Hacia la séptima generación de izquierda

Izquierda Hispánica contra el Racismo

 

«Es nuestra voluntad que los indios e indias tengan, como deben, entera libertad para casarse con quien quisieren, así con indios como con naturales de estos reinos o españoles nacidos en la Indias, y que en esto no se les ponga impedimento. Y mandamos que ninguna orden nuestra que se hubiere dado o nos fuere dada pueda impedir y impida el matrimonio entre los indios e indias con españoles o españolas y que todos tengan entera libertad de casarse con quien quisieren, en nuestras audiencias procuren que así se guarde y cumpla».

Real Cédula del 14 de enero de 1514, de la Monarquía Hispánica y del derecho a establecer relaciones entre personas de distintas razas.

 

1.- Racismo, propuesta de definición y clasificación de tipos de racismo: racismo supremacista explícito y racialismo.

El racismo ha sido, más que un fenómeno social con identidad propia, y sin negar la importancia del mismo, una cualidad presente en mayor o menor grado en diversas ideologías políticas y en diversas sociedades políticas del pasado y del presente. Estando presente cierto condicionamiento racista en algunas formas sociales mantenidas hasta la actualidad desde hace siglos bajo un manto religioso (el sistema de castas en la India), lo cierto es que el racismo es un fenómeno eminentemente contemporáneo, nacido al albor de la Revolución Industrial, del colonialismo (el Imperialismo Depredador) y de la expansión del modo de producción capitalista por todo el mundo. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define el racismo como:

1. m. Exacerbación del sentido racial de un grupo étnico, especialmente cuando convive con otro u otros.

2. m. Doctrina antropológica o política basada en este sentimiento y que en ocasiones ha motivado la persecución de un grupo étnico considerado como inferior.


El racismo consistiría, en términos del Materialismo Filosófico, en un conjunto de ideas irracionalistas basadas en sentimientos e intuiciones acerca de la superioridad de un grupo de sujetos operatorios sobre el resto de grupos de sujetos en base a supuestas características biológicas que, al ser sustancializadas, se convierten en biologicistas, terminando por defender la singularidad de esas mismas características y su preservación, bien mediante la lucha contra los otros grupos de sujetos operatorios humanos que no tienen esas características biológicas sustancializadas y la imposición del dominio político y sociológico sobre ellos, incluso mediante su eliminación, bien mediante la intención de defender esa singularidad eliminando cualquier posibilidad de mezcla o intercambio racial entre grupos de sujetos, evitando el mestizaje sexual entre sujetos operatorios de razas diferentes.

En el primer caso estaríamos hablando de racismo supremacista explícito, el cual tuvo sus máxima concreción en el Holocausto nacionalsocialista sobre los judíos centroeuropeos. Los nazis, con la complicidad prácticamente total de toda Alemania y buena parte de Europa, utilizaron los medios más sofisticados de su época, y a escala industrial, para eliminar físicamente a cerca de seis millones de judíos, dos millones de gitanos y otros individuos de otros grupos étnicos. Sin embargo no ha sido el único caso histórico de racismo supremacista explícito: podríamos citar también la Guerra de los Boxer en China, el genocidio armenio por parte del Imperio Otomano, el Aparthëid de los descendientes de colonos angloholandeses sobre los negros en Suráfrica, los asesinatos terroristas de la ETA en España o la Guerra de los Balcanes que dio como consecuencia la destrucción de la nación política yugoslava. Todos ellos son ejemplos claros de este racismo supremacista explícito.

En el segundo caso estaríamos ante un racismo supremacista implícito, también denominado en algunos grupos de derecha no alineada neofascista y neonazi como « racialismo». El racialismo sería el conjunto de ideas que defienden, basándose en una forma bastante perversa de defensa de la identidad étnica (básicamente es el mito de la cultura, también vivo en el racismo supremacista explícito antedicho como «el mito de la raza», popularizado por el nazi clásico alemán Alfred Rosenberg en su libro El Mito del Siglo XX), el aislacionismo étnico total, la no mezcla de razas bajo ningún contexto ni pretexto y la defensa de la «diversidad racial» como un Derecho Humano. Sin entrar ahora en la crítica de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (heredera de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa, que ya en su momento Marx criticó debido a su claro componente ideológico gran-burgués e idealista; también fue criticada por la Iglesia Católica), hay que decir que la diversidad de razas es defendida o bien como un resultado de un desarrollo cultural de milenios que hay que preservar «porque es cultura», o bien una creación de Dios que hay que mantener a toda costa (es el argumento actual de muchos grupos estadounidenses afines al Ku Klux Klan, por ejemplo, pero también el de los nacionalbolcheviques rusos). En el racialismo, al igual que en el primer tipo de racismo arriba descrito, la gracia divina es secularizada y se transforma en mito de la cultura. Un mito cultural que, de la mano del mito de la naturaleza, trata de evitar a toda costa cualquier tipo de transformación política, económica y, sobre todo, institucional, que tenga como consecuencia el fin de una raza determinada.

Podemos definir como racialistas a muchos grupos de derecha no alineada neonazi y neofascista de la Europa del Estado de bienestar socialdemócrata contrarios a la inmigración por motivos raciales, a los movimientos indigenistas y de defensa de los «Pueblos Originarios» del Tercer Mundo (que en esencia quieren perpetuar su esfera cultural evitando cualquier tipo de intrusión externa o mezcla con «invasores», lo que conlleva también evitar que cualquier habitante de una reserva indígena pueda mezclarse sexualmente con sujetos de otras razas externos a la tribu), a determinadas sectas religiosas como la Nación del Islam en los Estados Unidos de Norteamérica (una suerte de herejía de la herejía islamita, que proclama la supremacía de la raza negra sobre la blanca y la creación de dos Estados en América del Norte, uno para los blancos y otro para los negros), entre otros. También podría definirse como racialismo al comportamiento de las elites burguesas y aristocráticas de los imperios holandés y británico durante los primeros años del colonialismo, ya que estas elites vivían en suntuosos palacios y mansiones alejados de cualquier tipo de contacto con los súbditos dominados de las colonias, salvo para contratarlos en la servidumbre (con los que, en ocasiones, podrían haber tenidos escarceos carnales).

2. De cómo es más comprensible la aparición del racismo en determinadas esferas culturales.

 



Monumento al mestizaje en México DF
Gonzalo Herrero, Zazil Há e hijo, pioneros del mestizaje hispánico


Está claro que existe una dialéctica concreta en determinadas sociedades políticas y esferas culturales que lleva a un desarrollo posterior de ideas racistas más o menos consensuadas por la población. Los mejores ejemplos de esto son siempre históricos. La influencia que una determinada religión pueda tener en la aparición de racismo en una sociedad es determinante, siendo el protestantismo el caso más notorio. Investigaciones recientes confirman que el irracionalismo luterano conduce en línea directa al racismo, al imperialismo depredador del colonialismo holandés, alemán y británico, al antisemitismo, al nazismo y a las cámaras de gas, los hornos crematorios y el Holocausto. Con esto no queremos decir que todo protestante sea un potencial racista, ni mucho menos, sino que en los propios fundamentos mismos del protestantismo encontramos ideas que, desde un punto de vista histórico y filosófico, han dado lugar a que el racismo sea mayor en las sociedades protestantes que en las católicas o de otras religiones (obviando el hinduismo, conjunto de creencias secundarias politeístas que parecieron encajar bien con el protestantismo británico en la época imperial depredadora en la India).

Sin embargo, admitir la existencia de diferencias biológicas (pocas) entre cada uno de los seres humanos no conlleva racismo. Tampoco conviene caer en un biologicismo absurdo, ya que las razas, a pesar de la evidencia de las distintas pigmentaciones de piel, son más constructos culturales que otra cosa, pues genéticamente hablando todos los seres humanos compartimos el mismo ADN. Todos venimos del mismo tronco, y somos producto de cruces de todo tipo. El racismo se da cuando esas diferencias se sustancializan de manera irracionalista e idealista, evitando el contacto biológico (e incluso meramente comunicativo, algo imposible, en realidad, de conseguir) con los diferentes o tratando de eliminarlos.

3. Sobre el supuesto racismo de los Imperios portugués y español: los Estatutos de Limpieza de Sangre.

El Imperialismo depredador protestante anglosajón, holandés y colonial francés (este de raíz cultural católica) siempre trataron de endilgar a los Imperios español y portugués el dudoso honor de ser los pioneros del racismo moderno, obviando la labor de sujetos como Houston Stewart Chamberlain en Inglaterra o del Conde de Gobineau en Francia, pioneros decimonónicos del racismo contemporáneo (por no hablar del antisemitismo feroz de Martín Lutero, padre junto a Calvino del protestantismo). La Leyenda Negra antiespañola impulsada por el colonialismo depredador (colonialismo inexistente en España hasta mediado el siglo XIX, y que España aplicó a los territorios que le quedaban como la República Dominicana, Filipinas, Puerto Rico, Cuba, el Rif, Guinea Ecuatorial y el Sáhara Occidental, no dando jamás carta de ciudadanía a sus habitantes ni permitiendo su integración en el aparato administrativo español) ha asociado los llamados Estatutos de Limpieza de Sangre de la América española con una clasificación en castas raciales, quedando los blancos y criollos por encima del resto de sujetos operatorios. Pero esto a todas luces es falso, una mentira política de calado entre la derecha no alineada antiespañola (el racista nacionalismo vasco y catalán, pero también en el neofascismo europeísta) y en las autodenominadas izquierdas realmente existentes (el anarquismo, la socialdemocracia y lo que queda del comunismo, todavía dominados por una casta ideológica irremediablemente antiespañola), por no hablar de los movimientos indigenistas, tercermundistas y altermundialistas en América, que piensan que la clasificación de razas del Imperio Español conllevaba discriminación. Sin negar la política segregacionista de las clases dirigentes criollas, descendientes españoles, y de muchas elites indígenas que fueron toleradas en algunos lugares del Imperio, lo cierto es que el Imperialismo Español fue generador, entre otras cosas, por su mestizaje sexual.

El concepto biológico de raza aplicado a la especie humana ha ido perdiendo su connotación biologicista, pasando a ser sustituido en el siglo XX, y a tener de los acontecimientos ocurridos en él, por el de etnia, adquiriendo un componente más cultural que biológico estricto. Tratando de evitar el racismo, el uso masivo de la palabra etnia no ha evitado la consagración de una ideología sustancializadora de la cultura, un culturalismo, que no es más que una muestra de racialismo implícito, cuyos fines en algunas ocasiones no se diferencian mucho del racismo clásico (siglo XIX a mediados del siglo XX). El mito de la cultura ahonda en la diversidad racial de cariz racialista, exacerbando la supuesta necesidad de preservar las diversas etnias (razas) combatiendo el imperialismo, tanto generador como depredador (sin distinguirlos jamás), y cualquier ingerencia tomada como «innecesaria» o «foránea» a una esfera cultural supuestamente en peligro de desaparecer. El racismo implícito del racialismo es una forma de mito cultural que, en definitiva, acabaría por defender que cada raza, cada etnia, cada nación (entendiendo aquí nación como nación étnica) tenga su propio Estado, por lo que se defiende la ficción jurídica del «derecho de autodeterminación», que trataría de que hubiese un Estado propio para negros afroamericanos, mapuches, vascos, catalanes, bretones, tibetanos, kurdos, santacruceños, asturianos, leoneses, andaluces, castellanos, corsos, kosovares (estos ya lo han conseguido), &c. No es el momento ahora de hablar exclusivamente del «derecho de autodeterminación», lo dejaremos para otro artículo. Simplemente señalaremos que, por mucho maquillaje ideológico democrático o izquierdista que estos grupos tengan, acaban todos figurando en formas políticas propias de una derecha extravagante defensora de privilegios por motivos étnicos, en el cual, por cierto, se realiza una peligrosísima mezcla de la idea de raza con la lengua. Todo lo contrario del mestizaje que Izquierda Hispánica defiende.

Como decíamos antes, el Imperio Español y el Portugués fueron pioneros universales del mestizaje. Esto no nos puede llevar a engaño, ni a pasar de la Leyenda Negra a la Leyenda Rosa patriotera españolista (sustancialista, propia de la derecha no alineada del neofascismo españolista). Se cometieron abusos, se produjeron violaciones, los criollos pertenecían a clases dominantes mayoritariamente blancas, la población indígena se redujo en gran número y los esclavos negros tardaron en ser liberados, aunque bien es cierto que España y Portugal fueron las primeras grandes naciones en abolir la esclavitud. Todavía hoy, y tras los procesos de independencia, determinados grupos étnicos han sido marginados, ya por las oligarquías nacionales de cada una de las naciones soberanas iberoamericanas, dando como reacción actual el tercermundismo y el indigenismo, en realidad una respuesta racialista a un problema que habría de encararse de otra manera.

Pero el mestizaje sexual, como decíamos antes, precisamente lo que hace es multiplicar el número de razas humanas, y ese es el gran mérito holizador de España: ya no había sólo blancos, negros e indios, gracias a España aparecieron mestizos, mulatos, zambos, criollos, castizos, entre otros. España demostró que a partir de una misma especie, la especie humana, la combinación de sus diversas razas podría dar lugar a una riqueza biológica revolucionaria, no llevada a cabo en ningún otro Imperio universal, salvo Portugal. Los Estatutos de Limpieza de Sangre nacieron en la Península Ibérica y por motivos religiosos, para distinguir a los cristianos viejos de los criptojudíos y criptomusulmanes. La persecución religiosa no tiene que ver con la persecución racial, que jamás existió en la América española. A nadie, por ejemplo, se le ocurriría hablar de discriminación racial en el mundo islámico por perseguir a judíos y cristianos, ya que el árabe cristiano siempre será peor visto que el blanco rubio mahometano por cualquier musulmán. De hecho, la acusación de racismo hacia los críticos con el Islam no tiene fundamento, y se basa sobre todo en la ignorancia que sobre el Islam tienen los denominados «antirracistas» que dicen defenderlo de ataques supremacistas o racialistas.

Por lo tanto, los imperios ibéricos modernos clasificaron las razas viejas y nuevas de la especie humana surgidas en América, con ello dando lugar a una nueva etapa de la Historia de la Humanidad. Una etapa que sólo podía iniciar un Imperio Generador Universal y católico. Un Imperio que no sólo llevó a cabo una transformación económica del mundo, iniciando el mercado verdaderamente mundial con bien vio Marx, y que no sólo extendió el catolicismo a nivel universal, sino que realizó una auténtica revolución biológica a escala masiva: el mestizaje, la «raza cósmica» que evocaría José Vasconcelos (dejando aparte algunos componentes racialistas de su pensamiento, dignos claro está de crítica, como su aversión por los varones de raza negra). El mestizaje hispano siempre estará más cerca de un racionalismo universalista que la segregación, los guettos y el diferencialismo. Basten dos ejemplos históricos para dar cuenta de la importancia del mestizaje hispánico: el primer mestizo que en la historia tuvo una cátedra universitaria fue el canónigo hispano fue Miguel Velázquez, profesor de gramática latina en Santiago de Cuba entre 1540 y 1544, más tarde fue regidor del ayuntamiento de esta misma ciudad, y fue recomendado a Carlos I en 1547, por Juan de Agramonte, como «mozo de edad y anciano de doctrina, por cuya diligencia está bien servida la Iglesia»; por contra, el racionalista emperador Napoleón Bonaparte de Francia no consideró a los negros del Haití como hombres en su Carta a los Ciudadanos y a los Hombres, lo que provocó, entre otras circunstancias, el movimiento emancipatorio que llevó a los esclavos negros a la independencia haitiana de Francia, siendo revelador que la supuestamente reaccionaria España haya sido más avanzada en cuanto al mestizaje racial y a la integración social de los nuevos sujetos producto de la mezcla que la ilustrada Francia con respecto a los negros.

4. La necesaria superación del racialismo en Iberoamérica a través del mestizaje heredado de la tradición hispánica.

Porque, ¿acaso el racialismo implícito de muchas teorías multiculturalistas, increíblemente asociadas con la «izquierda» y la «democracia» no conlleva la guetización de determinados grupos étnicos? ¿Acaso el indigenismo no pone en peligro ese necesario mestizaje sexual que toda nación política con pretensión de holizar revolucionariamente a su población debe acometer? ¿Por qué no podría un sujeto «indígena» abandonar una reserva para mantener relaciones sexuales con personas blancas, negras, mestizas o mulatas, y de paso dejar de usar productos «de la tierra» para curar y trabajar como químico en un laboratorio?

El racialismo de la derecha no alineada extravagante del indigenismo y de muchas izquierdas indefinidas supone un grave peligro para la consolidación de una verdadera ideología política revolucionaria en Iberoamérica. Pongamos por caso el Perú, donde el etnocacerismo, por ejemplo, resulta una derecha no alineada de tipo critponazi conformada por supuestos «pueblos originarios» (expresión de origen anglosajón para referirse a los indios de las reservas en Estados Unidos y el Canadá), pretende establecer un régimen nacionalsocialista, indigenista e imperialista depredador, arrasando con judíos, criollos y negros. Combatir el etnocacerismo es necesario para la revolución, más teniendo en cuenta la situación desgraciada de marginación social que los negros sufren en Perú.

5. Racismo e inmigración: problema no resuelto.


Ciertamente, racismo e inmigración, en algunos puntos, se tocan, y a veces gracias a los racistas y los izquierdistas y liberales «antirracistas» que defienden el «papeles para todos», sin tener en cuenta las connotaciones de explotación de fuerza de trabajo que ello conlleva. Por ello, en el antirracismo no puede darse el error de permitir que cualquier extranjero pueda hacer lo que le venga en gana en una nación política determinada, o que determinadas costumbres e instituciones extranjeras (como la ablación de clítoris, las prendas de ropa islámicas, el fakirismo, el trato vejatorio a niños y mujeres por cuestiones religiosas, la explotación laboral de mafias inmigrantes o el vudú, entre otras) sean toleradas. El mestizaje racionalista conlleva la tolerancia activa por parte del poder político, permitiendo la mezcla de razas, pero no la tolerancia de instituciones incompatibles con el Estado que acoge a los inmigrantes. Sin mencionar el necesario mantenimiento de la eutaxia política y la recurrencia de los módulos económicos nacionales, que siempre, por motivos de ciudadanía y nunca de raza, y a la hora de poder consumir y producir, tendrían preferencia sobre los no nacionales. La permisividad para con la inmigración y la nula política estatal de integración y mestizaje produce guetos, mafias y privilegios de determinados grupos sobre otros, lo que supone un fracaso por parte de la nación política acogedora de inmigrantes en su proceso permanente de holización continua. Y es que la nación no son sólo los vivos, sino también los muertos, cuyo peso histórico es cada vez mayor, y los que están por nacer.

6. El antirracismo racionalista, no meramente sentimental, de Izquierda Hispánica.

Izquierda Hispánica se define como enemiga acérrima del racismo en sus dos vertientes, antes citadas: la racialista, que exacerba la diferencia y la separación entre sujetos operatorios humanos de diversas razas, evitando cualquier tipo de mezcla, y la racista supremacista explícita, que busca yugular e incluso eliminar a razas diferentes en nombre de una supuesta y falsa supremacía biológica. Contra el racismo sólo caben, a modo de propuesta inicial de intenciones, estas medidas:

* Defensa del mestizaje racial como forma de holizar (sin imposiciones) a la población, y como punto necesario a defender en una forma específica de socialismo iberoamericano, hispánico.

* Crítica radical del racismo supremacista explícito y del racialismo como formas de opresión irracionalista e idealista, antitéticas del Materialismo Racionalista Radical, tanto en sus formas más ocultas como visibles.

* Defensa de la racionalización revolucionaria por holización de las naciones políticas hispánicas, de la ciudadanía por encima del origen étnico y defensa del libre desenvolvimiento sexual entre sujetos operatorios adultos, sin más trabas que las establecidas por la Ley y siempre según criterios que deban mantener intacta la moral colectiva, la eutaxia y la racionalidad.

* Política sensata en materia de inmigración, eutáxica, basada en la tolerancia activa y en la recurrencia nacional.

El antirracismo de Izquierda Hispánica es, sino el más, sí uno de los más políticamente prudentes, racionalizados y coherentes, no sólo seguidor de una determinada tradición política revolucionaria innegable (liberal y socialista materialista al mismo tiempo), sino también con una tradición histórica universalista, imperialista generadora y de raíz cultural católica que no puede ser tergiversada siguiendo intereses políticos espúreos. El racismo, en cualquier forma, etic está más relacionado con la derecha política, sobre todo con la extravagante, sea fascista o nazi, neofeudalista o indigenista. Una izquierda políticamente definida ha de ser antirracista, pero no ingenua ni relativista. Por nuestra parte, no podemos más que evocar la revolución biológica humana (son evidentes los beneficios biológicos del mestizaje) que personas como Gonzalo Herrero, español, y su esposa Zazil Há, indígena, iniciaron, sintiéndonos herederos de ellos, ya que fueron los padres de los primeros habitantes de la Nueva España (hoy México) de raza mestiza.

En definitiva, el mestizaje racial iniciado por España y Portugal en contacto con las culturas precolombinas, y debido al Imperialismo Generador Universalista y Católico que les son propios, fue el verdadero iniciador de la diversidad racial, imposible sin mestizaje. Por ello, hoy, su defensa es una defensa revolucionaria, socialista y racionalista universalista, amén de verdaderamente iberoamericana.

Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo.