Izquierda Hispánica ante el indigenismo
Nos posicionamos frente al indigenismo porque es anti-socialista, anti-hispánico y anti-materialista
El compromiso revolucionario de Izquierda Hispánica le lleva a tomar distancia frente al indigenismo imperante en Iberoamérica
Lunes 21 de septiembre de 2009.
Dada la confusión que reina en torno a este asunto, expondremos los principales motivos que nos distancian tanto del movimiento indigenista como de los grupos fascistas que dicen oponerse al indigenismo pero que con sus delirios racistas sólo consiguen desunir más a Iberoamérica.
1º) EL INDIGENISMO NO ES SOCIALISTA.
1.1. No es socialista porque piensa que existen grupos de personas que por ascendencia racial tienen derecho de propiedad sobre la tierra.
La palabra ’indígena’ procede del latín inde (‘de allí’) y genus, ‘nacido’, ‘originario’. En el latín corriente, «indígena» es todo aquel originario de un lugar, por tanto, carece de sentido hablar de «indígena» en general sin adjetivar al contexto.
El indigenismo al que nos referimos es aquel que piensa que los indígenas tienen unos derechos por ser originarios de un lugar. Esto esconde un racismo más o menos larvado por un motivo evidente: hoy día los descendientes de españoles llevan ya múltiples generaciones habiendo nacido en América y mezclándose con la población que encontraron al llegar. ¿Cuántas generaciones tienen que pasar para que uno sea declarado «indígena»? Si lo que hace indígena no es el lugar de nacimiento, ¿qué es? Pues la raza. Algunos indigenistas niegan este punto y afirman que no es la raza, sino la cultura de un pueblo. Pero esto es falso, pues si observamos detenidamente, la mayoría ve como una pérdida el contacto con las culturas que ellos llaman coloniales. Si alguien cuyos ascendentes eran aztecas ahora habla español y es católico, ¿qué lo diferencia de un mexicano cuyo bisabuelo fuera español y que habla español y también es católico? Sólo si pensamos que la cultura va ligada a la raza podemos mantener que ese descendiente de aztecas «ha perdido su cultura» al nacer. Pero de hecho, no la tenía. Nadie «nace con cultura», pues toda cultura es impuesta. Esto no es ni bueno ni malo. Simplemente es así. Los hijos de los guaraníes no nacen sabiendo guaraní; el guaraní es tan impuesto al nacer como pueda serlo el español. Por tanto, detrás de la defensa de culturas perdidas se esconde la vinculación peligrosa y reaccionaria de la cultura con la raza pues se piensa que la pérdida de ciertos rasgos culturales va en detrimento de un «pueblo» que hay que conservar. Pese a que muchos pasan por críticos del colonialismo occidental, resulta que se han tragado el mito del «Espíritu del Pueblo» germánico.
Todos somos indígenas. Todos somos originarios del continente americano. Ya tengamos por ascendientes a aborígenes, como a españoles, italianos, chinos, portugués, &c. No podemos definirnos por pertenecer a un continente diciendo que «todos somos americanos», sino que hemos de definirnos mediante nuestra pertenencia a una civilización que trasciende las culturas particulares y desborda el estricto marco de las razas. Pertenecemos a una civilización cuya escala de conformación son las Naciones políticas: somos argentinos, norteamericanos, mexicanos, colombianos, peruanos, ecuatorianos, brasileños, españoles, chilenos, venezolanos, cubanos, &c.
Por supuesto que las tradiciones culturales siguen existiendo pero estas tradiciones no son sustancias homogéneas como masa indiferenciada sino que están formadas por múltiples tradiciones culturales que hay que confrontar diferenciándolas una por una. ¿Es inferior una comida cuyo origen sea maya, pongamos por caso, a la «comida vanguardista» de los pequeñoburgueses europeos? No, un plato cuyas raíces estén en los aborígenes americanos no tiene por qué ser inferior, como comida, a los delirios de cuatro aburridos europeos que no saben que inventar para estafar a sus congéneres. ¿Es inferior la ideología de la Pacha Mama al marxismo-leninismo? Pues sí, porque el marxismo-leninismo hunde sus raíces en potentes tradiciones teóricas, como afirmó Lenin, en el Idealismo alemán —el protestantismo luterano y la importancia de la subjetividad—, el socialismo francés —el catolicismo como crítica a la propiedad y defensa del Bien común— y la Economía política británica —el anglicanismo y su defensa del trabajo como fuente de riqueza. Lo dicho para el marxismo-leninismo vale para la filosofía católica hispana: la escolástica española que tan buenos seguidores tuvo en el continente americano es superior a la ideología de la Pacha Mama porque recoge la tradición judía, la tradición helenística, la tradición islámica —dialécticamente confrontada con el averroísmo—, &c. Todas estas tradiciones ideológicas son superiores a la Pacha Mama porque han conformado potentes Ideas que han desbordado su génesis social. El marxismo no pertenece a los alemanes, el leninismo no pertenece a los rusos ni la escolástica española pertenece a los españoles de la Península.
Lo dicho para las ideologías vale para la propiedad. No se puede confundir la génesis social o histórica con la estructura actual. El noble aristócrata del Antiguo Régimen europeo decía poseer sus títulos por pertenecer a un noble linaje vinculado a unos territorios que heredaba por derechos de sangre. Los defensores del indigenismo piensan que los que ellos llaman indígenas se merecen sus tierras porque hace siglos les pertenecieron y ellos son sus descendientes biológicos. La propiedad es del que pueda mantenerla por la fuerza. Si los Iberoamericanos queremos ser dueños de nuestro destino político no es porque tengamos un metafísico derecho sobre la tierra sino porque tenemos un derecho político como miembros de unas Naciones políticas que han surgido tras Revoluciones políticas. Esto nos lleva a otro punto central por el que Izquierda Hispánica se opone al indigenismo:
1.2. No es socialista porque pone por encima la etnia, la raza y la cultura sobre las relaciones socioeconómicas del individuo y de las clases.
El «guaraní» explotado que vive en la pobreza se merece una mejor sanidad, una mejor educación escolar, un mejor trabajo, &c. no por ser «guaraní» o porque hace siglos sus antepasados estuvieran explotados. Da igual si lo estuvieron o no. La historia es la historia de la lucha de clases y la dialéctica de los Estados. Lo importantes es que hoy, ahora, es explotado, vive con una sanidad pésima, una educación escolar deficiente y un trabajo precario a merced del liberalismo depredador. Y estos enemigos no son enemigos étnicos o raciales sino políticos. Por tanto, sólo políticamente se le puede hacer frente. Es decir, sólo como miembros de una Nación política de ciudadanos libres e iguales que buscan no que un Estado paternalista les ayude por ser unos pobrecitos «indígenas» sino que el Estado ha de ayudarlos porque ellos lo mantienen con su trabajo y su esfuerzo diario.
Por tanto, si Izquierda Hispánica se posiciona frente al indigenismo no es porque esté en contra de los que se llama «indígenas» sino porque no los considera como indígenas. Los considera ciudadanos con plenos derechos y si no los tienen o son deficientes habrá que luchar revolucionariamente para que los tengan.
1.3. El indigenismo, aun cuando fuera socialista, es un socialismo de Derecha más propio del Antiguo Régimen que de la tradición de las Izquierdas definidas.
