Hacia la séptima generación de izquierda

Europa es el problema, España la solución: Con Iberoamérica.

 

Una vez más la guerra de lenguas es una radiografía fiel de los acontecimientos a escala política del mundo actual. Pues una vez la religión ha pasado a segundo plano, sobre todo en Occidente, donde el proceso de secularización de la sociedad ha sido intenso, son las lenguas las que han pasado a desempeñar algunas de sus funciones políticas y sociales; como la de servir de argamasa para la cohesión social, o separar al cuerpo social de los elementos extranjeros. O la función más novedosa de nacionalización, a través de la impregnación en la lengua nacional, que empezó a ejercerse por medio de la escuela pública, desde el siglo XIX (modelo difundido universalmente por la Revolución francesa) y ya durante el siglo XX mediante los medios de comunicación de masas: prensa, radio y televisión. Un ejemplo diáfano es el de las lenguas regionales convertidas sin escrúpulos en armas políticas eficaces por los nacionalismos fraccionarios para sus fines disolventes.

En este contexto nos parece singularmente valioso como documento sobre la auténtica naturaleza de la Unión Europea un texto del actual vicepresidente del Parlamento Europeo, don Alejo Vidal Quadras, titulado "el ataque del imperio carolingio",  tanto por el cargo que ocupa en las instituciones europeas su autor como por el conflicto lingüístico-político que retrata.

"Francia y Alemania se disponen en las próximas semanas a intentar poner en marcha una cooperación reforzada para lanzar una patente de la Unión en virtud de la cual los solicitantes de esta protección a sus innovaciones deberán presentar la documentación correspondiente en francés, inglés o alemán, con exclusión de cualquier otra lengua comunitaria. Esta propuesta de patente en sólo tres lenguas ya ha cumplido una década y hasta ahora países como España, Italia y Portugal, se habían negado a semejante arreglo por discriminatorio e incompatible con los Tratados. Vista la imposibilidad de alcanzar la unanimidad,
el comisario de Mercado Interior, francés, por cierto, se ha liado la manta a la cabeza y se ha descolgado con la idea de la cooperación reforzada, fórmula prevista en el ordenamiento europeo para facilitar que una serie de Estados, deseosos de avanzar en la unidad continental, pongan en marcha una iniciativa a la que posteriormente los demás, a medida que estén preparados, se vayan incorporando. El ejemplo típico es el euro y la política monetaria común. Sin embargo, en el caso de la patente europea, no son aplicables los supuestos de la cooperación reforzada y asombra la desfachatez franco-alemana al proponerlo".

Que no se trata solamente de una cuestión lingüística sino también y principalmente económica lo deja bien claro el autor:

"Por consiguiente, no estamos hablando de progresar en el camino de la integración, sino de imponer a una parte de la Unión unas condiciones relativas al mercado interior que proporcionan injustificables ventajas competitivas a las empresas de determinadas nacionalidades".

y añadimos que aun el el caso de que se busque un traductor o se hagan esfuerzos para aprender los idiomas consagrados para las patentes todo eso supone a la postre dinero entrante para Francia y Alemania.

No tiene desperdicio su conclusión:

"España ha de establecer las alianzas necesarias, tanto en el Consejo como en el Parlamento, con el fin de resistir primero y desactivar después este ataque prepotente del imperio carolingio porque de lo contrario quedará consagrado un modelo europeo en el que ciertos Estados señores dictarán su voluntad a los restantes, reducidos a la categoría de siervos".

Nótese además que llama imperio carolingio al eje franco-alemán con la significativa denominación de imperio. Imperio depredador, añadiríamos interpretativamente por nuestra parte.

Sin embargo introduce el texto un párrafo que, a pesar de la lucidez de las conclusiones, pone en evidencia la ingenuidad que, en materia de la Unión Europea, aqueja a la elite política española.

"La Unión Europea es un espacio de colaboración, cohesión y solidaridad, sin olvidar su naturaleza de comunidad de valores. Quinientos millones de personas y veintisiete Estados soberanos se someten a un Derecho común y comparten instituciones que legislan, deciden y acuerdan políticas conjuntas en beneficio de todos. Esa es la parte buena del proyecto de integración. La mala es que, a la que te descuidas, te roban la cartera".

Es decir, que para el autor y autoridad la Unión Europea es una entidad política esencialmente armónica y, aun más, benéfica. Un cuerpo solidario que acaso, como le ocurre a una sociedad íntegra con la delincuencia común ("a la que te descuidas te roban la cartera"), padece quebrantamientos de la armonía tan marginales como inevitables estadísticamente. Anomalías a las que, como a la delincuencia, bastaría con aplicar una policía apropiada para prevenir o reparar, pero sin que supongan mácula para la naturaleza de la Unión Sublime.

En Izquierda Hispánica interpretamos por el contrario que estos hechos de arrogancia imperial delatan la condición esencial del club mercantil europeo y la convicción de los promotores de estas iniciativas de que Europa es por derecho, como ya dijo claramente el general de Gaulle, un condominio franco-alemán.

No entendemos por qué España debería seguir subordinándose a estos dictámenes extranjeros, toda vez que, dada la realidad vigorosa de la comunidad iberoamericana de repúblicas hermanas, tiene cancha suficiente para emprender, al margen del club europeo, una política internacional de altos vuelos.

Valga aquí la paráfrasis inversa de la célebre sentencia de Ortega y Gasset: "Europa es el problema, España la solución: Con Iberoamérica."

 

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