Hacia la séptima generación de izquierda

El mito de Europa


<<Ese fondo en el que dicen creer los más diversos parlamentarios y funcionarios euroburócratas, que asumen el europeísmo vigente, acaso tiene muy poco, en el plano tecnológico, de la vaguedad o imprecisión que tiene en el plano ideológico. Acaso su contenido ideológico es muy evidente y definible: mantener el statu quo para que los cientos de parlamentarios europeístas y euroburócratas puedan continuar disfrutando sus legales, y no por ello menos apetitosas, retribuciones.>> Gustavo Bueno.

En este artículo analizaremos la situación de la Nación española en el contexto de la Unión Europea. El europeísmo tiene una vigencia innegable en la escena política actual. Sin embargo, no sabemos muy bien qué es esto de Europa, y mucho menos podemos estar seguros, con la crisis que tenemos encima, de que la pertenencia a dicho club sea beneficiosa para España. Aun así, nadie duda: Europa sigue sabiendo igual de sublime a los paladares de nuestros políticos, tanto "de izquierdas" como "de derechas".

Pues nosotros sí dudamos, y mucho. Y de momento parece que somos los únicos.

La supuesta Unión Europea

La Unión Europea es un deseo, no una realidad. A la hora de la verdad, son los Estados soberanos los que ejercen el poder. A lo sumo habrá unos Estados dependientes de otros, pero no un mismo Estado.

<<Los Estados socios de la Unión son desiguales económicamente, demográficamente, industrialmente, y por ello tenderán a mantener políticas <<fraccionalistas>> los subgrupos más solidarios respecto de determinados intereses, por ejemplo, el que se denomina <<núcleo duro>> (Alemania, Francia y el Benelux). El <<núcleo duro>> tenderá a hacer un catálogo de competencias de la Unión Europea (trasunto de los catálogos alemanes) lo más preciso posible, frente a las competencias de los Estados miembros.>>

El europeísmo es una ideología (en el sentido peyorativo que Marx le dio) con la que las élites dominantes plantan su hegemonía en el difuso espectro político de la zona euro. De esta manera, el conjunto de euroburócratas no serían más que los artífices de una suerte de superestructura que haría las veces de un marco político-económico, el cual establece las bases económicas sobre las que deben competir las distintas estructuras (hay que tener en cuenta que la mayoría de los aparatos institucionales se levantan sobre el suelo de la zona fuerte del Euro). Pero no es la armonía y la paz, como pretenden hacernos pensar los retóricos europeístas, lo que mantiene la unidad de la comunidad, sino la lucha a muerte de unos Estados contra otros.

<<¿Cuál es el tipo de unidad de la Europa realmente existente? Quizá la respuesta más ajustada fuera la siguiente: la unidad de la Europa realmente existente es la unidad propia de una comunidad, pero siempre que tomemos este términos no tanto en el sentido que con él se traduce el término alemán Gemeinschaft de Tönnies, sino en el sentido que toma en Ecología biológica, como equivalente al término biocenosis (…) Una biocenosis no es una población, es decir, un colectivo constituido por organismos de una misma especie, como pudiera serlo un enjambre de abejas o un bosque de hayas. Una biocenosis es una sociedad constituida por organismos de especies diversas, animales o vegetales, pero en un grado de interacción mutua e interdependencia tal que pueda hablarse de una unidad superorgánica, asentada en un hábitat y autosostenida>>.


La ideología europeísta (a grandes rasgos)

Dice Husserl, el gran ideólogo de la Europa pacífica :

<<Europa es un telos espiritual de nuevo cuño, la filosofía, que nació en Grecia en los siglos VI y V, antes de Cristo, como un nuevo modo de existir en el mundo, una nueva cultura capaz de hacer penetrar en su órbita a la humanidad entera (…) En la irrupción de la filosofía en este sentido en el que todas las ciencias vienen, en consecuencia, incluidas, veo, por paradójico que ello pueda sonar, el protofenómeno de la Europa espiritual>>.

Pocos años después irrumpiría la Segunda Guerra Mundial.

Husserl está olvidándose de las enormes diferencias que existen entre las sociedades políticas que habitan el territorio que hoy llamamos Europa. Y decimos hoy porque el propio concepto de Europa supone otras Europas distintas. No es la misma la Europa de los griegos, la de los romanos o la de los godos.

<< Las operaciones que van haciendo las distintas sociedades políticas que se van cerniendo o que van habitando Europa van constituyendo ese concepto de Europa que se va ampliando sucesivamente>>, Marcelino Suárez.

A decir verdad, tras el Imperio Romano esa idea de Europa unida se verá rota para siempre. La unidad no será más que un deseo. Un vago recuerdo del pasado que se proyecta en el futuro. Tanto es así, que muchas veces nos encontramos con distintas concepciones de Europa enfrentadas entre sí. La Europa de Napoleón contra la de la Santa Alianza; la Europa de los aliados contra la Europa de los nazis.

<<La unidad histórica de Europa se nos hace presente, ante todo, no tanto como una unidad derivada de una común solidaridad, sino más bien como la unidad propia de un campo de batalla, la unidad de millones de combatientes que, en symploké, cruzaron en él sus espadas y, luego, sus cañones y sus misiles. Más cerca de la verdad estará quien reconozca que sus miembros sean considerados iguales, pero con una igualdad no es acuerdos solidarios, sino más bien con la igualdad en los acuerdos insolidarios: todos estarán de acuerdo pero de modo insolidario, según el tipo de acuerdo al que se refería, por ejemplo, Francisco I hablando de Carlos V: "Mi primo y yo estamos de acuerdo, los dos queremos Milán">>, Gustavo Bueno.

La ideología europeísta tiene que ver, como vemos, con el humanismo; pero hay distintos humanismos y distintos europeísmos. Digamos que cada europeísmo tiene su propia concepción de la humanidad, correspondiéndose con la visión que cada Estado ha tenido mirando hacia su exterior a la hora de expandirse. Los distintos tipos de europeísmos corresponden, con sus variaciones y bifurcaciones, a las diversas intentonas más o menos "serias" de constituir una unidad europea en la Historia Moderna. Unas veces el europeísmo designa el Renacentismo de Andrés Laguna tal y como lo representó en 1543 en la plenitud del Imperio de Carlos V: un <<europeísmo cristiano>> que se ha mantenido entre los partidos democratacristianos. Otras veces el europeísmo toma el signo de la Ilustración, sobre todo el francés de Napoleón. También existe -¡cómo no!- el europeísmo germánico, y aquí cabría citar a Bismarck y al káiser Guillermo II, pero sobre todo a la Europa nazi, siendo éste último caso muy próximo al europeísmo centralista franco-alemán que tiende a segregar a la periferia. Por último, tendríamos al europeísmo unionista, del que surgiría la situación actual y que tiene su génesis en el plan Marshall. Todos estos europeísmos dispone su propia concepción del humanismo, aunque por la oscuridad del asunto se mezclan frecuentemente: el primero se correspondería con un humanismo cristiano, el segundo con un humanismo de signo "racionalista", el tercero con un humanismo de la raza aria, el cuarto con el humanismo que con más ahínco toma el mito de la cultura (lo sublime de Europa), y el quinto con un humanismo mucho más difuso, psicologista y solipsista; un humanismo anglosajón, aunque con pinceladas de los anteriores.

La estirpe del humanismo actual es el Estado de Derecho. La Doctrina del Estado de Derecho es la ideología burguesa acerca del propio Estado liberal burgués y expresa la representación que la burguesía se forja acerca de su propio Estado, constituido por ella misma al servicio de sus intereses desde finales del siglo XVIII en adelante y generalizado posteriormente. El sintagma "Estado de Derecho" es un pleonasmo, ya que no existe ningún Estado sin derecho. Es un absurdo. Cualquier Estado, absolutamente de la índole que sea, necesita unas leyes por las que regirse, y ello ya constituye un Estado de Derecho. Esta falsa concepción del Estado se filtra a través del fundamentalismo democrático.

«Un Estado, a diferencia de una jefatura tribal, es siempre, por definición, un Estado de derecho, es decir, una sociedad política asentada en un territorio definido y con leyes escritas (el Código de Hammurabi o la Ley de las Doce Tablas), porque sólo de este modo cabe hablar de normas objetivas que mantienen su significado más allá de los límites de una generación» Gustavo Bueno.

Estado de Derecho quiere decir Estado democrático y separación de poderes. Este Estado democrático estaría regido universalmente por el imperativo categórico kantiano. Al separar los poderes, como si pudieran ser sustancialmente independientes unos de otros, el gremio de los jueces tenderá a ampliar sus competencias para constituir en el límite un Tribunal Universal comandado por la ONU (y evidentemente la UE ocuparía un solo sillón). Ahora bien, ¿realmente la ONU puede estar capacitada para ser garante de algún derecho? No, porque la garantía que protege los derechos del ciudadano se manifiesta mediante la violencia que un cuerpo u organismo que está jerárquicamente por encima del criminal y de la víctima ejerce sobre el primero. La ONU no posee, y a priori no puede poseer, ningún ejército. Por lo tanto, no puede mantener el monopolio de la violencia y, con ello, el buen orden (eutaxia) de la sociedad política. Es el Estado el garante del orden de la sociedad (la organización efectiva de un territorio), mediante la policía en su interior y con el ejército en su exterior. Partiendo desde estas coordenadas, difícilmente veremos en la ONU un Tribunal Internacional donde se acuerden pacíficamente, y según unas reglas estrictas de convivencia entre seres humanos cosmopolitas, los conflictos y fricciones que sufran unos Estados frente a otros, precisamente porque los organismos que vemos actuar son esos mismos Estados frente a otros en una biocenosis donde estos protegen a muerte los derechos (aquí vemos las garantías reales) de sus ciudadanos, y los intereses de unos son antagónicos a los de otros. Y de la misma manera, como ya hemos dicho, procedemos con el supuesto sillón único o unitario de la Europa pretendida. De la misma manera que no hay estado sin derecho, no hay derecho sin estado que lo imponga. Y ni la UE es un estado y mucho menos la ONU.

La Idea de Cultura es también fundamental en la construcción ideológica de la Unión Europea.  El cosmopolitismo y el relativismo cultural, que desembocan en el relativismo moral y el rechazo de la Pena Capital (hablaremos en otros artículos de este asunto) son, en general, los pilares fundamentales del humanismo actual.

En resumen, la ideología europeísta está cimentada sobre el individualismo protestante; el individuo libre habita un planeta libre de fronteras -ahora que se ha acabado la historia y gozamos de la paz perpetua-, repleto de ofertas para satisfacer sus más inverosímiles demandas. Un cosmopolitismo rancio y barato, sin ningún fundamento.
 

Génesis de la Unión Europea

El proyecto de unión europea más importante del siglo XX fue el de la Alemania nazi, y el eje sobre el que giran las dos uniones (la nazi y la nuestra) es la Unión Soviética. Las potencias europeas "dejaron hacer" a los nazis en Alemania por la razón evidente de que podían hacer de dique frente a la marea roja soviética. Después de la guerra, en los Juicios de Nuremberg, los aliados perdonaron a multitud de nazis claramente culpables (tras la guerra siguieron funcionando industrias como Bayer, Mercedes, Volkswagen, etc.) de la barbarie antisemita y de los destrozos de la guerra con el fin de evitar una revolución socialista en el seno de Europa. Tanto es así, que en plena guerra se planeaba empezar otra contra la Unión Soviética, aprovechando el destrozo nazi. Recientes historiadores de la URSS están sacando a la luz multitud de documentos de la segunda guerra que no habían sido analizados detenidamente y que son muy pertinentes para el caso. Un buen ejemplo es el ruso Valentín Fallin. Una de las claves que nos da el historiador para entender este proceso es el boicot que Roosevelt y Churchill -sobre todo el último- mantuvieron contra la URSS y, principalmente, su deliberada decisión de entrar tarde en la guerra para que la matanza ocurriera en el frente del Este (no hay batallas parecidas a Stalingrado o Kursk en el frente oeste). La Unión Europea nacería como necesidad del Imperialismo yanqui y de las clases dominantes de Europa para frenar el comunismo, lo cual no quiere decir que las élites de todos los Estados sean traidores a su patria. La forma en que el conflicto de las clases opera habrá que analizarlo en el contexto de cada Estado.

Estados Unidos al finalizar la Segunda Guerra Mundial se consolida como Imperio hegemónico. La guerra no había dañado su tejido productivo y había obtenido altos beneficios vendiendo armas a los contendientes. Sin embargo, temía que si Europa no levantaba cabeza no cobraría sus créditos, y aun peor, si caían bajo el influjo soviético, su hegemonía mundial podría llegar a ser más que discutible. Esto hizo abandonar cualquier idea de proteccionismo dejando fluir los capitales hacia Europa y estados como Japón.

La diferencia entre la Europa nazi y la Europa del Plan Marshall es que, mientras la primera piensa en la hegemonía de Alemania, la segunda piensa en la hegemonía de los Estados del eje del paralelo 50 (París, Londres y Berlín) sobre los Estados del paralelo 40 (eje Lisboa, Madrid, Roma y Atenas). Ahora que la URSS ha caído, puede que Alemania y Francia se muestren menos dependientes del Imperio creándose sus propias dependencias, siempre que no tengan que ser de nuevo solidarios frente a los chinos. De todas formas, lo que hemos podido ver con esta crisis es que, si el Imperio sufre pérdidas, el mundo se resiente.

España como parte de la Unión Europea

Si la ideología europeísta ha conseguido calar masivamente entre la población española se ha debido principalmente a la espera del interminable fondo de cohesión. Ahora bien, ¿para qué sirve realmente este fondo? ¿Para desarrollar el tejido productivo o para mantener la economía en un nivel admisible para la libre circulación de bienes... europeos? Dicho fondo actúa como una suerte de fuerza centrípeta (procedente principalmente de Alemania y Francia) que estrangula en sus vaivenes al cuerpo industrial autóctono. Como decimos, la cohesión de la unidad económica no consiste en la reproducción de las economías más fuertes en las economías más débiles, sino en la absorción de nuestro consumo para perpetuar nuestro estado de dependencia ya que, a medida que se fueron inyectando capitales en ciertos sectores de nuestra economía, otros se destruían enérgicamente depauperando nuestra capacidad de exportación y, consecuentemente, forzándonos a la importación de productos del catálogo del club.

Dichas relaciones de producción se manifiestan en el poder ejecutivo de manera bien clara: la sucesiva pérdida de la soberanía nacional. De aquí en adelante, lo que se diga en Bruselas va a misa. El ingreso en una entidad como la UE significa poner entre paréntesis (cuando no olvidarlas completamente) las necesidades de la Nación española y la sustitución de tales por las de otras potencias.

Cuando el ejecutivo ataca a los mineros que protestan por la reducción de trabajadores en el ámbito de la producción energética nacional, avalándose aquél en los criterios de rentabilidad que impone una comisión de la Unión, se nos manifiesta una contradicción directa en el seno de nuestra estructura política, y tendremos que dar cuenta de ella mediante la dialéctica de las clases y los Estados que tienen lugar  en la Unión Europea. También es esencial para el análisis político tener en cuenta a las clases dominantes, pues son ciertas élites las que obtienen provechosos beneficios de la permanencia de España en la Unión. Por ejemplo, muchos magnates españoles pueden ver conveniente su condición de ciudadanos europeos en la medida en que tal condición les brinda la posibilidad de enriquecerse trasladando sus industrias a países que tengan contacto económico con la zona euro y posean cantidades ingentes de mano de obra barata, como es el caso de algunos países del Este. La reforma laboral de estos últimos días (y contra la que nosotros nos sumamos sin duda alguna en la huelga) también camina por las mismas coordenadas. Podríamos decir que las élites dominantes son los puntos de intersección de los Estados de la UE, pero la intersección no es suficiente como para hablar de una dialéctica de clase dominante/dominada dentro de la Unión Europea. Este conflicto está entrecruzado directamente por los Estados, y al revés.
 

<<Acaso sea en el terreno de la política estricta, y no ya en el terreno de los beneficios económicos que España haya podido obtener de Europa (autopistas, puertos, trenes de alta velocidad –aunque tampoco podrán olvidarse sus catastróficos perjuicios: hundimiento de la siderurgia, de las industrias lácteas, de los productos pesqueros, de la minería del carbón…-), en donde podremos constatar los efectos de merma que la democracia española, es decir, su soberanía, ha experimentado como consecuencia de su ingreso en la Unión Europea. Por ejemplo, Europa estableció una directiva para el año 2000 según la cual todos los socios de la Unión debían tener un 30 por ciento como mínimo de su mercado liberalizado>>.

En resolución, España será siempre un miembro secundario, una parte sometida de la Unión a otras partes más fuertes. Esta sumisión podría acabar en la disolución misma de la Nación española vía balcanización.

Europa supone para España la pérdida de soberanía respecto de la explotación de su territorio, con la traición de los ejecutores sobre el pueblo y la posible fragmentación de España gracias a la ayuda que otras potencias están dispuestos a prestarles a los secesionistas. Y sobre todo, saca de sus quicios a la Nación española, que debe perseverar en el conjunto de las Naciones hispanoamericanas.

Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo.