realizadas por el bando vencedor de la Guerra Civil española, y también por ser el único juez que, al modo del inquisidor español universal de la época imperial, intervino en Chile y Argentina para tratar de enjuiciar a los criminales de las dictaduras militares derechistas del Cono Sur. Pero Garzón, en España, fue apartado de la judicatura por delito de prevariación. Es necesario que esto sea conocido por personas que tienen en alta estima a este ex-juez. Garzón ordenó grabar las conversaciones entre abogado y cliente, presos encausados por la trama de corrupción Gürtel -consistente en regalos a políticos del Partido Popular español-, afirmando hacerlo por estar también los abogados de los presos implicados en la trama corrupta. Fue acusado de prevaricación y separado de la carrera judicial. El Tribunal Supremo español estimo que Garzón vulneró el derecho de defensa de los encausados, que no tenía pruebas ciertas de tal implicación en la trama de los abogados, buscando Garzón su autoincriminación, desactivando cualquier estrategia defensiva de los mismos. No podemos extendernos en este particular sobre Garzón, pues daría para otro artículo. Lo único que queremos decir es que Garzón ha resultado ser un mal jurista, un mal instructor y un prevaricador probado que, unido a su enorme ego, ha causado su desgracia. Pero, al igual que Assange, Garzón es solo una excusa en esta dialéctica de plataformas continentales. El que tuvo retuvo, también para lo malo y lo bochornoso. Y suponemos que su defensa de Assange será otro paripé montado para mayor gloria personal de Garzón, pues quien tiene la iniciativa en esto es el Estado ecuatoriano, y no el juez socialdemócrata de supuestas buenas intenciones.
Ahora pasemos a analizar la postura de Ecuador que, ojo, podría salir mal para el país y para Correa. Lo interesante es saber que aún bajo una idea oscura -por su falta de claridad, de definición- y confusa -por la escasa demarcación respecto a otras ideas similares- de Patria Grande latinoamericana, todavía por definir realmente (¿Latinoamérica es un concepto lingüístico, religioso, «cultural», político, geográfico? ¿Y cuál es la relación real entre Latinoamérica e Iberoamérica o Hispanoamérica? ¿Qué puede tener mayor potencial revolucionario universalista: una idea de Latinoamérica circunscrita al continente americano solo, o una idea iberoamericanista intercontinental, con picas en varios Flandes de interés?), y aún bajo una no menos oscura y confusa ideología tercermundista ilustrada, ese «buen salvaje» expoliado y sometido por europeos imperialistas que, curiosamente, y de manera concreta en el caso español, fueron los mismos que ilustraron, con la filosofía preilustrada escolástica y clásica grecorromana, a esos «buenos salvajes«, Ecuador no está solo en su movimiento geopolítico en el Reino Unido. Si el corazón del mundo anglosajón amenazó con asaltar la embajada ecuatoriana, para sacar de ella al también anglosajón Assange, sabiendo que una embajada es territorio soberano de la nación a la que el Estado anfitrión del territorio donde se encuentra la misma cede, la columna vertebral de la Hispanidad (sí, Hispanidad), en América, ha respondido como un solo hombre ante una amenaza más pirata que diplomática. Y todo con Rafaél Correa como timonel máximo de este movimiento unitario iberoamericano en esta ocasión.
Chávez, el nuevo socio del Mercosur en sustitución del depuesto Lugo en Paraguay, y desde la perspectiva del ALBA, no ha tardado en afirmar, como tenía que hacer y que valoramos positivamente, que el ataque a la embajada de Ecuador será tomado como un ataque a todas las naciones iberoamericanas. Es bien sabido que los ataques a un grupo humano que se toma como unido de alguna manera, posibilitan que ese grupo humano se sienta aún más unido. Y eso es lo que está pasando con Assange como excusa: la dialéctica de Estados británico y ecuatoriano se torna, en este sentido, en una dialéctica de plataformas continentales, la hispánica y la anglosajona-europea en este caso, dejando de lado las grietas que en ambas podemos encontrar.
Rafaél Correa, mandatario hispánico al que enen Izquierda Hispánica hemos prestado siempre mucha atención (sin negar las críticas que a su régimen se le podría hacer), ha jugado bien sus cartas, y ha utilizado a Assange, y a Garzón, como pretexto para dar un pequeño golpe al mundo anglosajón, cosa que aplaudimos. Y el efecto ha sido mayor en cuanto Hugo Chávez ha salido enseguida en defensa de Ecuador y de toda Iberoamérica. Así es como se forjan unidades políticas, desafiando con esa unidad a quienes quieren borrarla por todos los medios.
Es una lástima que en España no se enteren de nada de esto. El fundamentalismo democrático, y los mitos de la izquierda y la derecha emborronan cualquier análisis serio, y muestran que es casi imposible construir en España ninguna alternativa seria contra esos mitos. Pues mientras los progresistas (socialdemócratas o indignados, tanto da) lo que ven es una «lucha por la democracia» desde los «buenos salvajes» oprimidos históricamente de la mano de un «juez valiente» y un «abnegado defensor de la libertad de expresión», los liberal-conservadores lo que ven es una «lucha por la democracia» desde la nación democrática, Inglaterra, más antigua del Mundo contra un «violador de mujeres» -para la justicia sueca-, un presidente «corrupto» y «enemigo de la libertad de expresión» y su amigo, el «gorila rojo«.
Por tanto, repetimos, lo que sucede con Assange no es una lucha por la «libertad de expresión», ni por la «democracia». Es puraSin la dialéctica de clases y de Estados. No tener esto claro ensombrece cualquier análisis. Por eso, porque no es una cuestión de relativismo cultural sobre qué es violación y qué no, y porque está en juego el futuro de la Hispanidad en este tipo de movimientos, Izquierda Hispánica, lo que aplaude, lo que subraya, lo que valora positivamente, es única y exclusivamente la actitud de Ecuador frente al Reino Unido y la unidad que a Ecuador ha demostrado Venezuela, hablando Iberoamérica como un solo hombre. Y no la supuesta rebeldía de Assange, ni tampoco las buenas intenciones de un juez español con un inquietante lado oscuro que es preciso desenmascarar.
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