Cuando el indigenismo se muestra socialista, se muestra claramente de Derecha. Se constituye como Derecha socialista al no aceptar los avances políticos y socioeconómicos surgidos con el desmoronamiento revolucionario del Antiguo Régimen reconociendo que existen grupos étnicos con derechos diferenciados tanto sobre la propiedad de la tierra como en la participación ciudadana. Ésta idea de un socialismo de derecha fue planteada por Carlos Marx en su Manifiesto Comunista (1848) y ha sido desarrollada por Gustavo Bueno en El mito de la Derecha (2008). La pluma de Marx caracterizó su contenido real diciendo que
«Ese socialismo consiste en su anhelo de restablecer los antiguos medios de producción y de cambio, y con ellos las antiguas relaciones de propiedad y toda la sociedad antigua, bien en querer encajar por la fuerza los medios modernos de producción y de cambio en el marco de las antiguas relaciones de propiedad que ya fueron rotas, que fatalmente debían ser rotas por ellos. En uno y en otro caso, este socialismo es a la vez reaccionario y utópico» (El Manifiesto Comunista, § III. 1. «El socialismo reaccionario», 1848).
Y Gustavo Bueno, en su obra citada, precisa más el término:
«Habrá que entender, ante todo, la expresión ’derecha socialista’ como denominación de determinados movimientos políticos concretos, idiográficos, y aun emparentados por relación de filiación, que son socialistas porque participan de un concepto contraído (secuestrado) pero distributivo de socialismo, en cuanto política dirigida a dar respuesta práctica a lo que se venía llamando la cuestión social, es decir, a los problemas perentorios derivados de la aparición, en el seno de las sociedades surgidas de la Revolución contra el Antiguo Régimen, de bolsas cada vez más inquietantes que iban envolviendo a las clases opulentas o acomodadas del Nuevo régimen (…) ¿En qué podemos hacer consistir la vinculación de la derecha socialista al Antiguo Régimen ¿ (…) Sin duda, la vinculación ha de tener la forma de una transformación de partes, o haces de instituciones del Antiguo Régimen, que mantienen de algún modo su morfología de partes formales de ese Régimen en instituciones semejantes, aunque transformadas y que son constitutivas de las nuevas modulaciones» (El mito de la Derecha, . § IV. 4.3 «Las modulaciones de la derecha tradicional» 2008)
En el caso del socialismo indigenista, estamos ante un socialismo surgido como respuesta a la implantación en Iberoamérica del Estado liberal tras los procesos de independencia. Estos procesos de Independencia no lograron integrar a grandes masas de población de ascendencia precolombina a la cuales, ciertamente, se las marginó y se las confinó a un estado de marginalidad política y de pobreza económica. Como respuesta, estos núcleos viraron hacia un socialismo que primaba lo anterior a ese Nuevo Régimen: construyeron su identidad mitificando las sociedades indígenas que verán como la esencia prístina perdida por la perfidia de la «civilización occidental». Reconocen así la existencia de esa mítica «civilización occidental» que identifican además con Europa. Les dijeron que ellos eran unos «indígenas» y se lo han creído. En vez de sumarse a los avances políticos y socieconómicos que se estaban produciendo, en vez de apropiarse de las armas políticas, ideológicas y económicas de sus enemigos, se engolfarán en el guetto en el que los burgueses de los nuevos Estados los arrinconaron.
2º) EL INDIGENISMO NO ES HISPÁNICO.
2.1. El indigenismo no es hispánico porque mantiene una postura reaccionaria frente a la situación socioeconómica y política de Iberoamérica.
Quizás pueda sorprender ligar la hispanidad con el progreso. Para ello tenemos que entender qué entiende Izquierda Hispánica por progreso y por regreso. Siguiendo el materialismo filosófico forjado por Gustavo Bueno, entendemos por tales los sentidos de un curso operatorio circular que partiendo de determinadas posiciones llega a otras posiciones distintas (regressus en latín) para volver al punto de partido reconstruyéndolo en la medida de lo posible (progressus, progreso). Por tanto, no entendemos por progreso un curso operatorio lineal que se dirija a un fin predeterminado con antelación —como pensaba el marxismo tradicional que esperaba el fin de la historia a la vuelta de la esquina— sino un proceso de reconstrucción circular. Por tanto, depende de la posición que queramos reconstruir el carácter de que algo sea progresista (es decir, permita la reconstrucción circular) o sea reaccionario (no lo permita). Por ejemplo, es reaccionario el ludismo que pretendía destruir las máquinas industriales no porque se opusiera al curso histórico que se encaminaba al progreso comunista, sino porque si se quiere una economía socialista —que no sea la socialización de la pobreza— es necesario partir de esas máquinas para poder progresar (progressus) hacia dicho socialismo que se busca construir.
Izquierda Hispánica mantiene que los problemas de Iberoamérica desbordan la escala de las clases y los Estados nacionales. No porque las clases o los Estados nacionales desparezcan, sino porque la dialéctica de imperios actúa en toda Iberoamérica. Por tanto, a enemigos potentes sólo se les puede oponer enemigos de la misma magnitud. Por eso es necesaria una hispanidad unida. Y podemos unirnos porque ya hemos estado unidos, porque contamos con estructuras materiales, fácticas, reales, en común. Por consiguiente, aquello que se encamina a la unidad, aquello que se encamina a potenciar lo que favorezca una acción conjunta de los iberoamericanos, lo denominamos como progresista según nuestros fines políticos. Y aquello que nos disgrega, que nos divide, que disminuye nuestra fuerza, lo calificamos de reaccionario. No basta con decirse «progresista» sino hay que definirse. Aquellos cuyo fin político sea fragmentar Iberoamérica en un sinfín de microestados étnicos sometidos a las grandes potencias verán como «progreso» la autodeterminación de cada trozo de territorio que así lo quiera. Para los que buscamos la unidad de Iberoamérica, veremos como progreso toda iniciativa que conserve las fronteras de los actuales Estados nacionales o las fusione en unidades mayores.
Aquello que nos une es nuestro pasado español y nuestra actualidad hispana. Nuestro pasado indígena no nos une porque los «indígenas» nunca han constituido una unidad política real y efectiva como sí lo fue la América española. El idioma español, la religión católicas y las instituciones políticas comunes surgidas durante el Imperio español son tradiciones que nos unen por encima de las Naciones políticas particulares.
Dos aclaraciones. La primera: cuando defendemos el catolicismo, no defendemos tal o cual posición de la Iglesia en particular. Tampoco defendemos a la Iglesia Católica por ser la garantía de la Revelación. De hecho, la Iglesia Católica puede mantener, y de hecho mantiene, posiciones contrarias a la hispanidad y a nuestro proyecto político. Defendemos el catolicismo como sustrato filosófico común de Iberoamérica que muchas veces se ha expresado mediante la teología. Nos guste o nos disguste es nuestra tradición filosófica que hay que conocer para criticarla, reconstruirla y oponerse a ella si es necesario, pero con conocimiento de causa y sin caricaturas anticlericales. Insultar a la virgen de Guadalupe es insultar a Mejico e insultar a la virgen de Caacupé es insultar a Paraguay debido a que ambas figuras son algo más que «simples muñecos de madera» sin necesidad de creer religiosamente en los milagros marianos.
La segunda: cuando defendemos el idioma español y la herencia española no defendemos todo lo español como si de España viniera lo superior sólo por ser español y lo de aquí fuera algo retrasado. Una bruja mediática española que se gane la vida estafando por televisión no tiene nada de «superior» sobre un chamán mexicano. Mucha de la ideología que viene de España es auténtica basura ideológica cuyos vicios son iguales o parecidos al indigenismo del continente americano. ¿Acaso no hay españoles que piensan que siguen existiendo los celtas, los íberos o los vascones como si vivieran antes de la llegada del Imperio romano? ¿Son los andaluces actuales indígenas tartésicos explotados por los colonialistas romanos y luego por España? ¿Acaso no existen vascos que creen tener un Rh (sic) especial? Estos delirios se dan en la Península Ibérica y merecen ser combatidos. Son los españoles los primeros que deben encargarse de barrer esa basura de su Nación e impedir que nos salpique.
2.2. El indigenismo no es hispánico porque vincula la explotación socioeconómica con determinadas etnias o culturas.
Existen españoles explotadores que intentan esquilmar Iberoamérica. Pero también existen en el continente americano explotadores «autóctonos» que maquinan cada día para vender a su Patria al mejor postor. El discurso ideológico indígena vincula lo español con la explotación y no distingue la explotación como estructura socioeconómica con el resto de componentes culturales. Detrás se esconde un esquema simplón y vulgar de la relación entre la base y la superestructura que el marxismo dogmático ha extendido por Iberoamérica y que es falso por metafísico.
Por consiguiente, Izquierda Hispánica combate a todos aquellos «de origen europeo» que se creen herederos de la hispanidad y denigran a los llamados «indígenas» denominándolos «sudacas», «monos», &c. Este tipo de fascista existe en España, pero también en países como Chile, donde buena parte de su burguesía se siente «orgullosa de descender de españoles» contraponiéndose a los mapuches y a otros ciudadanos de antepasados aborígenes como si la hispanidad fuera patrimonio suyo. Estas actitudes fomentan el indigenismo y dan alas a aquellos grupos que luchan contra la hispanidad identificando a los defensores de la unidad iberoamericana con posiciones reaccionarias. Izquierda Hispánica combate sin tregua a estos fascistas que vinculan lo español con la raza blanca, lo europeo o alguna esencia metafísica por el estilo. Entre ellos y nosotros hay un abismo y sólo nos podrá confundir con ellos quien esté preso por la misma ideología etnicista del fascismo. La hispanidad no es «la España blanca europea» —como si esto tuviera algún sentido— sino aquello que se ha forjado en una complicada dialéctica histórica a lo largo de siglos.
3º) EL INDIGENISMO NO ES MATERIALISTA.
3.1. El indigenismo niega que la racionalidad esté ligada a la praxis histórica.
Es común entre los defensores indigenistas mantener que aquellos que piensan que algunas construcciones históricas son superiores a otras son unos reaccionarios o defensores del «colonialismo». Esconden con ello su idealismo descarado que piensa todavía que las culturas son productos mentales o de subjetividades espirituales. Incluso algunos que dicen ser los voceros de la «filosofía de la praxis» reducen la praxis a mera construcción subjetivista de las mentalidades, ideologías o culturas. Nada más lejos del materialismo.
El materialismo filosófico supone a un sujeto que hace algo con algo preexistente y por tanto, su hacer está determinado por aquellos materiales con lo que opera. Por consiguiente, y puesto que el curso histórico de las sociedades es plural y divergente, no puede equipararse a todas las construcciones humanas por igual. Quien dice que son iguales por «ser humanas» o ser «productos de los hombres», olvida que el hombre no preexiste, sino que se hace precisamente mediante aquello que construye. Y esto ya supone una pluralidad de contextos materiales diferentes que diferenciaran a los hombres. El Kalashnikov usado por el Che Guevara es superior al arco de flechas usado por un indígena del Amazonas. Y no lo es porque el Kalashnikov sea producto del Espíritu universal, la «Cultura Occidental» o el Comunismo desarrollado, sino porque cumple mejor y más eficazmente el fin para el que fue diseñado. Como el fin del Kalashnikov es coordinable con el fin del arco de flechas amazónico, cuando se comparan, resulta uno ser superior al otro. El contexto institucional es importantísimo pues lo que hace superior a un Kalashnikov es una amplia herencia cultural —las matemáticas avanzadas, la química, las armas precedentes, las guerras de la Unión Soviética que lo hicieron necesario, &c. — Pues bien, toda ésta amplia herencia cultural no la tiene la cultura en la que nació el arco de flechas amazónico. Lo importante, es que el Kalashnikov, aunque haya nacido en suelo soviético, no queda reducido a producto «del espíritu soviético» sino que un individuo de esos que muchos toman por «indígena» del Amazonas puede empuñarlo para combatir a las corporaciones madereras que esquilman el bosque. ¿Qué prefieren las empresas capitalistas, tener en frente arcos o tener en frente a Kalashnikov? Y quien dice Kalashnikov dice cualquier otro producto cultural que se muestre superior. Porque lo que es superior o inferior no es la raza. Ni siquiera la cultura homogéneamente considerada. Sino los productos culturales que se han producido en su seno en contexto materiales concretos. El idioma español es superior a los idiomas indígenas no porque el español sea la «lengua del Espíritu» o la lengua de «una raza superior» sino porque ha conseguido conectar a innumerables sociedades y permitir la comunicación necesaria para un proyecto político que tenga la suficiente envergadura como para oponerse a los Imperios realmente existentes.
3.2. El indigenismo pretende que las ideologías idealistas tienen los mismos derechos que las filosofías materialistas.
Los defensores del indigenismo pretenden que las ideologías erróneas tienen los mismos derechos a propagarse y existir que las filosofías materialistas correctas. Es cierto que no puede pretenderse acabar con los delirios idealistas de determinado tipo de gentes, pero no pueden equipararse ideologías religiosas idealistas con filosofías sistemáticas materialistas. Quien mantiene que la Tierra es nuestra Madre, no está haciendo materialismo pues define la Tierra por un ser con conciencia y voluntad que otorga bienes a sus hijos. Por tanto, el devenir terrenal se ve guiado por una conciencia que todo lo unifica —monismo— y de la que todo parece brotar aunque se postule una masa caótica eternamente existente. Este es un ejemplo de ideología idealista que pasa por ser el súmmum de la filosofía indígena y que además se vende ignominiosamente como materialismo.
¿Pero por qué es necesario el materialismo? Pues porque es la filosofía correcta. No es que tengamos el monopolio de la verdad. Simplemente nuestra filosofía la contrastamos con el resto de filosofías e ideologías de nuestro entorno y tras la confrontación vemos que es la correcta frente a otras alternativas. Huimos del dogmatismo, pues siempre será necesario tener en cuenta las opciones rivales. Pero el socialismo es, ante todo, llevar a cabo planes y programas y estos serán muy distintos según las ideas que profesemos. El que piense erróneamente que la verdad de las ciencias se reduce a mera construcción social que triunfa gracias a los «poderes» de unos grupos frente a otros corre el peligro de creer, por ejemplo, que existe una «ciencia burguesa» y una «ciencia proletaria». O que existe una «ciencia occidental» y una «ciencia indígena». Este error ha tenido funestas consecuencias para la tradición marxista en Iberoamérica y ha impedido conocer y utilizar la ciencia del enemigo. El humanismo socialista que equipara todo socialismo apelando al místico «Género humano» es igualmente peligroso. El socialismo de los humanos que creen en Alá no es el mismo que el socialismo de los humanos impíos materialistas. Pensar que pueden equipararse es precisamente pensar que aquello que los hombres han forjado en su historia es anecdótico o meramente mental. Es negar el núcleo mismo de la filosofía de la praxis.
CONCLUSIÓN
Izquierda Hispánica defiende el Materialismo filosófico, la Hispanidad y el Socialismo. Por tanto, toma posición frente al indigenismo, cierto, pero lo hace desde una posición concreta siguiendo la tradición de izquierdas definidas y desde la plataforma hispánica. Lucha por enaltecer la herencia española combatiendo a todos aquellos que quieran declararse sus únicos poseedores ya sean países, razas o «culturas». Tampoco Izquierda Hispánica posee su monopolio. Lucha, además, por todo aquello que engrandece a los países hispanos y aquello que contribuye a su unidad. Lucha por mejorar las condiciones socioeconómicas de toda Iberoamérica.
El «indígena» puede aspirar a mucho más que a reclamar unos derechos añejos por un pasado que ya pasó. Lo que se merece lo debe merecer por lo que él haga ahora no por lo que sus antepasados hicieron. El presente es el que es y reclama de nosotros la lucha.
Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo.