Hacia la séptima generación de izquierda

Huelga 1917

El día en el que se publica la cifra oficial de parados en España (4.130.625 parados) ofrecemos a nuestros visitantes el siguiente documento histórico del llamado trieno bolchevique español. Las negritas son nuetras.

«Manifiesto para la Huelga de agosto de 1917»

A los obreros y a la opinión pública:

Ha llegado el momento de poner en práctica, sin vacilación alguna, los propósitos anunciados por los representantes de la U. G. de T. y de l

a C. N. de T. en el manifiesto suscrito por estos organismos en el mes de marzo último.

Durante el tiempo transcurrido desde esta fecha al momento actual, la afirmación hecha por el proletariado de demandar, como remedio a los males que padece España, un cambio fundamental de régimen político, ha sido corroborada por la actitud que sucesivamente han ido adoptando importantes organismos nacionales, desde la enérgica afirmación de la existencia de las Juntas de Defensa del Arma de Infantería, frente a los intentos de disolución de esos organismos por los poderes públicos, hasta la Asamblea de parlamentarios celebrada en Barcelona el 19 de julio, y la adhesión a las conclusiones de esa Asamblea en numerosos Ayuntamientos, que dan el público testimonio de las ansias de renovación que existen en todo el país. Durante los días febriles en los cuales se han producido todos estos acontecimientos, el proletariado español ha dado preubas de serenidad y reflexión, que tal vez hayan sido interpretados por las oligarquías que detentan el poder como manifestación de falta de energía y de incomprensión de la gravedad de las circunstancias actuales.

Si tal idea se han formado los servidores de la Monarquía española, se han engañado totalmente. El pueblo, el proletariado español, ha asistido en silencio durante estos últimos meses a un espectáculo vergonzoso, mezcla de incompetencia y de repulsiva jactancia, de descarado despreciado de la vida y de los derechos del pueblo e impúdica utilización de las más degradantes mentiras como supremo recurso del Gobierno. Si el proletariado, si el pueblo español se resignase a seguir viviendo en esta situación oprobiosa, habría perdido ante su propia conciencia, y ante la conciencia extraña, los nobles rasgos que hacen a las colectividades humanas dignas del respeto y de la consideración universales, aun en medio

de las más hondas crisis de la vida de los pueblos.

Cerca de medio siglo de corrupción ha llevado a las instituciones políticas españolas a un grado tal de podredumbre que los mismos institutos armados claman contra la injusticia, contra la arbitrariedad, y se consideran vejados y engañados por los mismos poderes públicos, que tantos mentidos halagos les han prodigado cuando se trataba solamente de utilizarlos como instrumentos de opresión y tiranía. Y si esto han hecho los poderes públicos con las clases sociales en cuya adhesión han buscado siempre las más firmes garantías de sus existencia y dominio, ¿qué no habrán hecho con el pueblo inerme e indefenso bajo un régimen constitucionalmente ficticio, bajo un régimen económico de miseria y despilfarro, y en un estado cultural mantenido por los oligarcas en el más bajo nivel, y sobre el cual la masa ciudadana sólo puede irse paulatinamente elevando merced a ímprobos y perseverantes esfuerzos?

El proletariado español se halla decidido a no asistir ni un momento más, pasivamente, a este intolerable estado de cosas.

La huelga ferroviaria provocada últimamente por este Gobierno de consejeros de poderosas compañías es una prueba más de lo intolerables que son las actuales condiciones de nuestra vida.

Se provoca un conflicto ferroviario por el despido de algunos trabajadores, y el Gobierno ofrece su mediación, y el director de la Compañía se aviene a parlamentar con el personal, pero a condición de que no se trate de la cuestión que ha sido, precisamente, origen del conflicto. Estos recursos vergonzosos, disfrazados en el lenguaje de la decadencia nacional con el nombre de «habilidades», lo rechaza de una vez para siempre el proletariado español, en nombre de la moralidad y del decoro nacionales.

Pedimos la constitución de un Gobierno provisional que asuma los poderes ejecutivos y moderador y prepare, previas las modificaciones imprescindibles en una legislación viciada, la celebración de elecciones sinceras, de unas Cortes Constituyentes que aborden, en plena libertad, los problemas fundamentales de la constitución política del país. Mientras no se haya conseguido ese objetivo, la organización obrera se halla absolutamente decidida a mantenerse en su actitud de huelga.

Ciudadanos: No somos instrumentos de desorden, como en su impudicia nos llaman con frecuencia los gobernantes que padecemos. Aceptamos una misión de sacrificio por el bien de todos, por la salvación del pueblo español, y solicitamos vuestro concurso.

¡Viva España!

Madrid 12 de agosto de 1917. Por el Comité nacional de la UGT, lo firma Francisco Largo Caballero, vicepresidente; Daniel Anguiano, vicesecretario. Por el Comité nacional del Partido Socialista: Julián Besteiro, vicepresidente; Andrés Saborit, vicesecretario.

(Sacado de J. A. Lacomba, La crisis española de 1917, Ed. Ciudad Nueva, Madrid, 1970, págs. 251-254)