La estructura productiva de España

Estructura productiva

Sin una transformación radical, sin una transformación revolucionaria en la estructura productiva de España donde el Estado lidere el proceso sin imposiciones externas ni prejuicios “europeístas”, las reformas laborales no sirven de nada. En definitiva, como mucho lo que pretende conseguir el PP, con la actual reforma, es un posible y lento crecimiento económico con amplia desigualdad social, con dispersión salarial, falta de cobertura social y una intensificación de la lucha de clases.

1. Introducción

La actual reforma laboral es el intento liberal de corte alemán-anglosajón por salir del atolladero en el que nos encontramos con nuestra elevada tasa de paro, que en breve puede llegar a ser del 30%. Estas medidas no son, ni más ni menos, que la vieja tesis de entrar en un “nuevo proceso de acumulación de capital” extrayendo rentas de los trabajadores y adaptando los procesos productivos y la mano de obra empleada de las empresas al ciclo económico; y, así, en el medio y largo plazo poder reinvertir los supuestos beneficios obtenidos y volver a contratar empleados del “ejército de reserva” al precio que mejor convenga.

Pero vayamos a los hechos: la deuda privada supone más del 300% del PIB (alrededor del 130% es de empresas no financieras y más del 80% está contraída por las familias). Pues bien, ante esta situación y con el paro existente y persistente, y con los salarios de hambre que se avecinan para algunos grupos sociales, el consumo probable es más bien bajo (en todo caso, el ahorro irá a minorar la deuda privada contraída, en lugar de promover el consumo).

Y ya veremos la inversión empresarial, principalmente en las pequeñas y medianas empresas, también esquilmada por la falta de crédito y la alta deuda a corto plazo. Según estimaciones del Instituto Nacional de Estadística (Encuesta sobre Acceso a Financiación de las Empresas), 6 de cada 10 empresas va a necesitar financiación, principalmente, para mantener la marcha del negocio, es decir, la condición necesaria para la supervivencia de la empresa. Más crédito financiero es lo que hace falta, lo que minimizaría los efectos perversos de la reforma laboral.

2. Empresas, asalariados y no asalariados

El recorrido que tiene esta reforma, y con la estructura empresarial que ostenta España, permitirá la subsistencia de pequeñas empresas mediante un despido ajustado, con el consiguiente incremento en el número de parados. Ante este posible hecho, recordemos que:

–          El 99,9% de las empresas españolas  son pequeñas y medianas empresas (menos de 250 empleados), emplean al 76% del total y generan el 68% del valor añadido del total. Según un análisis reciente de la Fundación 1 de mayo (La negociación colectiva y la información económica en España): «En suma, la estructura empresarial en España se caracteriza por el predominio de pequeñas empresas y microempresas. Una situación que afecta a un importante volumen de trabajadores asalariados: en torno al 40% trabaja en empresas de menos de 50 trabajadores, de los que la mitad lo hace en microempresas (según datos de la seguridad social para 2010). Este acusado minifundismo es un rasgo de singular importancia que incide en los diferentes aspectos de la vida empresarial, incluyendo lógicamente la negociación colectiva. Un dato que debería tenerse en cuenta en el debate actual en torno a su reforma, particularmente cuando se plantea potenciar la descentralización de la negociación colectiva para otorgar un mayor protagonismo a los convenios de empresa. En este sentido, desde diversos ámbitos se ha remarcado que difícilmente podrá plantearse en las empresas de reducido tamaño –que como se ha reiterado, son la mayoría– una negociación colectiva en términos de igualdad entre empresas y trabajadores, por la dependencia real de estos a aquella y por el escaso grado de afiliación sindical de los trabajadores de las pequeñas empresas».

–          Las grandes empresas son el 0,1%, que emplean el 24% de mano de obra y generan el 32% del valor añadido total de la economía.

Por otro lado, si en España había en 2011, según el Directorio Central de Empresas (DIRCE), un total de 3,25 millones de empresas y un 55,2% de las mismas no emplea a ningún asalariado (empresas individuales bajo la figura de persona física) y el 80% a menos de 2 asalariados; podemos decir que nuestro empresariado individual (muchas veces forzado a serlo  por el sistema productivo y laboral precario que tenemos y por la imposibilidad de encontrar un trabajo asalariado digno), está muy próximo por su situación social no ya al trabajador autónomo (no asalariado), sino también al trabajador asalariado. Ni que decir que la situación del parado que no puede encontrar trabajo, estará en muchos casos en sintonía social con los grupos  descritos, ya que en una misma familia y otras instituciones sociales se darán casos combinados de convivencia diaria (por ejemplo, un padre autónomo, una madre trabajadora asalariada, un hijo en paro y otro estudiando).

Aún y todo, no hay que olvidar que el 83% de los ocupados en España son trabajadores asalariados, alrededor de 15 millones (más del 60% de los mismos cobran menos de 1.000 euros al mes, más de 9 millones de personas) y el 17% restante son trabajadores no asalariados (por cuenta propia). Y es que, además, las rentas empresariales han superado por primera vez a las rentas salariales en el PIB. A esto hay que añadir que la participación salarial en el PIB ha caído en los últimos años y el porcentaje de asalariados se ha mantenido constante, incluso se ha incrementado, lo que implica menos a repartir.

3. Estructura sectorial

Si prestamos atención a la estructura sectorial tenemos que, en España y gracias a nuestra dejación lacayuna e inmisericorde “apoyo” del eje franco-alemán, el sector servicios genera el 72% del valor añadido en la economía, seguido del sector industrial (15%), la construcción (11%) y la agricultura (2%). Problemas con el empleo:

–          Sector servicios: baja cualificación (empleo precario y el nivel de vida que eso conlleva) y sector poco productivo. Representa en torno al 80% de las empresas (incluido el comercio al por mayor, al por menor e intermediarios financieros),  y genera el 74% del empleo en España.

–          Sector industrial: representa el 6,8% de las empresas españolas, el 14% del empleo total y sólo el 0,5% (17.426) son de 20 o más asalariados. Es un sector poco internacionalizado, hecho relacionado con que sólo el 2,2% de los productos obtenidos son de alta tecnología y que sólo representa el 4,2% de las exportaciones totales.

–          Las filiales de empresas extranjeras (el 0,3% del total de empresas en España) generaron el 22,5% del volumen de negocio de la industria y los servicios, y el 7% del empleo. En concreto, Francia, Alemania y Estados Unidos controlan alrededor del 40% del total de filiales y más de la mitad del volumen de negocio.

En conclusión, ante la presente reforma laboral el hecho de querer desviar el problema única y exclusivamente hacia los sindicatos es obviar u ocultar, con mala fe, el verdadero problema de España: su esclava dependencia política y económica, a ritmo de sobresalto, del eje franco-alemán y la falta de compromiso político por parte del PP, y antes por el PSOE, de llevar a cabo una verdadera revolución en nuestra estructura productiva.

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3 Respuestas a “La estructura productiva de España”


  • Clase del maestro Julio Anguita, en su clase situada en la plaza pública:

    http://www.youtube.com/watch?v=hniyrIHRYIc&feature=related

    Podría decir cosas ya muy conocidas, pero así como cada cierto tiempo tienen que recordarle a los conductores que esa correa que hay en el coche se llama «cinturón de seguridad» y que se lo tienen que poner, porque se han olvidado de la última vez que se lo dijeron, así hay que estar repitiendo este tipo de mantras.

  • Interesante informe sobre las privatizaciones en España, sacado del SEPI (antiguo INI), en donde se ve como el PP y el PSOE (empieza el PSOE Y culmina el PP) se han turnado para desguazar a la industria nacional y las empresas públicas de sectores estratégicos para la Nación española. Todo ello en beneficio de élites autosatisfechas nacionales y de terceros estados. Unos vendepatrias vamos.
    http://www.sepi.es/default.aspx?cmd=0001&IdContainer=50.

  • Aquí dejo otro artículo de Martín Seco, que viene al pelo:

    «El sector más asilvestrado de la derecha económica, con la finalidad de quebrantar aún más las condiciones laborales, ha llegado a decir que tenemos un mercado de trabajo franquista. De Franco se mantienen aún bastantes cosas, pero no precisamente la legislación laboral. El Estatuto de los Trabajadores se aprobó en 1980, es decir, en plena Transición; pero, además, ese texto se ha modificado más de 50 veces. Uno tiene la impresión de que en realidad sobran reformas laborales y lo que faltan son verdaderos empresarios. Reformas laborales ha habido en 1984, 1994, 1997, 2002 y, la última, de 2011. El discurso es alternativo. Se comienza promocionando los contratos temporales al grito de que es mejor un puesto de trabajo precario que ninguno, para afirmar en la reforma siguiente que la alta temporalidad y la dualidad del mercado laboral fuerzan a abaratar el despido de los contratos indefinidos, y así sucesivamente.
    Faltan, sin duda, empresarios que no busquen beneficios fáciles en los empleos basura y en la mano de obra barata, en las subvenciones y en los mercados cautivos. En una economía globalizada siempre habrá países que tengan unos costes laborales más reducidos y unas condiciones de trabajo más precarias. Basar la competitividad en la reforma del mercado laboral constituye una tarea condenada al fracaso. Como se ha hecho patente a lo largo de estos 30 años, las reformas laborales nunca han creado empleos, sólo han transformado los existentes reduciendo los salarios y empeorando las condiciones de trabajo.

    La creación de puestos de trabajo no se decide en el ámbito del mercado laboral, sino en los de productos y servicios. Es la demanda la que crea los empleos, con lo que puede ocurrir –y de hecho ocurre– que las reformas en el mercado de trabajo, al deprimir las condiciones laborales y los salarios, incidan negativamente sobre el consumo y por tanto sobre el crecimiento y el empleo. A su vez, el único efecto del abaratamiento del despido es que los empresarios prescinden de los trabajadores a la primera dificultad, aun cuando tal despido no sea ni imprescindible ni necesario. Más paro, pero también más beneficios empresariales.»

    http://www.rebelion.org/noticia.php?id=143223.

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