Hacia la séptima generación de izquierda
Ante la huelga de metro en Madrid
Agitado se encuentra el panorama sindical de Madrid en un sector clave de las grandes ciudades, el transporte suburbano. Según los medios de comunicación, casi 2 millones de personas diariamente utilizan este medio de transporte, usuarios que se vieron afectados ya en el primer día de huelga por un paro completo sin servicios mínimos, tasados en el 50% de su actividad habitual. En este conflicto sindical concurren al menos tres colectivos, los trabajadores y sus sindicatos, el gobierno regional madrileño y el ayuntamiento de la capital, y por último los usuarios del metro. Cada uno de los cuales con sus problemas, algunos de los cuales se deben al otro colectivo en el conflicto. Vamos por partes.
El primero en mover ficha fue el gobierno regional de Madrid que aplicó su parte de las medidas del famoso recorte o tijeretazo en los gastos del gobierno central y además profundizó en el mismo por vía de las empresas mercantiles públicas como es el caso del Metro de Madrid. Esta empresa posee su propio convenio colectivo y es evidente que cualquier modificación unilateral del mismo es perfectamente denunciable y comprensible que sindicatos y trabajadores no la acepten de ninguna manera. En esta circunstancia se presenta la huelga total de los trabajadores del Metro. Sindicalmente todo es muy esperable de las partes, el gobierno madrileño quiere presentar la baja de sueldo a este colectivo de trabajadores como un gesto de "solidaridad compartida" con otros ciudadanos, hacerles pasar por el aro de las bajadas de sueldo generalizadas y colocarlos en el disparadero público si no la aceptan. Además, con el paro total del servicio la posición de los trabajadores se debilita de cara a los ciudadanos afectados. Esta situación beneficia al gobierno madrileño en la medida en que le echen la culpa a los trabajadores del metro y los sindicatos, ya de por sí a nivel general muy desprestigiados. Tampoco es de extrañar que el gobierno madrileño lo plantee como un pulso a los sindicatos, acusándolos de huelga política.
El segundo agente son los trabajadores y los sindicatos. Como hemos dicho los convenios de empresa firmados por representantes de los trabajadores y empresa son el marco legal (junto con el Estatuto de los Trabajadores y la Jurisprudencia) primario por el cual se deben de regular las relaciones laborales, sindicales, económicas y organizativas entre el colectivo de trabajadores y empleadores, máxime cuando se trata de un convenio de empresa. De nuevo resulta evidente que la imposición unilateral de nuevas condiciones por parte de los empleadores es un ataque frontal a lo previamente pactado, firmado, ratificado y presentado ante la autoridad laboral. Y dentro de estos parámetros, la huelga de los trabajadores del Metro de Madrid es una respuesta proporcionada a la decisión del gobierno madrileño, especialmente en estos momentos que estamos sufriendo un ataque frontal a los derechos laborales, sociales y del Estado del bienestar en España, que la mayoría de ciudadanos en España no están defendiendo convenientemente.
El tercer agente inmiscuido son los sufridos usuarios del Metro. Su posición es intermedia de la acción mutua de los dos primeros agentes y por lo tanto, recibirá las consecuencias de los comportamientos, además son moneda de cambio y bastón con el cual golpear al oponente. El gobierno de Madrid es posible que mientras critica la actitud de sindicato y trabajadores en su huelga total, y ponga como ejemplo de los inconvenientes a los usuarios, esté manejando el tiempo de sufrimiento de los usuarios para que éstos se vuelvan en contra de trabajadores y sindicatos. Casi todos los medios de comunicación han sacado las reacciones verbales de ciudadanos afectados quejándose de la huelga total y así se expande el mensaje en contra de los sindicatos, con una imagen pública muy debilitada. Por su parte, los sindicatos y trabajadores no tienen más remedio que llegar a estas medidas extremas de presión para que los ciudadanos se quejen al gobierno madrileño y así generar una corriente de opinión en contra del mismo, misma táctica que su adversario. Ambos agentes juegan sus armas para vencer esta batalla sindical, estirando al máximo posible sus posiciones para que el otro sea el que, poco a poco, vaya teniendo una peor imagen pública y ceda a su meta.
En declaraciones públicas del gobierno madrileño les dice a los ciudadanos que es una huelga política y que no están cumpliendo con los legales servicios mínimos definidos a partir de una sentencia del Tribunal Supremo de Madrid. La posición de respeto por la legalidad no puede ser echara en cara a la otra parte (no al menos con la verdad en la boca) porque romper un convenio firmado también es una ilegalidad, origen de la huelga. Y no es una huelga política (concepto político-econó mico a definir) al 100% (sin perjuicio de las relaciones estables entre UGT y PSOE) porque no todos los trabajadores del Metro de Madrid son de UGT o CC.OO., existen otros sindicatos y trabajadores no afiliados que asisten a la huelga. Y por decirlo todo, en la misma medida en que el gobierno madrileño ataca la legalidad al no respetar un convenio de empresa, los sindicatos no acatan los servicios mínimos. Aunque la asamblea de trabajadores del Metro ha decidido cumplir los servicios mínimos y eso le acarrea dificultades en su lucha.
Y no nos podemos dejar nada en el tintero, generalmente los responsables últimos de las situaciones de huelga en empresas públicas o pseudo-públicas no suelen ser las decisiones de los trabajadores, sino de los gobiernos responsables del servicio. Pensará mucha gente que hacer huelga es sencillo, se decide por mor de la influencia de un partido político o varios sobre los sindicatos que a su vez obligan a todos los trabajadores a ir a la huelga, que significa no cobrar el salario de ese día. Son los trabajadores los primeros afectados por la huelga ya que dejan de percibir su salario, con lo que la decisión dentro de la ya castigada economía doméstica suele ocasionar problemas familiares. La huelga no es una decisión caprichosa de los sindicatos y trabajadores, sino la última arma que les queda prácticamente.
Los llamados "piquetes informativos" se manejen a veces con "violencia colectiva", amenazas y otras formas de relacionarse con otros trabajadores y son los esquiroles los que con su asistencia a los puestos de trabajos rompen la fuerza de la huelga, yendo inclusive contra sus propios intereses. En ese caso el tan denostado piquete informativo está defendiendo los derechos de aquellos, los esquiroles, que se encuentran envueltos en un comportamiento contra sí mismo y sus compañeros. Es uno de los momentos en los que la dialéctica de clases sociales se visualiza de forma más brutal, si se quiere, situación que algunos ideólogos liberales y neoliberales ponen como ejemplo de "no respeto del derecho de no ir a la huelga", "el respeto por los derechos humanos y libertades individuales es imprescindible" , y no ven que en estas situaciones extremas los derechos individuales se pliegan a las necesidades colectivas o se tienen que plegar. Los piquetes informativos, sin perjuicio de la brutalidad, agresividad y daños personales que cometa, se encuentra en una posición obligada por las circunstancias. Todo el mundo es muy "liberal y tolerante" en los buenos tiempos, momentos en que se puede uno dedicar a las decisiones personales e intransferibles en actitud diletante o la que fuere, pero en otros momentos complicados unas "estructuras moleculares sólidas" más potentes arrastran o filtran a los "elementos atómicos gaseosos" de su trayectoria indeseable para el colectivo. Es como un juego de suma cero a dos escalas, lo que pierdes como individuo lo ganas como parte de un colectivo.
Las últimas noticias que tenemos es que los paros se van a efectuar los lunes, miércoles y viernes, respetando servicios mínimos. Habrá que seguir los acontecimientos para ver si esta huelga se convierte en un ejemplo a seguir. El pulso con el gobierno madrileño continúa.
Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo.