Hacia la séptima generación de izquierda

España y las izquierdas I: ¿Quién teme a España?

 

Es sentencia clarividente del filósofo materialista Gustavo Bueno que el imperio español cayó hace ya doscientos años, como todos los imperios han caído y caerán; pero no fue aniquilado. Todavía subsisten sus escombros y ruinas, como los de otros imperios ya fenecidos, y sobre ellos se ha de erigir necesariamente cualquier proyecto político realista.

Pero acaso una mirada atenta podría descubrir que actualmente asistimos al proceso de su aniquilación, que sin embargo, como todos los procesos históricos largos, resulta difícil de detectar, pues suceden a otro ritmo que el de las vidas individuales.

Los medios, enemigos y mecanismos de acción son muchos y sutiles: la penetración del inglés y de las sectas protestantes tanto en España como en Hispanoamérica, aunque en esta última con más fuerza, el fomento de separatismos en las naciones políticas hispanas, con España como víctima destacada, el auge de un indigenismo mal entendido y la aparición de nuevas figuras de la leyenda negra, la subordinación de España al eje franco-alemán y las políticas que desde hace décadas parecen tender a debilitarla y neutralizarla como potencia competidora: desde el desmantelamiento de la industria en aras de la integración europea, a la degeneración del sistema educativo (tesis esta última sobre la que se ha debatido en la última reunión pública de Izquierda Hispánica).

Pero podríamos preguntarnos quiénes temen al bloque hispánico y por qué. Porque tal proceso de aniquilación que emprenden, aunque no centralizadamente, agentes gringos, franceses, alemanes o británicos, sin desdeñar a los elemenos disolventes internos, delata que se percibe a este bloque como una amenaza.

Una tesis sugestiva del materialismo filosófico (y que constituye parte de su vuelta del revés de Marx) es la de que el mecanismo de la lucha de Estados e imperios es común al de la lucha de clases clásica. Los Estados e imperios también luchan a muerte por apropiarse del territorio, los recursos y los medios de producción. Con la nota de que a diferencia de la clase del proletariado que Marx postulaba los Estados e imperios ya poseen la unidad y consistencia que, recordemos, el manifiesto comunista reclamaba para aquélla. Sin omitir que esta dialéctica de Estados tiene prevalencia lógica sobre la de clases por cuanto la hace posible: ya que ¿qué lucha de clases podría haber sin territorio y medios de los que el Estado previamente se apropia? ¿No son precisamente los grandes imperios los que han llegado a subvertir y transformar el orden político y social?

La Historia Universal es pues la lucha de los Imperios Universales y sigue siéndolo.

Pero no son solamente causas infraestructurales las que avivan esta contienda pues la superestructura no es una mera emanación de la infraestructura, a la que quedara subordinada, sino que ambas repercuten entre sí y se engranan en los procesos reales. Están conjugadas, según tesis también fundamental del materialismo filosófico.

Nuestra tesis aquí es que a España (y por extensión también a Hispanoamérica) se la teme por ser el centro de tres haces de instituciones muy vigorosas, capaces de aunar voluntades en un bloque, resistir y  hasta subvertir el orden que otras potencias han sentenciado para el mundo. Nos referimos a la lengua española, a la religión católica y a la izquierda política.

Pocas pruebas se necesitarán para demostrar la veracidad de la tesis en cuanto a las dos primeras, pues es de sobra conocido. Más novedosa pero no menos verdadera es la afirmación de que España es un  foco fértil de las generaciones de izquierda, un país donde tanto en el pasado como en el presente fructifican, se arraigan y se proyectan. Supuesto esto ¿cómo no iban a temer a España?

Las pruebas históricas y fundamentos teóricos de esta afirmación, que España es temible por ser un centro y foco de la izquierda, las presentaremos en el próximo artículo.

 

                  Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo