Hacia la séptima generación de izquierda

Fútbol, patria y socialismo

 

El jurista, periodista y filósofo español Víctor Martínez Patón dijo, en una reunión hace varios meses de la asociación Nódulo Materialista de Madrid, España, que la selección española de fútbol unía a más gente en España y hacía más por la unidad nacional que la Monarquía. En aquel momento sus palabras pudieron haber resultado sorprendentes a algunos no iniciados en el análisis político materialista. Pero los hechos le han acabado dando la razón. Y esos hechos se reducen a lo ocurrido los últimos cinco días, que nos son otra cosa que el haber ganado la Copa del Mundo de fútbol en Suráfrica, el evento deportivo más importante del mundo (incluso más que los Juegos Olímpicos), tanto en número de seguidores como en cantidad de dinero movilizado. España ingresa así entre las grandes selecciones futbolísticas: a nivel hispánico con Argentina (que tiene dos Copas del Mundo), Brasil (cinco Copas, los auténticos líderes del fútbol mundial) y Uruguay (con dos también como Argentina); a nivel europeo, España se equipara con Inglaterra y Francia (ambas con una), y se une al club de campeones liderado por Italia (cuatro Copas) y seguida por Alemania (tres Copas). Son por tanto, a nivel europeo, las cinco grandes naciones canónicas europeas (con permiso de Rusia y Turquía, si cabe considerar a ambas europeas en sentido estricto), las únicas que han conquistado el preciado título: Alemania, España, Francia, Inglaterra e Italia.
 
La importancia sociológica y política del fútbol, y más a nivel de selecciones, se ha mostrado innegable. Sólo el esnobismo y la pedantería del antifutbolismo radical puede renegar del triunfo de una selección nacional en un campeonato internacional de éste deporte, el más importante de todos. Propio de elites intelectuales progresistas y liberal-conservadoras, en el desprecio al fútbol pueden distinguirse dos corrientes: el antifutbol progresista, que no soporta ver a las masas entregadas en un evento que consideran populista, pueblerino y zafio, al tiempo que se corean consignas colectivistas, tanto a nivel de dialéctica de clases (en lo referente a equipos considerados “humildes”, como el Rayo Vallecano o el Atlético de Madrid) como de dialéctica de Estados (el tan odiado por progres y neofeudalistas “Yo Soy Español, Español, Español”); y el antifutbol liberal-conservador, que lo consideran una cosa “menor”, algo despreciable que está por debajo de otras cosas, cuando resulta que el fútbol, como una escoba que barre determinada basura producida en la sociedad, es capaz de epatar con la mayoría de la población española, patriota pero de ideologías diversas, con mayor contundencia e impacto que sus masivos medios de comunicación. Y es que el gol de Andrés Iniesta en la final frente a Holanda ha conseguido unir a los españoles muchísimo más que cualquier perorata literaria de Federico Jiménez Losantos o el protestante César Vidal. Y en Izquierda Hispánica nos congratulamos de ello. Ni que decir tiene que el antifútbol de “izquierdas” y de “derechas” tienen un origen propio de elites autosatisfechas que, desde su atalaya intelectual, desprecian cualquier manifestación popular comunitaria que implique unidad, por muy “vulgar” que esta pueda parecer.
 
Pero el fútbol no es en absoluto algo vulgar, ni simple (si acaso, algo simple –dar patadas a una pelota y meterla entre tres palos unidos formando una portería- complejizado). Y lo que voy a decir puede sonar a algunos escandaloso, pero hay que arriesgarse: es probable que el fútbol tenga un claro componente generador y socialista, si seguimos la sentencia de Gustavo Bueno de que “el socialismo es la esencia de toda sociedad humana”. Si Lenin y Marx alabaron la capacidad generadora del gran capitalismo burgués, cuyos tentáculos, al tiempo que universalizaban la explotación laboral y el imperialismo depredador, también sacaban de la barbarie a pueblos enteros en estado o de semisalvajismo o en sociedades políticas propias de un Antiguo Régimen no europeo (precolombino, asiático, africano), el fútbol, un producto anglosajón pero universal, representa también esas dos caras contradictorias del capitalismo. Con la característica de que se trata del deporte en equipo más fácil de practicar y más practicado, de hecho, en el mundo. El fútbol, por ejemplo, a diferencia del baloncesto, es un juego que cualquiera, independientemente de su altura, lo puede practicar. En este sentido se trata de un deporte más democrático que el baloncesto (que ocuparía un segundo honroso puesto en cuanto a popularidad, al menos en España). El fútbol permite el conocimiento geográfico y cultural de regiones del mundo alejadas por millones de kilómetros, y permite la lucha por la salida de la miseria a millones de personas (quizás habría formas más radicales políticamente hablando de salir de situaciones de servidumbre neocolonial, pero no es el momento de tratarlas), mediante escuelas de fútbol para niños pobres en el Tercer Mundo promocionadas por grandes equipos del Mundo rico como el FC Barcelona, el Manchester United o el Real Madrid. Una lucha que da la posibilidad de alejar a los chicos de la mendicidad, de la delincuencia juvenil e incluso de las drogas. El fútbol es un deporte de alto contenido guerrero, donde la estrategia cuasimilitar obliga siempre a que haya un vencedor y un perdedor. No cabe duda que esta característica alcanza su paroxismo en las competiciones futboleras internacionales. El fútbol no es un deporte pacifista: el objetivo es la victoria siempre. Es polémico, y es además una institución, como Gustavo Bueno confirma, en una entrevista realizada por el citado Martínez Patón:
 
“[...], una institución constituida sobre el núcleo de una ceremonia, que es el partido individual. Cada partido es una ceremonia, circunscrita a los que están en el campo (jugadores y árbitros), más la grada, y los espectadores de la televisión. Y esto es parte fundamental de la institución. Solo es un deporte para los jugadores, y en ningún caso es un espectáculo: el público no está para ver, está para actuar, para tomar partido y para generar polémica en la grada.
 
El hincha no puede ser neutral, ha de tomar partido. Y en el caso de los campeonatos internacionales de selecciones, la toma de partido tiene siempre implicaciones políticas. Por lo que si una selección llega a lo más alto en ese campeonato, es obvio, en cualquier nación normal, que el grueso de la población, independientemente de la clase social a la que se pertenezca, apoye a su selección, y que la victoria final conlleve el júbilo colectivo y la exaltación patriótica sin complejos. Que a esto se le llame “opio del pueblo” es no enterarse de nada. Es negar la capacidad del fútbol como agente político de primer orden. ¿Acaso habría que anular las cinco Copas del Mundo conseguidas por Brasil sólo por el hecho de ser un país tercermundista, con grandes diferencias sociales a nivel de clase y regionales? ¿Acaso Lula, del Partido de los Trabajadores, tendría que acabar en Brasil con el fútbol y así luchar contra una errónea idea de alienación de masas de corte marxista? Un Gobierno socialista, del signo que sea, que elimine de su sociedad el fútbol por ser “opio del pueblo” no sabe lo que hace, demuestra ingenuidad política y es un mal gobierno. ¿Por qué una izquierda revolucionaria ha de acabar con algo que logra una cohesión patriótica tan necesaria para lograr objetivos políticos de calado? ¿No es necesario recordar que Diego Armando Maradona, toda una leyenda universal de este deporte, y uno de los argentinos más populares de la Historia –hasta existe un culto religioso dedicado a su persona-, presume de amistad con Fidel Castro y Hugo Chávez, y hasta lleva tatuado en un hombro al Che Guevara, otro argentino de primer orden? ¿Cómo pueden obviarse o minusvalorarse semejantes cuestiones? Sólo en nombre de la pedantería del que se sabe superior a la “masa” pueden despreciarse ceremonias e instituciones como todas las relacionadas con el fútbol. O con otros deportes. Cuba, el único régimen de corte marxista-leninista de América, tiene al béisbol como deporte nacional (de origen yanki), y hasta el propio Fidel es un gran aficionado al mismo. ¿Se imaginan suprimir el béisbol de Cuba en nombre del socialismo? Sería una boutade auténtica.
 
Negar la explosión patriótica española asociada a la victoria en Suráfrica es no ver la realidad. El pueblo, la parte viva de la nación española (la nación política, la patria, el suelo donde habitan los vivos, continuadores de la labor histórica de las generaciones pasadas y los que legarán esa herencia pasada y presente a sus hijos y a generaciones futuras), y gracias a la televisión, ha podido tomar partido, mediante sus ánimos a la selección, en la victoria final de la Copa del Mundo. Y la televisión ha servido de lente de aumento que ha permitido ver la realidad del pueblo español, de un pueblo que quiere seguir unido, a pesar de votar a partidos que trabajan para su desunión, tanto los secesionistas como PSOE y PP. Está claro que la victoria de España en Suráfrica no va a terminar con las ansias del neofeudalismo reaccionario de destruir España, el cual intensificará más si cabe sus actividades, motivados además por una sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña que, sí, deja muchos puntos a la interpretación, pero también les ha recortado muchos privilegios que durante cuatro años han ido implementando. La lucha contra el neofeudalismo será ahora más intensa.
 
¿Y el Gobierno y el PSOE? En parte seguirán unidos, pero también han recibido un toque de atención, más que el Gobierno el Partido socialdemócrata español. Mientras Zapatero siga como Presidente de la Nación, él siempre antepondrá su visión de la realidad sobre la realidad misma, algo que perjudica ya al propio PSOE como institución, por lo que, si son inteligentes, que lo son, tratarán de seguir una estrategia de apoyo al líder frente al PP, pero también de movimiento entre bambalinas que asegure una adecuación a la realidad española que el Mundial les ha permitido visualizar, y pueda en un momento dado permitirles purgar al partido de todo el zapaterismo que lo envuelve, y así regresar al poder lo antes posible.
 
Regresar al poder, digo, porque el Partido Popular de Rajoy tratará de rentabilizar el desconsuelo nacional con la clase política en clave electoral, ganando las elecciones del señalado año 2012. Pero el Partido Popular es tan cómplice del separatismo, de la desigualdad entre españoles y del mantenimiento de privilegios de castas autonómicas como el PSOE y el resto de partidos. La expulsión de Zapatero de la Moncloa puede resultar un alivio nacional, pero en absoluto una resolución de los problemas estructurales a nivel económico, administrativo y social que asolan a España. Puede no ganar  el PP por la mayoría absoluta que algunas encuestas le aseguran, y pactarán con el neofeudalismo catalán (CiU), que se la tiene jurada al PSOE.
 
Si la Selección Nacional ha unido es porque no es un partido político, que desune a los españoles (como ha señalado alguna vez el filósofo Javier Delgado). Y el origen humilde de muchos futbolistas de la selección (dejando ahora aparte su actual estatus económico, acrecentado por la prima que recibirán por ganar el Mundial), ha calado en una sociedad política, la española, rica con respecto a otras pero azotada por una crisis económica muy seria. Una selección cuyo triunfo ha sido celebrado en varios lugares del Mundo (salvo Holanda quizás), donde se encuentran compatriotas trabajando o estudiando, pero también en varias naciones hispánicas, como Cuba, Argentina, México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, o incluso por los hispanos en Estados Unidos. En IH lo celebramos, como celebramos el cuarto puesto de Uruguay en el Mundial (una final entre España y Uruguay nos habría sido más grata) y el merecido Balón de Oro para Diego Forlán. La Roja (el nombre no nos asusta, “España antes roja que rota”), ha unido a España en una meta común. Meta conseguida, por cierto.
 
El patriotismo español, durante décadas, ha estado mal visto, proscrito, porque “recordaba al franquismo, y como Franco es tabú...”. Pero el Mundial de Fútbol y la victoria son “la demostración de que en España hay un sentimiento patriótico profundo de muchos siglos que no se puede eliminar y que preocupa a los separatistas vascos y catalanes”, porque “ven que a pesar de esas manifestaciones que hacen, más minoritarias de lo que ellos predican, han cogido miedo al patriotismo español enfurecido y literalmente los arrasa”. Bueno dixit. Y el miedo y el odio son muy peligrosos unidos. Jugadores catalanes de la Selección como Xavi Hernández, Gerard Piqué o Carles Puyol, todos del Barça, han sido amenazados en Internet por grupos neofeudalistas minoritarios pero muy violentos, al más puro estilo de España 2000 o Democracia Nacional. Tildados de “vendidos” o “botiflers” (traidores a la “patria catalana”), son odiados “con toda el alma” en webs de extrema derecha neofeudalista como racocatala.cat, entre otras. A Sergio Busquets se le llamó “subnormal” y todos fueron acusados de “sicarios”. Y dicen que sin los jugadores del FC Barcelona, la “Castaña” (nombre despreciativo para referirse a España) sería una “mierda forastera”. Pero incluso estos radicales extremistas están solos, pues en esas mismas webs algunos defienden a los catalanes de la Selección Nacional española. En Mallorca, Víctor Álvarez, director de IB3 Radio, tuvo que dimitir por boicotear y vetar en la radio la información sobre el papel de España en todo el Mundial. En Vascongadas, en Baracaldo se boicotearon las videopantallas para poder ver el partido de la final contra Holanda, y algunos proetarras agredieron físicamente a varios aficionados a la Roja que celebraban nuestro triunfo nacional en San Sebastián (un detenido por causar un traumatismo craneoencefálico). En Bilbao, un racista proetarra agredió a un ciudadano extranjero que animaba a España en un bar, mientras en Basurto un miserable agredió con un palo de madera a dos españoles que portaban banderas nacionales celebrando la victoria en el Mundial.
 
Como anécdota, contar que en la web proetarra Kaos en la Red, se abría hace unos días con un patético titular: “La derecha española y sus medios de comunicación utilizan el Mundial de fútbol para atacar a la clase trabajadora, a los pueblos y a la República”. Un titular propio de un izquierdista (en sentido leninista) calimochero de 16 años (o también de un derechista belga del Vlaams Vlok). ¿A qué República se ataca: a la Primera, a la Segunda, a la República de Albania? ¿Y a qué pueblos: a Fuentealbilla, pueblo de Andrés Iniesta? ¿Y a la clase trabajadora? ¿Acaso no vieron a los huelguistas del metro de Madrid con camisetas de la Selección Española de fútbol yendo a los comités de huelga? Si bien medios rancios del liberal-conservadurismo tratan de hacer su agosto con el fútbol intentando aprovecharse del sentir popular español, Kaos en la Red no es quién para criticar nada, pues la mera existencia de esta página web atenta contra el pueblo español y su deseo de unidad, contra la unidad de las clases trabajadoras españolas y contra cualquier forma organizada de lucha política en clave revolucionaria. Ya lo hemos dicho en IH más de una vez, pero lo volvemos a decir: Kaos es a los medios politizados de comunicación en España lo que el ¡Qué me dices! a la prensa en general. Tampoco puede esperarse mucho de estos populistas menchevizantes en su mayoría universitarios. Se trata de otra parte más de la elite intelectual antifutbolera, en este caso progresista, cuyas rabietas no han calado todo lo que ellos querrían.
 
El Debate sobre el Estado de la Nación, un día después del desfile triunfal de nuestros campeones, ha evidenciado la total falta de propuestas políticas para superar la grave situación nacional por parte de PP y PSOE (también por parte de la actual Izquierda Unida). Al tiempo que se han evidenciado las prisas y la rabia de los partidos neofeudalistas en destruir España aprovechando la sentencia del TC sobre el Estatuto catalán, el cual nunca debió aprobarse. Ayer, el aragonés hijo de Guardia Civil y Vicepresidente de la Generalidad de Cataluña, José Luis Pérez Carod-Rovira, llamaba a la secesión y pedía, como mal menor, un federalismo al estilo del Reino Unido. Es decir, la referencia para este ultraderechista es el Estado europeo más cercano al Antiguo Régimen. Si a todo ello unimos la mendicidad política de Zapatero para con CiU y ERC el otro día en el Debate sobre el Estado de la Nación, la situación política en España en los próximos dos años no parece halagüeña.
 
En definitiva, el Mundial ha permitido revelar mucha de la basura contenida, vía televisión, en la sociedad política española, y ha permitido dejar atrás (esperemos que durante mucho tiempo, si no definitivamente), el complejo de patriota español igual a facha, a todas luces mentira. Y hoy todavía, si uno se pasea por los barrios más humildes de muchas ciudades españolas, verá las banderas nacionales ondear. en ventanas y balcones Como no existen las celebraciones “porque sí”, esto sólo se traduce en una exaltación patriótica y una llamada de atención a la clase política por parte del pueblo. Si la actual clase política no toma nota será por inercia, por complejos, por estulticia política y por mala fe antipopular. Si las elites intelectuales no quieren enterarse tampoco, que sigan o con sus lamentos antipatriotas (el caso del progresismo) o patrioteros españolistas (el caso de los liberal-conservadores y de medios rancios de comunicación como la ultraliberal Intereconomía). El fútbol es mucho más importante de lo que todos ellos creen. Y no captar el mensaje dado por la ciudadanía estos días, a corto, medio y largo plazo, es simplemente o ser tonto, o ser mala persona. Aprendamos de las izquierdas definidas argentina o brasileña. No menospreciemos el fútbol y su capacidad generadora y socialista. Y no despreciemos a España, pues la patria y sus expresiones, espontáneas o no, de unidad y de consecución de metas comunes, no son otra cosa que indicaciones de por dónde la nación quiere discurrir en el presente y en el futuro. En Izquierda Hispánica hemos tomado nota.
 

 

Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo.