Hacia la séptima generación de izquierda

¿Por qué cayó la URSS?


En nuestra última entrevista, Ismael Carvallo traía a colación una reflexión de Gustavo Bueno sobre la trascendencia filosófica de la desaparición de la Unión Soviética: "¿Por qué cayeron imperios como el romano, el español o el soviético que no estaban pensados para caer?" A continuación, Carvallo también subrayaba el nefasto papel que la Leyenda Negra Soviética está jugando en la comprensión e investigación de la URSS:

“Uno de los grandes problemas es, precisamente, la Leyenda negra anti-soviética, promovida con fruición por fundamentalistas democráticos de aquí y de allá tras el derrumbe; una Leyenda que impide que puedan llevarse a efecto estudios rigurosos y sistemáticos para conocer desde dentro lo que, desde fuera, en Occidente, se nos ofrece tan burdamente como una cárcel estalinista ahogada en la oscuridad más atroz. Esto hace que cobren tanto interés trabajos como el que está llevando a cabo, según tengo noticia, José Ramón Esquinas (ver su artículo sobre el Diamat soviético en el El Catoblepas) y Pablo Huerga (ver sus espléndidos trabajos sobre la ciencia soviética), o libros como el de Moshe Lewin, que acabo de citar, El siglo soviético. ¿Qué sucedió realmente en la Unión Soviética?” (Crítica, Barcelona, España, 2006).
 
En las siguientes líneas, y aprovechando la reunión pública que celebra nuestra organización estos días en Barcelona, queremos sacar a la luz un trabajo sumamente interesante que, por desgracia, no se encuentra traducido al español. El autor es miembro del Instituto General de Historia de la Academia de Ciencias de Rusia. Hablamos del profesor Alexander Shubin. El historiador ruso ha preparado un libro con abundante documentación sobre los años de la Perestroika (declaraciones, manifiestos, programas políticos de las distintas plataformas, discursos etc.) que contiene una sugerente introducción.  En ella Shubin se moja tratando de ofrecer las claves que provocaron el colapso de la URSS.
 
Sin entrar en una exposición detallada de todo lo dicho por el autor, expondremos primeramente lo que a su juicio no hundió a la URSS. El sistema soviético no se vino abajo ni por la competencia militar con los Estados Unidos, ni por su excesiva dependencia de la exportación de hidrocarburos. De hecho, el país mantenía, aún en sus momentos terminales, unas reservas de alrededor de 25-30 billones de dólares. Según Shubin, la carrera armamentística es un factor que acompaña a la crisis pero que no la explica. Y no lo hace porque la URSS siempre había  tenido un abultado presupuesto en defensa (en los años 80 un 16% del PIB). La prioridad de la industria con fines militares no es un elemento excepcional en la historia del país, sino un componente permanente del entramado soviético. Si el militarismo, arguye el autor, fuera la principal causa de la ruina soviética, la URSS no podría haberse desarrollado y expandido a lo largo de 70 años. Todo ello sin olvidar que la carrera de armamentos también afectaba a los Estados Unidos. En esa misma época el país registraba un abultado déficit público. Además, hay que añadir que en 1987-1988 el gobierno republicano había iniciado un acercamiento a la Unión Soviética dejando a un lado la política de confrontación directa, la cual se había demostrado poco eficaz.
 
En cuanto a la excesiva dependencia económica de la exportación de hidrocarburos,  Shubin responde que, efectivamente, la URSS sólo podía sortear la caída del precio del petróleo aumentando su producción, y que para ello necesitaba la tecnología americana. Como no podía disponer de dicha tecnología, la Unión Soviética encontró una solución alternativa: la superpotencia socialista empezó a suministrar menos petróleo a sus aliados que, recordemos, se beneficiaban de tarifas preferenciales, para colocar esos excedentes en el mercado internacional a precio libre
 
Los problemas  etno-demográficos y su impacto en la economía.
 
La URSS se formó como un Estado multiétnico donde el triunfante gobierno bolchevique ofrecía un marco de estructuración nacional diferente al de las élites de las naciones étnicas que vivían en el Imperio Ruso. La nación política soviética difería de su homónima francesa en que no pretendía una asimilación directa de todas las etnias no rusas eliminando sus lenguas o tradiciones. La holización, en términos de Gustavo Bueno, se lograría con la erección sobre las ruinas del zarismo del “Hombre soviético”, un ser moldeado por una nueva cultura socialista que se solaparía acabando por trascender las culturas étnicas particulares. Aunque existe un proceso de rusificación funcional -el propio Stalin deportó a pueblos enteros- impulsado por la misma modernización socialista (era necesario imponer un lengua de comunicación soviética y el ruso era la lengua del grupo étnico central de la URSS), la norma fue el bilingüismo. La cifra de asimilados, a saber, aquellas personas que no son rusas pero únicamente hablaban dicha lengua, era sólo del 10%.
 
El problema es que el proceso de modernización socialista fue desigual en el inmenso territorio de la URSS, porque cada región partía de condiciones desiguales. No se llegó a crear una economía unitaria, sino que la subsistencia de marcadas diferencias étnico-nacionales coadyuvaba la perpetuación de mecanismos económicos de gestión singulares.
 
El autor distingue hasta cuatro zonas en la Unión Soviética, dotada cada una de su propio patrón de desarrollo.
 
  • Las repúblicas del Báltico: sociedades industriales con un no muy lejano pasado capitalista.
  • Las tres repúblicas eslavas, a saber, Ucrania, Bielorrusia y Rusia: sociedades industriales que desde  hacía unas generaciones crecían al impulso de la planificación central.
  • La Cordillera Transcaucásica y Moldavia: sociedades agro-industriales en vías de industrialización.
  • Las repúblicas centroasiáticas, incluyendo a Kazajstán: sociedades mayoritariamente agrarias, donde prevalecen todavía relaciones de tipo feudal con un sector industrial en el que los rusos son predominantes. La concentración de la riqueza también era más marcada en estas sociedades. Por ejemplo, en las repúblicas eslavas y el Báltico el 10 % de los impositores más acomodados controlaba en torno al 10-15% de los depósitos, lo que es muestra de una división social (legal) mínima. En la Cordillera Trascaucásica y Moldavia el 10% controlaba en torno al 20-22% de los ahorros. Pero en Asia central la cifra crecía hasta el 33-55%.
 
Finalmente cabe destacar otros dos factores demográficos que terminaron por tener consecuencias desestabilizadoras. En primer lugar se asiste a una disminución paulatina (en términos relativos) del número de eslavos. En cambio, los pueblos centroasiáticos y los del Cáucaso aumentaron su peso en la URSS. Al igual que los eslavos, se habían beneficiado de la caída de la mortalidad, pero en cambio seguían manteniendo altas tasas de natalidad. En segundo lugar, muchos de los rusos étnicos emigraban abandonando las repúblicas no rusas.
 
Regionalización del Partido Comunista. La reforma frustrada.
 
Shubin sostiene que, hacia los años ochenta, la URSS se enfrentaba a graves riesgos. Incapaz de adaptarse a la sociedad de la información, la economía soviética sufría un importante desfase tecnológico en varias de sus ramas, una baja productividad, un déficit en la calidad de sus mercancías, etc. Éste es el contexto en el que echan a andar las reformas de Gorbachov, primero con la denominación de Uskorenie (aceleración) y más tarde ya con la conocida Perestroika (reconstrucción). Visto el resultado de la tentativa reformista, cabría preguntarse si acaso el sistema económico soviético era irreformable. Shubin huye de las explicaciones economicistas fáciles para trasladar el problema al campo de las instituciones. El quid de la cuestión está en que las  reformas de Gorbachov se dan desde un aparato del Partido regionalizado, con unos  clanes y familias políticas muy asentadas en las repúblicas y entes locales. Así, la suerte de las reformas dependía de la capacidad del aparato central del Partido para imponer su proyecto sobre la enorme periferia en una lucha entre tendencias centrípetas y centrífugas. El PCUS era el cemento que unía el sistema soviético, es decir, el principal mecanismo de coordinación de todo el entramado institucional. En los años 80 ya no era el principal constructor, sino una carga. El que no se pudiera sustituir al entonces vigente mecanismo de coordinación del Partido por otro a nivel central hundió todo el sistema.
 
La clave está en que el movimiento de oposición democrático no podía jugar un papel independiente debido a su debilidad. Los que en realidad se habían opuesto al sistema soviético desde fuera del Partido no dejaban de ser una minoría intelectual y profesional sin predicamento real entre las masas. No tenían ni la organización ni la capacidad como para sustituir al aparato del Partido garantizando la unidad del país.  Esto quiere decir que serán los clanes y organizaciones regionales del Partido las que instrumentalizarán en clave nacionalista los proyectos de reforma de Gorbachov. El objetivo de las élites regionales del PCUS era fortalecer sus posiciones frente al mismo centro que propiciaba la reforma. Esta división en el seno del aparato, que seguía teniendo bajo su control las principales palancas de la economía, actuaba a modo de disolvente, sembrando el caos y la desorganización creciente. Lo paradójico es que, mientras los asesores de Gorbachov trataban de presentar sus reformas como una vía hacia una mayor participación popular, eran las élites del Partido las que se servían de ellas para garantizarse un mejor reparto del poder político y del control sobre la propiedad.
 
"Occidentalización" del Partido Comunista.
 
Y a todo esto hay que sumar lo que Shubin ha llamado la occidentalización del PCUS. Cada vez eran más los sectores del aparato del Partido imbuidos de un potente fundamentalismo democrático que veía en las reformas hacia el mercado la única vía de escape. El clima reformista auspiciado por los Estados capitalistas llevaría a que los reformistas radicales del Partido se decantaran por liquidar el sistema soviético, aunque con ello eliminaran al mismo tiempo el propio país.  
 

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