Acerca de Kanikosen. El Pesquero
La crisis económica y el desempleo, temas de gran actualidad en el panorama del orbe, parecen estar detrás de la atención que ha generado Kanikosen. El Pesquero, novela del japonés Takiji Kobayashi publicada en 1929 y que este año ha sido editada en España, mientras que en Japón se ha convertido en uno de los más vendidos, con dos versiones cinematográficas y hasta una adaptación a la historieta. A lo anterior hay que sumar la militancia comunista del autor y su muerte por tortura a manos de la policía de su país, lo cual envuelve al libro en el aura trágica de un escritor muerto a los 30 años.
Sin embargo, si dejamos de lado el fetichismo (que no el reconocimiento) alrededor de la figura del novelista, Kanikosen es un relato que reflexiona de forma muy oportuna acerca del sindicalismo y los derechos de los trabajadores, en este caso los pescadores que trabajan en un barco-factoría, es decir, ni barco pesquero ni fábrica, un vacío legal que es aprovechado por el patrón para explotar a sus empleados hasta la muerte, de forma literal. Así que por razones de mera sobrevivencia, los pescadores se ven obligados a formar un sindicato y ponerse en huelga. Las desventuras de los protagonistas son numerosas, hasta un enfrentamiento con el poder del cual saldrán fortalecidos.
Durante décadas se ha discutido acerca de la literatura y su “compromiso” con la realidad. Se clasifica la literatura en supuestas construcciones escapistas (la fantasía y la ciencia ficción, por ejemplo), que se contrastan con obras “realistas” que sí estarían relacionadas con los problemas de las personas. Semejante diferenciación es pura metafísica, desde el momento en que supone que entre realidad y ficción hay una tensión dialéctica, como si la ficción pudiera existir al margen de la realidad (“Me interesa más mi mundo que la realidad”, dijo con tranquilidad y orgullo un cronista peruano en un reciente encuentro literario celebrado en Barcelona). Como si la ficción no formara parte de la realidad. El laureado Vargas Llosa debe su fama a numerosos ensayos en que incurre en ese error metodológico.
Es decir, la preocupación por las pésimas condiciones de trabajo de los proletarios no es privativa de la llamada literatura realista, como lo prueba la obra de Orwell, por ejemplo. Sin embargo, es innegable la fuerza de cohesión de un libro como Kanikosen, que denuncia con valentía los abusos de los poderosos y es consumido por un público tal vez ansioso de reivindicaciones. La popularidad de obras como Kanikosen, sin perjuicio de sus méritos en el campo de la estética, bien puede servir como acicate para un grupo de lectores aburguesados, en la medida en que aborda con crudeza un asunto con frecuencia ausente en los debates públicos, capaces de convertir a los mineros chilenos en mero asunto de la farándula. Kanikosen da un papel protagónico al trabajador explotado de las democracias homologadas del presente, al mismo tiempo que nos recuerda que la lucha es larga y capitular no es una opción.