Minorías reivindicativas
El género de los grupos reivindicativos desempeña una función destacada en la política actual al tratarse de elementos muy dinámicos y a menudo decisivos. Por eso importa investigar su lógica y estructura, conocerlos y mantenerse alerta. Nuestro análisis se atiene a un enfoque formal, con abstracción de los contenidos. Estos pueden ser muy heterogéneos y abarcar desde las reclamaciones legítimas y nobles hasta las exigencias monstruosas por medios abyectos. Sin embargo tendremos más en mente aquellos grupos que han convertido la reivindicación en un negocio y en su único objeto (el lector podrá figurarse fácilmente numerosos ejemplos concretos de esta clase de grupos).
Las minorías reivindicativas se caracterizan por la denuncia constante de un estado de opresión o una anomalía de que se dicen vícitimas y de la que culpan a un grupo más amplio envolvente (sin más unidad a menudo que la propia de un conjunto complementario). Un opresor del que se recela por su supuesta inclinación a asechar a la víctima y su designio oculto de aniquilarla. Los miembros de estos grupos reivindicativos adquieren un compromiso firme con su causa movidos por la convicción de padecer una injusticia abominable. Este sentirse común en un estado de postración estrecha los lazos de solidaridad entre ellos y frente al grupo envolvente, contra el que sostienen una actitud beligerante y acusadora. Frente a terceros ajenos al conflicto, por el contrario, despliegan una actividad proselitista obsesiva, a fin de ganarse la voluntad de los neutrales y así sumar adeptos a su causa, conscientes del crédito que a los ajenos les brinda el serlo. Cualquier crítica racional procedente de fuera será constestada con la acusación de que la promueve la fobia a la minoría. De esta circunstancia se comprende la propensión de estos grupos a segregar doctrinas tergiversadoras de la realidad, por ser inasequibles sus miembros al examen externo.
Todo lo expuesto hasta ahora son rasgos de naturaleza ética y moral: la entrega, el sacrificio, la cohesión grupal, la beligerancia, el proselitismo, la tergiversación y la inmunidad a la crítica. Añadimos otra propiedad, que es la que, creemos, más peso político tiene. El grupo reivindicativo, por la propia naturaleza de la reivindicación, tiende a ser tan constante como descontentadizo. En efecto, no se cejará hasta ver cumplida una demanda, pues el costo de la solicitud es siempre inferior a la expectativa del beneficio posible (reivindicar es rentable) y una vez satisfecha el grupo encontrará nuevos pretextos para seguir con las reivindicaciones, animado por el éxito de las precedentes. A menudo aquello que se demanda es solamente una parte de una lista larguísima y abierta que en el límite, o como trasfondo, contiene reclamaciones que la otra parte no podría otorgar sin desaparecer.
Constancia, previsión, fiabilidad, disciplina pertenecen, pues, al reivindicar. E incluso la capacidad de mantenerse latente la reivindicación si el grupo ha de disolverse en circunstancias adversas o de revivir éste con el programa intacto o fortalecido. Esta permanencia dota al grupo de un verdadero ortograma que puede conducirlo a la victoria si frente a él sólo encuentra improvisación, desentendimiento, indiferencia, hartazgo o connivencia.
Todas estas propiedades explican la potencia de estas minorías reivindicativas para escalar y apoderarse de los órganos de poder. Pese a constituir una minoría, los integrantes y adictos son muy activos, participan y dirigen sus votos a aquella candidatura determinada que abandere sus exigencias. Por el contrario el resto de la población suele presentar índices altos de abstención y cuando participan dispersan sus votos entre opciones diversas. En consecuencia, si la mayoría está dividida y desinteresada la minoría puede acabar imponiendo sus criterios en perjuicio del bien general.
Un político irresponsable pero astuto puede ganarse la adhesión de estos grupos mediante una política continuada de concesiones y gestos ya que, pese a ser minorías (aunque bien pueden ser minorías amplias) la ventaja política de atraérselas reside en su dinamismo y fidelidad.