Hacia la séptima generación de izquierda

Dos visiones hispanas: Cadalso y Azaña

En los últimos artículos aparecidos en estas páginas, en unos, se hizo hincapié en los perjuicios que la Unión Europea está provocando en España, así como, en otro, se señaló la posición del Materialismo Filosófico respecto de la religión Católica, y ello siempre dando por presupuesto y teniendo como referencia a España y al ramaje institucional hispano del que forma parte.

Para no repetir argumentos y volverse reiterativo, en esta entrega se quiere señalar, a modo de ejemplo, antecedentes históricos que se posicionen de similar manera, aunque sea más en ejercicio, oscura y parcialmente, que debida a una representación clara y distinta. Con ello tratamos de llamar la atención de aquellos que vean nuestras posiciones como extravagantes, como ocurrencias fueras del ámbito académico o histórico, o de los que piensen que son posiciones tradicionales de la "derecha" y del "nacionalismo español". Solo estableciendo ciertas comparativas, viendo la posición de uno respecto de la de los demás, se pueda ir mostrando el potencial de unas doctrinas frente a otras fuera de prejuicios sin fundamento.
Los autores elegidos pasan por ser personas de "izquierdas" e "ilustradas", y los cuales han pasado al ideario popular y periodístico, sin que se niegue toda razón para ello, como valedores de la Ilustración, el anticlericalismo y del europeísmo. Ellos son Cadalso y Azaña. Trataremos de dejar alunas exposiciones dadas por ellos sobre los temas señalados, son meras pinceladas pero quizá sirva de acicate para no caer en las simplificaciones antedichas:

Cadalso, la Europa ilustrada frente a la Biocenosis europea.

Como ejemplo del "nacionalismo español" Cadalso representa a la España ilustrada y liberal, la tercera España que no pudo ser, pero solo lo es parcialmente, sin entrar en ello, aquí se deja un texto en el que ejercita lo que se entiende desde el MF como la definición de Europa como Biocenosis:


"Los europeos del siglo presente están insufribles con las alabanzas que amontonan sobre la era en que han nacido. Si los creyeras, dirías que la naturaleza humana hizo una prodigiosa e increíble crisis precisamente a los mil y setecientos años cabales de su nueva cronología […] ¿sabes de qué sirve esta ilustración, este oropel que brilla en toda Europa y deslumbra los menos cuerdos? Creo firmemente que no sirve más que de confundir el orden respectivo, establecido para el bien de cada estado en particular.

La mezcla de las naciones en Europa ha hecho admitir generalmente los vicios de cada una y desterrar las virtudes respectivas. De aquí nacerá, si ya no ha nacido, que los nobles de los países tengan igual desapego de su patria, formando entre todos una nueva nación separada de las otras y distinta en idioma, traje y religión; y que los pueblos sean infelices en igual grado, esto es, en proporción de la semejanza de los nobles. Síguese a eso la decadencia general de los estados, pues sólo se mantienen los unos por la flaqueza de los otros, y ninguno por fuerza suya o propio vigor. El tiempo que tarden las cortes en uniformarse exactamente en lujo y relajación tardarán también las naciones en asegurarse las unas de las ambición de las otras; y este grado de universal abatimiento parecerá un apetecible sistema de seguridad a los ojos de los políticos afeminados, pero los buenos, los prudentes, los que merecen este nombre, conocerán que un corto número de años las reducirá todas a un estado de flaqueza que les vaticine pronta y horrorosa destrucción. Si desembarcasen algunas naciones guerreras y desconocidas en los dos extremos de Europa, mandadas por uno héroes de aquellos que produce un clima, cuando otro no da sino hombres medianos, no dudo que se encontrarían en medio de Europa, habiendo atravesado y destruido un hermosísimo país. ¿Qué obstáculos hallarían de aparte de sus habitantes? No sé si lo diga con risa o con lástima: unos ejércitos muy lucidos y simétricos sin duda, pero debilitados por el peso de sus pasiones y costumbres y mandados por generales en quienes hay menos de los que se requiere de aquel gran estímulo de un héroe, a saber, el patriotismo […]"

José Cadalso (1741-1782) "Cartas Marruecas". Pg. 47 Ed. Austral


Azaña "España ha dejado de ser católica", frente a "España hizo al catolicismo universal".


Siempre se recuerda esta frase de Azaña y se ensalza a la república por haber hecho la reforma religiosa, pero la postura de Azaña es más compleja y profunda de lo que normalmente se reconoce, muchas de las afirmaciones que el discurso contiene sorprenderán a muchos de los que usan la cita, desde un anticlericalismo simplificador, sin tener en cuenta la dimensión histórica y dialéctica que está empleando Azaña, veamos parte sus argumentos:

El Sr. Ministro de la Guerra (Azaña):


"[…] A mí me parece, Sres. Diputados, que nunca nos entenderíamos en esta cuestión si nos empeñásemos en tratarla rigurosamente por su hechura jurídica…sin estar antes bien seguros de que dentro de él caben todas las realidades políticas españolas que pretendemos someter a su norma.

Con la realidad española, que es materia de legislación, ocurre algo semejante a lo que pasa con el lenguaje; el idioma es antes que la gramática y la filología, y los españoles nunca nos hemos quedado mudos a lo largo de nuestra historia, esperando a que vengan a decirnos cuál sea el modo correcto de hablar o cuál es nuestro genio idiomático […]

Cada una de estas cuestiones, Sres. Diputados, tiene una premisa inexcusable, imborrable en la conciencia pública, y al venir aquí, al tomar hechura y contextura parlamentaria, es cuando surge el problema político. Yo no me refiero a las dos primeras, me refiero a esto que llaman problema religioso. La premisa de este problema, hoy político, la formulo yo de esta manera: España ha dejado de ser católica; el problema político consiguiente es organizar el Estado en forma tal que quede adecuado a esta fase nueva e histórica el pueblo español […]

[…] Para afirmar que España ha dejado de ser católica tenemos las mismas razones, quiero decir de la misma índole, que para afirmar que España era católica en los siglos XVI y XVII. Sería una disputa vana ponernos a examinar ahora qué debe España al catolicismo, que suele ser el tema favorito de los historiadores apologistas; yo creo más bien que es el catolicismo quien debe a España, porque una religión no vive en los textos escritos de los Concilios o en los infolios de sus teólogos, sino en el espíritu y en las obras de los pueblos que la abrazan, y el genio español se derramó por los ámbitos morales del catolicismo, como su genio político su derramó por el mundo en las empresas que todos conocemos.

[…] España, en el momento del auge de su genio, cuando España era un pueblo creador e inventor, creó un catolicismo a su imagen y semejanza, en el cual, sobre todo, resplandecen los rasgos de su carácter, bien distinto, por cierto, del catolicismo de otros países, del de otras grandes potencias católicas; bien distinto, por ejemplo, del catolicismo francés; y entonces hubo un catolicismo español, por las mismas razones de índole psicológica que crearon una novela y una pintura y un teatro y una moral españoles, en los cuales también se palpa la impregnación de la fe religiosa […] Por consiguiente, tengo los mismos motivos para decir que España ha dejado de ser católica que para decir lo contrario de la España antigua".