Hacia la séptima generación de izquierda

Nacionalismo étnico y mito de la cultura

En este artículo expondremos, en la medida en que nos es posible, las consecuencias prácticas (o su correlato en la realidad) que se derivan de la concepción de la cultura que viene funcionando en nuestras sociedades, y que estaría haciendo las veces de <<opio del pueblo>>, como trataremos de probar. Como no podía ser de otra manera, el presente artículo se mueve dentro de las coordenadas expuestas en el libro del filósofo Gustavo Bueno, "El mito de la cultura".

En primer lugar, es preciso diferenciar la cultura subjetiva (subjetual), en el sentido que le dieron los antiguos (cultura animi de Ciceron) y que representaría los distintos conocimientos que un individuo posee, de la cultura objetiva (kultur). Esta última idea de cultura, metafísica y oscurantista, nace en Alemania allá por el siglo XVIII, de la mano de filósofos idealistas como Herder, Fichte o Hegel. Como decimos, nace en Alemania, pero no sólo a nivel teórico sino también político, pues es esta idea la que justifica la reunificación de Alemania, con Bismarck y su Kulturkampf (la lucha por la cultura) a la cabeza. Como se puede observar, no sólo la idea de cultura objetiva nace en Alemania, sino que Alemania misma (o al menos una parte de su historia) nace a través de dicha idea, que además alcanzaría su cenit en el Tercer Reich con las consecuencias que todos conocemos (para más información sobre este tema ver el artículo "El régimen nazi y su germanismo protestante" de Leoncio González Hevia en la revista El Catoblepas).

Las raíces de la idea de cultura se hundirían en  la del Reino de la Gracia. Es a través de la Reforma protestante, con un Dios que se revela directamente en la conciencia de los hombres -incluso identificándose con ellos, elevándolos por encima de la naturaleza-, como tiene lugar la génesis de tal idea. Éste es el proceso esencial en virtud del cual la cultura pasa a hacer las funciones propias de la gracia en el Antiguo Régimen. A partir de este momento, el Espíritu Santo (absoluto o como quiera llamársele) ya no se nos revelará en la misa, a través del sacerdote, sino en un concierto o una obra de teatro, mediante los artistas. Y la gracia ya no la distribuirá la iglesia, sino los ministerios de cultura. Este nuevo concepto se nos presenta entonces como una idea-fuerza, que incide de una manera abrumadora sobre las sociedades políticas del presente.
 
Dividiremos los argumentos en dos partes, a saber: el protestantismo contra el catolicismo y la cultura contra la hispanidad.
 
1ª Parte

El protestantismo desde sus inicios se dirigió radical y violentamente contra el catolicismo, lo que nos parece natural dialécticamente. El caso es que la basura historiográfica protestante nos quiere convencer de la imagen de una iglesia católica inquisidora y cruel, frente a una sectas protestantes, porque es lo que eran, tolerantes y amigables. Así despotrica Lutero contra el catolicismo, según Janssen, que si bien era católico, también era alemán, con lo que pudo sufrir en sus carnes la furia cismática:
 
Lutero estaba complacido con la expulsión de los católicos. Melanchthon estaba a favor de proceder en contra de ellos con castigos corporales. Zwinglio sostenía que, en caso de necesidad, se debía aniquilar a los obispos y sacerdotes como un mandamiento de Dios.
 
Y en referencia a la tolerancia y libertad de expresión, esto nos cuenta el mismo Janssen:
 
Esta ciudad, en definitiva, no era un paraíso de libertad cristiana. La asistencia a los sermones era obligatoria bajo pena de castigo; toda enseñanza y práctica religiosa que se desviara de las regulaciones prescritas, se castigaban. Incluso fuera del distrito de Zurich, a los clérigos no se les permitía oficiar misa ni se permitía a los feligreses asistir a ésta. Y fue prohibido, bajo pena de castigo severo, el tener imágenes y esculturas religiosas, aún dentro de las casas. El ejemplo de Zurich fue seguido por otros cantones suizos.(Janssen, V, 134-135)
 
La Misa fue abolida en Zurich en 1525 (Dickens, 117). ¿Cómo pudo Zwinglio esparcir sus ideas? Su progreso estuvo fundamentado en la destrucción de iglesias y a la quema de monasterios. Los obispos de Constanza, Basilea, Lausana y Ginebra fueron forzados a abandonas sus sedes. (Daniel-Rops, 81-82)
 
El propio Max Weber (éste sí es protestante) nos dice en su Ética protestante y el espíritu del capitalismo que los reformadores calvinistas (nosotros lo extendemos a todo el protestantismo, con sus más y con sus menos pues, ¿acaso la obediencia ciega del luteranismo no es otro exceso de religiosidad?):
 
Lo que hallaron censurable aquellos reformadores –nacidos en los países más adelantados económicamente- no fue un exceso de dominación eclesiástico-religiosa en la vida, sino justamente lo contrario.
 
Así mismo, Hartmann Grisar, nos cuenta en “Lutero; su vida y su obra”, sobre otro protestante, Martín Bucero, muy cercano al otro:
 
Martín Bucero, aunque ansioso de ser valorado como respetable y pacífico, defendió de manera abierta el poder de la autoridad sobre las conciencias. No descansó hasta que en 1537 provocó la supresión de la Misa en Augsburgo. A su instigación, muchas bellas pinturas, monumentos y antiguas obras de arte en las iglesias, fueron destrozados con arbitrariedad. Aquella persona que se negara a asistir al culto público, se le daba un plazo de ocho días para salir de los límites de la ciudad. A los ciudadanos católicos se les prohibió el asistir a los lugares de culto, bajo severos castigos. En otras ciudades, Bucero actuó con no menos violencia e intolerancia, por ejemplo, en Ulm, en donde afianzó a Escolampadio en 1531, y en Estrasburgo. Aquí en 1529, después de un concilio popular, se prohibió el culto católico. Los predicadores solicitaron a los consejeros que emitieran un reglamento en el cual se hiciera obligatoria la presencia al nuevo culto, y de esta manera llenar los templos. (Grisar, VI, 277-278)
 
Como bien dice Leoncio González Hevia en el artículo ya citado, de Lutero se va a Hegel, Nietzsche y Hitler. Queremos decir que es totalmente falaz la pretendida libertad de conciencia que profesa el protestantismo, que por ser ésta imposible, metafísica, acaba en la realidad en las prácticas más aberrantes. Es bien conocido el experimento de la recreación del nazismo del profesor alemán Jon Rones. Dicho profesor convenció a sus alumnos de que derrocarían la democracia y liderarían un movimiento mundial. Los alumnos se volcaron de tal manera que el experimento tuvo que cerrarse al cuarto día. Volviendo a Lutero:
 
No sólo el poder espiritual, sino también el temporal debe sujetarse al Evangelio, lo quieran o no. (Grisar, VI, 245)
 
Lutero decidió en 1527 que el hombre despreciaba el Evangelio e insistió en que fuera obligado por la fuerza de la ley y la espada. (Grisar, VI, 262; EA, III, 39; letter to Georg Spalatin)
 
Incluso aquellos que no crean, deben, no obstante, ser conducidos a la predicación, para que al menos en apariencia sean obedientes. (Grisar, VI, 262; in 1529)
 
Esta última cita guarda mucho en común con un juicio del ya citado Weber sobre el calvinista Franklin:
 
Y basta la apariencia de la virtud, cuando así se consigue el mismo efecto que con la práctica de la virtud misma: consecuencia ésta inseparable del más estricto utilitarismo.” (La ética protestante y el espíritu del capitalismo).
 
Y es que, aunque aceptemos que tanto los católicos como los protestantes cometieron crímenes y barbaridades (que no los vemos al mismo nivel, pero da igual para el caso), para el protestantismo la cosa es mucho más cruda e incoherente pues, ¿cómo un dogma basado en la libre interpretación de la Biblia puede permitirse el lujo de perseguir a sus oponentes? Esto sólo se explica desde el cinismo más atroz, el mismo que permite el desarrollo de la falsa conciencia capaz de “respetar” culturas autóctonas con el fin de expoliarlas absolutamente, que abolió la esclavitud a la vez que hacinaba obreros en fábricas (el proletariado es una creación capitalista y protestante) y que terminó con seis millones de judíos. A Lutero no se le caían de la boca sus sentencias antisemitas:
 
Destruyan y destrocen sus casas. Quítenles sus libros de oración y Talmuds, sus Biblias también. Prohíbanles a sus rabinos, bajo pena de muerte, el volver a enseñar. Prohíbanles el paso por calles y carreteras. Prohíbanles que ejerzan la usura y quítenles todo su dinero y sus tesoros de oro y plata. Y si esto no fuera suficiente, destiérrenlos, como si fuesen perros rabiosos. (Janssen, III, 211-212).
 
Y es más, mientras, los católicos estaban ya arraigados en una fe milenaria, constituida por la experiencia de dos Imperios y varios siglos de escolástica, que a pesar de ser una fe dogmática, está construida sobre la racionalidad filosófica, totalmente al contrario que el luteranismo. De hecho, llegó a decir Lutero que la razón es una prostituta, nada más y nada menos.
 
No es el momento de seguir siglo a siglo y paso a paso los ataques del protestantismo contra el catolicismo. El asunto da para muchos ensayos. Por ello daremos un salto de tres siglos, hasta Bismarck y su Kulturkampf. Además, creemos que es suficiente la documentación aportada para pasar al tema que nos ocupa, que no es otro que el mito de la cultura, ahora en su sentido más escatológico.
 
Tendrían que pasar décadas, las suficientes, para que en algunos lugares de Europa la Reforma transformase el Dios que se revela en el Sinaí, o que se encarna en Jesucristo, o que inspira, como Espíritu Santo, a la Iglesia romana, en un Dios o Espíritu Santo que sopla directamente en la conciencia de los hombres, y aun se identifica con ellos, poniéndolos por encima de la propia Naturaleza. Lo que, en cualquier caso, de todos modos, no está probado es que la integración límite en la que hacemos consistir la formación de la nueva idea (alemana) de cultura sea algo más que una gigantesca confusión de las cosas más heterogéneas en una «masa viscosa» dignificada con una denominación nueva, Cultura. (Gustavo Bueno)
 
Michael Gross es el autor de un libro muy significativo, y muy poco difundido, como es lógico tratándose del tema que se trata. Es ya algo rutinario encontrarse con publicaciones que echan pestes del catolicismo, pero libros que descubran ciertas verdades de estas otras religiones, son bien difíciles de encontrar. Aun así, hay obras que tratan el asunto y son objetivas. “La guerra contra el catolicismo”, del autor ya dicho, es una de ellas, y hace especial hincapié en la Kulturkampf, como veremos a continuación.
 
La Kulturkampf (lucha por la cultura), como hemos dicho, es un proceso o programa político que se desarrolló a través de la reunificación (protestante) de Alemania de la mano del pietista Bismarck. Éste fue el presidente del consejo de ministros de Prusia bajo la dinastía protestante de los Hohenzollern, enfrentada a la de los Habsburgo, lo que es importante para tener en cuenta la dialéctica protestantismo-catolicismo. Gracias a Bismarck, los Hohenzollern se afianzarían el poder de Centroeuropa, y tal liderazgo desembocaría en la Primera Guerra Mundial, lo que nos abre la línea hacia el nazismo. Paralelamente a la Kulturkampf, se llevaron a cabo unas medidas denominadas como Kanzelparagraph (púlpito de ley), las cuales tenían por objeto la sanción y persecución de los católicos. Michael Gross nos dice en su libro:
 
Una ola de propaganda anti-católica acompañó a la Kulturkampf, acompañada por el odio absoluto de los liberales, que consideraron a los católicos como los enemigos de la nación alemana moderna. La Kulturkampf no era una actividad popular espontánea, fue una campaña contra la Iglesia Católica que se llevó a cabo a través de la ley, con la policía y la burocracia como sus agentes principales. La legalidad precisamente le dio su carácter siniestro (al igual que la legalidad del Holocausto).
 
Clero detenido, humillado; registros domiciliarios realizados por la policía en busca de pruebas de deslealtad,  la prensa católica suprimida; la administración pública limpia de católicos. El ejército utilizado para dispersar las manifestaciones de los católicos; monjas y monjes obligados a huir del país con el apoyo oficial del gobierno. (Michael Gross).
 
Así mismo, Hitler siguió el ejemplo de sus antecesores. Es preciso hacer notar que, a la vez que el proyecto imperial del Tercer Reich (es risible la pretendida superioridad alemana, pues el Imperio Hispánico mantuvo más de dos siglos su hegemonía universal, y cuando los alemanes se plantean seriamente la constitución de un Imperio ocurren los mayores desastres de la humanidad), existía un plan para la reconciliación de las treinta iglesias protestantes que había en Alemania. Como es lógico, esto nunca llegó a realizarse. Pero sí se realizaron persecuciones y crímenes contra los católicos (muchos de ellos, además, fervientes denunciantes de la barbarie alemana):
 
Bajo la consigna \'Una nación - un Dios - un Reich - una Iglesia\', este movimiento pretendía crear una Iglesia protestante alemana que abarcase toda la nación. Así las cosas, cuando en marzo de 1937 el Papa Pío XI promulga la encíclica \'Con ardiente preocupación\', Hitler prohíbe su difusión y desencadena una sistemática y despiadada campaña de difamación contra la Iglesia católica. Fueron condenados 244 sacerdotes y miembros de órdenes religiosas; en 1937 había pendientes 955 procesos y del total de 16.200 miembros de órdenes religiosas existentes en Alemania, unos 8.000 fueron sometidos a proceso por faltas a la moral –o mejor traducido, por faltas a la eticidad o sittlichkeit hegeliana–. En el curso de esta acción contra la Iglesia católica fueron clausurados y confiscados conventos y prohibidas revistas confesionales juveniles. (Heinz Huber & Arturo Müller, El Tercer Reich, Plaza & Janés Editores, Barcelona 1976, págs. 217 y 222.) (Extraído de El régimen nazi y su germanismo protestante de Leoncio González Hevia).
 
2ª Parte

Grosso modo, podemos identificar los dos frentes en los que la idea de cultura hace fuerza, que se relacionan con dos de las tres capas del cuerpo de la sociedad política (teniendo en cuenta que los fenómenos que ocurren en estas capas, son disociables pero no separables).

En la capa conjuntiva la cultura aparece como verdadera propaganda. Ejemplos de esto son estupideces como la "alianza de civilizaciones" o la plataforma de apoyo a Zapatero, compuesta de multitud de artistas (Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Ana Belén, etc) directamente comprados por el gobierno, sin perjuicio de que se hayan tragado también cucharada a cucharada toda la papilla de la cultura democrática. También serían buenos ejemplos del tema los tribunales de justicia indígenas promovidos por Evo Morales, los cuales albergan prácticas tan aberrantes como la hoguera (es curioso que los progresistas pluriculturalistas abominen etic de las condenas de la inquisición y, sin embargo, emic den pie a dichas prácticas).
 
Dicha idea es una parte esencial de las nematologías que fluyen en la democracia y tiene la función de convencer a los ciudadanos (aborregados) de que viven en un mundo libre, el mejor de los posibles, donde cualquiera tiene la oportunidad de culturizarse (salvarse de su condición zoológica). La cultura es el progreso mismo, la realización suya y, de esta manera, los individuos son envueltos por un halo misterioso, religioso, que los protege de las tinieblas de la incultura y la barbarie. Pero esta condición no se consigue sólo con pertenecer a una sociedad culta (en cualquier caso, se conseguiría perteneciendo a la sociedad alemana, ¡ya que, al menos vistos, desde fuera son superiores!), sino que es necesario estar al día de las obras (que no son más que productos) que van saliendo a escena, lo que permite la recursividad del sistema en muchas de sus partes.
 
Aquí entraríamos en lo que concierne la idea de cultura a la capa basal. Se nos aparece en el desarrollo masivo de las industrias discográficas y cinematográficas sobre todo. También son notorias las grandes cantidades que se manejan en las subastas de las exposiciones artísticas (el arte contemporáneo es un fiel reflejo de lo que queremos transmitir). Así mismo, en el momento en el que la farándula tiene poder para cobrar "derechos de autor" sobre productos que todavía no tienen nada que ver con el arte, como son los CDS vírgenes, nos estamos encontrando ante la mitificación de la cultura, y es preciso hacer notar que tan importante es que no se acabe como que no se robe (¡que se compre!). Y es que la cultura se ha convertido en la piedra angular del mercado pletórico (plétora de mercancías producidas y consumidas), y el mito lleva consigo la sacralización del consumo, siempre y cuando sea cultural; pero es que son tan heterogéneos los contenidos que abarca el rótulo de cultura, que es del todo absurdo el clima creado. Proliferan por doquier culturas y etnias, sin más sentido que el enriquecimiento de sátrapas como Joan Laporta. ¿Qué clase de socialismo encabezará el presidente de uno de los clubes más ricos del mundo? La cultura es simple y llanamente un instrumento de consumo; se vende la cultura hippie, la cultura pop, la cultura gastronómica, la cultura maya, inca, etc.

Así vemos que los nacionalismos fraccionarios, lejos de proponer una alternativa al sistema capitalista, son la plena realización suya. Las "identidades culturales" de estos sujetos no serían más que segregaciones de las ideologías que sustentan la democracia de mercado pletórico, y las fracciones del territorio español en base a su multiplicidad cultural los diversos momentos de la constitución de la idea metafísica de cultura. Constitución que conlleva a su través la desunión de los españoles de ambos hemisferios, y no hablamos de una separación espiritual, como si al hablar lenguas distintas estuviesen nuestras almas anhelantes de unión distanciándose en el amplio universo de la cultura. Decimos desunión literalmente, social y económicamente. Son infinitos los ejemplos que podríamos poner, pero baste mencionar la marginación que en las administraciones públicas sufren multitud de hispanoamericanos, hispanohablantes. Es realmente indigna esta privación de derechos y sólo puede ser explicada por una actitud reaccionaria, colindante con el nazismo más depredador. Como muy bien ha dicho Héctor Ortega en un artículo publicado en esta página recientemente, nuestros fracasos y delirios nos acompañan en curiosas migraciones de ida y vuelta. Pues, así como en la región catalana son marginados del ámbito público los hispanohablantes, en el otro hemisferio se condenan al analfabetismo y miseria a miles de hispanos que habitan todavía en montes y selvas en organización tribal. Decimos condenados, porque la única solución a su marginación política es la asimilación de dichas tribus en la nación política, disolviéndolas en ella; naciones que se constituyen precisamente a través del español. Si los indígenas tienen algún futuro posible, éste es a través de la educación en español, y es ésta y no la guaraní la que puede abrirles las puertas del mercado laboral.
 
Pero una vez más, la felina kultur, sibilina y aguda, se cuela por los recovecos más recónditos de nuestro planeta. La mayoría de los indígenas (que forman parte de naciones políticas civilizadas) permanecen por ignorancia en sus tribus, fabricando instrumentos artesanales, culturales, que venderán a europeos y yanquis que apetezcan de visitarles, así como multitud de rituales ancestrales que harán las delicias de los consumidores más exigentes. Viajes de ida y vuelta que superan unos a otros continuamente: allá en el otro hemisferio un hispano entra en contacto con la naturaleza y la santísima Pachamama, aquí un hispano al noreste disfruta y goza de las maravillas de su cultura milenaria mordiendo una sabrosa butifarra.

Acabaremos diciendo que es una petición de principio dar por existente una cultura sólo por mostrarnos nimias "señas de identidad". Estas señas suponen la cultura, pero queda supuesta y habría que demostrarla. Aun así, sigue siendo una petición de principio que una cultura, por el simple hecho de existir, tenga que conservarse. Esto lo tendrá que decir la historia, nadie más, con lo que el hecho de tener una cultura propia no es suficiente para la "creación" (solo hablar de la creación de un estado resulta harto artificioso) de un Estado. Esto es puro idealismo.
 
En medio de las alarmas e inquietudes derivadas de la lucha por la existencia, por un pedazo de pan, los obreros rusos no pueden ni deben olvidar la opresión nacional, bajo cuyo yugo se encuentran decenas y decenas de millones de “alógenos” que pueblan Rusia. La nacionalidad dominante -los rusos- representan cerca del 45% de la población del imperio. De cada 100 habitantes más de 50 son “alógenos”. Y toda esa inmensa población ha sido colocada en condiciones de vida más inhumanas que las del hombre ruso.
 
La política de opresión de las nacionalidades es una política de división de las naciones. Al mismo tiempo, es una política de corrupción sistemática de la conciencia de pueblo. Los ultrareaccionarios basan todos sus cálculos en la contraposición de los intereses de las distintas naciones en el envenenamiento de la conciencia de las masas ignorantes y oprimidas. Tomad cualquier periodicucho ultrarreaccionario y veréis que el pan de que se alimenta toda la banda ultrarreaccionaria es la persecución de los “alógenos”, el atizamiento de la desconfianza mutua entre el campesino ruso, el pequeño burgués ruso y el artesano ruso y el campesino, el pequeño burgués y el artesano hebreo, finlandés, polaco, georgiano y ucraniano.
 
Pero lo que necesita la clase obrera no es la división, sino la unidad. No tiene peor enemigo que los salvajes prejuicios y supersticiones que siembran sus enemigos entre la masa ignorante. La opresión de los “alógenos” es una arma de dos filos: con uno ataca al “alógeno”, con el otro, al pueblo ruso. Y por ello, la clase obrera debe pronunciarse del modo más resuelto contra toda opresión nacional.
 
A la agitación de los ultrarreaccionarios, que intentan desviar su atención hacia las persecuciones de los alógenos, la clase obrera debe oponer su convencimiento de que es necesaria la completa igualdad de derechos, la renuncia plena y definitiva a los privilegios de toda nación, sea cual fuere.
 
La agitación de los ultrarreaccionarios concentra especialmente su odio contra los hebreos. Los Purishkevich intentan convertir al pueblo hebreo en víctima propiciatoria de todos sus pecados. Y por eso es absolutamente justo que la minoría obrera socialdemócrata de Rusia dedique el lugar principal en su proyecto de ley a la falta de derechos de los hebreos.
 
La escuela, la prensa, la tribuna parlamentaria, todo es utilizado para sembrar el odio ignorante, salvaje, rabioso a los hebreos. A esta tenebrosa y vil obra se dedican no solo los detritus ultrarreaccionarios, sino también profesores, científicos, periodistas, y diputados reaccionarios. Se gastan millones y miles de millones de rublos en envenenar la conciencia del pueblo.
 
Es una cuestión de honor de los obreros rusos que el proyecto de ley de la minoría socialdemócrata obrera de Rusia contra la opresión nacional se vea refrendado por decenas de miles de firmas y declaraciones proletarias… Será la mejor forma de fortalecer la unidad completa, la fusión entre todos los obreros de Rusia sin distinción de nacionalidades. Lenin.
 
Conclusión
 
Para terminar, daremos una (muy ligera y breve) "vuelta del revés" a Gramsci, en cuanto a la dialéctica de clases y dialéctica de imperios. Éste habló de la hegemonía ideológica de unas clases sobre otras; así mismo, nosotros hablamos de la hegemonía ideológica de unos imperios sobre otros (para el caso, los protestantes frente al católico). Y esta hegemonía ideológica lleva directamente a la fragmentación de la  Hispanidad, seguida del expolio, como se empieza a notar. Como ya se ha dicho con otros motivos, la dialéctica de las clases queda entretejida "por debajo" de los imperios, por lo que la hegemonía ideológica de la clase burguesa sigue existiendo, pero no es lo principal. El entretejimiento de dicha hegemonía en torno a las clases y los imperios lo dejamos para el siguiente artículo. Con todo, diremos que no es el fin de la historia, y que las distintas partes de la Hispanidad guardan posibilidades de unión, son com-posibles. Cuatrocientos millones de hombres con la misma lengua, religión e historia. ¡Cuántos lo quisieran!
 
Por último, si hubiera que reducir a una fórmula lo que pueda ser España en cuanto plataforma que «ha resistido» a la caída del Imperio mismo que la conformó, me atrevería a decir lo siguiente: que España no es una mera reliquia del pretérito, ni siquiera una reliquia, reanimada por fin como nación, que ha podido reconquistar al menos la condición de miembro de número en un club de naciones canónicas. En cuanto efecto de su pretérito, no se reconocería como tal en esa forma de ser. Acaso porque España no tenga por qué ser definida como un modo de ser característico; sino que más bien habría que ensayar su definición como un modo de estar. Un modo de estar que haríamos consistir no tanto en una tendencia a encerrarse o plegarse sobre sí misma (tratando de extraer la verdad de su sustancia o de su pretérito) sino en mirar constantemente al exterior, a todo el mundo, a fin de conocerlo, asimilarlo, digerirlo o expeler lo que sea necesario para seguir manteniendo ese su «modo de estar». Un modo de estar que no descarta el «estar a la espera» de que se presente una ocasión cualquiera de intervenir en el mundo de un modo digno de ser inscrito en la Historia Universal.

Gustavo Bueno, España.


Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo.