Izquierda Hispánica ante los usos y abusos de la Historia
1. Introducción
Perroflautas con su mascota preferida.
Las izquierdas indefinidas nacidas en Estados de Bienestar suelen calificar el pensamiento ideológico de determinados grupos en base a un peligroso e infantil reduccionismo psicosocial, muy relacionado con el izquierdismo que ya Lenin denunciara a principios del siglo XX.
Como grupo ideológico que quiere construir una séptima generación de izquierda, IH necesita mirar al pasado, entender el presente y prepararse para el combate del futuro. En nuestra última aportación titulada Hacia una teoría de la revolución política, sosteníamos que «El revolucionario ejerce el rol del sujeto operatorio que habiendo salido de la caverna y tomado conciencia de las contradicciones nacidas en el seno de las realidades sociopolíticas, posteriormente vuelve a entrar en ella para ayudar al resto de sujetos operatorios a destruir falsas conciencias y unirse al proyecto de la revolución política». La constante salida y entrada de la caverna en el horizonte de una transformación de la sociedad en sus diversas capas (basal, conjuntiva y cortical), es el objetivo último del revolucionario. Para ese cometido se requieren una serie de virtudes cardinales como la coherencia semántica, la autocrítica, la prudencia y la sindéresis. Además defendíamos que un proyecto político sin tintes nihilistas necesita decidir inequívocamente que destruir y que conservar. Este principio, llamado de conservación de la revolución política, sólo puede ser ejercido desde determinado ortograma, desde los planes y proyectos de un grupo políticamente organizado. Y es aquí, precisamente, donde el uso de la Historia puede jugar un papel destacado. Los ortogramas de cualquier grupo no se dan en vacío, sino in media res con las condiciones socio-históricas en las que ese grupo se encuentra incardinado. De gran importancia para la elaboración de planes y proyectos son la anamnesis y la prolepsis, tal y como nos aclara Gustavo Bueno a propósito de la Reconquista Española.
«El ortograma que nos ocupa, la Reconquista o la Cruzada, no tiene por qué ser considerado sin más como una superestructura, como una ideología inerte, como un reflejo de una base activa que sigue otras vías; ni tampoco es una fantasmagoría creada por unos pueblos empobrecidos. Es, ante todo, un itinerario activo, un mapa proléptico, y ni siquiera un proyecto derivado de una «facultad creadora o poética», puesto que resulta casi mecánicamente de una anamnesis en el momento de confluir con los nuevos acontecimientos. Al margen de estos itinerarios prolépticos las [86] acciones políticas más complejas no hubieran sido viables (¿por qué orientar todos los esfuerzos hacia la recuperación de tierras perdidas y no someterse al Islam o dirigirse contra los otros territorios peninsulares?). El ortograma del recubrimiento es un itinerario práctico, similar al que ofrece la representación del mundo esférico como un mapa transitable; un itinerario en gran medida «heredado» mediante una anamnesis histórica, al margen de la cual las acciones de los grupos, bandas, tribus o sociedades hubieran sido caóticas y no hubieran dado lugar a una Historia coherente».(Revista El Basilisco, 2ª época, nº 30, 2001, páginas 83-90).
En nuestro caso, levantar una nueva generación de izquierdas a escala iberoamericana, pertrechada al mismo tiempo con un socialismo específico, únicamente será posible recogiendo las enseñanzas del devenir histórico de las naciones hispanas, y las experiencias de las distintas generaciones de izquierdas que en ellas han actuado. Queremos aclarar que la anamnesis no comporta copiar, calcar o repetir las prácticas del pasado sin más. Pero si decidir que rescatar y que no desde la teoría de la conservación de la revolución política. En este sentido, el socialismo específico hispano no será idéntico al triunfante de la mano de la izquierda comunista en la ex – URSS, o al existente en China, mas tomará buena nota de fallos y aciertos de aquellos modelos. El fenecido comunismo soviético es historia, como también lo es la unidad hispánica con la que soñó Simón Bolívar. Sin embargo solamente desde la memoria y comprensión presente de tales hechos (anamnesis), abriremos el camino a planes políticos de mayor alcance (prolepsis).
2. Nociones elementales sobre Historia desde el MF
Sin ser exhaustivos diremos que el historiador es un sujeto que mediante operaciones con reliquias (textos, manuscritos, restos arqueológicos, testimonios, documentos oficiales) pretende reconstruir el pasado, y no ya de un modo meramente fenomenológico (por ejemplo fijando si Napoleón estuvo en Rusia o Jesús nació en Belén), sino en orden esencial, es decir, estableciendo conexiones entre los términos del campo de estudio. Cuando se traban entre si vínculos conectivos, tanto las operaciones que el historiador había introducido manipulando los materiales(la prueba de carbono catorce para datar un yacimiento, una entrevista a un represaliado en la Guerra Civil Española, análisis de los discursos de Fidel Castro), como las operaciones de los sujetos que participan en la Historia (fuerzas bolcheviques asaltando el Palacio de Invierno, Hitler declarando la guerra a Polonia) son subsumidas o absorbidas en un plano estructural. Este es el momento de la Historia constitutiva, una historia teórica que da cuenta como si de un largometraje se tratara del guión de la obra. En realidad cuando el historiador reconstruye los acontecimientos pretéritos desplazándose desde los fenómenos a la teoría, demuestra que la acción de individuos y grupos no es, la mayor parte de las veces, caótica o casual, sino movida por planes y proyectos, por ortogramas.
Neonazis
Estos individuos también son víctimas del reduccionismo psicosocial, pero en el sentido ridículo de descalificar determinados pensadores y escuelas solo por su procedencia étnica (judía, negra, iberoamericana) o por su credo político (marxismo, liberalismo, patriotismo cívico).
3. Uso y abuso de la Historia
La Historia es concebida aquí como una herramienta de entre las muchas de las que dispone el revolucionario en el ejercicio y perfeccionamiento de su programa político. El uso no es ni mucho menos sencillo. En la mayoría de ocasiones hechos o relatos a los que nos conviene prestar atención no son historia cerrada, sino que sus consecuencias nos siguen afectando en cuanto proceso en marcha. Las dictaduras militares en Argentina o Chile son historia, pero historia de aspecto imperfectivo o no acabado. Muchos de sus líderes y de sus víctimas siguen vivos. Además la interpretación del significado de la dictadura polariza y es motivo de enfrentamiento de las generaciones actuales. Incluso la Revolución Francesa de 1789 difícilmente podría ser catalogada de histórica (en sentido cerrado o acabado), cuando el sistema político democrático y nuestra forma de vida están tan claramente conformados por sus consecuencias.
A lo anterior hay que añadir, que a causa de la complejidad de los materiales (las reliquias) del campo histórico, no siempre es posible alcanzar momentos teóricos o constitutivos, mezclándose la historia teórica con la historia filosófica:
«Por lo tanto, a la pregunta tradicional sobre el carácter científico o no de la Historia, responderíamos desde la gnoseología materialista pluralista: en la Historia – y por propia constitución interna y no por impericia de las que la realizan- hay momentos científicos y momentos no científicos, momentos de segundo grado que no son ni gratuitos ni irracionales, pero que son incapaces de alcanzar el grado de cierre de una disciplina científica. Esta historia de segundo grado – Historia filosófica- tienen a ensamblarse con la Historia teórica y requiere el compromiso filosófico del historiador, siendo utópica toda pretensión de neutralidad».
Sea como fuere, pensamos que a pesar de las dificultades, la política puede y debe servirse de la Historia para sus fines. Ahora bien, no todas las construcciones históricas tienen la misma solidez teórica, de lo que se desprende la siguiente premisa: De construcciones históricas acertadas saldrán mejores ortogramas que de interpretaciones míticas o manifiestamente erróneas. El lector argüirá la imprecisión de la última afirmación, espetándonos con razón sobre el significado de manifestación mítica o errónea. Hay distintos tipos de errores que invalidan la pretensión científica de una construcción histórica. Nos centraremos en uno muy típico, el reduccionismo psicosocial, ejercido con frecuencia por izquierdas y derechas tanto definidas como indefinidas.
Rajoy rodeado de militantes del Partido Popular español
Al igual que los progresistas, el reduccionismo psicosocial es habitual en las filas de este partido "centrista": siempre surgirán sospechas ante cualquier sujeto que no concuerde con su (falta de) credo ideológico.
Esta clase de reduccionismo consiste en convertir al autor o al contexto social que le rodea, en fuente de legitimidad positiva o negativa. El reduccionista psicosocial echará en cara al historiador su credo político (de derechas o de izquierdas) tratando de encontrar una conexión hipostática entre pensamiento y contexto. Ejemplo: «Tal o cual teoría es burguesa y por tanto falsa; tal o cual pensamiento es rojo», etc. No negamos la importancia de una sociología del conocimiento y el interés práctico que pueda tener psicoanalizar la personalidad de historiadores y pensadores. Empero dilucidar la génesis psicosocial del conocimiento no agota el problema de la verdad. Refiriéndonos a la Historia hablar de verdad comporta introducirnos en el campo de la Historia constitutiva, que recordemos, es aquella que pretende establecer conexiones entre términos al margen de los sujetos operatorios.
Un ejemplo esclarecedor. Karl Marx bebe de tres grandes fuentes: la filosofía hegeliana, la economía política inglesa y el socialismo utópico francés. Un reduccionista psicosocial procedería como sigue:
1.Hegel era un reaccionario defensor de la tiranía absolutista del Estado Prusiano, luego todo lo que diga Hegel es falso.
2. Los economistas burgueses clásicos defienden la explotación capitalista, luego todo lo que expongan no puede ser verdadero.
3. Los socialistas utópicos están influidos por ideas del Antiguo Régimen, así que, desechemos por principio cualquiera de sus proposiciones.
Conclusión: Marx era un reaccionario defensor del absolutismo prusiano, del feudalismo y del cristianismo reaccionario. ¿Alucinatorio, verdad? Sin lugar a dudas. Precisamente porque Marx no era un reduccionista psicosocial no partía de si las posiciones de Hegel eran reaccionarias o no, de si la economía política clásica era burguesa o no, o de si el socialismo utópico estaba muy apegado al cristianismo. Marx era capaz de trascender la génesis psicosocial de todas estas corrientes para centrarse en su estructura, en su esencia, en definitiva, en su verdad. Después procedía a criticar, a triturar y a reinterpretar desde sus coordenadas aquello que había estudiado.
Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo.